(Un)Lucky december

Drabble SUHO

*Dedicado a ValeKkaebsong

Para muchos, diciembre simbolizaba «fiesta»; para unos cuantos, representaba nostalgia ante el cierre de un año más. Para Sora, al menos hasta hace algunos años atrás, significaba «escepticismo».

Su escepticismo no provenía de su poca creencia en las festividades o a su poco espíritu decembrino, sino a las tragedias acontecidas en el mes, sobre todo, cerca de los días más relevantes.

Sora consideraba que su mal infortunio de diciembre se había desatado tres años atrás, en una fiesta organizada por sus compañeros de trabajo. Ella usualmente atendía las reuniones realizadas por su familia, pero ese año había decido «cambiar de aires». Pero fue un gran error. Llegó al lugar acompañada de su carismático novio, Luhan; saludó con mucho entusiasmo a sus compañeros, y dedicó tiempo para platicar informalmente y reír a carcajadas con aquellos que eran más allegados a ella en el trabajo. La cena transcurrió muy bien, hasta que llegó la hora del alcohol. Sora no bebía mucho, pero esa noche, distraída por la plática y para no rechazar la cortesía de sus superiores, perdió la cuenta de sus tragos. Después de la medianoche y con la fiesta por delante, Sora se sentía muy mal. Decidió quedarse en su asiento para evitar marearse, hasta que sus compañeros los invitaron a ella y a Luhan para que los acompañaran a fumar. Su novio aceptó y espero a que ella se levantara, pero con un solo movimiento Sora sentía que desfallecería. Impaciente ante su tardanza, Luhan la tomó del brazo y le ayudó a ponerse de pie. La brusquedad de su novio al ayudarla, ocasionó en Sora tal mareo, que no pudo evitar vomitar toda la cena ahí: frente a sus compañeros de trabajo y sobre los zapatos de su querido novio. Sora no recordaba mucho después de ese momento, solo que tuvieron que irse en ese instante y que Luhan le reclamó enfurecido en todo el viaje a su departamento. La vergüenza la obligó a renunciar a su empleo.

El año siguiente a ese, Sora planeó pasar las festividades en una isla paradisíaca para superar los eventos del años pasado y para, de nuevo, «cambiar de aires». Estaba muy entusiasmada, había ahorrado desde marzo y ya tenía su itinerario de viaje para septiembre, solo faltaba esperar a que llegara diciembre. El día de su viaje, se levantó muy temprano y con un gran ánimo, el cual se derrumbó cuando se encontró con el paisaje de una nevada inesperada y el eminente cierre de los aeropuertos. Sora todavía lamentaba la pérdida del dinero y tiempo que había invertido en algo que nunca aprovechó.

El año que le siguió, Sora decidió irse por lo convencional: cena familiar. Usualmente ella no metía mano en la organización, solo aportaba con su presencia y un postre comprado en alguna repostería. Pero ese año, decidió, una vez más, «cambiar de aires» e invitó a su familia a cenar en su departamento. Estaba todo preparado: cocinaría un platillo ostentoso y aprovecharía para por fin presentar a su novio adorado, con quien las cosas marchaban tan bien, que auguraba que él sería su futuro esposo. No obstante, con el mal infortunio sobre su persona, las cosas no fueron muy bien. Todo se desencadenó cuando Sora tuvo una discusión fuerte con Luhan muy temprano el día de la cena familiar, lo cual ocasionó que él decidiera ya no presentarse a la reunión. Después de aquel suceso, Sora estaba tan distraída con su molestia, que el platillo que preparó no quedó bien, pero ya no había marcha atrás: su familia se atendría a una cena insípida y quemada. Por la noche, horas después de cenar, Sora recibió un mensaje de Luhan. En vez de disculparse o desearle Feliz Navidad, le dijo que terminaba con ella. Esa acción tan desalmada y dolorosa la tuvo llorando en el baño, dejando desatendidos a sus invitados el resto de la reunión.

