Capítulo 4: Lo siento tanto

🦇 𝒫𝒶𝒸𝓉𝑜 𝒸𝑜𝓃 𝓊𝓃 𝒱𝒶𝓂𝓅𝒾𝓇𝑜 🦇

━━━━━━━━━※━━━━━━━━━

-¡Señorita Winsley!

Una voz me sacudió justo al momento en que desperté sobresaltada, y por poco me iba de bruces al piso con la silla.

-Señorita Winsley, usted... -el profesor Nicholas me miraba con una mezcla de frustración y sorpresa, gesticulando con las manos como si intentara invocar paciencia divina-. No hay manera de que entienda...

-Lo lamento, Sr. Nicholas. No volverá a pasar.

-Eso dijo las dos veces anteriores. ¿Mi clase le parece demasiado aburrida?

Si se me hubiera permitido ser honesta en ese momento, habría dicho que sí. Aunque el aburrimiento no era el verdadero motivo de mi falta de atención. La noche anterior apenas había podido pegar un ojo, la ansiedad me había llegado hasta con mareos y dolor de cabeza, además de evidentes problemas para conciliar el sueño en los momentos adecuados.

-Claro que no, profesor -mentí con la mejor sonrisa que pude forzar.

-Bien, espero que deje de soñar despierta y preste atención. De lo contrario, tendré que tomar otras medidas-. Me lanzó una mirada severa antes de volver a su monótona explicación sobre alguna cosa relacionada con la Física. Afortunadamente, la clase estaba a punto de acabar.

-Hola, Abby.

Fruncí el ceño al escuchar esa voz tan familiar. ¿Qué hacía de pronto Adam sentado a mi lado? Sí, compartíamos clase, pero ¿acaso no había comprendido que todavía necesitaba tiempo para pensar y procesar las cosas? Apenas había tolerado escucharle decir todas esas estupideces el día anterior.

-¿Qué quieres? Estoy intentando prestar atención a la clase -respondí sin siquiera mirarlo.

Adam soltó una risa baja.

-Por favor, siempre has odiado Física, al menos desde que supiste de su existencia.

-Los gustos cambian, Kutcher-repliqué, intentando mantenerme indiferente.

-Así que ahora vas a referirte a mí por mi apellido, bueno, supongo que me lo he ganado-dijo con un tono falsamente condescendiente, esbozando una media sonrisa-. Pero extraño escucharte llamarme "amor".

¿Había escuchado bien? ¿De verdad él se había siquiera atrevido a mencionar eso?

ㅡPues es tú culpa el que ya no lo hagaㅡrespondí, esta vez clavando mis ojos en los suyos con frialdad.

ㅡNo me has creído ni un poco de lo que te he contado ayer, ¿no es así?

ㅡTe pedí tiempo para pensarlo.

Quería agregar un "y terminé contigo", pero las palabras no me salían. Creía que era más valiente, y sin embargo, a pesar del enorme daño que Adam me había hecho, no podía deshacerme del cariño que sentía por él. Me dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir y tenerlo al lado, escuchar su voz y sentir su aroma, me volvía más vulnerable todavía.

-Abby, te quiero. En serio, lo siento mucho.

Aunque mi rostro se mantuvo inexpresivo, sentí cómo mi corazón se disparaba sin control. Por más que intentara ser inmune, su tono, su mirada, esa forma tan jodidamente dulce de ser... todo en él seguía removiendo cosas dentro de mí.

Además, estaba tan cansada y agotada física y psicológicamente. Eso probablemente me hiciera un blanco más accesible a caer frente a Adam, de cualquier forma, de seguro mi cerebro no estaba funcionando bien, porque mientras le observaba mis ojos vieron algo que definitivamente no tenía explicación lógica alguna. El vello facial no podía aparecer en un rostro limpio de un minuto para otro, ¿no?

-A-Adam... tu cara... -murmuré, señalando su rostro sin poder disimular mi asombro.

Adam se llevó la mano al rostro, frunciendo el entrecejo con fastidio.

-Oh, no... otra vez.

Lo miré, aún más confundida.

