Capítulo 7: Te necesito
ㅡ Abby...
Una voz. Alguien había dicho mi nombre, pero todo estaba oscuro. No podía ver nada.
-Despierta, pequeña, abre los ojos.
Que cosa más extraña. Entonces estaba soñando.
-Mira a la luz, Abby.
¿¡A la luz!? ¿¡Qué, acaso había muerto!? ¿Dios, eres tú?
-¿Estará muerta? -preguntó otra voz, más aguda.
-Claro que no -respondió la primera, con tono calmado-. Sólo es un desmayo.
Las voces seguían parloteando a mi alrededor. ¿Me conocían? Sonaban familiares, pero... no lograba ubicarlas, al menos no hasta que, logré ver la luz. Literalmente.
-Al fin despertaste.
La voz de mi padre me sacó del aturdimiento. Estaba inclinado hacia mí, observándome desde arriba con el ceño ligeramente fruncido. Me di cuenta entonces de que estaba acostada en el suelo. ¿Dormida? No, no, desmayada. Seguro fue después de que Hunter me... mordiera. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar la sensación de sus colmillos perforando mi piel.
ㅡ¿Estás bien? ㅡpreguntó mi padre mientras se agachaba completamente para examinarmeㅡ. Estás muy pálida.
ㅡEstoy bien ㅡrespondí intentando ponerme de pie y apartándome para evitar que papá pudiera examinarme mejor. No podía dejar que él viera mi cuello, donde de seguro había una sospechosa marca de colmillos.
Un segundo... ¿Por qué no había sangre? No había manchas ni rastro alguno en mi ropa o piel. Si mi papá y Bárbara acababan de llegar, era posible que no hubieran notado nada extraño. Realmente esperaba que fuera así.
Entonces reparé en algo más. Mi ropa. Ya no era la misma sudadera que llevaba antes de perder el conocimiento. Hunter había sido lo bastante inteligente como para cambiarla. Sin embargo... ¡me había dejado tirada en el suelo como un trapo usado!
-¿Has estado comiendo bien? -preguntó papá con tono inquisitivo.
Bufé por lo bajo. Claro, otra vez ese tema. Sabía que aún no se quitaba de la cabeza mis viejos problemas alimenticios, aunque yo los había superado hacía tiempo. Aún así, él no dejaba de insistir cada vez que me veía algo más pálida de lo normal.
-Sí, papá. Estoy comiendo bien. Sólo estaba cansada, eso es todo. Me quedé dormida en el suelo sin darme cuenta -mentí, cruzando los dedos para que se creyera mi historia improvisada.
-Ahora sólo falta que tengas mareos y vómitos -comentó Bárbara con una sonrisita desde la puerta. Había olvidado por completo que estaba allí-. ¿O ya los tuviste? Digo, porque desde la última vez que vino Adam, has estado rarísima.
-¿Qué insinúas? -le espeté, entrecerrando los ojos.
Ella se encogió de hombros, fingiendo inocencia.
-Nada. Pero deberías irte a clases, hermanita o se te hará tarde. Yo tengo que irme a la universidad.
Se despidió con un gesto rápido de la mano y desapareció por el umbral. Su comentario quedó flotando en el aire como una descarga pesada.
Me quedé a solas con papá, en medio de un incómodo silencio. Busqué la ropa que iba a usar para el día, sintiendo el peso de su mirada fija en mí. Cuando levanté la vista, seguía ahí, inmóvil, con el ceño fruncido.
-¿Pasa algo? -pregunté con cautela.
No respondió. Simplemente se dio la vuelta y salió de la habitación sin decir palabra.
Supuse que el comentario de Bárbara le había sembrado una idea equivocada en su cabeza. Por desgracia, mi padre era altamente influenciable a cualquier cosa que mi madrastra y su hija dijeran. Para bien o para mal, yo ya estaba acostumbra a eso.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
Papá me llevó a la escuela ese día. Seguía con esa cara de pocos amigos, pero decidí ignorarlo.
Antes de salir, había tomado -o más bien, robado- un paquete gigante de galletas de la cocina. No era exactamente un robo, pero me gustaba pensar que sí. Me fui devorando las galletas durante todo el trayecto en auto, como si cada mordisco me ayudara a despejar la cabeza.
La escuela quedaba cerca de casa. En auto, eran apenas diez minutos; a pie, me tomaba entre quince y veinte. Un paseo corto, pero eterno si tu padre estaba de mal humor.
