Capítulo 36: Culpa

A pesar de sentirme fatal, al día siguiente fui a clases. Concentrarme en las lecciones fue una tarea titánica. Las palabras del profesor parecían mezclarse con los ecos de mis propios pensamientos, creando una maraña que apenas lograba desenredar. Aun así, me esforcé por mantenerme atenta, agarrándome a cualquier fragmento de normalidad que pudiera encontrar. Esperaba que ver a Fei y pasar un rato con ella me animara un poco, aunque la sensación de desconexión seguía instalada en mi pecho.

Mientras intentaba mantenerme enfocada, Derek no dejaba de enviarme mensajes. Quería saber cómo estaba y asegurarse de que no me cruzara con "el demonio". Ellos seguían preocupados por el asunto, pero tras todos los hechos, eso apenas ocupaba una pequeña porción de mi mente . Había demasiadas otras cosas rondando mis pensamientos.

Cuando finalmente me reuní con Fei en la cafetería de la escuela, ella me recibió con su típica energía, aunque algo en su expresión lucía irritado.

—Abigail —dijo de pronto, con una mezcla de enojo y exasperación en su tono—, ¿todavía sigues siendo cercana a ese amigo tuyo, Juan?

La miré, confundida. Aunque Juan era un nombre común, no conocía a nadie con ese nombre, y mucho menos un amigo cercano.

—¿Qué quieres decir?

—¡Es que me robó! —soltó, suspirando con frustración mientras cruzaba los brazos sobre la mesa—. Ese Juan... el muchacho de tatuajes. ¡Mi madre tenía razón! Los hombres con tatuajes son criminales.

Mi mente comenzó a trabajar rápidamente. ¿Qué maldita cosa había hecho Derek ahora?

—¿Qué ocurrió exactamente, Fei? —pregunté, intentando mantener la calma mientras me preparaba para lo peor.

—Pues ayer, mientras iba donde Aruna, este chico, Juan, apareció de repente caminando a mi lado. Empezó a charlar conmigo, y parecía que le interesaban mucho los temas raros que mencionaba. Ya sabes, mitos, leyendas y esas cosas que me encantan. Todo iba bien hasta que se fijó en mi collar.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿Y?

—¡Y que apenas le dejé verlo de cerca, me lo quitó y salió corriendo con él!

Automáticamente sentí cómo mi mandíbula se desencajaba. ¿Por qué demonios lo habría hecho Derek? No había necesidad. Podría haber usado hipnosis o cualquier otra cosa menos... eso.

—Este... —musité, tratando de no delatar mi nerviosismo—. Es que, bueno, Juan tiene... tendencias cleptómanas, pero no es mala persona, te lo juro.

Fei bufó, claramente nada convencida.

—Como sea, ¿me das su número? Podría extorsionarlo un poco para que me explique qué pasó.

—Quemó su teléfono. Es que... además es pirómano —solté de golpe, improvisando cualquier excusa absurda para evitar que contactara a Derek.

Fei me miró fijamente con una expresión que mezclaba incredulidad y cansancio. Sabía que estaba mintiendo, pero por alguna razón no insistió.

—Me aseguraré de hablar con él —dije finalmente, tratando de sonar convincente y calmar un poco su enfado.

Fei no dijo nada más, aunque su ceño fruncido dejó claro que esperaba que cumpliera mi palabra.

Lo que ocurrió después realmente me tomó por sorpresa. Mientras charlaba con Fei, noté a Georgina acercándose hacia nosotras con pasos rápidos y decididos. Su expresión era seria, y no parecía que su objetivo fuera simplemente saludarnos. Cuando llegó, pidió hablar conmigo. A solas.

Fei no tardó en aceptar la petición. Se alejó con una sonrisa satisfecha, como si en su mente, con su imaginación alterada, estuviera convencida de que Georgina y yo habíamos hecho las paces y nos convertiríamos en grandes amigas.

—Abigail, ¿tienes idea de lo que está pasando con Adam?

