Capítulo 49: Luz roja (FINAL)

El plan era tan preciso como Derek intentando regular sus estados de ánimo. Es decir, nada en absoluto.

¿Cómo luchas contra algo que ni siquiera puedes ver? Zac había dicho que el demonio estaba en mí, pero yo no podía ni sentirlo. No había señales tangibles, excepto por las piezas rotas de mí misma que empezaban a encajar en esta historia aterradora.

Llegamos al bosque, justo a la zona donde aún permanecía el avión. Las cintas amarillas de "no pasar" de la policía colgaban alrededor del perímetro, moviéndose ligeramente con el viento. A pesar de nuestros esfuerzos, no nos habíamos deshecho de todo el avión. Era como si su presencia fuera un recordatorio constante de lo que había sucedido.

Derek estaba inusualmente serio. Claro, todos lo estábamos, pero él... Prefería verlo sonriendo y lanzando comentarios sarcásticos. Su actitud era otra señal de lo grave que era esto. Realmente estaban preocupados por mí, aunque ninguno lo decía en voz alta.

Y yo también lo sabía. Lo que estaba por venir no sería fácil. Pero intentaba aparentar fortaleza, tanto por ellos como por mí misma.

Dentro del avión, ayudaba a Zac con lo que me pedía. Había traído un bolso negro lleno de objetos que probablemente necesitaríamos. Mientras me explicaba el plan por enésima vez, yo trataba de concentrarme. Sin embargo, cuanto más lo escuchaba, menos convencida estaba de que pudiera lograrlo. Ojalá pudiera apagar mis emociones y convertirme en algo imperturbable. Pero era solo una humana frágil. Y asustada.

—¿Me estás escuchando, Abby? —la voz de Zac me sacó de mis pensamientos.

—Sí, te oí todo —mentí con torpeza.

—Bien. Entonces repíteme el plan. Necesito asegurarme de que realmente lo entiendas.

Respiré hondo, obligándome a recordar.
—Usarás tus habilidades para atraer a un espíritu. Luego, debo convencer al espíritu de que llame a Ben. Pero... no me has dicho qué pasa después.

Zac se tensó por un momento antes de responder.
—Porque el resto va por mi cuenta. No puedes saberlo.

Fruncí el ceño, pero asentí.
—Entendido.

Mientras Zac se giraba para hablar con Adam, noté la expresión de Derek. Había algo en su rostro, algo nervioso que no podía ignorar. Me acerqué.
—¿Por qué esa cara? —le pregunté, tratando de aligerar el ambiente—. ¿No crees que lo lograré? Y yo que pensaba que tenías fe en mí, Derek.

Él esbozó una sonrisa torcida.
—No es eso. Sé que lo harás bien.

—Pues no lo parece —dije, arqueando una ceja.

Derek rió suavemente, pero había un dejo de incomodidad en su reacción.
—Tengo... cierto trauma con los fantasmas.

—¿En serio? —pregunté, sorprendida.

—No es nada grave —se encogió de hombros, intentando restarle importancia.

—Cuéntamelo.

Él me dio un pequeño golpe en la cabeza y murmuró algo sobre lo curiosa que era.
—No es que me asusten —dijo al final—. Ni siquiera puedo verlos. Pero su negatividad afecta mis poderes.

—Entonces, ¿su presencia es emocionalmente agotadora para ti?

Derek asintió.
—Exacto. Así que esfuérzate mucho, ¿sí? Porque si algo le pasa a mis poderes, ¿cómo seguiré siendo tu cupido personal?

Reí ante su comentario.
—¿Y este cupido nunca se ha enamorado?

Derek desvió la mirada, riendo incómodo en lugar de responder.
—¿Por qué no vas a hablar con él? —sugirió de repente, señalando a Hunter—. Puede parecer calmado, pero en su cabeza debe estar librando una guerra. Siempre exagera todo y lo complica el triple de lo necesario.

Miré a Hunter, quien estaba sentado en una de las butacas del avión, examinando el objeto donde planeábamos encerrar al demonio. Había estado así desde que llegamos, completamente enfocado. Algo en su postura me hizo sentir culpable por no haberme acercado antes.

Me aproximé y me senté a su lado. Él dejó el objeto a un lado y me miró, pero el silencio entre nosotros se alargó más de lo esperado. Las palabras parecían haberse evaporado de mi mente. Finalmente, me dejé llevar por el momento.

Sonreí tímidamente y me acerqué, cerrando los ojos mientras mis labios rozaban los suyos en un beso tierno. Al principio, Hunter pareció sorprendido, pero pronto respondió con calidez. Cuando nos separamos, sus ojos brillaban con una mezcla de cariño y alivio que hizo que mi corazón latiera con fuerza.