-Llegamos -anunció papá al estacionarse frente a la escuela-. Que tengas un buen día.
-Adiós, papá. -Le di un beso rápido en la mejilla y salí del auto casi a la carrera.
Al bajar, lo vi. Adam estaba a unos metros de donde papá había aparcado. Apenas me vio, comenzó a correr hacia mí con una sonrisa amplia, como si nada hubiera pasado.
-¡Hola, Abby! -gritó desde la distancia, saludando animadamente-. ¡Qué tal, señor Winsley!
Papá lo fulminó con una mirada que podría helar el alma de cualquiera. Adam se quedó petrificado por un segundo. Sin decir una palabra, papá arrancó el auto y se fue, dejando tras de sí un silencio incómodo.
-¿Está todo bien? -preguntó Adam, con el ceño ligeramente fruncido.
-Eso creo... -murmuré, aunque ni yo estaba segura.
-Bueno... ¿Vamos juntos a clase?
Me encogí de hombros.
-Supongo.
Él me lanzó una mirada de reojo.
-¿Sigues enojada?
Decepcionada sería más preciso.
No respondí. No quería entrar en esa conversación
-Abby, ¿qué te pasa?
Adam se detuvo, esperando que yo también lo hiciera, pero seguí caminando. El mareo que sentía no me dejaba pensar con claridad. Cada paso se volvía más pesado, y su presencia no ayudaba en absoluto. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, sobre él, sobre nosotros, sobre Hunter... Todo aquello solo empeoraba mi dolor de cabeza.
Finalmente, me detuvo junto a los casilleros y volvió a preguntar:
-¿Qué te pasa?
Esta vez sí respondí:
-Nada... -Bajé la mirada hacia mis zapatos y luego lo miré directamente-. Estoy bien.
-Sí, claro. Se nota -ironizó, cruzándose de brazos-. Puedes decirme lo que ocurre. Creí que ayer habíamos dejado las cosas claras.
Fruncí el ceño al recordar nuestra última conversación.
-No es cierto -repliqué con dureza-. Solo discutimos.
Adam suspiró, su mirada estaba cargada de frustración.
-Escucha... Sé que han pasado muchas cosas en poco tiempo, pero antes teníamos algo muy bonito, ¿no? ¿Lo recuerdas? No podemos tirar eso por la borda.
Guardé silencio. Lo que decía era cierto; él y yo teníamos una historia. Pero también había cometido demasiados errores. Y ahora, no sabía si quería seguir con él o si era mejor dejarlo ir.
ㅡAbby, ahora es cuando más te necesito. Tú sabes mi secreto, sé que me apoyarás... tú me haces fuerte. De verdad, te necesito.
Me removí incómoda, sintiendo un nudo en el estómago. Estaba demasiado sensible para seguir peleando con él. Lo que más odiaba era que sus palabras lograban desarmarme. Sabía que no debía volver con Adam, pero también sabía lo mucho que él me necesitaba.
Quizá... quizá podría intentar olvidar lo malo. O al menos superarlo y confiar en que el Adam de antes regresaría. Tal vez todo volvería a estar bien entre nosotros.
-¿Qué hay con Gina? -pregunté, cabizbaja.
Adam tragó saliva.
-Con ella no hay nada más de lo que ya te dije.
-No es justo... -susurré, sintiendo cómo el resentimiento se acumulaba en mi pecho.
-Lo sé. Y lo lamento mucho. Sé que lo que hice estuvo mal. Pero también tienes que entender que no estaba bien en ese momento. Estaba... atravesando un proceso de cambio. No supe manejarlo.
Su explicación sonaba débil, pero no tenía fuerzas para discutir.
-Ven conmigo después de clases -dijo en tono firme-. Necesito que aclaremos algunas cosas. Tú, Gina y yo.
-¿Es en serio? -pregunté con incredulidad.
Adam asintió.
-Quiero que confíes en mí. Quiero que todo vuelva a ser como antes. Tú y yo, juntos de nuevo. Por favor, déjame demostrarte que puedes confiar en mí.
No estaba segura. Una parte de mí sabía que no debería seguir por ese camino, pero otra, más vulnerable, reconocía que gran parte de lo que me había dicho Adam era verdad. Él estaba atravesando cambios porque ahora era un lobo, aunque los comportamientos cuestionables que todo aquello desató, no era algo que fuera fácil de olvidar.
