Prisión de almas

Unas pocas horas después de tocar la lira con maestría, al tiempo que entonaba una dulce canción de cuna dedicada a su niña no nacida, la joven madre por fin pudo dar a luz. Se encontraba afuera de la casa de campo en donde se estaba escondiendo de sus perseguidores. Solo la luna llena y las exuberantes rosas blancas creadas por su música participarían como las testigos de aquel alumbramiento, o al menos eso era lo que pensaba la pobre desdichada. Luego de largas horas soportando el laborioso parto, la debilitada dama apenas tuvo tiempo de sujetar a la neonata en sus brazos para besarle la frente y darle un nombre. La pequeña era muy silenciosa y aún dormía en el seno de su progenitora cuando el aliento de vida decidió abandonar por completo a esta última.

Puesto que las almas y los recuerdos son dos de los componentes más evanescentes en los seres humanos, se requiere de acciones vertiginosas para atraparlos antes de que sea demasiado tarde. Por dicha razón, apenas dos segundos después de que Syphiel hubo exhalado su último suspiro, unas manos finas y pequeñas sujetaron su frágil cuerpo inerte. Aquellos dedos cortos, delgados y suaves apretaron con una fuerza descomunal los hombros de la recién fallecida madre, para luego empezar a sacudirla de manera violenta. Una voz ronca, casi idéntica a un trueno en mitad de una feroz tormenta, emergió del pequeño ser que estaba profanando el frágil cadáver.

—¿Acaso creíste que tu alma por fin reposaría en paz en el día de tu muerte? ¡Te equivocaste, ilusa! ¡Debes pagar caro por tus estúpidas acciones! ¡Mi ama necesitaba esos malditos recuerdos que sacrificaste! Pero los recuperaré para ella a como dé lugar, de eso puedes estar segura. Por ahora, vendrás conmigo, lo quieras o no. Para algo habrás de resultarnos útil más adelante.

Acto seguido, la criatura pegó su diminuta boca a los labios entreabiertos de la mujer exánime y comenzó a succionar sin pausa, como si estuviese besándola con frenesí para beberse hasta la última gota de su energía. Había una densa estela vaporosa de tonalidad grisácea alrededor de la niña recién nacida, la cual estaba utilizándola como si de una marioneta se tratase, guiando todos sus movimientos con precisión. Luego de unos instantes, la bebé se separó de su madre, arqueó la espalda y levantó el rostro hacia el cielo, con sus verdes ojos bien abiertos. Inhaló hasta el máximo de su capacidad pulmonar, tras lo cual soltó el aire muy despacio a través de la cavidad bucal.

Una fulgurante esfera giratoria de tono rojizo comenzó a formarse a unos pocos centímetros del rostro de la pequeña. El globo luminoso despedía decenas de micro rayos que no tardaron en carbonizar a algunas de las delicadas rosas blancas en el terreno circundante. A continuación, la nube oscura que actuaba como marionetista le dio forma a una mano etérea de un tamaño diez veces mayor al que tenía la palma abierta de la niñita. Hizo un amago de cerrar el puño para aprisionar el orbe brillante, pero no pudo concretar la acción. En ese momento, una potente zarpa hecha de luz dorada procedente del firmamento la alcanzó con toda su furia e incitó al oscuro nimbo a soltar un ensordecedor grito de rabia y varias imprecaciones.

—¡Deja a esas pobres mujeres tranquilas! ¡No tienes respeto alguno por los muertos ni piedad ante una indefensa infante recién nacida! —clamó otra voz incorpórea, seguida por el ensordecedor rugido bestial de Írviga.

Moa se había excedido en cuanto a la cantidad de energía que estaba utilizando para sostener la vida de aquel ente maligno que discurría por la superficie terrestre en sustitución de ella. La testaruda mujer había estado viviendo en carne propia las duras consecuencias de los experimentos con encantamientos prohibidos que llevaba a cabo. Su cuerpo estaba tan contaminado que no podía tolerar la luz en ninguna de sus manifestaciones ni tampoco soportaba el aire fresco. Todo ello le desataba unas agudas migrañas e inflamación severa en sus brazos y piernas, además de unos irrefrenables impulsos asesinos.

