Capítulo 35: Desrealización
Estaba siendo perseguida por algo que no podía ver, pero sí escuchar. El sonido era aterrador, inhumano, y se sentía cada vez más cerca. Corría con todas mis fuerzas, aunque parecía que mis piernas no respondían como deberían. La adrenalina no bastaba para impulsarme más rápido.
Cuando caí, mis rodillas golpearon el suelo con fuerza, raspándome. Intenté levantarme, pero era como si una fuerza invisible me aplastara contra el suelo. La desesperación me invadió por completo, y traté de gritar. Quería pedir ayuda, pero mi voz simplemente no salía, como si el miedo hubiera robado mis cuerdas vocales. Entonces sentí unas manos que me sujetaron con fuerza, atrapando mis muñecas, y un terror absoluto se apoderó de mí. Estaba indefensa. En ese momento, supe que podía morir.
Entonces, abrí los ojos.
—Ya has despertado. Tranquila. Estoy aquí.
El aire aún no llegaba bien a mis pulmones, y mi corazón latía con violencia. Mi habitación estaba a oscuras, pero la tenue luz de la lámpara sobre la mesita iluminaba lo suficiente para que pudiera ver. Hunter estaba arrodillado junto a la cama, sujetando mis muñecas con firmeza. Sus ojos rojos brillaban en la penumbra, observándome con intensidad.
—¿Fue una pesadilla? —pregunté con voz ronca, como si los gritos de mi sueño hubieran sido reales.
Hunter me soltó lentamente, suspirando aliviado. Aún parecía preocupado.
—Estabas gritando, Abigail. Parecía que luchabas contra algo.
Mis ojos recorrieron rápidamente la habitación, buscando cualquier cosa que no estuviera en su lugar. Cuando miré hacia la puerta, la vi abierta. Mi padre estaba allí, a medio entrar, su mano aún posada sobre el pomo, pero no se movía. Estaba congelado, como si alguien lo hubiera pausado en el tiempo.
—Abigail, ¿ha ocurrido algo? —preguntó Hunter, con tono serio y cargado de preocupación.
Asentí, pero antes de responder, había algo que necesitaba confirmar.
—Has detenido el tiempo, ¿no es así?
—Tu padre fue rápido al venir cuando gritaste, así que no me quedó opción.
Volví a asentir. Me sentía extrañamente lenta, como si aún estuviera atrapada en el eco del sueño.
—Por favor, Abigail, dime qué es lo que ha ocurrido.
Respiré hondo, tratando de ordenar mis pensamientos.
—Descubrí que mi madre está viva, Hunter. Solo que aún no sé dónde está ni por qué jamás intentó volver a acercarse a mí. Necesito hablar con mi hermano cuanto antes. Y, además, armando el rompecabezas creo que he deducido que probablemente ese demonio que me acecha me ha estado acompañando casi toda la vida...
—¿Ha vuelto a aparecer?
Negué con la cabeza.
—Te contaré más después de hablar con mi hermano. Ahora solo necesito respuestas.
Intenté levantarme de la cama, pero apenas puse un pie en el suelo, sentí un mareo intenso y mis piernas flaquearon. Hunter reaccionó rápido, sujetándome antes de que pudiera caer.
—No parece que estés bien ahora —dijo con suavidad, pero firme—. Entiendo que quieras resolver esto, pero son las cuatro de la madrugada, y el tiempo está detenido.
Me dejé caer de nuevo en la cama con frustración, sintiendo que el peso de todo me estaba aplastando. Sin darme cuenta, los brazos de Hunter me rodearon, y escondí mi rostro en su pecho. Me sostuvo con fuerza, como si quisiera protegerme de todo.
No lloré descontroladamente, pero las lágrimas comenzaron a caer en silencio. Después de unos momentos, me giré para mirar a mi padre, quien seguía congelado en la puerta.
—Es realmente incómodo que mi papá nos esté mirando —murmuré, intentando aliviar la tensión.
—No creo que le importe —respondió Hunter con una sonrisa torcida—. ¿Qué dice, señor papá de Abby? ¿Qué quiere que bese a su hija?
—Estoy segura de que mi padre jamás diría algo como eso.
—Espera, está diciendo algo más... —Hunter fingió escuchar atentamente algo inaudible—. Hmm, ya veo. Ha dicho que quiere nietos.
—Ya veo que tú no pierdes el tiempo, Hunter...—repliqué con una mezcla de burla y cansancio—. Ahora entiendo cómo es que tienes cinco hijos.
