{03}

Rojo.

Encajaría perfecto con la descripción del sentimiento que iniciaba a experimentar Kim.

Él y la pequeña tigre se hicieron cada vez más cercanos, claro, sin dejar de lado al amigo de la rubia.
Los tres era buenos amigos, sabían divertirse bien, siempre, a donde sea que vayan.

Pero el castaño no podía negar el hecho de que con el pasar de los meses empezaba a enamorarse de ella, de su forma de sonreír, de su forma de reír, e incluso, de su forma de ver la vida.

Allí, tal y como la ves, se veía tan pequeña e inocente, cuando en realidad, es alguien muy madura e inteligente.

— ¡Compremos algodón de azúcar! — Pidió Son.

— Aquí tienes, ve por uno — Cedió el mayor, entregándole un billete a la femenina.

Chae lo tomó, y corrió tras el vendedor a pedirle uno de los de color azul cielo.

— Es muy bonita, ¿verdad? — Habló Namjoon, llevando las manos en los bolsillos.

— ¿Chae?, si, es muy tierna — Respondió TaeHyung con una sonrisa.

— Sabes... Quería invitarla a salir, pero no estoy seguro si querrá — Comentó el moreno.

La mente de Tae se nubló, ¿acababa de oír que otra persona también estaba enamorado de la misma chica que él?.

— Pues, inténtalo — Animó.

Idiota. Se maldijo.

— Umh, no lo sé Tae — Dudó, pero guardó silencio al ver a ChaeYoung acercarse hasta ellos.

— ¿Quieren un poco? — Ofreció extendiendo la explosión de azúcar.

— Yo no, gracias, me tengo que ir, disfrútenlo ustedes — Avisó él, dándose la vuelta, iniciando a caminar para irse.

— Tae, ¿a dónde vas? — Consultó ella, tomándolo del brazo para detenerlo.

— Olvidé que tengo que hacer algo en mi casa, asique debo regresar, disfrútenlo ustedes, nos vemos mañana — Se despidió.

Revolvió los cabellos de la más baja, y le guiño un ojo al otro chico, girándose para regresar a su hogar.

Apretó la correa de su bolso, caminando con pasos lentos, obviamente no iría a su casa, allí se undiria en una gran tristeza, prefería ir a la playa, dejar que la arena se cole entre sus dedos, y que la fresca brisa de las olas le aclaren las ideas.

Llegó a la orilla, se sentó en el suelo, sacó sus cuadernos, y dibujó el horizonte, aunque se quedó a mitad del dibujo, pues sintió que le faltaba algo.

Miró a su lado, sintiendo un vacío al no ver a la rubia sentada a su lado, jugando con caracolas, o buscando cangrejos en el borde del agua.

Entonces suspiró, ya se había acostumbrado a su presencia, algo tan simple, iba a cambiar de un segundo a otro, y no lo quería aceptar, pero sabía que era así.

Pues ella, solo vino para ser su inspiración, y él sabía que pronto se iría.

Y es que lo bueno, es eso, bueno, no duradero.

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