Capítulo 47: Revelación
Todo marchaba bien, o al menos eso aparentaba.
Al día siguiente me sentí mucho mejor, aunque desperté tarde. Demasiado tarde.
El sol ya estaba alto cuando abrí los ojos, bañando la habitación con una luz cálida que contrastaba con el silencio absoluto de la casa. Solo el murmullo de los árboles al otro lado de la ventana rompía esa calma. Bajé las escaleras, con el cabello revuelto y una sensación de culpa por haber dormido tanto. La cocina estaba impecable, en serio jamás había visto la cocina en ese estado. Fue tanto así que incluso llegué a sospechar que el orden tan preciso había sido obra de Hunter. No me parecía demasiado descabellada la idea de que, en la espera, mientras yo dormía, él se hubiera divertido limpiando la cocina.
Al entrar, Hunter estaba allí, apoyado despreocupadamente contra la encimera con los brazos cruzados, como si llevara horas esperándome.
—Vaya, buenos días, Abby —comentó, con una sonrisa torcida que no disimulaba su tono burlón.
Bufé y lo ignoré, dirigiéndome al refrigerador. Saqué huevos y los dejé sobre la isla de mármol, preguntándome cuánta hambre podría tener a esas horas.
—¿Vas a ir a la escuela de todos modos? —su voz rompió el silencio mientras yo calentaba la sartén.
—Sí, ¿por qué? —respondí sin mirarlo, centrándome en romper los huevos con cuidado.
Sentí su mirada fija, como si tratara de perforarme con la intensidad de sus pensamientos.
—Porque podrías quedarte aquí. No necesitas ir hoy.
Le lancé una mirada por encima del hombro mientras comenzaba a revolver los huevos en la sartén.
—Estoy mucho mejor, Hunter. No voy a faltar.
Él se enderezó, cruzando los brazos con un gesto que casi parecía protector.
—No se trata de eso. Podrías toparte con... algo. O alguien. Además, has estado débil.
—No voy a estar sola —respondí, colocando los huevos en un plato y llevándolos a la mesa—. Estaré en clases con Fei. No pasará nada.
Hunter no parecía convencido, aunque su expresión se suavizó ligeramente.
—Igual Nicholas estará allí por cualquier cosa.
Me detuve en seco, levantando ambas cejas.
—¿Nicholas? ¿El profesor Nicholas?
—Sí. No te preocupes, es alguien en quien confío y estoy seguro que te ayudará si llegara a ser necesario.
Me senté, apartando una silla ruidosamente.
—¿Y tú? ¿Ya no regresarás más a la escuela?
La pregunta lo tomó por sorpresa. Su mirada bajó hacia el suelo por un momento antes de volver a mí.
—No. Ya no. Si vuelvo, Nicholas me arrancará la cabeza. Fue idea suya meterme allí, y supongo que le hice la vida imposible.
—¿Qué clase de relación tienen ustedes? —pregunté, mientras tomaba un tenedor.
Hunter se apoyó contra el marco de la puerta, pensativo.
—Él era amigo de mi padre. Me conoce desde que era un niño. Es un híbrido, mitad vampiro, mitad humano.
—¿También bebe sangre?
—No, no lo necesita. Es curioso su caso, supongo que ha de ser porque nació de una vampira y un humano.
Lo observé, procesando su respuesta. Luego, sin pensarlo demasiado, solté:
—Entonces, si tú y yo tuviéramos un hijo, ¿saldría como Nicholas?
El tenedor en mi mano casi se me resbala al darme cuenta de lo que había dicho. Hunter me miró con los ojos bien abiertos, claramente desconcertado.
—Eh... bueno... —titubeó, pasando una mano por su cabello oscuro—. No creo. En nuestro caso, tú portarías al bebé, y... bueno, probablemente sería más vampiro que humano.
La incomodidad entre los dos era tan palpable que quise evaporarme. Reí nerviosa y desvié la mirada hacia mi plato.
—Olvídalo. Fue una pregunta tonta.
El resto del desayuno transcurrió en un silencio pesado, con Hunter observándome. Cuando terminé de comer, llevé mi plato al fregadero y comencé a preparar mi mochila para la escuela.
—¿Estás segura de que quieres ir? —preguntó detrás de mí, su tono fue más suave esta vez.
Me giré y lo encontré más cerca de lo que esperaba. Su presencia resultaba abrumadora, el aire pareció espesar entre nosotros.
—Estoy segura, Hunter.
Él alzó una mano y tomó un mechón de mi cabello, enredándolo entre sus dedos con una sonrisa que no supe interpretar.
