Capitulo uno
Capitulo editado 18 de julio 2023
— ¡Boun, maldito desgraciado! ¡Te advertí que no te comieras todas mis galletas! — grito enojado Prem inflando sus mejillas. El hombre parecía que aún no conocía las reglas universales de la sana convivencia, donde queda estipulado que la comida ajena no se toca. Pero él estaba dispuesto a enseñárselas violentamente.
— Tu ya estás gordo, mejor me las comía yo — se burló el rubio, entrando a la cocina solo usando ropa interior. Si Prem no lo odiara tanto seguramente se habría sentido atraído por el trabajado cuerpo de su compañero de habitación, era una verdadera lástima que lo odiara con toda su alma.
— ¡Gordo mi trasero! — le lanzó una cuchara de palo la cual el chico agarró en sus manos con agilidad antes de que pudiera golpearlo.
— También — se burló. No pudo evitar soltar una ruidosa carcajada cuando vio que la cara de Prem se ponía roja debido al enojo.
Boun era un estudiante de último año de la carrera de arquitectura, tenía veinticuatro años y para costear sus gastos trabajaba como tatuador. Esa era la única información que contaba de su compañero de cuarto, como nunca habían podido entablar una conversación sin terminar en una pelea no había podido conocer más allá al rubio. Solo sabía que era insoportable y su pasatiempo favorito era hacerlo enojar. Por su parte, Prem tenía veintitrés años, estudiaba literatura en la misma universidad que Boun. Trabajaba editando novelas para una editorial o cubría turnos en la librería del mismo dueño.
— ¡Bastardo! — chillo furioso comenzando a corretear ha Boun por todo el departamento, el rubio era rápido y Prem tenía un mal estado físico por lo que no pudo alcanzarlo.
Se detuvo intentando recuperar el aire, era inútil intentar alcanzarlo porque el chico era muchísimo más rápido y ágil. Soñaba con el día donde pudiera atraparlo y ese sería el mejor día de su vida.
— ¡Uuuuh! ¡Mis garritas están que arden, amigos! ¡Y de puntitas, puntitas...! — comenzó a saltar en la punta de sus pies para burlarse de su cansada persona. Prem le lanzó una mirada furiosa.
— ¡Dios mío! ¡Ojalá tengas diarrea! — maldijo. Queriendo ignorar la presencia del hombre decidió volver a la cocina, rezando porque lo dejara en paz. No pudo llegar a la cocina porque un extraño ruido lo hizo detenerse antes de entrar. Era un llanto desconsolado de un niño.
Ellos no recordaban tener vecinos con hijos. La mayoría de sus vecinos eran universitarios como ellos y sabían muy bien que ninguno era padre, ya que la presencia de algún niño habría sido notoria.
— Prem — lo llamo.
— ¿Sí?
— Creo que por fin diste a luz.
Prem le lanzó un cojín enojado. Boun siempre hacía bromas sobre embarazos desde que supo de su condición, como si fuera la cosa más graciosa del mundo.
— Cállate imbécil — le regaño — ¿Recuerdas haber visto algún niño por aquí?
Boun negó. Prem se quedó junto a la puerta de entrada intentando descifrar si estaban escuchando bien o quizás era ruido de algún televisor. El rubio desapareció por unos segundos para vestirse y luego volvió a su lado apoyando su oreja en la puerta para escuchar mejor.
El llanto se intensificó, lo que logró asustar a ambos jóvenes quienes salieron rápidamente del departamento para ir en ayuda de ese desesperado niño. Se llevaron una gran sorpresa al darse cuenta que el llanto provenía del departamento que se encontraba justo al frente del suyo.
— ¿Deberíamos llamar a la policía? — preguntó Prem, preocupado por aquella criatura, su llanto no parecía tener fin y se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba.
Boun se encogió de hombros. Se acercó a la puerta y la golpeó para ver si se encontraba alguien adentro además del niño que lloraba, esperaban que algún adulto respondiera su llamado. Al no recibir respuesta, empujó fuertemente la puerta logrando que se abriera. Se cuestionó cuán seguro era el edificio para que las puertas se abrieran tan fácil. El rubio miró hacia adentro, aun no aparecía nadie quien pudiera responderle, pero el llanto de aquel niño se seguía escuchando con intensidad. Al no ver señales de que alguien más se encontrara dentro, comenzó a caminar hacia el interior con Prem siguiéndolo de cerca. Parecía que ese lugar no había sido aseado hace mucho tiempo, había basura y latas de cervezas esparcidas por donde sea que caminaran, además de un fuerte olor a cigarro. Por supuesto que no era un lugar apto para la crianza de un niño.
Al llegar a la sala se encontraron con tres bolitas en el sillón. Eran dos niños y un adolescente quienes se acurrucaban en busca de protección. El mayor los miraba con miedo y desconfianza, el del medio parecía tener curiosidad por ellos y el más pequeño era el dueño del llanto que los había llevado hasta allí.
