Capítulo 38: Primera vez

Empezar un nuevo proceso de terapia se sentía extraño, y más porque sería con una nueva psicóloga. Mi anterior terapeuta, André, había trabajado conmigo por más de dos años y me había ayudado mucho en su momento.

Lo que me tomó por sorpresa fue que mi padre se tomara el tiempo de acompañarme. Todavía tenía pendiente hablar con él sobre el viaje a Alemania, y muy probablemente necesitaría algo más que palabras para convencerlo. Dudaba que accediera sin resistencia. Para este particular caso, la hipnosis no sonaba tan descabellada como solución.

Cuando la psicóloga llamó mi nombre, sentí un nudo en el estómago. Hacía mucho tiempo que no enfrentaba algo así, y mis nervios no estaban disimulando. Mi padre me dio un apretón en el hombro antes de que me levantara. Camila, la psicóloga, me invitó a pasar sola mientras él se quedaba en la sala de espera.

Mi alivio fue inmediato al verla: era una mujer joven, de cabello oscuro y facciones suaves, probablemente de una edad cercana a la de mi hermano Christian. Esa cercanía generacional me hizo sentir un poco más cómoda. Pero a pesar de ello, no tenía idea de cómo empezar o hacia dónde dirigiríamos la sesión. Mi mente estaba en blanco. Sí, muchas cosas estaban pasando a mi alrededor, pero todavía no sabía cómo procesarlas ni mucho menos cómo explicarlas.

—Espera, Abby. ¿Está bien que te llame así? —preguntó Camila con una sonrisa cálida.

Asentí.

—Perfecto. Entonces, mencionaste que el quiebre con tu anterior pareja fue tormentoso e inesperado, ¿no es así? —Continué asintiendo mientras ella hojeaba unas notas—. Pero como él atravesaba una situación personal complicada, decidiste quedarte para apoyarlo.

Otra vez, un asentimiento.

—Eso debió ser difícil para ti. Dime, ¿cómo lograste sobrellevarlo?

La pregunta me tomó por sorpresa. Nunca lo había analizado realmente. Solo lo había hecho. En el momento, ni siquiera lo consideré un esfuerzo. Parecía lo correcto.

—Hice unos amigos... ellos me ayudaron mucho —dije finalmente, pensando en Derek, Zac y, claro, Hunter. Cada uno, a su manera, había sido crucial para mantenerme a flote.

—Cuéntame de ellos, ¿cómo los conociste?

Me tensé un poco, divagando en mi mente para construir una respuesta plausible. No podía exactamente explicar que dos eran vampiros y el tercero híbrido hombre lobo-vampiro sin parecer delirante.

—Oh, ellos no son de aquí... —respondí, intentando mantener un tono casual—. Son de un lugar bastante lejos. Fue una coincidencia que nos conociéramos.

Camila inclinó ligeramente la cabeza, evaluando mis palabras, pero no presionó.

—Parece que llegaron en el momento indicado.

—Sí, ciertamente —admití, pensando en todo lo que habían hecho por mí.

A medida que avanzaba la sesión, con cierta sutileza y guiando la conversación con maestría, Camila logró que hablara de Hunter. No di muchos detalles, pero poco a poco empezamos a profundizar en mis emociones, en especial cuando llegamos a abordar el asunto sobre mi madre. Ese tema en particular era el que más me costaba procesar, y ella lo notó enseguida.

—Parece que actualmente es un desafío para ti identificar cómo te sientes respecto a tu madre y tu padre, Abby —observó, con voz calmada pero firme—. Hay muchas emociones mezcladas, y creo que podemos ir desentrañándolas juntas. Pero algo está claro desde el principio: hay confusión.

"Confusión" era una palabra suave para describirlo. Yo diría que era un completo caos emocional.

Una sola sesión no bastaría para calmar el torbellino dentro de mí, pero al menos había dado un primer paso. Apenas habíamos rozado el tema de mi alimentación, algo que también necesitaba trabajar. Camila mencionó que exploraríamos mi autocuidado, además de los eventos caóticos que se acumulaban a mi alrededor. Una de las prioridades sería mi relación con la comida, algo que siempre había sido un tema complicado para mí.