Antes de todo esto, Adam era una buena persona, alguien en quien confiaba sin reservas. Tal vez -me dije, más para convencerme a mí misma que por otra cosa- quizás todavía quedaba algo de ese Adam en él. Tal vez, merecía una última oportunidad.
-De acuerdo... -susurré, sin mucho convencimiento.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
-¿Qué onda, toronja?
Fei me saludó con su sonrisa habitual cuando nos cruzamos en el pasillo de la escuela. Le devolví la sonrisa, aunque por dentro apenas lograba mantenerme en pie. Mi debilidad no tenía que ver con Adam esta vez, sino con el extraño cansancio que seguía arrastrando desde la mordida.
-¿Cómo aprendiste a hablar español? En serio, me preocupas. ¿De dónde sacas esos saludos tan raros?
Fei se encogió de hombros.
-No sé, me parecen bonitos.
ㅡ Tú eres bonita.
ㅡ Tú también.
-¿Nos casamos?
Ella soltó una carcajada.
ㅡ ¿¡De qué te ríes!? ㅡ protesté ㅡ era en serio.
ㅡ Sólo amigas, lo siento ㅡdijo ella, todavía burlándose de mí.
Pasé el día entre clases y la compañía de Fei. Poco a poco me fui sintiendo algo mejor, aunque todavía me pesaba el cuerpo. No vi a Hunter en toda la jornada, y por momentos llegué a pensar que lo de la mordida había sido una alucinación. Pero no. Cada vez que me llevaba una mano al cuello, donde los colmillos habían dejado su marca, la realidad volvía a golpearme.
Finalmente, cuando las clases terminaron, llegó el momento de encontrarme con Adam. Desafortunadamente, también con Georgina. Esperarlo fuera de la escuela me hizo sentir como una completa idiota, sobre todo porque ya llevaba diez minutos de retraso.
ㅡ¿Qué haces aquí?
Me giré y vi a Hunter.
Ya me había hecho la pequeña esperanza de que fuera Adam.
ㅡYo...
Espera. No debería darle información, podría ser peligroso.
ㅡ¿Tú...?
-Espero a alguien -murmuré, evitando mirarlo a los ojos.
-¿A quién? -preguntó él.
-Eso no es de tu incumbencia.
Hunter sonrió.
-Vaya, tienes razón.
De forma rápida, demasiado rápida, se acercó y me tomó la barbilla para alzarme la cabeza.
-Luce bien -murmuró, observando la herida con una sonrisa que me hizo hervir la sangre. Intenté apartarme, pero su agarre era firme.
-¡Suéltame! -logré zafarme y di un paso atrás, marcando distancia. Pero él solo sonrió, divertido.
-No voy a morderte ahora, si es lo que temes. No tienes que asustarte tanto.
Bufé.
-No tengo miedo. Solo no puedes llegar y hacer eso.
Él rodó los ojos.
-Eres una pésima mentirosa.
-No estoy mintiendo.
-Sí, lo estás.
-No, no lo estoy.
-Sí, sí lo estás.
Solté otro bufido. Él parecía disfrutar de la situación, pero a mí me resultaba irritante.
-Basta ya -espeté-. ¿Podrías dejarme en paz?
-¿Por qué?
-Porque solo viniste a molestarme.
-No es así. Tú me molestas a mí.
Abrí los ojos como platos.
-¿Disculpa?
Hunter soltó una risa seca.
-Adiós, Abby. Nos vemos luego.
Se dio la vuelta y se marchó rápidamente, dejándome allí con más preguntas que respuestas. La relación que estábamos formando era demasiado extraña. Él me mordía, yo lo alimentaba, y por alguna razón se comportaba de la peor manera posible. ¿Qué ganaba con eso?
-Abby.
Alcé la vista y vi a Adam. Corría hacia mí, pero no venía con Georgina, como esperaba.
-Vaya, al fin llegaste -murmuré.
-Lo sé, lo siento. No encontré a Gina en ningún lado, creo que no vino. ¿Te parece si vamos a su casa?
-Supongo. No he estado aquí esperándote para nada.
-Oh, bien... Dejé el auto estacionado en la otra cuadra.
-De acuerdo...
Caminamos en silencio hasta llegar al auto. Adam se adelantó unos pasos, sacando las llaves de su bolsillo y desbloqueando las puertas con un bip breve. Subí al asiento del copiloto, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. Quería decir algo, cualquier cosa, pero no estaba segura de por dónde empezar. Por un lado, extrañaba a Adam, extrañaba poder abrazarlo. Por otro, no podía olvidar todo lo que había pasado.