El tono de su voz y la pregunta directa me tomaron desprevenida. Parpadeé, confusa. Con Adam llevaba días sin hablar, y sinceramente, lo prefería así.

—No soy la persona más adecuada para responder a eso —respondí con calma, aunque por dentro sentía una mezcla de incomodidad y curiosidad.

—¿Acaso no tienes idea? —insistió, cruzándose de brazos con evidente frustración—. Su hermana será dada de alta dentro de una semana, y ese idiota ha decidido irse a vivir con el imbécil de Leo. ¿Sabes dónde vive ese tipo? ¡En la zona más alejada de todo! No entiendo por qué está haciendo semejante estupidez.

—Pero... eso no tiene sentido —repliqué, sintiendo cómo una punzada de inquietud comenzaba a formarse en mi pecho—. ¿No quiere estar cerca de Sophia ahora que estará mejor?

—Se culpa. Tiene miedo de hacerle daño. Está actuando como un completo idiota, y no me escucha para nada.

—Lo que pasó con Sophia no fue su culpa, ¿te lo contó? —pregunté, intentando descifrar qué tanto sabía Georgina.

—¿Qué? No entiendo de qué hablas. Él solo insiste en que es una maldita amenaza para todos.

Sus palabras me dejaron un momento en silencio.

—Quizá necesita tiempo para procesar las cosas... —murmuré, tratando de justificar lo que parecía ser una decisión irracional por parte de Adam.

—Sí, puede ser. Pero... —Georgina dudó, mordiendo su labio inferior como si estuviera debatiéndose si debía decir algo más.

—¿Qué ocurre? —insistí, preocupada por su repentina pausa.

—La última vez que lo vi, su aspecto era realmente patético. No sé qué pasó entre ustedes dos, pero... pienso que tal vez deberías hablar con él.

Sacudí la cabeza, negándome de inmediato.

—Estoy segura de que es una pésima idea.

Georgina suspiró, claramente decepcionada, pero no insistió.

—Está bien, haz lo que quieras. Pero solo te digo esto: jamás me hubiera acercado a hablar contigo si no estuviera realmente preocupada. A ti sí te va a escuchar. Adiós.

Sin esperar respuesta, se giró y se marchó, dejándome sola con mis pensamientos.

Estaba cansada y sin ánimo para lidiar con nada, pero, como siempre, mi habilidad para tomar malas decisiones se activó. Esa tarde, sin pensarlo demasiado, me dirigí al apartamento de Leo.

No tenía cómo avisar a Hunter, así que terminé enviándole la dirección a Derek por mensaje. Sin embargo, ni siquiera me respondió; simplemente dejó el mensaje en visto. Caminé por las calles con pasos torpes, demorándome casi el doble del tiempo en llegar. Mi mente no dejaba de llenarse de dudas durante el trayecto: ¿De verdad vale la pena hacer esto?

Cuando llegué al departamento, escuché los maullidos de los gatitos que habían notado mi llegada. Respiré hondo y llamé a la puerta.

—¿Hola? —me saludó un chico que asumí que era Leonardo. No lo conocía muy bien, solo sabía que era amigo de Adam, pero ni siquiera iba en nuestra escuela.

—Hola, soy Abigail, amiga de Adam. ¿Está aquí, verdad? —Intenté sonar segura, aunque la incertidumbre me comía por dentro. Había intentado contactar a Adam para avisarle que vendría, pero su teléfono permaneció apagado.

—Con que tú eres Abigail... Ya veo. —Leo me observó con una mezcla de curiosidad y amabilidad. No parecía pesado ni molesto, aunque su comentario me dejó preguntándome qué le habría contado Adam sobre mí—. Adelante. Adam está en la sala. Los dejaré un rato a solas.

Mientras cruzaba la puerta, uno de los gatitos, un pequeño tuxedo con manchas perfectamente distribuidas que simulaban una máscara negra, se acercó a mí, luchando por llamar mi atención. No pude evitar cargarlo. Sentir su suave ronroneo contra mi pecho hizo que el recorrido hacia la sala fuera un poco menos tenso.