—Son ridículamente tiernos —interrumpió Derek, haciendo que ambos giráramos la cabeza hacia él. Su sonrisa burlona era imposible de ignorar.

Hunter suspiró, pero luego golpeó sus manos sobre sus piernas.
—Ven aquí —me dijo, señalándome que me sentara en su regazo.

—Creo que podrías ser mi nuevo asiento favorito —bromeé mientras me acomodaba en él, apoyando mis manos en sus hombros para mantener el equilibrio.

—¿Ah sí?

Sonreí, pero nuestras risas se detuvieron cuando Zac y Adam se acercaron.

—Es hora de empezar —dijo Adam. Sin embargo, su mirada se detuvo en mí y Hunter por un momento más de lo necesario antes de apartarla rápidamente.

—Adam y Derek se quedarán afuera por si algo sale mal —explicó Zac—. Hunter y yo podemos ver espíritus, así que nos quedaremos contigo, Abby.

Me puse de pie mientras los demás se preparaban. Zac hizo un gesto para que lo siguiera hacia el fondo del avión.

—Necesitamos espacio —dijo, mirando a Hunter—. Ayúdame a quitar estos asientos.

Ambos vampiros comenzaron a mover y apilar asientos, dejando un espacio abierto en la parte trasera. Finalmente, Zac dejó uno intacto y me indicó que me sentara.

—De acuerdo, Abby. Vamos a empezar. ¿Estás lista?

Asentí, aunque por dentro sentía que no lo estaba en absoluto.

—Recuerda, tienes que convencer al espíritu. Hunter y yo no podremos intervenir.

—¿Y cómo lo haré? —pregunté, sintiendo cómo la inseguridad se apoderaba de mí.

Zac se frotó la frente, como buscando las palabras correctas.
—Los espíritus suelen pedir cosas absurdas. Ten fe en que este hará lo mismo.

—¿Y si no lo hace?

—Entonces improvisaremos —dijo con una sonrisa torcida.

No era la respuesta más tranquilizadora, pero no había vuelta atrás.

—¿Estás lista? —preguntó Zac de nuevo.

Esta vez no respondí con palabras, solo asentí y respiré hondo.

No era cierto. No estaba preparada para lo que venía, aunque quería creer que sí. Mi pecho se sentía como una caja cerrada que apenas contenía la presión del miedo.

Zac hizo un gesto rápido hacia Hunter, indicando que apagara las luces de emergencia. De inmediato, la penumbra nos envolvió. La oscuridad era tan profunda que me sentí atrapada en una pesadilla.

Un ruido sordo me sacó de mis pensamientos. Busqué con la mirada hasta distinguir con dificultad la figura de Zac. Estaba de rodillas en el suelo, con la cabeza inclinada hacia el piso. Por un momento pensé que se había caído, pero algo en su postura me hizo dudar.

De pronto, sus ojos brillaron en la oscuridad, transformándose en dos orbes carmesí que parecían arder desde dentro. Eran hipnóticos, casi imposibles de ignorar. Bajo él, una luz comenzó a dibujar algo en el suelo: una estrella roja de seis puntas que resplandecía con un fulgor inquietante. La luz proyectaba sombras distorsionadas en las paredes del avión, creando figuras que parecían moverse y respirar.

Instintivamente, busqué a Hunter. Lo vi suspendido del techo, como si algo invisible lo sujetara, inmovilizado. La urgencia del momento me atravesó como un relámpago. El plan había comenzado, y no había vuelta atrás.

Zac me había advertido de la estrella durante el camino. Sabía lo que tenía que hacer. Debía entrar en ella. Una vez dentro, cuando Zac saliera, me encontraría cara a cara con un espíritu. Desde ese momento, nadie más podría cruzar la estrella. Ni para entrar. Ni para salir.

Respiré hondo y di un paso al frente. El resplandor rojo de la estrella cubrió mi piel cuando crucé el límite. Era como sumergirse en agua helada. Apenas Zac salió del círculo, todo cambió.

El mundo a mi alrededor desapareció. No podía ver nada fuera de la estrella; era como si la realidad se hubiera disuelto, dejándome aislada en un vacío opresivo.

Entonces apareció.

Frente a mí, una niña esquelética flotaba con movimientos suaves y extrañamente antinaturales. Su cabello, larguísimo, se ondulaba como si estuviera bajo el agua, pero carecía de color, como el resto de su cuerpo. Todo en ella era gris y translúcido, excepto sus ojos... o más bien, el vacío donde deberían estar. Solo había dos enormes huecos oscuros que parecían observarme a pesar de estar vacíos.