Adam encendió el motor, y el ronroneo suave del auto llenó el silencio incómodo que se instaló entre ambos. Puso la marcha y comenzó a conducir, con los ojos fijos en el camino, mientras yo jugueteaba con las mangas de mi suéter, sintiendo el peso de mis pensamientos sobre los hombros.
-Pronto vas a entenderlo todo -murmuró Adam mientras conducía.
-¿Por qué no puedes decírmelo tú? -pregunté, intentando mantener la calma aunque el enojo burbujeaba dentro de mí-. ¿Por qué tenemos que ir con ella?
Adam apretó los labios un instante, como si buscara la mejor respuesta.
-Porque si te lo cuento yo, puede que no me creas.
Fruncí el ceño y giré la cabeza hacia él, buscando alguna señal de sinceridad en su expresión.
-¿Y cómo estás tan seguro? -pregunté, clavando la mirada en su perfil-. Parece que no confías en mí.
Él soltó un suspiro, apoyando una mano sobre el volante mientras la otra permanecía firme en la palanca de cambios.
-Claro que confío en ti -respondió con un tono casi cansado.
-¿Entonces?
Suspiró.
-No quiero arriesgarme -dijo al fin, girando en una esquina-. Quiero hacer las cosas de la mejor forma posible. No quiero perderte.
Esas últimas palabras me hicieron estremecer. Bajé la mirada hacia mis manos entrelazadas sobre mi regazo
-¿Perderme? -murmuré, sintiendo cómo la frustración se mezclaba con una tristeza punzante-. No puedo creer que esté aquí, camino a ver a una chica con la que me engañaste. Y encima una chica que me odia.
Adam apretó el volante con más fuerza por un segundo, sus nudillos estaban tensos, parecía como si las palabras le dolieran tanto como a mí.
-Sí... lo sé. Lo siento mucho.
-Yo también siento que esto haya pasado... -mascullé, más para mí misma que para él, mientras miraba por la ventana.
-Te juro que no volveré a fallarte -dijo de repente, con la voz quebrada por la culpa-. Por favor... Al menos déjame seguir a tu lado. Quizás no estés lista para llamarme tu novio aún, pero... para mí seguirás siendo mi novia.
Sentí que mi corazón se encogía.
-Adam...
-Por favor -insistió, con la mirada fija en el camino-. Hazlo por nosotros.
El silencio volvió a instalarse, más pesado que antes. No encontré fuerzas para responder. En su lugar, me abracé a mí misma, sintiendo cómo la tormenta de emociones se agitaba en mi interior. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero las contuve con un esfuerzo desesperado. No quería llorar. Si hablaba, sabía que mi voz temblaría y no quería que Adam lo notara.
Miré por la ventana, dejando que las casas y árboles que pasaban rápidos fueran mi única distracción durante el resto del trayecto hacia la casa de Georgina.
Adam no volvió a decir nada más, y yo tampoco.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
Pasaron unos segundos incómodos antes de que alguien finalmente nos abriera la puerta en la casa de Georgina. Un hombre robusto y canoso nos recibió con una sonrisa cálida. Parecía el tipo de hombre que da palmadas en la espalda con fuerza cuando saluda.
-Adam, ¡qué bueno que has venido! ¿Cómo está tu madre?
El tono amigable del hombre hizo que me removiera incómoda en mi lugar. No esperaba que Adam tuviera una relación tan cercana con alguien en esa casa. Observé cómo intercambiaban saludos y conversaciones amigables. El hombre, que más tarde supe, era el tío de Georgina, parecía genuinamente feliz de verlo.
-Bueno, Gina ha de estar en su cuarto. Pasen, siéntanse como en su casa -dijo el hombre, haciéndonos un gesto hacia el interior.
Adam asintió y se adelantó por el pasillo, caminando con la familiaridad de quien conoce bien el lugar. Me dejé guiar por él, aunque sentía que cada paso hacia esa habitación me pesaba más. Cuando llegamos, Adam abrió la puerta sin vacilar y entró, pero yo me quedé fuera por unos segundos, paralizada por las dudas.
ㅡ¿¡Qué haces aquí!? ㅡescuché chillar a Georgina desde dentro de la habitaciónㅡ. Si vienes a reclamarme por lo de la otra noche, me da igual. Deberías agradecerme que Abigail lo haya visto -añadió con sorna.
-Quiero que se lo expliques todo a ella -replicó Adam, su tono era serio y firme.
-Yo no te forcé a que me besaras -espetó Georgina con desdén.