Lo vi sentado en el sofá. Traía un aspecto preocupante. Parecía que no había dormido bien en días y a su piel le faltaba color. Apenas me vio, su expresión se endureció.

—¿Qué haces aquí? —dijo sin molestarse en ocultar su desagrado.

—Estaba preocupada por ti —respondí sin rodeos. No tenía caso endulzar la situación—. Georgina habló conmigo. Para que ella y yo hayamos tenido una conversación civilizada, algo serio debe estar pasando.

Adam bufó con exasperación y, sin decir nada más, se envolvió por completo en una manta que tenía a su lado. Sus movimientos eran deliberados, casi como si quisiera desaparecer dentro de ella. Me acerqué con cuidado, tomando asiento en el brazo del sofá y manteniendo una distancia prudente.

—Tú dijiste que ya no debía preocuparme por ti, así que lo mínimo que pido es lo mismo. Por favor, Abigail, déjame solo —gruñó, sin molestarse en mirarme.

Adam estaba molesto conmigo, pero no creía que su humor fuera solo por mí causa. Sabía que también le estaban pasando más cosas. Volverse un hombre lobo era un proceso de adaptación complejo, que sus padres no le hubieran creído cuando intentó hablar con ellos, y que además su hermana se encontrara con una situación de salud delicada en la cual él mismo se culpaba como responsable, a pesar de que ya sabía que no era así. Tenía un montón de cosas pasando a su alrededor, además de que su novia le hubiera dejado, por razones justas.

—Voy a respetar tu espacio, Adam. Prometo que me iré pronto. Pero solo vine a recordarte que a pesar de todo lo que ha pasado entre nosotros, eres una persona que me importa, y quiero que puedas estar bien. Como te dije, tú no atacaste a tu hermana. De hecho, tú la salvaste. Estar lejos de ella probablemente hará que se sienta triste.

—Ella me vio transformar—susurró Adam en voz baja. Entonces entendí un poco mejor su miedo—, ella me ha dicho que lo recuerda.

—¿Y cómo reaccionó?

—¿Y cómo reaccionó? —pregunté, intentando mantener la calma.

—Estaba asustada. Quiso que me fuera de la sala del hospital. No he regresado desde entonces...

—¿Y tus padres? —insistí.

—Les dije que me quedaría un tiempo con Leo. Ellos dijeron que estaba bien.

Sabía lo importante que era la relación de Adam con su hermana Sophia. Se cuidaban mutuamente, eran inseparables. La situación debía de ser devastadora para él.

—Cuando descubrí todo este mundo sobrenatural, también sentí mucho miedo al principio. Quizá Sophia solo necesita tiempo para procesarlo, Adam. —Mi voz era suave, buscando darle un poco de esperanza.

—Lo sé...—la voz de Adam seguía siendo apenas un murmullo inaudible. Entonces reveló su rostro de entre la manta, manteniéndola a su alrededor como una capa—. Es solo que todo ha sido demasiado. Siento que todo lo que he hecho está mal, y que solo he lastimado a las personas que más me importan.

Me dirigió una mirada, que sabía perfectamente a lo que se refería.

—El hecho de que estés aquí, Abby, intentando animarme a pesar de todo el daño que te hice, solo me recuerda la terrible persona que soy.

Ambos guardamos silencio unos segundos procesando todo lo que habíamos dicho. De pronto, Adam se levantó y se acercó a buscar un vaso de agua. Me ofreció uno y lo recibí.

—Gracias por venir, Abby. Eres maravillosa. En serio lo siento mucho.

Esas últimas palabras me destrozaron más de lo que jamás habría imaginado. Contuve las lágrimas y asentí, tomando un gran sorbo de agua para calmarme.

—Creo que ya llegaron por ti —dijo de repente.

Confundida, lo seguí hasta la puerta del apartamento. Cuando la abrió, vi a Hunter. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top