-¿Otra vez?

-Me ha estado pasando desde hace unos días. Supongo que es por... mi situación. Es lo que traté de explicarte ayer.

Le miré, tratando de analizar algún tipo de lenguaje verbal que indicara que estaba mintiendo. La excusa que me había dado era ridícula, sin embargo, era igual de absurdo el crecimiento de vello facial que había aparecido de un momento a otro en su rosto. Como para empeorar la situación, Adam apoyó los brazos en el pupitre, dejando a la vista cómo su piel, antes lampiña, ahora estaba cubierta de una capa alarmante de vello. Esto no parecía un simple desorden hormonal.

ㅡ¿De qué se trata esto?

De pronto el desconcierto me tomó por completo, seguía sin confiar mucho en las palabras de Adam, pero incluso con el insomnio de la noche pasada, me había dedicado unos minutos a googlear el trastorno en internet, y aunque había pillado algo de información que avalaba su existencia, no daba crédito. Al menos no hasta ahora...

-Como te dije, visité un médico, pero no fue de gran ayuda. No sentí que entendieran lo que me está pasando.

-Quizá mi padre... -murmuré, pero me detuve al instante. No quería involucrarme más, aunque, al mismo tiempo, sí quería ayudarlo.

ㅡ¿Tu padre...?

Solté un suspiro, resignada. Después de todo, me preocupaba por Adam, y no podía ignorarlo. Era una estúpida.

ㅡYa sabes, él es médico. Podemos pedirle ayuda... o al menos una buena recomendación.

-¿Podrían guardar silencio? -Un chico sentado frente a nosotros se giró, lanzándonos una mirada molesta-. Sus murmullos no me dejan concentrar.

-Claro, lo siento, amigo -respondió Adam, con una sonrisa despreocupada. Luego me miró-. Abby, ¿puedo ir a tu casa después de la escuela? Me gustaría hablar con tu padre... Creo que es una muy buena idea.

El corazón me empezaba a latir con fuerza.

Racionalmente no era una buena idea, pero ¿por qué tenía tantas ganas de decirle que sí?

-¿Abby? -insistió Adam, al ver que no respondía.

Solo asentí en silencio. El chico de enfrente seguía volteándose, lanzándome miradas asesinas para que me callara. Tal vez era una especie de señal divina, intentando advertirme de todas las formas posibles que mis actos estaban siendo un completo error.

━━━━━━━━━※━━━━━━━━━

ㅡ¿No me digas que lo vas a perdonar? ¡Es que no puedes!ㅡFei no se había tomado nada bien la noticia de que Adam iría a mi casa, y la verdad es que la entendía. Yo en su lugar, habría reaccionado de la misma manera.

ㅡ No es como crees. Es... algo complicado. Todavía no puedo explicarlo bien, pero se trata de un tema de salud.

Fei negó con la cabeza, frustrada.

-Abby, no lo sé. Todo esto con Adam me tomó por sorpresa también, pero aun así... no creo que merezca tu atención. Al menos no tan pronto. -Hizo una pausa, y de repente su mirada se perdió en el vacío, como si una idea se hubiera encendido en su mente-. Espera... ¡sé que hacer!

La miré confundida.

ㅡ¿De qué hablas?

ㅡAmenazaré a Adam-sentenció, con un tono tan serio que, conociéndola, sabía que probablemente no estaba bromeando.

ㅡ¿Qué?

-Tú no te preocupes por nada, Abby. Yo me encargo de todo. ¡Nos vemos luego! -dijo, y sin más, dio media vuelta y se marchó con decisión.

Quise detenerla, pero fue demasiado rápida, y aun si lo hubiera intentado, probablemente no habría conseguido hacerla cambiar de idea. Fei, una vez que tomaba una decisión, era imparable.

Apenas desapareció, Hunter hizo presencia a mi lado, tan de repente que sentí como si se hubiera materializado de la nada.

-Hunter... -murmuré, todavía sorprendida.

No lo había visto venir desde ningún punto del pasillo; simplemente estaba allí, de pie, junto a mí.