Los efectos del envenenamiento no le permitían abandonar las catacumbas en donde residía y ocasionaban que su dominio de los encantamientos resultase muy impreciso. El desequilibrio en el nivel energético que se producía cada vez que ella movilizaba a su sirviente vaporoso terminó por provocar una minúscula fisura en el encantamiento diseñado por Xirdis para inutilizar al Jánaret. Al fin y al cabo, ambos hechizos provenían de la misma fuente. Ello permitió la salida de una porción reducida del poder protector que caracterizaba al oso pardo. Ese hecho perturbó demasiado a la nube exploradora, por lo cual se vio obligada a introducir la esfera carmesí en el interior de la diminuta bebé de nuevo.

—¡Mi señora regresará muy pronto y se apoderará de esta alma, eso no podrás impedirlo! En cuanto a ti, ¡vuelve a la prisión y sigue cumpliendo con tu castigo! —ordenó el cúmulo nuboso.

Dicho esto, toda la energía restante del nimbo sombrío se concentró en sellar la grieta en la pequeña dimensión latente ubicada en las afueras de la atmósfera del planeta azul, en la cual se hallaba aprisionado el vigilante. El esfuerzo realizado por el tenebroso ente fue muy exitoso, pero también desmesurado, así que aquel nimbo terminó por diluirse en su totalidad. La pequeña Nahiara se quedó sola, pero no por eso estuvo completamente desprotegida. La pureza y el amor contenidos en el alma de Syphiel, la cual seguía resguardada dentro de su hija, actuaron como escudo temporal para resguardar a la niña del acecho incesante de los malvados esbirros de Moa que la buscaban. La melodiosa voz de la madre no paraba de cantarle a su hijita, recordándole así cuánto la amaba.

—Algún día volveremos a estar juntas. Siempre estaré esperándote. No me olvides, mi querido rayito de luna —susurró la dama, justo antes de que los efectos de su protección se desvanecieran.

Al estar la joven madre muerta, su cálida esencia se fue debilitando poco a poco. La protección para su bebé resultó ser algo pasajero, pues apenas dos días después del incidente que involucraba a la masa nubosa, un espectro pálido vagabundo se encontró con la infante y se fusionó con ella. Dicho evento fue muy afortunado para Moa, pues ella había lanzado un conjuro rastreador en cuanto sintió la desintegración de su emisario. Pretendía que dicho hechizo localizase el recipiente con el alma de Syphiel que el nimbo había dejado atrás antes de desvanecerse. Pero, para su buena fortuna, la energía oscura que envió había hecho mucho más de lo esperado.

Sin pretenderlo, Moa había guiado a uno de los Nocturnos de Xirdis hasta el sitio en donde yacía la desamparada Nahiara. La hechicera no estaba segura de que la niña siguiera con vida, pues su presencia había sido invisible por muchas horas. Cuando fue capaz de percibir su existencia otra vez, no cabía en sí de regocijo. Aquello le permitía apoderarse de la conciencia de la mujer fallecida y enviarla a Hélverask, como había planeado. Y, además, le brindaba un nuevo cuerpo en el cual podría depositar el poderoso portal hacia dicha prisión más tarde. Sabía que sus días en la Tierra estaban contados, por lo cual debía apresurarse a darle inicio al adiestramiento de aquella inteligente niña sobrehumana...

***

La energía de Xirdis no había sido capaz de hallar un receptáculo físico que pudiese contener su oscuridad completa sin deteriorarse y morir casi de inmediato. Moa soportaba bastante bien el peso de una gran parte de aquella energía maligna, dada la afinidad en sus personalidades y pensamientos, pero eso no era suficiente para que la renegada pudiese abandonar la prisión en donde estaba confinada. Por lo tanto, la entidad solo podía valerse de la manipulación de otros seres para conseguir sus retorcidos objetivos. La única manera viable para materializarse del todo en la Tierra era mediante la posesión de un organismo en el cual se hallase la conciencia de alguno de sus hermanos Tévatai.

Y por alguna razón desconocida para la malévola dama, no podía sentir la presencia de ninguno de ellos, por más que lo intentaba. Después de la brutal pelea en la que casi había obtenido la victoria, Xirdis perdió toda conexión con la esencia de sus familiares. Solo los restos de la energía de Saoirse que se habían aferrado a los viajeros se manifestaban ante ella. Eso la llenaba aún más de odio, pues era inútil tratar de usar un cuerpo con una conciencia que no se hallaban en el planeta azul, sino junto a ella, en Hélverask. Pero eso no significaba que se hubiese olvidado de destruir a cualquier persona o cosa relacionada con su hermana menor. Al menos esas acciones aplacaban un poco su cólera mientras buscaba los medios idóneos para asesinarla.

