Capitulo nueve
Capitulo editado 20 de julio 2023
Habían realizado cambios debido a que los niños se quedarían junto a ellos por un tiempo más prolongado de lo que habían imaginado. Decidieron comprar una cama mediana para agregarla a la habitación de Prem y que esta pudiera ser usada por los adultos, para no verse en la obligación de compartir cama. Mientras que su habitación quedaría destinada para los más pequeños. Los planes que ambos adultos habían imaginado en sus cabezas se vieron truncados por la intervención de los niños, quienes se las habían ingeniado para dejarlos con la habitación que solo tenía una cama. Khai argumentó que quería una cama para él solo, mientras que Oak y Shin querían dormir juntos. Así que nuevamente se vieron obligados a dormir en la misma habitación y en la misma cama. El no se quejaba por supuesto, es más, estaba en deuda con los niños por esa buena jugada. Ver a Prem dormir se había vuelto su nueva actividad favorita. Si existiera una competencia sobre quién admiraba más a Prem, estaba seguro de que sería el ganador indiscutido.
Eran aproximadamente las tres de la madrugada y había tantas cosas en su cabeza que no había podido dormir. Aunque el tener insomnio le causaba ansiedad en el pasado, en ese momento se encontraba en profunda tranquilidad debido a que justo frente a él, se encontraba el pelinegro dormido. Un lado de su cara se encontraba presionado por la cama haciendo que sus mejillas se volvieran aún más pomposas, su cabello negro descansaba ligeramente sobre su cara y su boca se encontraba apenas abierta, dejando escapar suspiros de vez en cuando. ¿A quién debía agradecer la maravillosa vista que tenía? ¿A los padres de Prem? ¿A Dios? ¿Al destino? Se sentía como soñar despierto, su corazón latía rápidamente como si en vez de estar acostado estuviera corriendo una maratón. Las abejas de la vez anterior decidieron tomar su estómago como su hogar permanente, porque cada vez que el pelinegro se encontraba a su alrededor, salían a danzar en su interior. Las abejas no se iban porque Prem era su miel y el estómago de Boun su colmena. La mera existencia del chico las mantenía con vida y las hacía regocijarse de alegría. Esa sensación extraña a la que había querido llamar abejas solo se encontraba viva por Prem.
Su mano tembló ansiosa por tocar, aunque sea un poco, la piel del chico dormido frente a él. Con delicadeza, para no despertarlo, dejó que sus dedos rozaran la mejilla libre del chico, fue leve, casi imperceptible, pero bastó para que su sangre se volviera miel y sus órganos florecieran cual jardín. Si el pelinegro fuera consciente de todas las sensaciones que le provocaba ¿Lo creería loco? Si tan solo Prem supiera que él era la miel de su colmena. ¿Cambiaría en algo si sus sentimientos fueran revelados? ¿Sus sentimientos serían bien recibidos y correspondidos? Estaba haciendo todo lo posible para llamar su atención. Había disminuido sus bromas, o al menos las evitaba la mayor parte del tiempo. Se la pasaba haciendo indirectas, que esperaba tomarán dirección y Prem las entendieran. Lo comenzó a tratar con el cuidado que debió tratarlo desde el primer momento y le prestó mayor atención. Pero, al parecer, no estaba siendo suficiente. El pelinegro seguía teniendo el mismo comportamiento hacia su persona, aunque sus discusiones habían disminuido drásticamente, aun así, no notaba cambios significativos en cómo Prem se relacionaba con él. Esto provocaba que sus nervios se dispararan. Nunca se había esforzado tanto por conquistar a alguien y le frustraba de sobre manera la barrera que Prem había puesto entre ellos. Aunque comprendiera el porqué de las acciones del pelinegro, esto no significaba que no le doliera el no poder acercarse más.
Suspiro y se giró para mirar hacia el techo de la habitación, porque estaba seguro que si seguía mirando a Prem no podría dormir jamás. En ese momento escuchó un raro sonido proveniente de la cocina. Su cuerpo reaccionó por instinto y rápidamente se puso de pie para dirigirse al lugar. Descarto la posibilidad de que fueran los niños, ya que ellos solían preguntarles cuando querían algo de la cocina estando de noche y ninguno de ellos se levantaría a esas horas sin avisarles. ¿Podría ser un ladrón? Eso era un poco más razonable así que tomó un zapato, aunque no era muy amenazante, para defenderse. Camino a paso firme y se dio cuenta que la luz de la cocina estaba encendida. No podía ser un ladrón porque eso sería muy estúpido de su parte, y hasta el momento no sabía si los fantasmas podían encender luces.
Entro sigilosamente manteniendo el zapato listo para ser disparado, como si eso fuera a protegerlo de todos los males. Para su sorpresa, y alivio, en la cocina no se encontraba ningún ladrón ni fantasma. Era Khai, quien se encontraba dándole la espalda mientras acomodaba un vaso en uno de los muebles.
