Capítulo 46: La sorpresa

—Brenda no merecía un destino tan cruel... —murmuró Derek mientras recogía con extrema delicadeza los escombros de la cabaña, depositándolos uno a uno en un gran contenedor, como si al hacerlo pudiera rendirle algún tipo de homenaje.

—Ahora no queda otra que ir a vivir con Nicholas. Será horrible, él me odia, estoy seguro.

—No te odia —respondió Hunter desde el otro lado, sin siquiera levantar la mirada. Sus manos trabajaban rápidamente, pero sus palabras sonaban distraídas—. No tengo idea de qué voy a hacer con el avión.

—¿Aún no hay noticias sobre Zac? —pregunté, tratando de aliviar la tensión que se sentía en el aire.

—Es lo que más me preocupa —admitió Derek, dejando caer un pedazo de madera astillada con más fuerza de la necesaria.—Antes de llamarlos, estuve buscándolo por todos lados, pero... no sé nada aún.

—Ahora que lo pienso, Zac se veía algo extraño la última vez que lo vi —comenté mientras terminaba de apilar unas ramas cerca. La inquietud creció en mi pecho al recordar su semblante perturbado. —¿Ustedes no notaron algo raro?

—Sí... estaba diferente, parecía que ocultaba algo —murmuró Derek, pasándose una mano por el cabello en un gesto nervioso.

—Debemos insistir en buscarlo —dijo Hunter con tono firme—. No creo que esté lejos; no tendría razones para irse.

Derek giró hacia Hunter con una chispa de esperanza y desesperación en los ojos.

—Hunter, en tus habilidades... la telepatía es una de ellas, ¿no? Tal vez podrías intentarlo para localizar a Zac.

Hunter dio un paso atrás, visiblemente incómodo.

—Derek, entiendo que esto es urgente, pero no estoy preparado para hacer eso todavía.

Derek bufó con frustración, su paciencia se desmoronaba rápidamente.

—¡¿Acaso Zac no es importante para ti?!—espetó, dando un paso hacia él.

—¡Eso no tiene nada que ver! —Hunter también levantó la voz.

—¡Maldita sea, Hunter! —gritó Derek, llevándose una mano a la frente, visiblemente al borde de perder el control—. ¡Lo he buscado por todos lados y no aparece! ¡Es lo único que queda por hacer! Usa tus malditas habilidades.

Hunter lo miró con furia.

—Yo nunca quise tener estas malditas habilidades en primer lugar.

—Pero usaste lo de detener el tiempo antes —rebatió Derek, su tono iba subiendo de intensidad—. ¡En ese momento no te importó!

—Eso fue diferente, y lo sabes. No entiendo cómo pasó, simplemente ocurrió.—respondió Hunter con un gruñido. Su mandíbula estaba tensa. Rápidamente entendí que había algo implícito en esa conversación que yo todavía no comprendía.

—Siempre dices lo mismo, ¿no? —Derek soltó una risa amarga—. Todo "simplemente ocurre" contigo. Pero cuando alguien te necesita de verdad, ¿dónde estás?

Hunter frunció el ceño, finalmente levantando la vista. Sus ojos ya empezaban a teñirse de rojo.

—Cuidado con lo que dices, Derek.

—¿Por qué? ¿Te incomoda la verdad? —Derek lo retó, dando un paso más hacia él—. Siempre es lo mismo contigo, Hunter. Toda tu maldita vida has sido un desastre, y todos a tu alrededor pagan las consecuencias.

—Derek, ya basta...—gruñó Hunter

Pero Derek no se detuvo.

—Tu familia... tus padres, tus hermanos. Todos ellos. ¿Te sientes culpable por ellos, Hunter? Porque deberías.

La sangre se me heló al oír esas palabras.

—¡Derek, basta! —exclamé, intentando interponerme entre ellos. Pero no me escuchó.