Mi próxima cita sería con una nutricionista y una médica de salud general. Al pensar en la nutricionista, un escalofrío recorrió mi espalda. Sería Krishna, la misma que había trabajado conmigo dos años atrás. Recordaba bien su actitud severa; con ella no había espacio para excusas ni negociaciones. Pero en el fondo sabía que me había ayudado muchísimo, y aunque no me emocionaba volver a verla, confiaba en que esta vez no sería diferente.

Mientras salía de la sesión y veía a mi padre levantar la vista del teléfono, no pude evitar sentir que había iniciado un camino largo, lleno de incertidumbre, pero también con una ligera esperanza porque las cosas podrían mejorar.

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Estaba feliz, nerviosa, ansiosa, angustiada... ¡Un completo desastre emocional! No podía entender cómo Hunter podía permanecer tan calmado todo el tiempo. Claro, es fácil mantener la compostura cuando no eres tú quien tiene un torbellino de pensamientos golpeándote por dentro.

—¿Todo listo para el viaje, nena?

Suspiré aliviada cuando vi a los chicos aparecer en mi habitación. Había sido un día difícil, de esos en los que controlarte para no pensar en tus problemas se siente como una batalla perdida. Mi mente estaba saturada de preocupaciones y lo único que deseaba era dejar de huir de ellas... o tal vez no. Quizá mi cobardía era la que me mantenía atrapada en esta rutina de distracción constante.

—¿Esa es tu maleta? —preguntó Derek, señalando el gran bolso con ruedas que descansaba sobre mi cama, la cual apenas tenía espacio para soportar semejante peso. Su sonrisa traviesa anticipaba lo que diría a continuación—. Me da la impresión de que cabes perfectamente ahí dentro. ¿Por qué no te metes? Así nos ahorramos un boleto y puedo usarlo yo.

—¡Derek! ¿Cómo puedes decir eso? —intervino Zac, poniéndose serio mientras lo regañaba—. ¿Y encima me quieres dejar solo? No, tú te quedas.

—Es que nunca he viajado en avión, ¡quiero saber qué se siente! ¿Tú ya lo has hecho?

—¿¡En avión!? —pregunté, sorprendida de no haberlo considerado antes. Era lo más lógico, después de todo—. ¿Cómo consiguieron los boletos?

—¿De verdad quieres saberlo? —replicó Derek con una sonrisa fingidamente inocente, ladeando la cabeza.

—Oh... No es necesario.

Ya podía imaginarme la "honesta" forma en que Derek los había conseguido. No necesitaba detalles. Lo único que sabía con certeza era que él siempre encontraba la manera, incluso si implicaba algún truco hipnótico cuestionable.

—¿Tu padre está en casa? —intervino por primera vez Hunter desde que llegaron. Su tono siempre serio me hizo girar hacia él, intrigada.

—Abajo, cenando con los demás.

—Bien...

—¿Qué ocurre? —preguntó Derek, curioso como siempre—. ¿Acaso te vas a presentar con su padre? Porque, si es así, yo también quiero. Es bien guapo ese hombre.

—Tú encuentras guapo a todo el mundo —murmuró Zac, cruzando los brazos con resignación. Derek solo se rió, encantado de fastidiarlo.

—Tengo que hacerle hipnosis a su padre para que no vea extraño que Abby viaje conmigo —explicó Hunter, ignorando las bromas.

—¡Ohhh, ya veo! —exclamó Derek con una expresión teatral—. Pero te noto nervioso. Si quieres, Zac y yo nos encargamos de eso.

—¿Perdón? —protestó Zac, mirando a Derek como si acabara de insultarlo.

Derek le dio un golpecito en el hombro y sonrió.

—Ah, sí. Nosotros nos encargamos.

Hunter los observó, evaluándolos como si estuviera sopesando si confiarles una tarea tan delicada.

—¿Están seguros? —preguntó, sin perder su habitual tono grave—. No tengo ningún problema en hacerlo yo mismo.

—¡Claro que no, Hunter! Lo haremos nosotros. Además, no queremos que tengas problemas con tu futuro suegro —bromeó Derek, logrando que Hunter frunciera el ceño, incómodo.