— ¿Khai? ¿Qué haces despierto? — pregunto mirándolo desde el umbral de la puerta. El adolescente no se giró a mirarlo, como si ya hubiera detectado su presencia hace mucho. Pudo notar como intentaba contener los espasmos de su cuerpo, no sabía si eran provocados por nervios o por miedo, pero sabía que algo estaba mal — ¿Pasa algo?
— No pasa nada — respondió sin mirarlo.
Se acercó para poder ver su cara y corroborar sus suposiciones, el adolescente intentó esquivar su mirada, pero fue demasiado tarde, porque él ya había notado las lágrimas que estaba intentando ocultar. Su corazón recibió una punzada de dolor al verlo llorar.
— Khai ¿Qué pasa? — pregunto preocupado. Khai continuó en silencio y las lágrimas no dejaban de fluir desde sus ojos, además intentaba con todas sus fuerzas no hacer ruidos al llorar. Su mente y cuerpo actuaron por instinto, atrajo al chico hacia su cuerpo y lo abrazó. A pesar de la actitud distante de Khai, el muchacho no dudó ni un segundo en aferrarse a su cuerpo, con tanta fuerza como si su vida dependiera de ello.
— Tengo miedo — susurro. Sus palabras se arrastraron por su boca como si fuera un secreto de Estado, como si al decirlas estas cobrarán vida y se volvieran mortalmente peligrosas. Khai se estaba mostrando vulnerable por primera vez, así que comenzó a sentir el miedo del chico como si fuera suyo.
Boun lo abrazo más fuerte, queriendo transmitirle con su tacto que estaba dispuesto a ir a la guerra con tal de que su miedo desapareciera — ¿Miedo de qué? ¿Alguien te hizo algo?
— Miedo de ir a la escuela.
Boun suspiró comprendiendo lo que sucedía por la cabeza del chico. La trabajadora social les había recomendado inscribir a los chicos en la escuela, ya que habían perdido demasiado tiempo y necesitaban ponerse al día con sus estudios. Además, les solicitó que Shin ingresara a un jardín infantil para ayudarlo a convivir con más personas y niños de su edad. Oak se mostraba muy ansioso por asistir, pero para Shin y Khai el asunto había sido diferente. Ambos eran mucho más reservados, temerosos y presentaban ansiedad social. Sabía lo difícil que sería para ellos adaptarse al mundo de afuera y entendía porque Khai se sentía tan nervioso.
— ¿Qué es lo que te asusta exactamente? — preguntó empezando acariciar su cabello para calmarlo.
— No lo sé, quizás me asuste todo. Nunca he convivido con chicos de mi edad, anteriormente solo daba exámenes libres, así que nunca llegué a entablar una conversación con otros adolescentes. Tampoco sé cómo hacer amigos ¿Crees que me consideren un bicho raro? ¿Qué pasa si no les agrado? ¿Y si me molestan? ¿Y si molestan a Shin y Oak?
— En primer lugar, tienes que calmarte un poco. Tienes muchas cosas en esa pequeña cabecita — le pidió acariciando su cabello — Ahora me tienes a mí y a Prem, si alguien llegara a dañarte o dañar a tus hermanos, debería empezar a rezarle al de arriba, porque no dudaría en asesinarlo — bromeo, logrando que Khai sonriera contra su pecho — Esto es un proceso, no será fácil, pero tampoco es imposible. Solo te recomiendo que no te cierres a la oportunidad de hacer amigos, si pones una barrera incluso antes de conocer a las personas te será imposible conocer a un amigo de verdad.
— ¿Y si ese amigo me hace daño? — pregunto haciendo que su corazón recibiera una doble puñalada. Nadie nunca había tratado al chico con delicadeza y cuidado, las personas que se suponían debieron ser sus primeros protectores, le habían fallado, por lo que ahora tenía miedo de que cualquiera lograra dañarlo.
— Lloras — respondió con simpleza — Es difícil distinguir entre buenas y malas personas, pero de eso se trata crecer. Vas a llorar, te van a romper el corazón y quizás te harán daño, pero la vida no solo se trata de lo malo, también vas a amar, reír, hacer amigos y enamorarte. Pero si estas todo el tiempo esperando que algo malo pase, nunca podrás experimentar las cosas buenas de la vida, y considero que mereces saber lo que es amor. Además, siempre que tengas miedo, puedes venir a mí para protegerte, yo siempre estaré esperándote con los brazos abiertos.
Khai sonrió y el abrazo se intensificó. Ambos se quedaron en silencio disfrutando del contacto del otro, de sus corazones encontrando consuelo y alojo en los brazos ajenos. Luego de unos segundos sintieron una tercera persona uniéndose a su abrazo, levantó la vista y se encontró con los ojos de Prem, quien lo miraba orgulloso.