—¿Sabes qué fue lo peor? Que ellos confiaban en ti. Pensaban que serías capaz de protegerlos, pero no pudiste.

Hunter dio un paso hacia él, sus puños estaban apretados con tanta fuerza que parecía que sus nudillos iban a romperse.

—No sabes de lo que estás hablando.

—Oh, claro que lo sé. Zac no está aquí porque, ¿adivina qué? Probablemente huyó de ti. Porque incluso él sabe que estar cerca de ti siempre termina en tragedia.

—¡Ya basta! —grité de nuevo, pero mi voz era un murmullo comparado con los gritos de ellos.

—¡Derek, estás cruzando la línea! —Hunter finalmente explotó.

—¿Línea? ¿Qué línea? La única línea que cruzaste fue cuando condenaste a los que amabas.

Eso fue el golpe final. Antes de que pudiera reaccionar, Hunter se lanzó hacia Derek con una velocidad impresionante, y en un abrir y cerrar de ojos ambos estaban rodando por el suelo.

El sonido de los golpes resonó como truenos entre los árboles. Ellos estaban atacándose con una fuerza que me dejó paralizada por un segundo. Pero luego reaccioné, corriendo hacia ellos.

—¡Chicos, basta! ¡No deberían estar peleando! —grité, aunque mis palabras parecían desvanecerse en el aire.

Intenté meterme entre ellos, pero el caos de brazos y piernas era impenetrable. Retrocedí un par de pasos, horrorizada al ver cómo sus ojos brillaban con colores antinaturales. Los de Hunter eran de un rojo intenso, y los de Derek, bicolores, ahora relucían con un fulgor amenazante.

Ambos estaban fuera de sí.

Desesperada, busqué alrededor hasta encontrar una pieza metálica del avión que sobresalía entre los escombros. La tomé, aunque sabía que no haría mucho contra un vampiro y un híbrido. Aun así, me armé de valor y levanté la voz.

—¡Ya detengan esta pelea estúpida!

Ellos ni siquiera me miraron, continuaban luchando con una intensidad que me hizo temer que alguno de los dos saliera gravemente herido. La sangre manchaba sus manos, aunque sabía que sus heridas sanarían rápido, no podía soportar verlos así.

Entonces, una voz inesperada rompió el caos.

—¿Qué está pasando aquí?

Me giré bruscamente y vi a una figura emerger entre los árboles, iluminada por el destello de una linterna. Al acercarse, lo reconocí: Aruna. Llevaba un bolso colgado del hombro y una expresión que mezclaba curiosidad y fastidio.

—Vaya, esto sí que es interesante —murmuró al observar a Derek y Hunter seguir enzarzados. Sin prisa, metió una mano en su bolso y sacó unas cuchillas pequeñas, de las que apenas tuve tiempo de notar el filo antes de que las lanzara con precisión hacia los dos combatientes.

Ambos cayeron al suelo con un gruñido, inmóviles pero conscientes.

Me acerqué, con mi corazón latiendo con fuerza mientras me inclinaba junto a sus cuerpos.

—Están bien —dijo Aruna, arrodillándose a mi lado con una calma que me irritaba un poco—. Esto solo los mantendrá quietos un rato, lo suficiente para que se tranquilicen.

Hunter y Derek, tendidos en el suelo, parecían un par de tortugas intentando darse la vuelta. La imagen era tan absurda que casi me hizo reír, pero la tensión en el ambiente no me lo permitió.

—Un vampiro y un híbrido... —murmuró Aruna, observándolos como si fueran una especie rara—. A ti te conozco... y a ti también. —Finalmente, dirigió su mirada hacia mí—. Y a usted tampoco la he olvidado, señorita.

Hunter refunfuñó desde el suelo, aún luchando por incorporarse.

—¿Qué nos has hecho este lunático?

—¿Lunático? —repitió Aruna, fingiendo ofenderse—. Eso es poco amable.

Me acerqué a Hunter y le susurré:

—Compórtate. Sabes cómo es Derek; no quiso herirte realmente.