El pasillo estaba vacío. Habían pasado un par de minutos desde que sonó la campana de salida, y casi todos ya se habían marchado. Yo también habría salido rápido, pero tenía que esperar a Adam para llevarlo a casa con mi padre.

Cielos. La sola idea de esperar a Adam ya me parecía una pésima decisión. Todo en esta situación gritaba "mala idea", pero aun así estaba ahí, como si quedarme fuera a arreglar algo de lo que había pasado.

ㅡ¿Nos vamos?ㅡHunter sonrió, y esa sonrisa me pareció más siniestra que amistosa.

-¿Cómo que vamos? -pregunté, desconcertada.

Él me recorrió con la mirada de pies a cabeza, sin el más mínimo esfuerzo por disimular.

-Tengo hambre. Te estuve esperando todo el maldito día. Esa chica no te dejó sola ni un maldito segundo.

Mis ojos se abrieron de par en par. El descaro brillaba en sus ojos, y yo me sentí como un ratoncito bajo la mirada fija de un gato hambriento.

Mi experiencia literaria, no oficial, sobre Vampiros me había enseñado que su alimento favorito no eran precisamente patatas fritas.

Él soltó una carcajada, larga y profunda, al ver mi expresión de pánico ante sus palabras. Yo, indignada, fruncí el entrecejo de inmediato, sintiendo cómo el coraje hervía bajo mi piel.

-Dije que tenía hambre, no que tuviera sed de sangre-dijo con esa misma sonrisa sensual y malévola-. Aunque, podría morderte ahora si quisiera.

Maldije en voz baja.

-Ahora no es un buen momento para eso.

-¿Por qué no?-preguntó, divertido-. Pensé que tal vez podríamos comer algo juntos y luego, ya sabes, hacer todo más... cómodo.

Era extraño que me planteara la situación de esa manera, entre burlándose y a la vez llevando un comportamiento tranquilo, considerando cómo había sido nuestro encuentro anterior. Hunter me estaba resultando alguien realmente extraño e impredecible.

-¿Tú comes? -pregunté, desconcertada, intentando darle un sentido a todo eso.

-¿Tú qué crees?-respondió, alzando una ceja con evidente diversión.

-Y si comes... ¿para qué necesitas beber sangre?-insistí, tratando de entender su lógica.

-Y si hablas... ¿para qué escuchas?

ㅡ Ya basta con estoㅡgruñí, irritadaㅡ, y solo para dejarlo en claro mi pregunta sí tiene sentido, pero la tuya no. Es absurdo.

Antes de que pudiera replicar, una voz conocida rompió nuestra conversación.

-¡Abby! -gritó Fei desde la distancia.

Me giré hacia el sonido y la vi acercarse junto a Adam. Ambos venían caminando con calma, lo cual solo logró ponerme más nerviosa.

-¿Con quién hablabas?-me preguntó Fei, echando un vistazo curioso alrededor.

-Con Hun... -Me giré hacia donde Hunter había estado, pero el aire vacío fue lo único que me recibió-. Juro que había alguien aquí hace un segundo.

-Claro... -Fei me miró con una expresión entre divertida y escéptica.

-¿Qué hay de ustedes?- me moría por saber qué truco de amenaza había usado Fei en contra de Adam.

-Nada-dijo Fei, con un tono bastante risueño-, solo le contaba a Adam como a los ocho años gané en un combate de Taekwondo a mis hermanos mayores.

El camino a casa fue bastante incómodo. Fei nos acompañó durante el trayecto, no perdiendo oportunidad de lanzarle comentarios mordaces a Adam, cada uno más afilado que el anterior. Cuando nos despidió al llegar a mi casa, volvió a hacer otro de sus comentarios sentenciantes y me despidió con un fuerte y cálido abrazo, susurrándome al oído que me cuidara mucho y que le escribiera cualquier cosa que necesitara.

Eran cerca de las cinco y media, y al parecer no había nadie aún. Por suerte, sabía que mi padre llegaría al menos a las seis en punto. Tendríamos un rato incómodo a solas, pero tal vez eso podría jugar a nuestro favor, dándonos la oportunidad para conversar de forma civilizada.