Khai abrió los ojos y los miró a ambos, había esperanza en sus ojos, existía fe de que las cosas podían ser mejor, les sonrió a ambos y su corazón pudo sentir algo de alivio al ver cómo el muchacho se calmaba — Si algo llega a pasar solo debes llamarnos y nosotros estaremos ahí para ti y para tus hermanos — le susurro el pelinegro mientras dejaba un delicado beso en su frente.
(...)
— ¿Tienen alarma de incendios? ¿Cuál es el protocolo si ocurre un terremoto? ¿El patio de juegos es seguro? ¿Cómo puedo corroborar que este lugar es seguro para mi hijo? ¿Cómo sé que le darán de comer a la hora? ¿Y si llora nos llamaran? ¿Y qué pasa si ocurre un tornado?
— Boun, por favor, guarda silencio. Tus palabras solo provocan que mis nervios aumenten y me arrepienta de esta decisión — le pidió el pelinegro, que parecía igual de preocupado que él.
El gran día había llegado y los tres debían partir a sus respectivos establecimientos educacionales. Su primer renacuajo en irse a la aventura fue el más pequeño, quien se encontraba sumamente nervioso y en sus ojos se preparaban lágrimas dispuestas a salir en cualquier momento. Aunque los cuatro mayores no se encontraran en diferente posición, parecía ser una competencia de quien se largaba a llorar primero.
— Muy bien, es hora de que pase — la maestra les sonrió amablemente en la entrada, extendiendo su mano para que Shin la tomara. El niño la miró desconfiada y en vez de caminar hacia la maestra, se aferró a su pierna, como si fuera un escudo que lo protegería de todos los males.
— Míralo, no podemos dejarlo aquí — dijo, queriendo convencer al pelinegro. En cualquier momento comenzaría a llorar mientras le rogaba a Prem para que no dejarán al pequeño en ese lugar.
Prem suspiro y se puso de cuclillas para estar a la altura de Shin — Mi pequeño bebé, sé que estás asustado y yo también estoy muy asustado, pero tenemos que hacer esto.
— ¿Me van a dejal aquí pol siempe? — preguntó haciendo un puchero. Ese niño era capaz de derretir el corazón más frío y detener una guerra con sus ojos.
— Claro que no, nosotros vendremos a buscarte apenas termines — le sonrió acariciando sus mejillas. Admiraba la delicadeza con la cual Prem se comunicaba con los niños, como si un sexto sentido se hubiera activado dentro de él y le indicará exactamente cómo debía actuar — Confía en mí, nunca te dejaríamos aquí, al terminar te llevaremos de vuelta a casa.
El niño poco a poco se alejó de su pierna y con delicadeza tomó la mano de la amable maestra. Antes de comenzar a caminar, miro una última vez a su familia y se dejó guiar hacía el interior del jardín.
— Aún estamos a tiempo de entrar y llevarlo — susurro, estaba demasiado nervioso como para dejar de insistir. En su mente se imaginaba un millón de trágicas situaciones que le provocaban escalofríos. No podía imaginar dejar a su indefenso bebe en manos de otras personas.
— No podemos hacer eso, aunque queramos — le recordó Khai. El adolescente se encontraba igual de nervioso, su pie se movía impaciente y de vez en cuando mordía sus uñas.
— Por favor, no hablen más porque estoy a punto de llorar — pidió Prem. Sabía que sus palabras eran verdaderas, ya que podía notar como se acumulaban lágrimas en sus ojos.
Prem se dio cuenta que se les hacía tarde para dejar a los otros dos en sus escuelas, así que, en contra de su voluntad, fue arrastrado hacia el auto. No les tomó mucho tiempo llegar a la escuela de Oak y para alivio de sus corazones, Oak estaba emocionado y ansioso por ingresar al establecimiento.
— Recuerda ser obediente con tus profesores — pidió Prem. Se acercó al niño y dejo un beso en su frente.
— Y si alguien te molesta le das un buen golpe y le dices que tu padre tiene un arma que no dudará en usar — le dijo con total seguridad. Él estaba dispuesto a todo con tal de que los chicos se encontraran bien.
— Eso no — le reprochó Prem.
La segunda despedida del día, no les había provocado tanta tristeza. Oak beso sus mejillas y luego siguió a su profesor sin mirar atrás, pero podía notar a kilómetros la ilusión y felicidad del niño. El último de los pasajeros se negaba a descender del auto, ambos sabían lo difícil que sería para Khai adaptarse a la escuela, así que no quería presionarlo para que se bajara del automóvil, aunque se les hiciera tarde.