Hunter me miró con escepticismo, pero mi siguiente comentario lo desarmó.

—Si sigues así, no habrá sorpresa esta noche.

Su expresión cambió al instante, y aunque claramente tenía una idea equivocada de qué se trataba la sorpresa, funcionó.

—¿Qué ocurrió aquí? —preguntó Aruna, cruzándose de brazos mientras observaba a los chicos—. ¿Por qué estaban peleando?

—Ambos estaban algo sensibles... —respondí rápidamente—. Pero ya pronto se calmarán.

Aruna alzó una ceja, claramente escéptico.

—Ya veo. Bueno, ¿me acompañarán civilizadamente, o tendré que llevármelos a la fuerza?

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Nos encontrábamos en la casa de aquel extraño sujeto. El aroma a incienso era tan fuerte que parecía haberse incrustado en las paredes. Para ser honesta, lo encontraba un poco desagradable. ¿Es posible abusar del incienso? Porque si lo era, este chico estaba escribiendo un manual sobre el tema.

El trayecto hasta aquí había sido toda una odisea. Hunter y Derek apenas podían mantenerse en pie después de la intervención de Aruna, y caminar con ellos había sido como intentar conducir a un par de borrachos sin caer todos al suelo. Derek se apoyaba en Aruna, mientras que Hunter, con actitud de mártir silencioso, se dejó guiar por mí. Mi paciencia estaba casi al límite, pero logramos llegar sin mayores incidentes.

Una vez dentro, traté de ignorar lo surrealista que era la situación. Si Fei confiaba en Aruna, yo podía intentarlo también... al menos un poco. Aunque no estaba segura de cuánto me tranquilizaba eso.

—Hace bastante tiempo que no tenía a un vampiro puro en casa —comentó Aruna con una sonrisa amplia mientras se acercaba con una bandeja que sostenía unas pequeñas tazas. Su tono era demasiado entusiasta, como si acabara de recibir un premio.

—¿Y eso? —preguntó Hunter, entre desconfiado e irritado, señalando las tacitas con un movimiento brusco de la cabeza.

—Es un té hecho con plantas de mi cosecha —respondió Aruna, sonriente, mientras nos entregaba una taza a cada uno.

—No bebo nada que no sea sangre —respondió Hunter con frialdad.

—Dame el de él entonces —intervino Derek sin pensarlo dos veces, arrebatándole la taza de las manos a Hunter.

Hunter soltó un bufido mientras Derek bebía como si fuera la mejor decisión de su vida.

—¿Para qué nos trajiste aquí? —Hunter lo miró con recelo, ignorando a Derek por completo.

Aruna se encogió de hombros, bebiendo un sorbo de su té antes de responder.

—No podía perder la oportunidad. No todos los días tienes a un vampiro puro en casa. Verás... soy brujo, y necesito un poco de sangre de vampiro para mis pociones. Pensé que podrías ayudarme con eso, aprovechando que yo los he ayudado a calmar el asunto de su pelea.

La atmósfera se tensó de inmediato. Hunter apretó los labios, y yo lo fulminé con la mirada para evitar que dijera o hiciera algo imprudente. Por suerte, funcionó.

Decidí cambiar el enfoque y probé un sorbo del té. Tenía un aroma delicioso y un sabor aún mejor, lo que me hizo preguntarme qué hierbas utilizaba para prepararlo.

—Abby, deja eso —ordenó Hunter, con un tono que mezclaba reproche y molestia.

Fruncí el entrecejo, desconcertada.

—Sólo es té.

—Es té de cannabis —espetó él, cruzándose de brazos—. Es la única planta que veo que tiene este lunático por aquí.

Abrí los ojos como platos y miré a Aruna con incredulidad.

—¿Es té de marihuana?

Él asintió con naturalidad.

—Pero tranquila, no te hará ningún daño.