ㅡ¿Abigail, eres tú?

La poca felicidad que había logrado reflejar en mi rostro se esfumó en cuestión de segundos al ver a Bárbara aparecer en la sala. Mi hermanastra y yo teníamos una relación poco afectuosa, de hecho, nos llevábamos bastante mal para ser honesta.

Reconocía que yo no era un pan de dios, pero es que en serio algo no estaba bien con Bárbara. Era pleno invierno, y ella lucía unos diminutos shorts y una blusa ajustada que hacía resaltar exageradamente su busto. Se veía preciosa, sí, pero, ¿cuál era la necesidad de vestirse así en un contexto que no lo requería?

Lo que sabía con certeza sobre Bárbara era lo mucho, muchísimo, que amaba llamar la atención, en todos los sentidos posibles. Su afán por ser el florerito de mesa, me hastiaba a montones.

-Oh, hola -dijo, acercándose a nosotros. Primero nos miró con desconcierto, pero rápidamente se recompuso. A propósito, o no, noté cómo se acercaba a saludar, casi poniendo sus senos en la cara de Adam.

-Yo también estoy muy feliz de verte, Barbi -dije en tono irónico, al notar que había ignorado por completo mi saludo.

Ella hizo un gesto de fastidio y roló los ojos, una reacción que ya me resultaba familiar en nuestra dinámica de hermanastras.

La necesidad de Bárbara de ser el centro de atención la llevó a iniciar una conversación trivial con Adam. Me fastidié bastante. No solía llevar gente a casa, pero en las pocas ocasiones en que algún compañero o compañera de clase venía para trabajar en algún proyecto, Bárbara siempre aparecía para charlar con ellos. A veces, le iba bien; era bonita y, en ocasiones, amable, lo que le ayudaba a enganchar a los adolescentes hormonales. Pero otras veces, realmente parecía no darse cuenta de que la otra persona estaba incómoda y harta de escucharla.

Quería salir de ahí pronto, y también quería sacar a Adam de esa situación. Se veía tenso.

-Iremos a mi habitación -sentencié, tomando a Adam de la mano y comenzando a caminar.

-Josh no te deja subir chicos a tu habitación, niñita -se burló, en un tono bastante pesado. Barbara nunca sabía hacer bromas amables.

-Dije, vamos, Adam -respondí, tirando de él hacia la escalera.

-Oh, por Dios, mírate, ¿este es el afortunado? ¿No pudiste elegir algo mejor para la primera vez?

La conversación se volvió tan incómoda que sentí que me sonrojaba de la rabia. Ella no tenía ningún derecho a decirme absolutamente nada.

ㅡ¿Abby, estás bien?

No respondí. El comentario y la presencia de Bárbara habían conseguido descolocarme un poco. La falta de sueño y la serie de hechos desafortunados parecían estar jugando un juego maquiavélico en mí.

Mi cuarto se sentía como un reflejo caótico de mi mundo interior. Las paredes estaban adornadas con posters de artistas pop y citas inspiradoras garabateadas en hojas de colores, que había creado en mis momentos más oscuros para animarme. En el centro, mi cama deshecha, con sábanas arrugadas y una manta de estrellas que alguna vez fue mi favorita, parecía invitarme a perderme en su desorden.

ㅡAbby...

Adam se había acercado demasiado a mí. La distancia entre nosotros era casi inexistente. Una de sus manos acarició mi mejilla y limpió una lágrima que había salido de mis ojos.

ㅡAbby, lamento mucho haberte hecho daño. ¿Crees que podrás perdonarme algún día?

No era justo que hiciera esa pregunta. No cuando podía sentir su aroma, que provocaba una serie de reacciones descontroladas en mí. No cuando sus suaves dedos tocaban mi rostro. No cuando sus ojos me observaban como el último cachorrito abandonado esperando a ser adoptado en medio en una noche oscura de lluvia.

Era absolutamente injusto que le siguiera queriendo.

