Capítulo 27: ¿Es Vampira?

Adam apareció frente a mi pupitre justo cuando estaba ordenando mis cosas. El día había llegado a su fin, y como ya era costumbre, él estaba allí para irnos juntos a casa.

—Adivina qué —dijo con una sonrisa.

Lo miré sin mucho entusiasmo. No tenía fuerzas para intentar adivinar nada. Había pasado todo el día desanimada por una sola razón: el rechazo de Hunter.

Si bien mi confesión no había sido tan explicita, sí fue lo suficientemente poco sutil para que entendiera que me gusta. Aun así, él solo me ignoró por el resto de la noche, hasta que me dormí.

—¿Qué cosa? —pregunté, dejando claro que no tenía intenciones de jugar a adivinar.

Adam no se dio por vencido, parecía bastante divertido.

—Vamos, adivina.

Antes de que pudiera decir algo, Fei intervino desde su asiento con un tono sorprendentemente animado:

—¡Oh, ya sé! ¿Te decidiste a enlistarte en la marina y te marchas, verdad?

La fulminé con la mirada por su comentario pesado. Adam, en cambio, parecía inmune a las bromas de Fei, seguramente porque ya estaba acostumbrado a ellas.

—Pues... —Adam se aclaró la garganta, mostrando un poco de timidez— En realidad, pensaba invitarte a comer.

Sentí un nudo en el estómago. No sabía cómo rechazarlo sin sonar grosera, pero la verdad era que no tenía ánimos para nada. Sólo quería llegar a casa, tirarme en la cama y quedarme en modo zombi todo el día.

—Abby no puede —interrumpió Fei con firmeza—. Esta mañana me prometió que iríamos de compras después de clases. ¿Ya lo olvidaste?

Recordé el compromiso al instante... bueno, después de que Fei me lo recordara.

—Eh, sí, lo siento, Adam. Voy a salir con Fei.

Él sonrió, pero noté que su gesto era un poco forzado.

—No pasa nada, podemos ir otro día.

Asentí y comencé a caminar hacia la puerta con Fei, pero Adam me detuvo tomándome del brazo. Me giré sorprendida, perdiendo de vista a Fei.

—¿Qué pasa? —pregunté, esperando que me soltara.

—¿Quieres que te vigile mientras estés con Fei? —sugirió.

Definitivamente esa no me parecía una buena idea, además, ya empezaba a sentirme como todo un estorbo; los días pasaban y los chicos seguían cuidándome y ningún demonio aparecía, quizás jamás volvería. Me sentía realmente mal por ocupar el tiempo de Adam y Derek.

—No, prefiero que no.

—¿Estás segura? ¿Y si el demonio vuelve a aparecer?

—No lo hará. Lleva días sin dar señales. Además, estaré con Fei, y por la noche estará Derek.

—Espero que sea él y no el otro idiota.

Reí sin ganas. La verdad, yo también lo esperaba.

—Ya me voy, Adam. Fei me está esperando.

Él me soltó, y se despidió con un gesto tranquilo.

—Adiós, Abby.

Salí del aula y me reuní con Fei, que me esperaba junto a los casilleros con cara de pocos amigos.

—¿Cuándo vas a mandarlo a volar? —preguntó refunfuñando mientras empezábamos a caminar hacia la salida.

—¿De qué hablas? Adam y yo no somos nada.

—Mentira. Se nota a kilómetros que él todavía tiene esperanzas.

—No es así...

—No te engañes. Además, hay chicos mejores que él. Mira, ¿qué tal el chico del afro que siempre te guiña el ojo? No será el más lindo, pero parece tierno.

—¿¡Max!? —exclamé, horrorizada— A mí no me gusta Max.

Fei se encogió de hombros con indiferencia.

—Bueno, sólo decía. Tampoco es para que te pongas así.

—Olvidemos esto. ¿Qué tienes que comprar?

—Estiércol de cabra.

Una pequeña risa escapó de mis labios.

—Ya, ¿en serio?