—Preferiría que no lo bebieras —intervino Hunter, clavando su mirada en mí.

—Si no lo quieres, me lo das —dijo Derek despreocupadamente, terminándose el té de Hunter y alcanzando mi taza

Miré la tacita en mis manos. Lucía inofensiva y tenía un buen sabor. Además, era una hierba medicinal, ¿no?

—Abigail... —Hunter murmuró mi nombre con una mezcla de advertencia y súplica cuando llevé la taza nuevamente a mis labios.

Ignoré su mirada insistente y terminé el contenido de un sorbo.

Derek, por su parte, estaba en su propio mundo.

—Si te sirve, yo podría darte un poco de mi sangre —le ofreció a Aruna con una sonrisa traviesa.

—No es lo mismo, pero gracias —respondió Aruna, sin perder la compostura.

—Oh, bueno... ¿me darías la receta de este té?

Mientras ellos conversaban, noté que Hunter seguía mirándome con desaprobación. No entendía por qué estaba tan molesto con Aruna, pero asumí que todavía estaba sensible por lo que había ocurrido antes.

—Te terminas eso y nos vamos —sentenció, sin dejar lugar a discusión.

—¿Estás molesto? —le pregunté suavemente, intentando calmarlo.

—No molesto, pero... —suspiró, desviando la mirada—. Sólo quiero irme.

—Entiendo —respondí con una sonrisa tranquila—. Vámonos entonces.

Hunter me devolvió una pequeña sonrisa.

—Oye... ¿todavía sigue en pie eso de la sorpresa?

Reí, sintiendo que la tensión se disipaba un poco.

—Empiezo a pensar que la verdadera razón por la que quieres irte es la sorpresa.

—¿Qué sorpresa? —preguntó Derek, metiéndose en la conversación como siempre.

No le respondimos, pero su curiosidad parecía infinita.

Fue en ese momento que escuchamos pasos y una voz que rompió la relativa calma.

—¡Ya llegué! He traído las cosas.

Me giré rápidamente y me encontré con Fei, quien me observaba con una expresión de puro asombro.

Ambas nos quedamos mirándonos fijamente durante unos segundos que se sintieron eternos. Ninguna pestañeaba, como si movernos pudiera hacer estallar la situación.

Intenté decir algo, cualquier cosa, pero lo único que salió de mi boca fueron balbuceos ininteligibles.

—¡Pero si es la chica asiática! —exclamó Derek con su característica falta de filtro mientras se acercaba con curiosidad—. A ver, ¿qué traes ahí?

Se inclinó hacia la bolsa de papel que Fei sostenía, pero ella la apartó de inmediato, sosteniéndola con más fuerza y lanzándole una mirada de advertencia.

—¿Juan? —masculló Fei, con una mezcla de confusión y suspicacia.

—Eh... sí —respondió Derek, esbozando una sonrisa tensa que no convencía a nadie.

Fei volvió a mirarme, sus ojos oscilaban entre la incredulidad y la incomodidad.

—¿Abby? ¿Qué... qué está pasando? ¿Cuándo regresaste?

Antes de que pudiera siquiera intentar responder, Aruna reapareció, murmurando algo que no alcancé a escuchar. Mi mente estaba demasiado saturada, atrapada entre el impacto y el nerviosismo, como para captar sus palabras. Entré en pánico, y en mi impulso más básico, tomé a Fei de la muñeca y la arrastré fuera de la casa para hablar.

No fue mi mejor idea. En retrospectiva, sólo hizo todo más sospechoso, pero estaba demasiado alterada para pensar con claridad.

—Fei... —murmuré cuando ya estábamos fuera, pero las palabras se me atascaban en la garganta. No sabía por dónde empezar.

Ella suspiró profundamente, cruzándose de brazos.

—Tranquila, déjame adivinar. —Su tono era calmo, pero su mirada estaba cargada de una extraña intensidad—. Vas a decirme que "Juan" no se llama así. Tal vez que es un híbrido de hombre lobo y vampiro. Y probablemente añadirás que el otro chico tampoco es humano. ¿Va por ahí el asunto?