—Cántame una canción —dijo con una voz dulce, casi infantil, pero con una cadencia que erizaba la piel.

El movimiento de sus labios era extraño, como si algo estuviera atorado en su boca, dificultando su habla. Fue entonces cuando me di cuenta de que esa "obstrucción" no era otra cosa que sus dientes, alineados en una sonrisa grotesca que parecía partirle el rostro.

Mi garganta se cerró, pero logré responder con un tono firme, aunque mis piernas temblaban.
—Lo haré si me ayudas.

La niña ladeó la cabeza, como si analizara mis palabras. Aunque carecía de ojos, sentí la presión de su mirada fija en mí. Un escalofrío recorrió mi espalda.

—Tu voz es hermosa. Cántame —repitió, estirando sus labios hasta convertir su sonrisa en algo todavía más espantoso.

—Cantaré —dije, luchando por mantener la calma—. Pero primero, tienes que hacer algo por mí.

Mi voz sonaba más fuerte de lo que me sentía. Por dentro, el miedo me carcomía, y un frío antinatural me envolvía como una niebla helada.

—Lo haré —susurró la niña . Entonces, chilló de forma abrupta y ensordecedora—. ¡Canta para mí!

El grito fue tan agudo que me llevé las manos a los oídos. Mi respiración se aceleró, y por un instante, el pánico me ganó. Pero no podía permitirlo. No podía rendirme.

Respiré hondo, soltando un largo suspiro para recuperar el control. Mi mente, casi en automático, me llevó a una melodía conocida. Cerré los ojos y comencé a tararear una suave canción.

Las notas escaparon de mis labios con timidez al principio, pero pronto el sonido llenó el círculo. Mi voz parecía flotar entre nosotras, como si hubiera adquirido una vida propia. La niña permanecía inmóvil, observándome con esos ojos vacíos mientras mi canto llenaba el vacío.

Cada segundo que pasaba sentía cómo el frío se intensificaba, penetrando hasta mis huesos. Pero no podía detenerme. No podía romper el hechizo que mi voz estaba creando entre nosotras.

Mientras cantaba, la niña llevó sus extrañas manos sin color a los huecos donde deberían estar sus ojos, cubriéndolos con delicadeza perturbadora. Empezó a balbucear palabras al ritmo de mi melodía. Su voz era un murmullo agudo, salpicado por un pitido enloquecedor que lograba desconcentrarme, haciendo que casi perdiera el hilo de la canción en varias ocasiones.

Cuando finalmente dejé de cantar, ella apartó las manos de su rostro. Ahora estaba tirada en el suelo, intentando arrastrarse hacia mí con movimientos espasmódicos. Sus dedos huesudos buscaron sujetarse de mi pierna, pero atravesaron mi carne como si no existiera. Lo intentó otra vez, y volvió a fallar. Levantó la vista hacia mí y sonrió, enseñando una sonrisa amplia y grotesca que nunca parecía desaparecer.

—Ya he cantado —dije, con mi voz quebrada pero firme—. Ahora tú debes cumplir.

Ella ladeó la cabeza, haciendo que su cabello flotante danzara alrededor de su rostro. Su sonrisa se amplió aún más, si eso era posible.
—Ya he cumplido.

—¿Qué? —dije, frunciendo el ceño—. ¡Ni siquiera te he dicho lo que quiero!

—No era necesario —respondió con calma, aunque su tono tenía algo inquietantemente definitivo.

Entonces hizo algo que me dejó helada. Cerró sus manos en puños y las llevó a los huecos de sus ojos, hundiéndolas en ellos. Sus brazos huesudos comenzaron a desaparecer dentro de su propio rostro, como si estuviera deshaciéndose desde el interior. Todo mientras mantenía esa sonrisa horrible.

La observé inmóvil, demasiado impactada para moverme. Cuando finalmente parpadeé, ella ya no estaba. No había ningún rastro de la niña fantasma.

El pánico me invadió. ¿Me había engañado?

Todavía estaba atrapada dentro de la estrella roja. La luz de su resplandor seguía proyectándose en el suelo, pero todo lo demás era oscuridad. Miré hacia las puntas del dibujo, más allá sólo había un vacío negro, sin paredes, sin piso, sin techo. Sólo la nada.

Tomé aire y di un paso fuera de la estrella, esperando encontrar algo diferente. Pero en cuanto mi pie cruzó el límite, la estrella se expandió, extendiéndose como si me estuviera absorbiendo.

—¡No! —grité, retrocediendo al centro.