— ¿Quiénes son ustedes? — pregunto a la defensiva la bolita mayor.
— Somos sus vecinos. Escuchamos al niño llorar — respondió Boun mirándolos con una ceja elevada.
— Es porque tiene hambre — respondió avergonzado el mayor e intentó consolar al más pequeño colocándolo en sus brazos.
— ¿Dónde están sus padres? — preguntó Prem preocupado. Si el niño tenía tanta hambre como para llorar de esa manera, significaba que no había comido hace bastante tiempo.
— Ellos simplemente se largaron y nos dejaron aquí — respondió con amargura abrazando a sus hermanitos.
Prem y Boun se miraron preocupados. Ninguno de los dos era fan de los niños, pero con esa mirada se hicieron saber mutuamente que no estaban dispuestos a dejar solos a esos niños.
— Uhmm ¿Y si vienen a nuestra habitación? Les daremos comida y luego veremos qué hacer — propuso Prem con una media sonrisa. El mayor los miró desconfiado y no lo culpaba, eran dos completos extraños, pero la desesperada situación al parecer lo hizo ceder y aceptar su ayuda porque su mirada se relajó poco a poco con resignación.
El adolescente asintió.
Los tres se pusieron de pie y se tomaron de la mano mientras caminaban hacia la puerta inseguros, a la espera de que algo saliera mal. Sintió una gran pena en su corazón al ver a los niños de tal manera ¿Cómo es que nunca los había visto antes? ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de la situación de aquellos muchachos?
Al entrar de nuevo a su departamento, los llevaron a la cocina donde los hicieron sentar alrededor de la mesa y Prem les sirvió un gran plato con puré de papas y estofado para cada uno. Aunque en un principio miraron con cautela el plato de comida que tenían enfrente, el hambre fue mayor y terminaron comiendo desesperadamente, rompiendo aún más su corazón.
— ¿Hace cuánto viven aquí? — pregunto.
— Hace unas semanas — respondió indiferente el mayor. Sabía que sería difícil sacar muchas palabras de sus bocas, pero al menos quería intentar recopilar información para ayudarlos.
— ¿Y cómo es que nunca los vimos? — está vez fue Boun el que preguntó.
— Porque ellos no nos dejaban salir o hacer ruidos.
Prem hizo una mueca de disgusto. Odiaba a esas personas sin siquiera conocerlos, que tan poco corazón tendrían que tener para hacer que esos niños vivieran en aquellas condiciones y luego abandonarlos a su suerte.
— Creo que lo mejor será llamar a la policía — propuso Boun. El mayor levantó la vista y la preocupación fue reflejada en sus ojos pardos.
— No importa lo que hagan, ellos no van a volver — dijo intentando con notaria desesperación convencer al rubio de no llamar a la policía.
— Pero nosotros podríamos ser acusados de secuestro o cosas peores — aseguró Boun, él sabía que tenía razón, los chismes corrían a velocidad luz en ese edificio — Ya me imagino a las señoras de los pisos de abajo diciendo; "Los homosexuales del 207 están pervirtiendo a unos niñitos indefensos" — cambio su voz en la última parte del relato para imitar la voz de las mujeres.
— Ustedes son pareja — habló la bolita del medio. No parecía una pregunta, más bien estaba afirmando lo que salía de su boca.
Prem y Boun se miraron con evidente desagrado — Por supuesto que no — respondieron al mismo tiempo como si aquello fuera lo más ridículo que alguien pudiera decir sobre ambos.
— Bien. Voy a llamar a la policía — dijo Boun cambiando el tema y saliendo de la habitación. El mayor siguió con su vista todo el recorrido mientras sus ojos se llenaban de temor.
— ¿A qué le tienes miedo? — preguntó Prem mirando al chico.
— A que nos separen — respondió mirando a sus hermanos. Prem se compadeció de ellos. No era una sorpresa que los juzgados de menores y los orfanatos donde podían ser enviados eran de dudosa seguridad. El también sintió temor de dejarlos en manos de quienes pudieran dañarlos aún más.
— Les prometo que intentaremos ayudar para que permanezcan juntos — le sonrió, pero este no le devolvió la sonrisa. No iba a juzgar al adolescente por su actitud, ni siquiera quería imaginar qué otras cosas terribles podrían haber vivido.
Prem decidió que les compartiría helado para ayudarlos a sentirse mejor. Camino hacia el refrigerador y busco el helado en aquel lugar oculto donde dejaba todas las cosas que quería mantener alejadas de la boca de Boun.
— No le digan a Boun que tengo esto — dijo mientras les servía una copa de helado a cada uno de ellos.
— ¿Decirme que? — la voz de rubio le hizo pegar un saltito por la sorpresa. El chico miró el helado sobre la mesa y luego se tomó el pecho como si estuviera sufriendo un infarto — ¡La traición, hermano! Nunca espere esto de ti, mi mejor amigo.