Mi mandíbula cayó abierta, y mis ojos se agrandaron tanto que probablemente parecían dos lunas llenas.

El caos en mi mente alcanzó un nuevo nivel. ¿Cómo sabía tanto? ¿¡Cómo!? ¿En qué momento había pasado esto sin que yo me diera cuenta? ¡Dioses!

—¿Cómo es que...?

—Tú estabas bastante rara desde hace un tiempo —interrumpió Fei, como si mi confusión fuera un inconveniente menor—. Sólo investigué un poco y fingí no saber nada. Quería que me lo contaras tú, pero, bueno, ya ves... las cosas se dieron así. ¿Por qué crees que me acerqué a Aruna en primer lugar? No creo ni la mitad de las cosas que dice, pero... en muchas sí tiene razón.

—¿Desde cuándo lo sabes? —logré preguntar, aunque mi voz salió más alta de lo que esperaba.

—Terminé de averiguarlo hasta hace poco. ¿Tú y ese vampiro... están en una especia de relación?

Asentí, aunque no estaba segura de que mi cabeza estuviera procesando todala información correctamente.

—¿Y el chico híbrido? ¿Cómo se llama?

—Derek... —respondí, aunque mi voz sonaba lejana incluso para mí. El mareo que sentía no ayudaba. Aparentemente el té de marihuana no me había ayudado a calmar.

—Abby —dijo ella suavemente, con un deje de vulnerabilidad que me sorprendió—. Necesitamos tener una conversación seria después de esto, ¿vale? No me puedo fiar de que esos sujetos te mantienen a salvo.

—Lo siento, Fei. Lamento no haberte contado todo esto antes...

—Tranquila, imagino que no fue fácil para ti.

Con un suspiro profundo, volví a entrar a la casa de Aruna. El ambiente estaba cargado de una tensión silenciosa; los chicos permanecían en completo mutismo, sus rostros reflejaban una mezcla de incomodidad y preocupación.

Habían escuchado todo, eso era evidente.

—¿Podemos irnos? —murmuré en un susurro apenas audible.

Mi propia voz me sonó ajena, débil. Había algo en la situación que me hacía sentir... rara, incómoda. Como si una capa invisible de incomodidad y fatiga se hubiera instalado sobre mí.

Fei sabía la verdad. Había estado esperando pacientemente a que yo se la revelara, pero nunca lo hice. Aunque ella no parecía molesta, una sensación de culpa se aferraba a mí. Era como un peso en el pecho, una carga que no había anticipado.

De pronto, el cansancio me golpeó con una fuerza abrumadora. Mis piernas temblaron, y antes de que pudiera evitarlo, me desplomé de rodillas sobre el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Hunter, aproximándose de inmediato hasta mí.

No respondí. Ni siquiera levanté la mirada. Mi cuerpo se sentía pesado, y una sensación de vulnerabilidad desconocida me invadió. Incluso el sueño comenzó a colarse.

—¿Abby, nena, qué pasa? —Derek estaba ahora a mi lado, pero tampoco alcé la vista hacia él.

Sin dudar, Hunter me levantó en brazos. Mi cuerpo se sentía ligero en comparación con el peso en mi mente, y cerré los ojos, apoyando mi cabeza en su pecho. No entendía qué me estaba pasando, pero el contacto con él resultaba reconfortante entre todo ese caos.

Hunter comenzó a moverse rápidamente. El viento fresco que golpeaba mi rostro a medida que avanzábamos ayudaba a despejar un poco mi mente, aunque no del todo.

—Te dije que no tomaras ese té —me regañó, con un tono de preocupación y frustración—. ¿Por qué siempre tienes que llevarme la contraria? No puedo estar tranquilo si no estás bien.

Quise protestar, decirle que estaba segura de que no era el té, pero no tenía fuerzas para discutir.