Intenté correr en distintas direcciones, buscando una salida, pero no importaba a dónde fuera, el límite seguía extendiéndose, encerrándome aún más.

Mi desesperación me hizo caer de rodillas. Golpeé el suelo brillante de la estrella, gritando por ayuda, aunque no sabía si alguien podía oírme.

—¡Zac! ¡Hunter! ¡Por favor! —Mi voz se quebró mientras golpeaba la superficie inútilmente.

Finalmente, me dejé caer sobre el suelo frío, llevando las manos a mi frente y cerrando los ojos con fuerza. Mi respiración estaba fuera de control; jadeaba como si no pudiera obtener suficiente aire. El pánico era absoluto, paralizante.

Entonces sentí algo pegado a mi espalda. Algo frío.

Solté un chillido y giré de inmediato.

—Abby...

La voz débil y quebrada me hizo congelarme. Frente a mí estaba Fei. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, su ropa rasgada y su cabello completamente revuelto. Parecía apenas mantenerse en pie.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, aunque mi voz apenas era un susurro.

—Vine a ayudarte... —respondió entre sollozos, avanzando un paso hacia mí con dificultad.

—¿Ayudarme? —mi voz sonaba incrédula, mis manos temblaban tanto que tuve que cruzarlas frente a mí para intentar mantener el control.

—Somos amigas, Abby. Siempre voy a estar contigo.

Algo dentro de mí se tensó. La Fei que yo conocía no estaba aquí. Esto no podía ser real.

—No. No eres Fei —dije, retrocediendo un paso.

Ella negó con la cabeza, mientras las lágrimas estaban rodando por sus mejillas.

—Sí soy yo, Abby. Por favor, créeme.

—¿De qué estás hablando? ¡Sal de aquí! —grité, pero mi voz temblaba tanto como mi cuerpo.

—Todos están preocupados por ti. Zac me envió, soy parte del plan... —murmuró.

Algo en sus palabras hizo que mi pecho se apretara.
—¿El plan? ¿Qué plan?

Era demasiado obvio que estaba siendo engañada por Ben. ¿Cómo era posible que Fei tuviera idea de Zac? Hasta donde yo sabía ellos no se conocían.

—No quiero seguir jugando contigo, Ben—solté con rabia cargada en mi voz—, nunca quise hacerlo para empezar.

Su expresión cambió. Las lágrimas desaparecieron, y su rostro quedó en blanco. Esa frialdad en su mirada, esos ojos suplicantes transformándose en pozos vacíos... me hizo entender que sabía que le había descubierto.

—Nadie te necesita más que yo... —su voz cambió, volviéndose grave y áspera, como el roce de una piedra contra metal.

Antes de que pudiera reaccionar, Fei se desplomó al suelo, y una nube negra comenzó a brotar de su pecho. Entré en pánico al darme cuenta de que ella realmente estaba allí. El maldito demonio no había escatimado en sus esfuerzos al momento de actuar.

La nube negra que salió de Fei como un torrente, se extendió rápidamente por el aire. No tenía una forma definida; era humo oscuro, vivo, pulsante, como si respirara. Mientras más grande se hacía, más oscuro se volvía el ambiente.

De pronto, la estrella perdió su resplandor intenso, y todo a mi alrededor se transformó. Pude ver nuevamente el interior del avión. La estrella seguía dibujada en el suelo, pero ahora su luz era tenue, como una vela a punto de apagarse.

Mis ojos buscaron a Zac y Hunter desesperadamente. Ambos yacían tirados cerca, inmóviles. Fei también estaba en el suelo, su cuerpo frágil temblaba ligeramente mientras trataba de incorporarse. Pero Derek y Adam... no había rastro de ellos.

¿Qué había pasado mientras yo estaba atrapada?

—¿Abby...? —La voz temblorosa de Fei me hizo girar hacia ella. Sus piernas flaqueaban mientras se ponía de pie, sus ojos entrecerrados buscaban algo en el ambiente. Señaló con un dedo tembloroso hacia la nube negra, que se alzaba amenazante frente a nosotras.

—¿Qué es eso?

Tragué saliva, mi garganta seca apenas me permitió emitir un sonido.
—Mantente a salvo.

Mis ojos se dirigieron de inmediato hacia la caja. La pequeña trampa que habíamos traído para encerrarlo estaba tirada cerca del cuerpo de Zac. Me acerqué con cuidado, ignorando los latidos frenéticos de mi corazón.

Hunter estaba a su lado, aún respirando, aunque inconsciente. Coloqué una mano temblorosa sobre el rostro de Zac y exhalé aliviada al sentir el calor de su piel.