Gracias a su desarrollada percepción extrasensorial, Xirdis podía discernir muchos detalles que se escapaban a la comprensión de los terrícolas. No había podido mirar el contenido de la visión otorgada por Fánok debido al considerable debilitamiento de dichas habilidades al que estaba sometida sin desearlo. Sin embargo, no tenía duda de que Syphiel tenía información valiosa en sus memorias, unos conocimientos premonitorios que podrían ser usados en su contra si no se daba prisa por obtenerlos.

Al estar sus fuerzas mermadas debido a la carencia de un organismo anfitrión estable, el grito de alerta no le llegó a tiempo a Moa, su fiel esclava. La joven madre había logrado deshacerse de una buena parte de sus memorias antes de que la hechicera siquiera intentase apoderarse de ellas. No obstante, la captura de esa valiosa alma, aunque estuviese incompleta, serviría como un gran aliciente para que Nahiara actuase de la forma esperada.

El hecho de que ella hubiese hallado un remanente de los recuerdos de su madre en el sitio donde yacían los restos de esta no había sido una mera coincidencia. Moa se había encargado de hacer una falsificación muy buena de aquellos recuerdos para luego ocultarlos allí. Esas imágenes adulteradas solo podrían ser vistas por ella, dado que habían sido diseñadas para activarse con el contacto de quien compartiese el código genético de la occisa.

El deseo de Nahiara por averiguar más acerca de su pasado tampoco había surgido por sí mismo. Cuando Moa le cedió su lugar en la Tierra como la sucesora idónea del poder de la Tévatai rebelde, la experimentada hechicera implantó un activador del encantamiento en el subconsciente de la pequeña Nocturna para que este la impulsara a buscar esas supuestas memorias. La renovada y potente dosis de odio que desencadenó el descubrimiento de la información contenida en el cuerpo de su madre impulsó a Nahiara a consumarse como la digna emperatriz de la oscuridad.

No obstante, ni Moa ni Xirdis pudieron prever el efecto que tendría el grave error de haber permitido que el alma de Syphiel residiera por tantas horas en el interior de su hija. Gracias al inmenso amor de su progenitora, una marca hereditaria indeleble hecha de luz había quedado estampada en la esencia de ella, la cual fue trasmitida hasta llegar a Dahlia mediante el linaje de Emil, su padre. Al fusionarse con el espectro que la transformó en otro ser, el corazón humano de la reina de los Olvidados cesó de funcionar y los remanentes del mismo fueron enviados a perderse en la inmensidad de Hélverask. Sin el contenido de la visión que la joven madre le había entregado a Cedric, era completamente imposible recuperar aquel corazón.

Pero Saoirse sabía muy bien lo que hacía cuando tomó la decisión de reducir la vitalidad de Raki. Necesitaba hacer llegar ese vital mensaje en donde se revelaba la manera de recuperar la humanidad de Nahiara a Fánok, el guardián más sabio y discreto de todos. La energía de ella estaba tan disminuida como la de su hermana insurrecta. Si hacía llegar la importante revelación a la Tierra, ya no podría nutrir y hacer crecer a la Orden de los Valaistu. Era un precio muy alto, pero debía pagarlo. Y aunque no tenía la certeza de que su mensaje fuese a caer después en las manos correctas, debía arriesgarse, por el bien de todos. La suerte estuvo de su lado cuando lo que pareció ser un acto de cobardía por parte de Syphiel al final resultó ser lo más correcto. Sin darse cuenta, ella había protegido información trascendental y luego había propiciado que esta llegase a las manos de un Tévatai.

Tanto Xirdis como Saoirse tenían ante sí la oportunidad de cumplir con los propósitos de cada una a través de sus herederas, Nahiara y Dahlia, quienes eran las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, el resultado final dependería de las decisiones que estas últimas tomasen y de las intervenciones de sus respectivos aliados. El destino de las galaxias aún estaba por escribirse...


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