Prem le lanzó una mirada de advertencia, para que se callara si no tenía algo mejor que decir.
— Llame y me dijeron que estarían pronto aquí con servicios sociales — informó Boun.
El mayor los miro con una mezcla de odio y miedo. Que tantas cosas podían estar pasando por su cabeza, el miedo a ser separados, el miedo a lo desconocido, el miedo a un nuevo sufrimiento.
— ¿Cómo se llaman? — pregunto Prem para aliviar el ambiente, aunque sea un poco.
— Yo me llamo Oak — respondió la bolita del medio mientras seguía concentrado en su helado.
— Khai — respondió fríamente el mayor. Luego miró al más pequeño — Y él es Shin.
— Yo soy Prem — se presentó sonriendo.
— Y yo soy Boun — saludo el chico haciendo una reverencia.
Por unos cortos segundos el ambiente pareció más grato, hasta que el timbre sonó y la mirada de Khai se tensó inmediatamente. Los mayores se dirigieron hacia la puerta, pudo ver cómo Khai le rogaba con la mirada, pero ¿Qué más podía hacer? su mente estaba trabajando a más no poder buscando alguna manera de ayudarlos. Al abrir la puerta se encontraron con dos mujeres, una de ellas era policía. La otra era pelirroja, vestía con traje y llevaba papeles en sus manos.
Los chicos las dejaron entrar.
— ¿Dónde están los niños? — preguntó la policía.
— En la cocina. Ellos tenían hambre, esa fue la razón por la que el pequeño lloraba — respondió Prem.
— ¿Hablaron algo sobre sus padres? — preguntó la pelirroja.
— Dijeron que los habían abandonado, no sabemos hace cuánto se fueron — respondió Boun.
Prem giró su mirada hacia la puerta de la cocina encontrándose con la mirada de terror de Khai.
— ¿Qué va a pasar con ellos? — pregunto preocupado.
— Si no tienen ningún familiar apto para cuidarlos serán trasladados a un orfanato — respondió la policía como si esa no fuera la mejor opción, todo el mundo parecía saber que esa no era la mejor opción.
— No tenemos más familia — respondió Khai acercándose — ¿Seguiremos juntos?
— No lo creo, pequeño. Debido a que tienen edades diferentes serán designados a recintos diferentes — respondió con pena la pelirroja. Los ojos de Khai se aguaron, al borde del llanto. Prem lo abrazo por los hombros y para su sorpresa el chico no lo rechazó, es más, se aferró a él mientras empezaba a llorar.
— ¿No hay otra opción? — pregunto Prem al borde del llanto. Así era él, si alguien lloraba, él también lloraba. Siempre había creído que su mayor debilidad era ser tan sensible y empático con los demás.
— Puede ser que exista la posibilidad de que una familia transitoria los cuidara hasta que encontremos una familia que quiera adoptarlos — respondió la asistente social.
— Nosotros podemos — aseguro Boun. Khai y Prem lo miraron sorprendidos, sabiendo muy bien que ellos ni siquiera eran pareja.
— ¿Ustedes son pareja? — la policía los miro levantando una ceja poniendo en duda lo que decían.
Prem y Boun se miraron, después ambos miraron a los ojos esperanzados de Khai.
— Por supuesto que sí — respondieron al mismo tiempo. La policía y la asistente social se quedaron en silencio mientras compartían miradas.
(...)
Les hicieron muchas preguntas a los niños y también preguntas a ellos, la más difícil de responder fue cuánto tiempo llevaban juntos, ninguno de los dos supo qué responder hasta que al unísono respondieron el tiempo que llevaban viviendo juntos. Al menos los dos eran buenos mintiendo.
— Seguramente tendremos que hacerles más visitas, pero hasta el momento, están calificados para cuidar a los niños y parece que ellos están cómodos con ustedes — dicho esto ambas se retiraron dejando a los cinco sentados en el sillón.
— Ellas son pareja — aseguró Oak mientras miraba sus pies. Los mayores lo miraron confundidos ¿El niño tenía una obsesión con ir por la vida emparejando gente?
— Siempre que él dice que dos personas son pareja, termina siendo cierto — respondió Khai — Si fuera ustedes tendría más cuidado con sus palabras.
Prem y Boun se miraron con desagrado y una pizca de algo más que no pudieron descifrar en ese momento.
— ¿Y ahora qué? — preguntó Oak.
— Ahora jugaremos a la mamá y al papá — respondió Boun recibiendo un golpe de Prem.
¡Hola, otra vez! Comenzare a publicar los capítulos editados, espero que les guste y sea de su agrado las correcciones que le realice a la historia. Desde hoy comenzare a publicar uno dos capítulos por día, a medida que los vaya editando.
Gracias por todo el amor y apoyo que le han dado a esta historia desde el inicio.
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