-¿Por qué de repente te volviste tan insoportable? -se quejó Adam, exasperado-. ¿Qué problema tienes con Abby?
En ese momento decidí entrar. La puerta chirrió al abrirse, y pronto me encontré dentro de la habitación, al lado de Adam. Georgina, que estaba sentada en el borde de su cama, me miró como si yo fuera una intrusa. Y, en efecto, lo era.
-Sí que eres tonta... -murmuró, con su mirada atravesándome como una daga-. Te hice un favor al demostrarte lo poco fiel que es Adam, y aun así, aquí estás. Patética.
-No le hables así -protestó Adam, frunciendo el ceño.
-Déjala. Está bien -intervine, sin ganas de iniciar una discusión.
Adam dejó escapar un suspiro, claramente agotado por la situación.
-Hagamos esto rápido, por favor -dijo, girando hacia Georgina-. Vine para que le cuentes todo sobre lo del lobo y...
-¿¡Se lo has dicho!? -interrumpió ella, sus ojos destellaron sorpresa y enojo.
-Claro que me lo ha dicho. Soy su novia -respondí antes de pensarlo, mi voz había salido cargada de un impulso desafiante. No pude ignorar cómo Adam esbozó una sonrisa leve, como si mis palabras hubieran sido una pequeña victoria para él. En realidad, solo éramos yo y mi bocota impulsiva creando nuevos apuros.
Georgina soltó una risa seca y sarcástica.
-Entonces, ¿quieres que le cuente sobre los lobitos? Muy bien. A ver si después de escuchar todo sigue contigo... -dijo con una sonrisa maliciosa-. Tomen asiento.
Georgina nos señaló un sofá rojo enorme, con forma de labios cerrados. Adam y yo nos sentamos, intercambiando miradas incómodas mientras ella caminaba por la habitación como un gato al acecho, revisando entre sus cosas.
-Primero que nada -anunció mientras volvía hacia nosotros con un libro grueso en las manos-, no voy a aceptar preguntas sobre por qué sé todo esto o por qué tengo esto aquí.
Se dejó caer entre Adam y yo, obligándonos a apartarnos hacia los extremos del sofá. Con el libro abierto sobre su regazo, hojeó las páginas rápidamente hasta dar con la que buscaba. Se aclaró la garganta antes de empezar a hablar.
-Lo obvio primero: Adam es un Hombre lobo. Fue mordido, por supuesto... -dijo, sin levantar la vista del libro-. Supongo que ya te habrá contado cómo pasó eso.
Me tensé. Adam no me había mencionado nada sobre aquello, pero decidí no interrumpirla.
-Cuando lo vi -continuó Georgina, pasando una página con aire distraído-, supe de inmediato lo que le estaba pasando. No tuvo que decírmelo. Estos temas me interesan, ¿vale? No preguntes por qué.
Georgina y Adam habían comenzado a explicarme un sinfín de cosas sobre los Hombres Lobo. Mitos, historias, y teorías que nunca en mi vida había escuchado y que honestamente no entendía de dónde las habían sacado. Todo sonaba a pura fantasía, como si me recitaran un cuento sacado de un libro de leyendas... pero yo solo me limité a escuchar, por cortesía o, tal vez, por inercia.
-¿Y bien? -preguntó Adam, inclinando la cabeza hacia un lado.
Ambos me miraban con expectación. ¿Qué se suponía que debía decir? La verdad era que no estaba ni remotamente sorprendida. Quiero decir, después de conocer a Hunter, ¿cómo iba a sorprenderme saber que había más criaturas sobrenaturales por ahí? Vampiros, lobos, ¿qué seguía? ¿Hadas?
-Ah, pues... -titubeé, rascándome la nuca. -Bien, supongo.
Georgina chasqueó la lengua y cerró el libro con un golpe brusco, casi en mi cara.
-Te dije que era demasiada información para su cabecita -bufó, cruzándose de brazos.
-No seas así -le reprochó Adam. Luego se volvió hacia mí, más serio. -¿Estás bien con todo esto, Abby?
Asentí con un leve encogimiento de hombros.
-Sí, Adam... la verdad es que sí.
-Perfecto, porque apenas estamos empezando.
-¿Aún hay más? -alzé ambas cejas. -Porque, antes de que sigan, tengo unas cuantas preguntas yo también.