Sin decir más, Derek y Zac desaparecieron en un pestañeo. Apenas unos segundos después, fuertes gritos resonaron desde el piso de abajo, seguidos de la característica voz de Derek elevándose por encima de todo.

—¿¡Qué ha pasado!? —exclamé, dando un paso hacia la puerta con la intención de averiguarlo.

Hunter me detuvo suavemente, colocando una mano firme en mi brazo.

—Tranquila —dijo con calma, sujetándome cuando intenté zafarme—. Solo es Derek y su poca discreción para hacerle hipnosis a tu padre.

—Oh, cielos... ¿Qué crees que...?

Otro ruido más fuerte me interrumpió, y de pronto, la puerta de mi habitación se abrió de golpe. Solté un pequeño grito de sorpresa y me encontré chocando de espaldas contra el pecho de Hunter, quien me abrazó instintivamente para estabilizarme.

—Listo, ya pueden bajar —anunció Derek desde el umbral con una sonrisa triunfal.

—¿Tan rápido lo han hecho? —preguntó Hunter, visiblemente sorprendido.

—¿Y qué creías? —respondió Derek con descaro—. Estás frente a un dios de la hipnosis, nene.

—¿Y Zac? —pregunté, buscando con la mirada al otro vampiro.

—Abajo, esperándonos.

Me separé de Hunter con algo de torpeza y fui a recoger mi maleta. Al intentar moverla, esta cayó con un golpe seco al suelo, haciendo que me sonrojara.

—¿La bajo yo? —se ofreció Hunter, dando un paso hacia mí.

—No, yo puedo. Gracias —respondí, esforzándome por mantener algo de dignidad.

Hunter sonrió apenas, dejando que me encargara.

Les dediqué una sonrisa tímida a los chicos antes de inclinarme para tomar el asa de mi maleta. El esfuerzo de arrastrarla por la habitación era evidente, ya que el bolso, repleto, parecía decidido a desafiarme con cada movimiento. Mientras me dirigía hacia las escaleras, Derek me observó, primero desconcertado y luego divertido, cuando empecé a bajar mi equipaje peldaño a peldaño, provocando un ruido seco y metálico con cada golpe.

—¿Y mi papá? —pregunté al llegar a la sala, buscando con la mirada. Para mi sorpresa, no estaba. Solo Zac ocupaba el sofá frente al televisor, con una expresión tranquila.

—Los enviamos a todos a dar un paseo —respondió Derek mientras bajaba detrás de mí, apoyándose en la barandilla con aire despreocupado—. A veces hay ciertos factores que pueden interferir con la hipnosis, y pensamos que, si tu padre te veía, podía complicar las cosas.

—Es solo una medida de precaución —añadió Zac, sin despegar la mirada del televisor.

—Entiendo... —murmuré, aunque en el fondo me sentía un poco culpable por el engaño.

—Hunter, ¿y tu maleta? —preguntó Zac de repente.

Nos giramos todos hacia él. Era cierto, Hunter no llevaba absolutamente nada.

—Oh, la olvidé. Ya vuelvo.

Dicho esto, desapareció en un pestañeo.

—¡Idiota! —se burló Derek, soltando una carcajada, aunque Hunter ya no estaba para escucharlo.

—¿Y cómo te has sentido, Abby? —La voz de Zac me sacó de mis pensamientos.

Le sonreí amablemente y me acerqué para sentarme junto a él en el sofá.

—He estado bien. ¿Y tú?

—Bien —respondió con una sonrisa leve, aunque había algo en sus ojos que no encajaba, como si estuviera cargando un peso que no quería mencionar—. ¿Nada raro últimamente?

—Pues... no he vuelto a hablar con fantasmas, así que, todo normal.

—Hmm... "todo normal" —repitió, como si probara esas palabras en su mente. Luego asintió, más para sí mismo que para mí—. Qué bien.

—¿Pasa algo? —interrumpió Derek desde la esquina de la sala. Su tono había cambiado por completo, pasando de juguetón a grave en un instante.

—¿Eh? —lo miré, confundida por su repentina seriedad.

—Zac, te hice una pregunta —insistió, esta vez con un matiz más severo.