Se acercó, poco a poco, y yo ya sabía lo que venía. Tonta y estúpida, no fui valiente para apartarme. Le dejé acercarse, cerré los ojos, y entonces un beso interrumpió la distancia entre los dos.

Y cómo odié que ese beso se sintiera tan jodidamente bien.

Sin esfuerzo alguno, Adam levantó mi cuerpo y me tomó en brazos. Cada beso era un fuego que se encendía entre nosotros, una mezcla de deseo y urgencia que me dejaba sin aliento. Entre los besos, de un momento a otro, llegamos a parar a mi cama.

Estaba haciendo algo que se sentía peligroso, pero no quería parar. El contacto físico me estaba volviendo loca, y más después de todo lo que había pasado.

Los besos suaves se comenzaron a cargar con más pasión. La situación se volvía cada vez más comprometedora. Sus labios se movían con una urgencia creciente, exigiendo más, y yo me encontraba perdida en la forma en que sus manos recorrían mi cuerpo. Sin darme cuenta, Adam se deshizo de su camiseta con un movimiento rápido. La calidez de su piel desnuda hizo que todo dentro de mí se revolviera. Mis piernas, casi por instinto, se enredaron alrededor de su cintura, acercándolo más a mí, sus labios se deslizaban desde mi boca hacia mi cuello, dejando un rastro de besos húmedos que me hacieron estremecer debajo de él.

ㅡAdam, tenemos que parar.

Lo estaba disfrutando, pero no quería hacerlo en ese momento. Mi corazón seguía doliendo mucho, y aun tenía una pequeña gota de cordura en mi cerebro.

ㅡAdam... Basta ㅡrepetí, esta vez más segura y haciendo un esfuerzo intencionado por apartarlo. Por su parte, él no parecía haberme escuchado, y continuaba tocándome y esparciendo besos, a pesar de que mi boca le había dejado de corresponder.

Mi paciencia llegó a un límite cuando me percaté de que estaba intentando deshacerse de mis prendas. Aumenté mis esfuerzos por detenerlo, de manera más agresiva, pero no conseguí nada. Adam gruñía mientras susurraba mi nombre, arañando mi ropa. En un instante, rompió mi suéter a la mitad solo utilizando sus manos. De no ser por el sujetador, mi torso habría estado totalmente expuesto ante él.

Me aterré. La situación estaba pasando el límite.

ㅡ¡Adam, para! ㅡmi grito había sido totalmente chillón y desesperanteㅡ. Adam, esto no es divertido ¡detente!

Le susurraba repetidamente que dejara de tocarme, pero él realmente no me hacía caso.

A ese punto, ya estaba usando la fuerza bruta valiéndome de las clases de boxeo que había tomado alguna vez con mi padre años atrás. Me consideraba alguien que podía defenderse, tenía fuerza, pero eso no parecía estar siendo efectivo contra Adam en ese momento.

Y era extraño, porque parecía que Adam se había vuelto más fuerte, mucho más fuerte... además de peludo.

No solo era su vello facial o sus brazos; su torso y espalda también estaban cubiertos de pelo. No era a niveles tan extremos, sin embargo, recordaba perfectamente haberlo visto el mes pasado durante la clase de natación: su cuerpo, aunque bien definido, no tenía la densidad ni el tamaño que ahora exhibía. Mucho menos esa cantidad de pelo. Maldición, ¡qué antes era lampiño!

-Me estás aplastando... ya déjame.-Me retorcí bajo su peso, golpeándolo con las piernas y empujándolo con las manos, aunque no conseguía moverlo ni un centímetro.

De repente, Adam atrapó mis muñecas en un solo movimiento rápido, sujetándolas con fuerza y presionándolas contra el colchón.

Levanté la mirada y me congelé al ver sus ojos. Frente a mí, los ojos de Adam cambiaban, pasando del marrón habitual a un amarillo brillante, y sus pupilas se estrecharon en forma de rombos afilados. Un escalofrío recorrió mi espalda. No había nada humano en esa mirada. Me observaba como si no me conociera, como si no fuera más que un trozo de carne o un objeto que existía solo para su entretenimiento.