—No tienes que ir. Podrías quedarte aquí conmigo. Prometo que sería mucho más interesante.
Su voz era baja, casi un susurro, y me hizo sentir un cosquilleo inexplicable. Me miraba como si tratara de convencerme de algo mucho más grande que faltar a la escuela.
—Hunter... —murmuré, dando un paso hacia atrás, aunque mi corazón latía con fuerza.
Él inclinó ligeramente la cabeza, acercándose un poco más.
—No te irías si te lo pidiera, ¿verdad?
—No puedo quedarme —respondí, reuniendo toda la firmeza que pude—. Tengo un examen hoy.
Hunter suspiró y dejó caer la mano, aunque la sonrisa en sus labios no desapareció del todo.
—Está bien. Pero ten cuidado.
Asentí rápidamente, agradecida por el espacio, y me di la vuelta, apurándome a terminar de alistarme.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
Llegué a la escuela justo a tiempo para la clase de Matthew. Por suerte, no hubo ningún inconveniente para entrar al aula; al parecer, nadie notó mi llegada tardía o simplemente lo dejaron pasar.
El ambiente en la sala era tranquilo, aunque había algo en el aire, como si todo el mundo estuviera demasiado concentrado. Matthew daba la clase con su habitual entusiasmo, pero de vez en cuando me dirigía miradas furtivas desde el escritorio, y cada una de ellas estaba cargada de algo que no podía identificar del todo: preocupación, quizás, o incluso una pizca de molestia.
Cuando sonó el timbre anunciando el final de la clase, me quedé en mi asiento mientras los demás alumnos recogían sus cosas y salían con prisas, hablando de cualquier cosa menos de lo que acababan de aprender. Matthew también parecía esperar algo. Sus ojos se fijaron en los míos apenas el último estudiante cruzó la puerta.
—Pequeña, nos tenías a todos preocupados... —dijo mientras se acercaba, dejando caer sus apuntes sobre el escritorio. Antes de que pudiera decir algo, me atrapó en un abrazo tan fuerte que me dejó sin aire—. ¿En qué momento se te ocurrió hacer algo así?
—¡Calma! Estoy bien, ¿Chris ya te contó todo, no?
Matthew aflojó el abrazo, pero su expresión seguía siendo una mezcla de alivio e incomodidad.
—Sí, lo hizo —admitió, aunque su tono no sonaba muy convencido.
—¿Verdad que es un exagerado?
Matthew esbozó una sonrisa nerviosa, rascándose la nuca.
—Eh... supongo que sí.
Fruncí el ceño, alzando ambas cejas.
—¿Cómo que "supones"?
—Bueno... no sé. —Se encogió de hombros, claramente evitando mi mirada—. Me alegra saber que estás bien. Ya tengo que irme. Cuídate, pequeña.
—Eh, Matt, espera...
No terminó de escucharme. Tomó sus cosas con rapidez y salió del aula sin siquiera voltearse, dejándome con las palabras en la boca. Algo no estaba bien, pero ahora tenía otro asunto en mente: encontrar a Fei.
Salí al pasillo, esquivando a los estudiantes que llenaban el lugar con risas, pasos apresurados y charlas interminables. Sabía que Fei debería haber estado en la clase de Matt también, pero no la vi allí. Con un suspiro, decidí buscarla entre los interminables corredores de la escuela.
—¡Abigail!
Una voz conocida gritó mi nombre, y antes de que pudiera reaccionar, alguien tiró de mi muñeca, haciéndome girar bruscamente.
Era Georgina.
—¡Hey! ¿Qué haces? —reclamé, soltándome de su agarre y alisando mi ropa, que había quedado arrugada tras el tirón.
—¿Adam no estaba contigo? —preguntó ella, cruzándose de brazos. Su tono era cortante, casi acusatorio.
Arqueé las cejas, confundida.
—¿Perdona? No entiendo de qué hablas.
Georgina dejó escapar un suspiro exasperado.
—Hablo de Adam. Desde que tú te desapareciste, él también lo hizo. Pensé que estaban juntos, pero ahora veo que tú has vuelto y él no.
—¿Qué quieres decir con que Adam desapareció? —pregunté, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.
—Eso, que no tengo idea de dónde está.
—¿Y no tienes ninguna pista?
—Nada.
—Vamos, Georgina, ¿ni una idea? Podría ayudarte si cooperas un poco.
Ella me miró de arriba abajo, como si estuviera evaluando si valía la pena seguir hablando conmigo. Finalmente suspiró, cediendo un poco.