Giré la cabeza hacia Zac, quien ahora mantenía la mirada fija en el suelo, con los labios apretados. Apenas alcancé a tocarle el hombro para preguntarle si estaba bien cuando, de un salto, se levantó del sofá, casi haciéndome retroceder.

—Tengo que irme, lo siento —dijo con voz tensa, antes de salir apresuradamente de la sala.

—¡Zac! —gritó Derek, pero no hubo respuesta.

—¿Le ocurre algo? —pregunté, mirando a Derek.

—No sé, no tengo idea... —murmuró mientras pasaba ambas manos por su cabello, como si intentara despejarse. Luego suspiró y se encogió de hombros—. Pero no quiero arruinar mi humor ahora, así que lo dejaré pasar. Es grande, sabe lo que hace. Ahora, Abby, distráeme con algo. Cuéntame un chiste.

Genial. Yo era pésima con los chistes.

—Ohm...

—¿Ohm? —Derek se puso en cuclillas frente a mí, ladeando la cabeza como si esperara algo genial.

—Eh...

Derek rió con ganas. —Eres adorable.

Bueno. Al menos, lo había hecho reír.

—Oye, Abby.

—¿Sí, Derek?

—¿Cómo crees que reaccionaría Hunter si tú y yo nos besáramos?

Lo miré, totalmente muda e impactada.

—¡Tu cara! —exclamó Derek, soltando una carcajada tan fuerte que terminó tirándose al suelo, riendo a carcajadas mientras rodaba de un lado a otro—. ¡Me mata tu expresión!

—¡Detesto tus bromas! —me quejé, cruzándome de brazos y refunfuñando como una niña pequeña.

Derek seguía riéndose sin parar. No pude evitar pensar que, por mucho que me desesperara, también me resultaba contagioso.

Un golpe en la puerta interrumpió el momento. Me levanté para abrir y me encontré con Hunter, que había regresado con su maleta.

—¿Qué le pasó a Derek? —preguntó al entrar, lanzándole una mirada desde arriba mientras Derek trataba de calmarse.

De repente, Derek se levantó de un salto y, con un cambio total de actitud, se puso frente a Hunter, muy serio.

—¿Derek, qué tienes? —preguntó Hunter, claramente incrédulo.

—Hunter... —susurró Derek, con una voz ronca que parecía salida de una mala película romántica—. ¿Cómo crees que reaccionaría Abby si tú y yo nos besáramos?

—Ni lo intentes —sentenció Hunter, cubriendo de manera brusca los labios de Derek con una mano. Luego suspiró y añadió—: Ya deberíamos ir al aeropuerto.

Sacudí la cabeza, tratando de enfocarme, y volví a tomar mi maleta.

—¡Yo quiero ir a dejarlos! —exclamó Derek, levantando la mano como si fuera un niño pidiendo permiso—. Zac se fue, pero yo quiero ir —insistió, mirando a Hunter con determinación.

—Ya le marqué a Nicholas, debería estar aquí en unos minutos —respondió Hunter, tranquilo.

Entonces descubrí que Hunter tenía teléfono. Jamás fue necesario pedirlo antes porque simplemente aparecía, pero... tenía sentido y era más adecuado que tuviera uno. Tomé nota de pedirle su número después.

Me senté sobre mi maleta para esperar, pero mi equilibrio falló y terminé cayendo de espaldas. Mi trasero rebotó en el suelo mientras algo me golpeaba en la cabeza, y mis piernas quedaron enredadas sobre el equipaje.

Las risas resonaron inmediatamente. Derek estaba tirado de nuevo, riendo a carcajadas, mientras Hunter trataba de no sonreír.

—¿Estás bien, Abby? —preguntó Hunter, ofreciéndome su mano. Apenas la tomé, me levantó con facilidad.

El objeto que había caído sobre mí era un adorno navideño, un pequeño muñeco de nieve que llevaba colgado en la pared desde hacía dos años. Lo había derribado al tropezar de manera torpe. Lo recogí y lo volví a colgar en su lugar, pensando que probablemente pasaría otros dos años en la misma posición.

—Nicholas llegó —anunció Hunter.

Derek tomó mi maleta antes de que pudiera protestar y salió con ella hacia la puerta. Hunter me tomó de la mano y caminamos juntos hacia el auto estacionado afuera.