—Sí, en serio. Necesito abono para unas plantas que Aruna y yo vamos a...

Se detuvo de golpe y señaló algo detrás de mí. Me giré para ver qué era.

—¿Y ese quién es?

Derek.

Me estaba haciendo señas desde la distancia, apoyado contra un árbol frente a la escuela. Lo que me llamó la atención de inmediato fueron sus ojos... ¡brillaban y tenían colores! ¿Cómo podía ser tan imprudente de mostrarse así en público?

—Es un amigo. Espérame aquí —le dije a Fei con tono firme.

Me acerqué rápidamente a Derek, que sonreía de oreja a oreja mientras sacaba unas gafas oscuras. Claro, ahora se le ocurría cubrirse los ojos, cuando ya varios estudiantes lo habían notado.

—Hola, Derek.

—¿Y bien? —me recibió con su típica sonrisa traviesa.

—¿Disculpa?

—Sabes a lo que me refiero. No por nada fingí mi cambio de humor anoche.

Puse los brazos fingiendo que era una jarra molesta.

—Ah, así que fue por eso.

—Exacto, nena. Ahora cuéntamelo todo. ¿Hicieron las paces? ¿Hubo algo de acción de por medio?

Rodé los ojos. Derek parecía disfrutar demasiado entremetiéndose conmigo y con Hunter.

—A mí lo que me parece que ocurrió es que él me rechazó.

Su sonrisa desapareció al instante.

—¿Cómo dices?

—Exactamente lo que oíste.

Bufó, claramente molesto.

—¿Qué acaso Hunter, además de idiota, es masoquista?

Intenté alejarme, pero me sujetó por la ropa y me acercó demasiado a él.

—Espera. No te vayas aún. Tu amiga... la asiática.

—¿Qué pasa con Fei?

Derek bajó la voz, casi murmurando.

—¿Es vampira?

—¿Vampira? —repetí con expresión confusa. Sacudí la cabeza, queriendo acabar con la idea cuanto antes—. No, ella no lo es

Pero Derek no parecía convencido.

—¿Estás segura? —insistió, con los ojos clavados en los míos.

—Sí, muy segura, y Derek, suéltame, por favor. Me estás haciendo daño —pedí, intentando liberarme de su agarre.

—Perdona —respondió de inmediato, soltándome—. No quería que ella escuchara.

Levanté ambas cejas, incrédula ante su argumento.

—¿Cómo esperas que nos oiga si está en la cuadra de enfrente? —inquirí, señalando con la cabeza hacia donde estaba Fei, claramente distraída mirando su teléfono.

—Ya te lo dije —repitió él, imperturbable—. Ella parece ser vampira.

Rodé los ojos, exasperada.

—La conozco bien, Derek. Es solo una chica. Linda, dulce y perfectamente normal.

—Pero su sangre no huele a humana —replicó. —Es extraño... Algo raro tiene esa chica

—Oye, "la chica" me está esperando —le recordé, apuntando hacia Fei—. Y seguro se le hará raro después de la manera en que me agarraste.

—Ah, perdón por eso —dijo con una sonrisa que intentaba ser inocente, aunque no le quedaba—. Pero ¿segura de que no es vampira?

Lo fulminé con la mirada.

—Absoluta y completamente segura —afirmé, pronunciando cada palabra con énfasis.

—Hmm... No me quedo tranquilo. Las estaré vigilando —sentenció, como si eso fuera lo más lógico del mundo.

—Oh, por favor... —murmuré, dejando caer los hombros—. Derek...

—¿Qué? —respondió, simulando incredulidad—. Tengo que estar seguro.

—La conozco desde hace años y... —mi voz se cortó al notar que él no me prestaba atención. Estaba mirando fijamente en dirección a Fei, como si quisiera atravesarla con la mirada—. ¿¡Qué rayos haces!? —lo reprendí, poniéndome frente a él—. ¡No la mires así! La vas a asustar.

Finalmente, enfocó sus ojos en mí y pronunció con firmeza:

—Es el collar.

Fruncí el ceño.