Este año, después de tantos diciembres arruinados, Sora no tenía ganas de festejar, viajar o reunirse. Solo quería quedarse en su casa, comer lo más anti-navideño, y ver películas de caos y destrucción. No obstante, sus deseos no se vieron realizados, pues sus amigas de la universidad le habían insistido que asistiera con ellas a una fiesta. Así que, para evitarse más mensajes o llamadas persistentes, se arregló y salió rumbo a la fiesta.

Llego a una casa grande en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Sus amigas la recibieron en el vestíbulo y la guiaron entusiasmadas hacia la barra de bebidas. Mientras ellas platicaban y reían, Sora miraba escéptica la escena a su alrededor. No conocía a ninguna de las personas que se congregaban en el comedor y la sala de estar, pero le parecía gente pretensiosa que solo se presentaba por la comida gratis.

Después de juzgar a los invitados y criticar las decoraciones navideñas, Sora estaba dándole un sorbo a su copa de vino, cuando fijo su vista en él. Al otro lado de la estancia, había un chico joven de piel pálida, con el cabello teñido de rojo y de estatura media alta. A ojos de Sora, él era atractivo y le parecía simpático por la manera en la que platicaba con soltura y ánimo con un par de personas. Además, le pareció que tenía un buen sentido del humor, pues usaba una diadema navideña con cuernitos de reno. De un momento a otro, Sora sintió mucha curiosidad por el desconocido y pensó que le gustaría hablarle, al fin y al cabo, tenía un año que estaba soltera. No obstante, el recuerdo de su mal infortunio de diciembre la frenó, pues lo último que deseaba era un accidente o una situación que la dejara en ridículo frente a un chico que le gustaba. Ante esto, se reservó de acercarse.

En el transcurso de la reunión, las amigas de Sora y ella se acomodaron en uno de los sofás de la sala de estar y platicaron, pero Sora no prestaba tanta atención, pues la tenía puesta en el chico del otro lado de la habitación. En un momento, él dirigió su vista hacia donde ella se encontraba y cruzaron miradas. Sora sintió una especie de electricidad que recorría su columna vertebral cuando él sonrió simpáticamente hacia ella, Sora le devolvió el gesto y alzó ligeramente su copa como si estuviera brindando con él; el chico misterioso la imitó y algo pareció brillar en sus ojos aún en la lejanía, como si hubiera tenido una idea. Sora sabía lo que era y no deseaba encontrarse con él, temía que su mala suerte lo arruinara.

El corazón de Sora palpitó con fuerza cuando lo vio despedirse de sus conocidos y señaló en su dirección: iba a hablar con ella. Sora no pudo más que inquietarse y se excusó con sus amigas diciendo que iba al baño. Sin esperar una respuesta o una indicación, Sora salió de la sala de estar y tomó rumbo hacia un pasillo desconocido.

Abrió la primera puerta en el pasillo y encontró una habitación vacía y a oscuras. Cerró la puerta con pestillo y se recargó en esta. «¿Por qué me estoy comportando así? Este comportamiento no es propio de mí», pensó con cierta aflicción. Reparó en un espejo colgado sobre un mueble y se acercó para mirarse y arreglar su apariencia. Cuando miró su reflejo se dio cuenta de que todo estaba en orden, seguía igual de presentable como cuando salió de su departamento. «Si me veo así de bien, si no hay nada malo en mí, ¿por qué temo tanto encontrarme con ese chico?», se cuestionó internamente.

Recordó la mala suerte que le rondaba y eso la molestó. No podía creer que algo que no veía la afectara tanto. Sí, vivió momentos muy bochornosos los diciembres pasados, pero eso no había arruinado por completo su vida. Aún estaba ahí para seguir intentándolo.