Hunter hizo un gesto incómodo, luciendo genuinamente nervioso.
—No es algo de lo que me enorgullezca. Y quiero explicártelo, pero en un mejor momento. No con tu padre presente.
—¡Ah! Pero querías besarme con mi padre presente. Qué conveniente, ¿no?
—Ahora que sé que estás bien, regresaré el tiempo a la normalidad. ¿Puedo acompañarte mañana a lo de tu hermano?
Era un gesto dulce, pero sabiendo cómo era Christian, prefería evitar ese encuentro lo máximo posible.
—Lo agradezco, Hunter, pero tengo otra cosa en mente para eso.
Nos separamos, y Hunter, como siempre, hizo una salida dramática. Con un salto ágil, desapareció por la ventana, dando la impresión de un suicidio para cualquiera que lo viera. Me recosté de nuevo en la cama, esperando que volviera a poner en marcha el tiempo.
—¡¿Qué pasó?! —El grito de mi padre resonó en mis oídos tan pronto todo volvió a moverse.
—Nada... —respondí, aún aturdida—. Tuve una pesadilla.
—¿Una pesadilla? —repitió, relajándose al instante—. Entonces... ¿todo bien?
—Sí.
—Con esos gritos despertaste a todo el vecindario. Yo ya me imaginaba lo peor.
—Estoy bien, tranquilo, papá.
Sonrió y se acercó para darme un beso en la frente antes de pasar una mano por su cabello despeinado.
Le hablé a Christian. Mañana no irás a clases. Él pasará a buscarte para desayunar juntos y hablar.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
La cafetería a las afueras del pueblo era una elección peculiar, aunque no inesperada, viniendo de Chris. Habíamos tardado un buen rato en llegar, y sospechaba que él había elegido ese lugar remoto a propósito, como si necesitara más tiempo para reunir el valor para lo que estaba a punto de decir.
El lugar era pequeño, con un encanto hogareño y un toque vintage en cada rincón. Las paredes estaban decoradas con estanterías de madera desgastada llenas de teteras de porcelana antigua, tarros de especias y fotografías en sepia. Las mesas, todas diferentes, parecían haber sido rescatadas de algún mercado de antigüedades, y los manteles bordados a mano le daban un aire cálido. Había un aroma predominante a café, probablemente porque era su especialidad, y un estante al fondo exhibía tartas de frutas perfectamente glaseadas, como si salieran de un libro de cocina de otro siglo.
Yo no había querido pedir más que un moka, pero Chris, ordenó un desayuno completo: huevos revueltos, tostadas, salchichas, fruta y, por supuesto, una porción de aquella tarta que parecía irresistible. Sin embargo, no tocó nada de la comida al principio. Estaba serio, mucho más de lo que lo había visto en mucho tiempo, y eso me puso nerviosa.
—Me siento mal por todo lo que está pasando, Abby —comenzó, rompiendo finalmente el silencio mientras jugaba con el borde de su taza de café—.Ahora soy un adulto, aunque me cuesta creerlo todavía...
Sonrió débilmente, como si intentara aligerar el ambiente, pero no funcionó.
—Así que debo asumir mi responsabilidad en todo esto. Sin importar qué.
Lo miré fijamente, intentando descifrar sus palabras.
—Sobre lo que papá te dijo, hay detalles dolorosos en los que no voy a ahondar. Cuando era niño... —hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar—. Cuando era niño, deseaba poder olvidarlo todo, tal como lo hiciste tú. Es tonto, lo siento.
Sus dedos tamborilearon contra la mesa, y sus ojos bajaron hacia la taza como si buscara el valor para lo que venía después.
—Nuestra madre vive en Alemania desde hace tres años. Ella sabe de ti. Lo ha sabido a través de mí todo este tiempo. Pero, con el paso de los años, nuestro contacto se volvió... menos frecuente.
Mis cejas se alzaron de inmediato, sorprendida.
—Hace dos años, en Navidad... Tú viajaste a Alemania con tu novia de ese entonces. ¿Fue por eso?
Chris asintió sin mirarme, y la confirmación me dejó sin aire. Esa Navidad había sido horrible sin él.
—Así como pasó contigo, nuestra madre tuvo muchas complicaciones de salud después de todo lo que ocurrió. Cuando estuvo mejor, surgieron más problemas entre ella y papá... Tú estabas mal, y creo que llegaron a un acuerdo. Decidieron dejarlo así.
