Capítulo 28: Mírame a los ojos
Derek había prometido que no pasaría más de cinco minutos sola hasta que Hunter llegara. Pero ya habían pasado horas, y yo, resignada, me había puesto la pijama. Esta vez elegí algo más apropiado: un conjunto de seda rosa marfil, con un top de tirantes finos y pantalones cortos, lo suficientemente coqueto como para sentirme bonita, pero no tan atrevido como para parecer que lo hacía a propósito. ¿Por qué? No lo sé. O quizá, simplemente, no quería reconocerlo.
Apagué las luces, me acosté y me acurruqué entre las sábanas, dispuesta a dormir. Estaba a punto de conseguirlo cuando un ruido en la oscuridad me puso en alerta. Abrí los ojos de golpe, sentándome de inmediato.
Con el corazón latiéndome en los oídos, me levanté de la cama. La brillante idea de caminar en la penumbra no parecía la mejor, pero algo me empujó a investigar. A pesar de conocer mi cuarto de memoria, algo en el ambiente se sentía extraño. Avancé a tientas, buscando la lámpara de pie, pero tropecé con algo, y antes de caer conseguí aferrarme a... algo más.
Un sonido gutural de dolor rompió el silencio.
Mi primer impulso fue gritar, y lo hice. Encendí la lámpara lo más rápido que pude, y ahí estaba Hunter, doblado ligeramente y sosteniéndose con ambas manos en su zona más vulnerable.
—¡¿Qué demonios haces aquí?! —le grité, mitad asustada, mitad furiosa.
Él me miró con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. —¿Qué demonios haces tú? —replicó, con una mezcla de dolor e indignación.
Entonces lo entendí. ¡Oh, por Dios! Mis mejillas se encendieron al comprender lo que había pasado. En mi desesperación, al tropezar, lo había sujetado allí, justo allí.
—¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! —dije atropelladamente, con una mezcla de vergüenza y pánico.
Hunter respiró hondo, tratando de recomponerse, y me lanzó una mirada severa.
—No importa... ya estoy bien.
Claro que no estaba bien. Cualquier hombre estaría sufriendo en su lugar. Por alguna razón, mi cerebro decidió enfocarse en algo curioso: ¿Los vampiros sienten dolor como los humanos en esa zona?
—¿Estabas durmiendo? —preguntó él, como si nada, después de recuperar la compostura.
—No del todo... apenas estaba intentándolo.
—Puedo ayudarte con eso —murmuró, dejando escapar una risita que no me gustó nada.
—Absolutamente no —respondí, cruzándome de brazos.
Hunter dio un paso más cerca, con esa maldita sonrisa ladina que me hacía perder el hilo de mis pensamientos.
—Dime algo, Abby... —Se inclinó, quedando peligrosamente cerca de mi rostro—. ¿Te gustan mis ojos?
Fruncí el ceño, sintiéndome cada vez más nerviosa.
—¿Y eso a qué viene?
—Solo míralos... y dime.
—¡No! —protesté, alejándome en la cama para evitar el contacto visual—. ¡Ya sé lo que pretendes! Quieres hipnotizarme para que me duerma, ¿no es así? ¡Pues no lo harás!
Hunter se inclinó más, obligándome a retroceder hasta que terminé de espaldas en la cama. Cubrí mis ojos con los brazos, pero eso no le detuvo. Con su fuerza superior, apartó mis manos con facilidad.
—Sin salida, Abby —se burló, ahora sobre mí, aunque con cuidado de no aplastarme.
Por un instante, pensé en mi epitafio: "Falleció aplastada por un vampiro a los diecisiete años."
—Si cierro los ojos no podrás hacerme nada —murmuré, intentando ignorar cómo mi corazón latía desbocado.
Hunter sonrió, claramente disfrutando de mi nerviosismo.
—No me moveré hasta que los abras.
Sentí su aliento rozar mi cuello, y la idea de que estuviera tentado a morderme de nuevo no me ayudaba a calmarme.
—Estás nerviosa —comentó, divertido—. Tus mejillas están rojas.
—¡Ya basta! —protesté, sintiéndome aún más expuesta.
De repente, algo suave rozó mi mejilla. ¿Eran sus labios? ¡Ese idiota!
—¿Qué estás haciendo? —mascullé.
—Nada...
—Te hace mucha gracia burlarte de mí, ¿verdad?
—¿Por qué lo dices?