— ¿No quieres bajarte porque es vergonzoso que tus padres te dejen en la escuela? — preguntó, intentando aliviar el ambiente.
— En realidad no quiero bajarme — susurro Khai.
— Khai, si no quieres hacerlo no vamos a obligarte, y si decides no hacerlo vamos por los niños también — le dijo Prem, aunque hubiera un tono de broma en su voz, sabía que también existía algo de verdad en sus palabras.
Khai sonrió — Si no están aquí cuando salga, voy a llamar a la policía y acusarlos de abandono. Adiós.
Sin más, procedió a bajarse del auto dejándolos con la palabra en la boca. Lo vieron caminar hacia el interior de la escuela sin mirar atrás, hasta que se perdió entre la muchedumbre estudiantil. Cuando quedaron totalmente solos, ambos suspiraron dejando fluir sus nervios y miedos.
— Voy a clasificar este día como uno de los peores de mi vida — murmuró Prem dejando caer su cabeza sobre el asiento del auto.
— Creo que somos los padres más patéticos de la historia, casi lloro — río Boun contagiando al pelinegro — Tengo hambre, no pude desayunar bien por los nervios.
— Yo también — respondió.
— Bien, como solicite permiso para toda la mañana, tengo tiempo libre, así que te invito a desayunar — lo invito, rogando porque el pelinegro aceptara. Este solo asintió con su cabeza.
Había encontrado un trabajo para una empresa que se dedicaba a la construcción de diferentes tipos de edificios, donde se sentía muy a gusto, era el trabajo de sus sueños. Además, el sueldo era una maravilla, podía mantener fácilmente a los niños, incluso intentaría convencer a Prem sobre dejar su trabajo, ya que al parecer los problemas con su compañero no habían sido resueltos. El chico aun no quería decirle cuáles eran esos problemas, pero sabía que eran graves, porque había días en los que casi llegaba llorando a la casa.
Compraron dos cafés y cuatro donas, decidieron comerlas en un parque que estaba ahí cerca. En realidad, ninguno de los dos quería alejarse, por lo que el parque se encontraba a la distancia correcta por si los chicos los necesitaban. Se sentaron en una banca y observaron a la gente pasar mientras comían, ninguno de los se atrevía a hablar, pero el silencio no era incomodo.
— Hay algo que quiero preguntarte hace un tiempo — habló el pelinegro, rompiendo la burbuja de silencio. Se giró para mirarlo y noto que estaba nervioso por cómo sus dedos se enredaban entre sí.
— Soy todo oídos.
— No quiero que te lo tomes mal, pero me siento raro cuando me tratas así — confesó mirando el piso.
Algo en el interior de Boun se estrujó al escuchar esas palabras. Esperaba que Prem no se refiera a su manera de coquetear o cómo estaba intentando conquistarlo, no quería que Prem se sintiera raro por su actitud porque lo único que estaba intentando hacer era acercarse.
— ¿A qué te refieres? — preguntó nervioso, rogando en su interior porque Prem no odiara su acercamiento.
— Es que, desde que llegaron los niños me tratas diferente y no sé si es por los niños, pero me hace sentir mal. No quiero que cambies solo porque están los niños. Me hace cuestionarme si es que los niños se marchan, tu actitud cambiará y volveríamos a lo mismo de antes. No quiero volver a lo mismo de antes.
Sintió que todos los nudos de confusión que tenía en su cabeza se comenzaban a desatar. Había confundido a Prem con sus acciones porque había cambiado drásticamente de la noche a la mañana, pero el pelinegro no sabía que los niños solo habían sido un impulso para que comprendiera sus verdaderos sentimientos. Tarde o temprano su corazón habría ganado y sus sentimientos habrían sido revelados de todas maneras.
— Tengo miedo que tú cambio de actitud sea solo por los niños, tengo miedo de que me trates así solo por ellos — susurro mirando aún el piso.
Prem pensaba que solo se comportaba así por qué los niños estaban presentes, pero él quería tratarlo con delicadeza porque estaba casi completamente enamorado de él. La barrera que Prem había colocado entre ambos se debía a sus inseguridades y no a que sus sentimientos no fueran correspondidos, o eso esperaba.
— Prem...
— Dime la verdad, por favor, ya no quiero confundirme más y salir lastimado.
Tragó saliva. Es verdad, debía ser sincero, si quería avanzar y quería hacer que Prem confiara en él, debía ser directo y tomar el camino correcto. Las abejas de su estómago le rogaban porque hiciera algo, necesitaban mantenerse cerca de su miel así que hicieron presión para que soltará las palabras que tanto había retenido en su corazón.
— Me gustas.
¿Se notan mis tres años de preparación universitaria en la edición? ¿O sienten que no estoy cambiando nada? respóndanme con sinceridad, ya saben que aquí hay confianza sjsja
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