—No importa que especie de vergüenza pase allá afuera, prefiero actuar antes de quedarme en una esquina con arrepentimiento y miedo —dijo Sora, mirando su reflejo—, así que saldré y mi mala suerte terminará.

Así como lo dijo, lo hizo. Sora salió de la habitación con una confianza renovada. Un aura de determinación brillaba a su alrededor: no perdería la oportunidad de hablar con ese chico o con cualquier otro. Llegó a la sala donde se congregaba la gente, Sora buscó con su mirada la cabellera rojiza adornada con una diadema de reno, y estaba tan enfocada que no previno la persona que se acercaba a ella por la derecha: era el mal infortunio disfrazado de un chico ebrio. Este se tambaleaba de un lado a otro mientras hacía su camino al otro lado del cuarto y sostenía un vaso rebosante con alcohol.

Si Sora no hubiera estado tan concentrada lo hubiera evitado, pero es imposible impedir lo que ya está predispuesto. Así que sucedió el impacto. Tanto Sora como el chico perdieron el equilibrio; ella intentó sostenerse de algo o alguien, pero fue en vano, era seguro que su destino era encontrarse con el suelo y que el muchacho ebrio cayera sobre ella y derramara su bebida sobre sus ropas. Ya lo veía venir y aceptó su destino con resignación.

Sora cerró los ojos con fuerza y esperó el impacto con el suelo, pero este nunca llegó. En cambio, sintió un par de brazos que la sostuvieron y en un grácil movimiento la acercó a su cuerpo.

Sora abrió los ojos y lo primero que se encontró fue la diadema con cuernitos de reno. Después bajó la vista hacia un par de ojos oscuros que la miraban con preocupación. Era el chico del que había huido. Él había evitado que ella cayera de espaldas al suelo. Sora miró a su lado derecho y vio que el chico ebrio estaba en el suelo y toda su bebida se había derramado sobre él. Ese era el destino de Sora, mas el desconocido la había salvado.

—Hey, ¿estás bien? —le preguntó una voz masculina en un tono dulce. Sora volvió la mirada hacia su salvador y su cara se coloreó al instante que fue consciente de la cercanía entre ellos.

Ella se incorporó rápidamente con la ayuda de él. Sora de alisó el vestido y acomodó su cabello mientras intentaba controlar sus nervios. Cuando se sintió más tranquila, miró al chico y él seguía ahí, pero ya no la miraba con preocupación, sino con curiosidad y simpatía.

—Muchas gracias por ayudarme... —mencionó Sora e hizo una pausa para que él le dijera su nombre.

—Mi nombre es Suho y no tienes porqué agradecer —dijo él—, ¿segura que estás bien? Tu cara está roja...

—Sora. Me llamó Sora —respondió ella cuando Suho hizo la misma pausa para que se presentara—. Y estoy bien, solo fue el susto, de verdad muchas gracias.

Ambos se quedaron en silencio mientras se observaban mutuamente. Sora no podía dejar de pensar asombrada en que estaba a punto de vivir un momento vergonzoso y que el chico que le interesaba había impedido aquello. Era casi como si él hubiera roto el hechizo de su mal infortunio de diciembre, era como si Suho fuera su amuleto de la suerte.

—Esa pudo ser una caída muy fea y vergonzosa, tienes mucha suerte que estuviera cerca —le dijo Suho, con una gran sonrisa simpática. Ella no pudo evitar pensar en que justo lo que ella había pensado, él lo había expresado, así que no pudo evitar sonreír en sus adentros.

—Creo que sí lo soy —concordó Sora, agradecida ante el cambio de su fortuna—, hasta este momento no me había sentido tan afortunada, creo que te mantendré cerca por mucho tiempo.

•••

¡Feliz día de los inocentes! Sé que me pasé en la extensión del drabble pero es una historia hecha con mucho amor para mi mejor (y primer) amiga del Internet y la líder del Aerie Squad: Sorita.

Tqm Soris, espero que te guste el regalo. 💖

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