Ellos intercambiaron miradas, esperando a que hablara. Así que tomé aire y me lancé:
-Ya entendí lo básico sobre los Hombres Lobo, pero ahora quiero hablar de otra cosa... Ustedes dos. Quiero saber qué pasa entre ustedes.
Georgina me quedó mirando incrédula. Parecía que realmente detestaba tener que responder a mi pregunta.
-Para que te calmes de una puta vez-empezó Georgina, soltando un suspiro de impaciencia-. Con suerte, somos amigos. Nos conocimos mejor en la boda de mi tío con su prima el verano pasado. Fue entonces cuando descubrí que, aunque te juntaras con ella -señaló hacia mí-, no eras tan insoportable.
Hizo una pausa, mirándome como si esperara que dejara de interrumpir.
-¿Puedo seguir? Tengo cosas más importantes que hacer luego.
-Aún no -interrumpí-. Necesito saber: ¿cómo sabes todo esto?
Ella me lanzó una mirada de fastidio.
-Te dije que no preguntaras eso. ¿No sabes seguir instrucciones? -Su tono era tan cortante que sentí el aire más frío entre nosotras.
Le sostuve la mirada, manteniendo mi mejor cara de póker. Al final, fue ella quien cedió.
-En mi familia, el tema de los Hombres Lobo siempre ha sido tabú -dijo, en un tono más bajo-. Llevo oyendo historias sobre ellos desde que era niña. Tengo la teoría de que alguien en mi familia fue convertido en algún momento, por eso conservo estos libros. Los rescaté cuando intentaron deshacerse de ellos. Ya nadie quiere hablar del asunto, lo odian.
No dije nada. Solo asentí. Algo en la forma de hablar de Gina me causó cierto desconcierto. Parecía que por primera vez estaba hablando con sinceridad hacia mí. Eso me estremeció. No podía considerar a Georgina como un ser humano decente.
Georgina continuó:
-No sé exactamente si esto funcionará, pero el lobo que convirtió a Adam es probable que siga cerca. Y ahora, tenemos que encontrarlo. Si hay alguna manera de revertir la transformación, ese lobo debe saberlo.
-¿Espera... estás diciendo que Adam podría volver a la normalidad? -pregunté-. ¿Y qué nos asegura que ese lobo querrá ayudarnos?
Georgina frunció el ceño aún más, visiblemente irritada.
-¿Perdón? ¿Acabo de escuchar un "nos" o lo soñé?
-Sí, lo oíste bien. Voy a ayudar a Adam.
Georgina rodó los ojos, dejando claro que no le hacía ninguna gracia mi insistencia.
-¿Estás de acuerdo con esto, Adam? -preguntó Gina.
-Por supuesto que lo estará -me adelanté, cruzando los brazos.
Adam me lanzó una mirada severa y, con un tono tajante, respondió:
-No, no lo estoy.
Sentí que el piso se tambaleaba bajo mis pies.
-Tú no vas a involucrarte en esto, Abby -continuó, con su voz más firme de lo que esperaba-. Es demasiado peligroso, y no quiero que te pase nada. Solo quería contártelo para que no tuvieras dudas, pero no más que eso.
-Pues no pienso hacerte caso -repliqué-. Voy a participar, les guste o no.
Adam estaba a punto de replicar, pero justo en ese momento mi teléfono empezó a sonar.
-¿Aló? -contesté, llevándome el móvil al oído. Era mi papá.
Mientras hablaba con él, observé cómo Adam y Georgina discutían en voz baja. Sus miradas se volvían hacia mí con frecuencia, sobre todo las de ella, que transmitían irritación creciente.
-Gina y yo lo hablamos y... -comenzó Adam cuando terminé la llamada.
-No quiero oírlo -lo interrumpí, alzando la mano. -Ya quedamos en que voy a participar. Y ahora, si me disculpan, tengo cosas que hacer. Hasta mañana.
Sin esperar una respuesta, me di la vuelta y salí, con la cabeza llena de ideas confusas.
Así que, oficialmente, mi "novio" -nótense las comillas- era un Hombre Lobo, y además tenía a un Vampiro acechándome.
Me habría imaginado esta situación de otra forma, no sé, algo tipo Crepuscular; con miradas intensas, Vampiros irresistibles, Lobos y chupasangres peleando por mí, mucha tensión sexual... pero, no. En mi caso, solo tenía un mísero Vampiro que, aunque sexy, poseía el temperamento de un demonio. Y luego estaba Adam... Con sus virtudes y defectos, aunque últimamente más con sus defectos.
Honestamente preferiría que todo fuera normal.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top