-Adam, te odiaré por siempre si no te detienes ahora... -mi voz sonó débil, temblando mientras algunas lágrimas se deslizaban por mis mejillas.

Pero entonces, por fin sentí que Adam me escuchaba. Su mirada se detuvo en mí, mostrando pesar y un genuino arrepentimiento. Sus ojos habían perdido ese tono amarillo, y parecía analizar toda la situación delicadamente. Primero, miró mis muñecas, frunciendo el entrecejo al ver cómo me las sujetaba. Luego, sus ojos se encontraron con los míos, donde las lágrimas y el temblor de mi cuerpo hablaban por sí mismos. Parecía confundido, como si no reconociera que él mismo estaba haciendo eso.

-Lo siento tanto... -murmuró, su voz era ronca y seca, como si le costara hablar o gesticular.

-¿Lo sientes, y aun así no dejas de hacerlo? Eres patético.

La voz de Hunter atravesó la tensión de la situación como un relámpago en medio de la tormenta. A pesar del caos, su presencia me produjo un alivio irracional. No sabía cómo había llegado ni cuánto tiempo llevaba observándonos, pero estaba claro que había llegado en el momento justo.

Hunter se abalanzó sobre nosotros, haciendo esfuerzos para quitar a Adam de encima de mí. Para mi sorpresa, le costó más de lo que esperaba; la fuerza que emanaba de Adam era desproporcionada para un simple humano enfrentándose a un Vampiro. Su cuerpo era una masa tensa de músculo y rabia. Se sacudía como un animal enjaulado, intentando liberarse del agarre férreo del Vampiro. Vi a Hunter retroceder un paso, empujando con más fuerza, hasta que finalmente logró separarlo de mí.

Entonces, Adam se levantó de golpe, y lo que vi en su rostro me heló la sangre. Sus pupilas de nuevo eran delgadas, peligrosas, y sus ojos ardían con un brillo febril, como los de una bestia acorralada. Los gruñidos que brotaban de su pecho eran profundos, casi inhumanos, y en su mirada no quedaba rastro del chico que conocía.

Se lanzó contra Hunter sin pensar, con una furia descontrolada que me dejó clavada en el sitio, incapaz de moverme. El choque de ambos cuerpos fue devastador. Adam atacaba con una ferocidad ciega, sus puños lanzándose una y otra vez, como si solo existiera el deseo de destruir. Hunter, a diferencia de él, era un torbellino de agilidad; esquivaba los golpes con movimientos fluidos y letales, sonriendo con una malicia oscura que encajaba de forma escalofriante con la situación.

-¡Dios... ¡basta! -grité, viendo cómo Hunter atrapó el puño de Adam en el aire y lo torció con la facilidad de quien manipulaba un juguete.

-No será divertido si solo lo esquivo y lo dejo golpearme-respondió.

ㅡ¡Hunter, cuidado!

Adam, con un movimiento rápido, agarró por el cuello a Hunter y comenzó a ahorcarlo. Los músculos de su brazo se tensaron mientras lo levantaba ligeramente del suelo, apretando con tanta furia que los nudillos se le volvieron blancos. En un instante, mi mente se nubló, y actué sin pensar. Me lancé hacia el primer objeto pesado que encontré y, sin dudarlo, le golpeé la cabeza a Adam. Al instante, él soltó a Hunter y cayó al suelo, inconsciente.

-¿Estás bien? -pregunté, la respiración me iba entrecortada por la adrenalina que aún corría en mis venas.

Hunter se sacudió como si nada hubiera pasado, inclinando la cabeza hacia mí con una arrogancia que parecía que nunca abandonaba su expresión.

-Claro que estoy bien. Soy un Vampiro, ¿recuerdas?-Una sonrisa burlona se curvó en sus labios-. En cambio, deberías preguntarte eso a ti misma.

Suspiré, sintiéndome un poco tonta después de toda la situación. Mi cabeza daba vueltas, intentando procesar la sucesión de eventos que habían escalado demasiado rápido. Realmente había sido una pésima idea traer a Adam a casa.