—¡Abby! —El grito de Fei me sacó de mi momento de alivio.

Giré justo a tiempo para ver cómo la nube negra comenzaba a tomar forma. Algo emergía de ella: brazos alargados y dedos afilados, que parecían hechos de humo y sombra, estirándose hacia nosotras.

No podía perder más tiempo. Tomé la caja con ambas manos y me acerqué al demonio.

—¿Qué haces? —gritó Fei detrás de mí—. Abby, ¡no te acerques!

—Tranquila —dije con un susurro. Aunque intenté sonar firme, mi voz apenas logró sostenerse—. Todo estará bien.

La nube parecía reaccionar a mis movimientos. Cuando me acerqué, comenzó a retroceder ligeramente, como si intentara evitar la caja. Pero de pronto, cambió de dirección y se lanzó hacia Fei.

—¡Me tienes harta con tu maldita insistencia hijo de puta! —grité, posicionando la caja frente a mí.

El demonio se detuvo. Flotó inmóvil por un instante, como si estuviera evaluándome. Luego, comenzó a avanzar hacia mí, primero despacio, después más rápido.

Retrocedí, obteniendo algo de tiempo, hasta que sentí el borde de la estrella detrás de mí. No podía retroceder más.

La nube extendió una mano. Una garra negra que parecía capaz de desgarrar el aire mismo. La otra mano comenzó a formarse también, apuntando directamente a mi pecho.

Era ahora o nunca.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, moví la caja con rapidez, abriéndola justo en el camino de la nube. El demonio cayó en la trampa, pero su impacto fue tan fuerte que me arrastró hacia atrás. Caí al suelo de espaldas, con la caja golpeándome el vientre.

El demonio dentro no dejaba de luchar, haciendo que la caja vibrara violentamente en mis manos. Me revolqué en el suelo, luchando por mantener la tapa abierta sólo lo necesario. Si la cerraba demasiado pronto, corría el riesgo de fallar.

—¡Fei! —grité—. ¡Ayúdame!

Fei corrió hacia mí, sus piernas aún temblaban, pero logró alcanzarme. Se arrodilló a mi lado y presionó con todas sus fuerzas sobre la tapa. Aún así, no era suficiente.

El demonio rugía desde el interior, y una parte de su sombra salió disparada por la abertura, golpeándome las piernas. El frío que sentí fue paralizante, pero me obligué a seguir empujando.

—¡Cierra! —chillé, usando lo último de mi fuerza.

—¡No puedo! —gritó Fei, apretando la mandíbula mientras luchaba a mi lado.

De pronto, una mano más fuerte que la mía se unió a la tapa. Miré hacia arriba y vi a Hunter, sus ojos estaban entrecerrados y el rostro tenso.

—¡Hunter! —exclamé, sintiendo una mezcla de alivio y desesperación.

Él asintió, usando toda su fuerza para presionar la tapa. Con un último esfuerzo, logramos cerrarla. El sonido del cierre, un "clap" metálico y definitivo, resonó en el aire.

El impacto me hizo caer al suelo, exhausta. Mis manos estaban entumecidas, y el hormigueo en mis piernas era insoportable. La sombra restante del demonio desapareció en el aire como un suspiro, y por fin, el silencio llenó el avión.

Alcé la vista con dificultad. Hunter estaba de pie junto a mí, sosteniendo la caja con ambas manos como si fuera lo más preciado del mundo.

Mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa, y un pensamiento fugaz cruzó mi mente: al menos todos estaban a salvo.

La fatiga me invadió, y mi visión comenzó a oscurecerse. Lo último que vi antes de perder el conocimiento fue a Fei corriendo hacia mí, gritando mi nombre, y a Zac levantándose lentamente del suelo, con la mirada fija en la caja.

Habíamos sobrevivido. Por ahora.

✿.。.:* ✿.。.:*✿

Este es el final del libro 1. La historia continua en "Por siempre" para quienes deseen continuar. La novela irá siendo editada y subida en tiempo en real a partir de la segunda semana de enero. Irá lento, durante el año, dependiendo qué tanto tiempo disponga y cómo me pille el hiperfoco. 

Espero que la novela editada haya sido del agrado de mis lectores anteriores, ¿notaron las diferencias? Quiero leer eso. 

Gracias por llegar hasta aquí, gracias por leer cada capítulo, gracias si llegaste a darme tu opinión,  por darme tu voto y hacer que esto creciera. Gracias. Por. Todo.

¡Muy buenos deseos para ustedes, en serio deseo que hayan disfrutado de esta historia!

Les adoro...

Ah, y no olviden seguirme en instagram. 

PinkMu

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