—Porque cuando no estás enojado conmigo, te estás burlando. Como ahora. Sabes perfectamente lo que estás haciendo.
Hunter entrecerró los ojos, su tono se volvió más serio.
—Y a ti te encanta sacarme de quicio, ¿no?
—¡Yo no hago eso! —repliqué, ofendida—. Al menos no a propósito...
—Baja la voz, podrías despertar a alguien.
—¡Entonces quítate de encima! —intenté empujarlo, pero fue inútil.
—No me moveré.
Mi paciencia estaba al límite.
—Te lameré un ojo si no te quitas de inmediato.
Él soltó una carcajada.
—¿Y cómo sabrás si es mi ojo? Podrías lamer otra cosa.
—¡Sucio!
—¿Sucio yo? Más bien tú, por lo que sea que estés imaginando.
—¡Quítate!
—Duérmete.
—Duérmete tú.
Hunter bufó, finalmente levantándose de encima de mí. No me fié del todo y mantuve los ojos cerrados unos segundos más.
—Puedes abrirlos —dijo con un tono más serio—. No voy a hacerte nada.
Abrí un ojo lentamente y luego el otro. Él me observaba con algo de frustración.
—Ya me dio sueño —murmuré, volviendo a acomodarme en la cama.
—Eres muy rara —murmuró él.
—Tú tampoco te quedas atrás.
Un silencio incómodo se instaló entre nosotros hasta que hablé de nuevo.
—Hunter, ¿puedo hacerte una pregunta?
—No.
Rodé los ojos.
—Si yo respondiera a una tuya, ¿me responderías?
ㅡPues, siendo así... No.
Solté un bufido frustrado y me acomodé en la cama, sentándome cerca de donde él estaba.
—Vamos, seguro hay algo que quieras preguntarme, ¿no? Cualquier cosa. Te aseguro que mi pregunta no será terrible.
Hunter me miró con una expresión enigmática antes de asentir.
—Bien.
Alcé una ceja, incrédula.
—¿Bien?
—Respondo una pregunta tuya si tú respondes una mía —aclaró.
—Vale, pregunta.
Él inclinó ligeramente la cabeza, con su mirada fija en la mía.
—¿Por qué llorabas la primera vez que te vi?
La pregunta me tomó por sorpresa, y mi expresión lo reflejó.
—¿En serio eso es lo que te da curiosidad?
—Si no quieres responder, no hay problema —replicó con indiferencia—. Yo tampoco responderé a tu pregunta.
—¡¿Qué?! No, no, te diré por qué... —titubeé, buscando las palabras adecuadas—. Esa vez descubrí a Adam con otra chica y... bueno, ya entenderás, no estaban precisamente besándose.
Hunter apretó la mandíbula y murmuró con desdén:
—Lo reafirmo. Es un idiota.
Ignoré su comentario, esforzándome por apartar los recuerdos de aquella escena de mi mente.
—Es... mi turno de preguntar —dije, retomando la conversación.
Hunter asintió, y noté que su actitud parecía menos hosca que hace unos minutos.
—¿Por qué me observas mientras duermo? Eso es muy perturbador, ¿lo sabes, no?
La pregunta estaba cargada de una mezcla de inseguridad y sospecha. Por un lado, intuía la respuesta; por otro, no quería hacerme ilusiones. Sin embargo... creía que esa pregunta podría acorralarlo a que me hablara con más claridad sobre sus sentimientos.
Él me sostuvo la mirada con calma antes de responder.
—Porque eres hermosa, y me gusta hacerlo. Y sí, es perturbador, lo sé.
Y ahí estaban de nuevo: esas malditas pulsaciones alocadas que hacían que mi corazón pareciera querer escaparse de mi pecho.
—Idiota... —murmuré, incapaz de ocultar mi rubor.
—Es cierto, yo también soy bastante idiota —admitió, dejando que una sonrisa ligera curvara sus labios mientras se acercaba con sigilo al extremo de la cama.
Se sentó demasiado cerca, tan cerca que podía sentir su presencia abrumadora a mi lado.
—¿Por qué lo haces, Hunter? —pregunté, con mi voz saliendo casi en un susurro. El nudo en mi garganta apenas me dejaba hablar—. Decídete: o me odias, o me...
—Cierra los ojos —interrumpió.
Aparté la mirada, pero fue inútil. Demasiado tarde. Su mirada atrapó la mía, y sin previo aviso, un profundo sueño me invadió.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top