—Estoy bien, Hunter... tranquilo —murmuré con voz apenas audible.

—¿Acaso te escuchas? Tu voz es un hilo, Abby. Por favor, hazme caso la próxima vez —insistió, su tono fue más suave, casi suplicante.

Asentí débilmente, mi cabeza rozando su pecho en el proceso.

—Te quiero... —dije en un murmullo, sin siquiera pensar.

Hunter se detuvo un instante, como si mis palabras lo hubieran sorprendido, y luego siguió caminando.

—Yo también te quiero, Abby —respondió en un susurro mientras entrábamos en mi habitación.

Todo estaba exactamente igual que antes de salir: la luz encendida, los libros desordenados, la cama perfectamente ordenada. Me dejó suavemente sobre el colchón, acomodándome con cuidado.

—Pero a veces eres tan terca —añadió con una sonrisa cansada.

Reí suavemente, incapaz de resistir el comentario.

—Y tú muy gruñón.

Hunter se sentó en el borde de la cama, observándome con atención. Luego se acomodó a mi lado, en el espacio libre, apoyándose de costado para no perderme de vista.

—¿Te duele algo? —preguntó en voz baja—. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿O simplemente quieres descansar?

Le sonreí, sintiéndome más tranquila bajo su mirada.

—Estoy bien, sólo me descompuse de repente.

—¿Tendrá relación con el asunto de la anemia? —inquirió, frunciendo el ceño.

Asentí lentamente.

—No sé qué fue, pero no creo que sea grave.

—¿Tienes frío? ¿Quieres que te arrope?

Negué con la cabeza.

—Siento calor...

—¿Tendrás fiebre?

—Tranquilo... estoy bien —le aseguré.

Hunter suspiró, como si intentara expulsar su preocupación con ese simple gesto.

—No puedo quedarme tranquilo... —murmuró, casi para sí mismo.

—Perdón por no poder darte tu sorpresa... —susurré, sintiendo cómo el cansancio pesaba sobre mí como una manta suave.

—Descuida —respondió Hunter, mientras su mano cálida se deslizaba con delicadeza por mi mejilla, como si intentara tranquilizarme con ese simple gesto.

Le miré con una ternura que no pude ocultar, sintiendo un pequeño nudo en el pecho.

—No se vale que seas tan lindo... —murmuré, con una sonrisa débil mientras el sueño comenzaba a vencerme—. Al menos déjame decirte cuál era la verdadera sorpresa.

—Tienes que descansar. No te preocupes por eso ahora —dijo, aunque la curiosidad brillaba en sus ojos.

—Es algo chiquito... no era lo que esperabas —admití, con una risa suave que apenas fue más que un suspiro.

Hunter arqueó una ceja, sin perder la expresión intrigada.

—¿Qué dices?

—¿Recuerdas ese traje completo de ositos? ¿El que cuando me lo puse te hizo reír hasta que casi te caes?

Él asintió, y una sonrisa traviesa comenzó a formarse en sus labios.

—Pues... iba a hacer el ridículo para ti —confesé, dejando escapar una pequeña risita—. Sólo quería hacerte sonreír por un buen rato.

Hunter dejó escapar una risa ligera, y el sonido me llenó el pecho de calidez.

—Eres adorable, Abby —dijo, mirándome con una dulzura que me hizo olvidar el cansancio por un instante.

—Sé que no era lo que esperabas... —murmuré, desviando la mirada.

—Eso no importa —respondió sin titubear.

—Quizás... podamos hacer eso en otro momento —propuse, mientras el sueño me envolvía de nuevo.

—¿Lo de los ositos? —bromeó, con un brillo divertido en los ojos.

Negué suavemente, dejando escapar otra risa.

—Lo otro...

Hunter sonrió. Sus dedos acariciaron mi mejilla una vez más, y su voz se suavizó todavía un poco más.

—Sólo descansa, preciosa.

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