-Gracias por ayudarme... -musité, sintiéndome extrañamente vulnerable.

-No me lo agradezcas. Te he ayudado por nuestro trato. Ahora solo falta que tú cumplas con tu parte.

Mis ojos lo escrutaron, tratando de entender qué significaba exactamente esa frase, pero él parecía disfrutar del misterio tanto como de mi confusión.

-Pero... ¿cómo supiste que estaba en problemas?

Hunter me miró de arriba abajo, con una mezcla de picardía y provocación.

ㅡ¿Sabes? En lugar de tantas preguntas, tal vez deberías ponerte algo encima. -Sus ojos se fijaron en mi piel erizada-. Parece que tienes frío.

Me mordí el labio inferior con frustración, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Busqué a tientas una sudadera entre el desastre de mi habitación y me la puse apresuradamente, aunque podía notar cómo su mirada seguía clavada en mí, sin ningún pudor.

-¿Y ahora? ¿Qué hacemos con él? -preguntó, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia Adam, que seguía inconsciente en el suelo.

Cielos. Las cosas se habían complicado demasiado, mucho más de lo que podía manejar. Estaba claro que había algo gravemente mal con Adam. No se trataba de un simple trastorno o desorden hormonal.

-Solo déjalo en mi cama y... yo me ocuparé de él-dije, tratando de mantener la calma en mi voz. Pero honestamente, no tenía ni la más mínima idea de cómo lo resolvería.

Hunter soltó una risa corta, cargada de ironía.

-Claro, perfecto. Lo dejaré en tu cama, donde hace un rato estuvo a un paso de violarte. ¿Y tú te encargarás de él?

-Basta, no ocurrió nada...-respondí, sintiendo cómo se me erizaba la piel-. En serio, te agradezco que hayas llegado a tiempo, pero...

-¿Y bien? -Hunter cruzó los brazos, alzando las cejas con evidente escepticismo.

-Tengo que ocuparme de esto. No puedo dejarlo así -insistí, aunque mi voz tembló apenas al final.

Hunter chasqueó la lengua, como si la paciencia se le agotara rápidamente.

-Es un maldito idiota. No entiendo por qué pierdes el tiempo cuidando de alguien así.

-Bueno, no es tu asunto opinar sobre eso. En serio, te agradezco, pero me encargaré del resto yo sola.

Hunter ladeó la cabeza, esbozando una sonrisa burlona.

-Si lo que quieres es quedarte sola con este lunático, adelante. Pero no te pases de lista. -replicó, dando un paso hacia mí, su mirada era intensa y desafiante-. No me voy sin antes beber un poco de tu sangre. Es lo que acordamos. Tenemos que cerrar el pacto.

Mi respiración se detuvo un segundo. Las manos de Hunter se posaron en mis hombros, firmes pero cuidadosas, como si probara hasta dónde podía llegar sin hacerme daño. El aire entre nosotros se volvió denso, sofocante, y el sonido de mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que me dolía el pecho.

Él inclinó la cabeza lentamente, acercándose a mi cuello, provocando que su aliento frío rozara mi piel.

-Hueles increíblemente bien...-susurró. El roce apenas perceptible de su boca provocó que contuviera el aliento. Me mordí el labio con fuerza, tratando de reprimir un temblor que amenazaba con traicionarme.

Intenté calmarme contando ovejas. Una, dos, tres... Pero sus labios bajaron un milímetro más, y la cuenta se evaporó de mi mente. El latido frenético en mi pecho era lo único que me mantenía conectada con la realidad. Hunter inclinó un poco más su rostro y entonces sentí el filo de sus colmillos rozando apenas mi piel.

De repente, alguien llamó a la puerta. Él se detuvo al instante, su mandíbula se apretó, y un gruñido bajo surgió de su garganta, apenas audible pero cargado de frustración contenida. Luego, su vista se desvió hacia la ventana, y en un parpadeo, desapareció, como si nunca hubiera estado allí. Dejé escapar el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta, con las piernas temblorosas y la piel aún ardiendo bajo el recuerdo de su aliento frío.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top