—¿Crees que el tipo que convirtió a Adam sepa algo? —murmuró, bajando la voz como si temiera que alguien más la escuchara—. Tú lo conoces, ¿no? Derek, o como sea que se llame.
—No creo que Derek sepa nada —respondí, aunque dudé al decirlo.
—Pues pregúntale. No pierdes nada.
—Lo haré. —Hice una pausa y la miré fijamente—. Oye, Georgina... ¿A ti te gusta Adam?
Ella parpadeó, como si la hubiera golpeado con una pregunta que no esperaba en absoluto.
—¿Qué? ¡No! —exclamó, aunque su respuesta fue demasiado rápida, demasiado defensiva.
—Vamos, no tienes que fingir. Entre las razones de por qué me odias, siempre he pensado que Adam es una de ellas.
Georgina bufó, cruzándose de brazos y girando ligeramente el rostro, como si quisiera evitar mi mirada.
—No es por eso.
Bingo. Entonces sí aceptaba que me odiaba.
—¿Entonces? —insistí, alzando las cejas y cruzándome de brazos, esperando que soltase la verdad.
Se quedó callada por unos segundos. Sus ojos vagaron por el pasillo vacío, como si buscara un escape. Finalmente, murmuró algo que apenas alcancé a escuchar:
—Me gusta Fei.
Parpadeé, sintiendo que mi cerebro necesitaba un segundo extra para procesar lo que acababa de decir.
—¿Qué?
—Me gusta Fei, ¿ok? Pero es ridículo. Y tampoco es que te odie solo por eso. ¿Acaso simplemente no me puedes caer mal y punto? Además, tú tampoco ayudas...
¿Fei? ¿La misma Fei con la que yo pasaba casi todo el tiempo? De repente, todo parecía encajar. Claro que Georgina odiaba que yo estuviera cerca de Fei. Ella nunca había podido lograr que nos distanciáramos, por más comentarios hirientes que lanzara.
—Pero... ¿y Adam? ¿Qué hay de cuando lo besaste? ¿Y todas esas insinuaciones? —pregunté, frunciendo el ceño.
Ella se encogió de hombros, como si lo que había hecho no fuera gran cosa.
—Admito que lo hacía para fastidiarte.
—¡Vaya! Y sí que me fastidiaste un montón. No puedo creer que hayas hecho todo eso por...
—Oye, detente. No todo es mi culpa. ¿Acaso no te das cuenta de lo que haces? Desde que estás en esta escuela, a veces haces eso...
La interrumpí, confusa.
—¿Eso?
—Hablar sola por los pasillos, Abigail. —Georgina entrecerró los ojos, como si estuviera analizando mi reacción—. ¿En serio no te das cuenta?
Sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría.
—¿Cómo? —pregunté en voz baja, incapaz de comprender del todo lo que acababa de decir.
—Cielos... —bufó, como si estuviera cansada de explicarme algo obvio—. No sé por qué pierdo el tiempo hablando contigo.
Me quedé en silencio, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba. ¿Hablar sola? No tenía sentido. Claro, a veces pensaba en voz alta, pero tampoco era algo que hiciera con frecuencia, ¿creo? Aunque... ahora que lo mencionaba, había habido momentos en los que algunas personas me miraban extraño, como si yo estuviera haciendo algo fuera de lo normal. ¿Tendría eso alguna relación con lo de los fantasmas?
—Fei y yo sólo somos amigas —dije finalmente, intentando regresar al tema principal y alejando la extraña revelación de mi mente.
Georgina dejó escapar una risa amarga.
—Sé que ella jamás me prestará atención. Es casi tan rara como tú.
—¡Oye! —protesté, pero luego hice una pausa—. Bueno... tal vez tengas razón en eso último.
—Olvidemos esta conversación —sentenció ella, cortante—. Más te vale no decirle nada a nadie.
Antes de que pudiera responder, se giró y comenzó a caminar por el pasillo, dejándome allí, con mil pensamientos enredados en mi cabeza.
Me quedé inmóvil por un momento, sintiendo cómo un extraño escalofrío recorría mi espalda. Hablar sola... Tendría que prestar más atención en adelante, y cuando encontrara a Zac, pedirle ayuda con urgencia para aprender a diferenciar a un humano de un fantasma.
Hola! Oficialmente solo quedan dos capítulos para el fin. Los subiré antes del 31 de enero del 2024. Y pasando eso, despublico la parte dos, para iniciar su respectiva edición :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top