—Adelante, Abby—me dijo Hunter, sosteniendo abierta una de las puertas traseras para mí.

—Adelante, Abby —dijo Hunter mientras sostenía abierta una de las puertas traseras para mí.

Obedecí y entré en el auto, sintiendo la suavidad de los asientos de cuero bajo mis piernas. Por el otro lado, Derek se acomodó rápidamente, dejando claro que él también viajaría con nosotros. Así que quedé atrapada en medio de ambos.

—¿¡Usted!? —exclamé, sobresaltada, al ver al conductor. Mis ojos se abrieron como platos al reconocer al señor Nicholas, mi profesor de física, al volante.

—Sí, yo —respondió Nicholas con su tono seco habitual, añadiendo apenas un deje de ironía mientras mantenía la vista fija en la carretera. ¡Cielos! Esto era increíblemente surrealista.

—Nicholas fue un gran amigo de mi padre —explicó Hunter desde mi lado derecho, notando mi evidente sorpresa—. Básicamente, también es responsable de que terminara en tu escuela y... bueno, de mucho más en realidad.

—Oh...

Estaba demasiado aturdida como para añadir algo más, pero antes de que pudiera procesarlo del todo, Derek decidió romper el silencio.

—¡Eh, Nicholass! ¿Te he contado ya que...?

—No, Derek. Y en todo caso, no quiero saberlo —lo cortó Nicholas con un tono tan firme que casi parecía una orden.

El ambiente se llenó de un incómodo silencio. Derek, quien usualmente no podía quedarse callado, parecía haber sido silenciado por completo. Quizás la presencia de Nicholas lo intimidaba o tal vez simplemente no estaba de humor.

Yo, por mi parte, estaba atrapada en un torbellino de preguntas que no sabía si debía hacer. ¿Qué tipo de relación tenía Hunter con mi profesor? ¿Cómo encajaba Nicholas en todo esto? Pero no era el momento adecuado para indagar.

El trayecto transcurrió así, con el zumbido del motor llenando el espacio entre nosotros. Llegamos al aeropuerto con el tiempo justo, apenas veinte minutos antes del vuelo. Claro, con Hunter allí, el concepto de "tiempo justo" era relativo.

Nicholas estacionó frente a la entrada y, antes de apagar el motor, pidió hablar a solas con Hunter. Mi curiosidad alcanzó su punto máximo, pero me limité a quedarme junto a Derek, observando cómo el profesor intercambiaba unas palabras rápidas y susurradas con Hunter antes de regresar al auto y marcharse sin más explicaciones.

—¿Siempre es así de... reservado? —pregunté, mirando a Derek mientras recogíamos las maletas.

—Nicholas siempre ha sido un misterio —respondió Derek con una sonrisa torcida.

Entramos juntos al aeropuerto, y el caos habitual del lugar me abrumó un poco. Los anuncios resonaban por los altavoces, y las prisas de la gente creaban un ambiente de constante movimiento. Derek nos ayudó con el registro de las maletas, y cuando finalmente llegamos al punto donde ya no podía acompañarnos más, me detuve para despedirme.

—Adiós, Derek —le dije, abrazándolo con fuerza antes de plantar un beso en su mejilla—. Dile adiós a Zac de mi parte, ¿vale? Espero que esté bien.

—Lo haré, preciosa. Pásala genial y... solo disfruta —respondió él con una sonrisa, mirándome con ese brillo despreocupado que siempre tenía.

Hunter también se despidió, pero justo cuando íbamos a seguir caminando hacia la puerta de embarque, Derek nos detuvo.

—¡Eh, espera! —gritó, corriendo hacia nosotros—. ¡Me olvidé algo!

Cuando llegó junto a Hunter, metió algo en el bolsillo de su chaqueta. Fue un movimiento rápido y discreto, pero no lo suficientemente lento como para que yo lograra ver de qué se trataba.

—Lo necesitarás —dijo Derek, antes de girarse y marcharse sin dar más explicaciones.

Miré a Hunter, esperando que me dijera algo, pero él simplemente encogió los hombros, como si fuera algo de lo más normal. Decidí no insistir y continuamos caminando hacia la puerta de embarque.

Esta sería mi primera vez en un avión.

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