Vi cómo apretaba los puños mientras decía esas palabras. Estaba claro que no estaba de acuerdo con esa decisión.
—Traté muchas veces de convencerlos de que te dijeran la verdad —continuó—. ¿Cómo lo descubriste?
Bajé la mirada hacia mi taza, recordando cómo había sucedido.
—Encontré unas fotografías de cuando era pequeña. Mamá aparece en ellas.
Saqué una de las fotografías de mi bolso y se la pasé.
—Esta es una de las que guardé —confesó él después de unos segundos, mientras la observaba con cuidado—. Pensé que las había perdido...
—Las encontré en casa de Mathew, aquella vez que me pediste ayuda.
—Ya veo... debí olvidarlas allí.
El silencio cayó entre nosotros por un momento, cargado de emociones. Me armé de valor para preguntar lo que más me importaba.
—¿Mi madre tiene algún interés en saber de mí?
Chris levantó la vista, su expresión era de absoluta certeza.
—Por supuesto que lo tiene. Apenas le dije que ya sabías la verdad, quiso comunicarse contigo de inmediato. Pero aún no le he dado tu número. Primero quería hablar contigo sobre esto, saber qué piensas, qué sientes y qué quieres hacer.
Me quedé mirando la fotografía sobre la mesa, como si al observarla pudiera encontrar respuestas a preguntas que ni siquiera sabía cómo formular. Por supuesto que quería respuestas. Quería que cada hueco en mi mente se llenara, que no quedara espacio para la duda. Pero, al mismo tiempo, había una sensación desconcertante de vacío en mi pecho, una incapacidad para procesar todo lo que estaba ocurriendo.
—¿Qué es lo que sientes, hermanita? —preguntó Chris, con una voz cargada de preocupación—. Con todo esto...
Mis ojos se alzaron hacia los suyos, buscando en su mirada alguna pista de lo que se suponía que debía sentir.
—No lo sé —admití finalmente, con una voz apenas audible—. Siento que me cuesta mucho sentir ahora mismo. No sé si estoy enojada. Pienso que debería estarlo, pero no estoy segura de si eso es lo que realmente siento.
Chris asintió despacio, sus labios formaron una línea tensa.
—Creo que es normal que te sientas así. La situación es difícil, Abby. Lo lamento.
Me quedé en silencio, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. Era extraño no sentir nada. El vacío no era liberador; era más bien como un eco en una habitación vacía, donde la ausencia de emoción parecía pesar más que cualquier sentimiento tangible. Me pregunté si mi corazón estaba adormecido por el shock o si se estaba protegiendo de algo más doloroso que aún no entendía. ¿Cómo procesar algo tan grande cuando te sientes tan pequeña?
Después de un rato, le pedí a Chris el contacto de mi madre. Su nombre era Violetta. Escribirlo en mi teléfono y ver su foto junto a su número fue más difícil de lo que esperaba. Mis manos temblaron mientras guardaba el contacto, y mi pecho se llenó de una presión incómoda, como si el simple acto de añadirla a mi vida digital rompiera una barrera invisible que había estado ahí desde siempre.
—¿Te parece bien si pasamos el resto del día juntos? —preguntó Chris con suavidad—. O, si prefieres, puedo llevarte a casa para que descanses.
Sabía que no quería dejarme sola. Seguramente se había pedido el día libre en el trabajo, planeando estar conmigo tanto tiempo como fuera necesario. Aunque no me apetecía mucho pasear ni hablar, sabía que él lo necesitaba tanto como yo.
—Está bien, podemos pasar el día juntos —acepté, intentando sonreírle un poco.
Fuimos al cine. Los estímulos visuales y el sonido envolvente lograron lo que parecía imposible: abstraerme de mis pensamientos. Durante esas dos horas, el peso de las revelaciones quedó en suspenso.
Al terminar el día, algo en mí había comenzado a desbloquearse. Volvía a sentir, aunque no era del todo claro qué. Lo único que sabía con certeza era que estaba agotada, como si llevara días enteros sin dormir.
Llegué a casa alrededor de las cinco de la tarde. Saludé brevemente a mi padre antes de encerrarme en mi habitación y dejar que el sueño me arrastrara. Esa noche dormí profundamente, sin sueños, como si mi mente necesitara un descanso completo para reorganizarse después de todo lo que había ocurrido. Cuando desperté a la mañana siguiente, el mundo seguía ahí, esperando a que enfrentara lo que venía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top