—¿El collar? —repetí, confundida.

—Pregúntale por el collar. Ve ahora... Yo estaré vigilándolas.

Y sin decir más, Derek se giró y se alejó con pasos largos, dejándome completamente desconcertada. Después de un suspiro pesado, regresé con Fei.

—¿Qué clase de "amigo" es él? —preguntó ella al verme llegar.

—No preguntes... Es solo un amigo —respondí, queriendo evitar cualquier conversación al respecto.

—¿Y su nombre es...?

Tomé aire, sabiendo que tenía que improvisar algo.

—Juan... —dije, con una seguridad que no sentía—. Se llama Juan.

—Ah... Yo le veía más cara de Pedro.

—Oh, es que Pedro es su segundo nombre —respondí rápidamente, agradeciendo que mi cerebro aún funcionara para inventar excusas.

Fei rió, lo cual me alivió un poco. Aunque algo me decía que no creía ni una palabra de lo que acababa de decir, decidió no insistir.

—Oye, ¿y ese collar? —pregunté con aparente curiosidad, recordando lo que Derek había mencionado.

Fei se detuvo, alzando una ceja, pero finalmente se encogió de hombros.

—¿Esto? —dijo, deslizándose la bufanda para mostrar el pequeño collar que llevaba escondido—. Me lo regaló Aruna anoche. No sé para qué sirve. Estaba algo apurado cuando me lo dio... No es muy bonito, pero si él me lo dio será por algo.

La observé detenidamente mientras hablaba. El collar era simple. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero esperaba que esta respuesta le sirviera a Derek porque, para mí, no tenía el más mínimo sentido.

Aproveché la invitación de Fei para visitar a Aruna y, de paso, consultarle si sabía algo sobre fantasmas y demonios. Tratándose de alguien tan excéntrico como él, asumí que tendría alguna respuesta interesante. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula cuando respondió que no trataba ese tipo de temas y que, si me preocupaba, lo mejor sería visitar a un terapeuta.

—Con que Juan... —dijo Derek de repente, interrumpiendo mis pensamientos.

Suspiré. —Lo siento, pero no quiero que ella sepa nada de ustedes... Ni siquiera sus verdaderos nombres.

Derek hizo una mueca exageradamente dramática. —¿Acaso te avergüenzas de nosotros?

—Claro que no. Solo que... pienso que es mejor así. Además, es su vida. No puedo ir por ahí contándole a todo el mundo lo que ustedes son.

Derek asintió, adoptando un tono más serio. —Lo entiendo, y está bien que lo pienses de esa manera.

—Gracias —dije, aunque aún me sentía algo pensativa al respecto—. Oye... ¿y qué pasa con lo del collar?

—Pues tenías razón: ella no es vampira —aseguró, con convicción—. Pero ese collar que lleva la hace parecer como si lo fuera.

—¿Cómo es posible? —pregunté, frunciendo el ceño.

—Es un viejo truco de brujería o algo así... No sé mucho, pero recuerdo que el padre de Hunter me habló de eso en una ocasión.

—¿Y por qué Fei tendría un collar así? ¿Con qué propósito?

—Por algo ese chico se lo habrá dado. Él sabe algo... Estoy seguro —dijo, entrecerrando los ojos como si estuviera resolviendo un rompecabezas invisible.

—¿Piensas averiguarlo?

—Por supuesto, pero no ahora —respondió, sonriendo de forma amplia—. Por cierto, ¿cómo te encuentras, Abby?

—Estoy bien —mentí.

Derek chasqueó la lengua, notando de inmediato mi intento de engañarlo.

—No puedes mentirme cuando se trata de sentimientos —dijo con tono firme.

Resoplé y, tras un momento de duda, decidí confesar. —Hunter no me lo está haciendo nada fácil...

—Ese idiota solo consigue que me den cambios de humor —gruñó Derek, cruzándose de brazos con fastidio.

—¿Es en serio, Derek? —pregunté, preocupada. Sabía que tenía problemas con su temperamento, aunque solo lo había visto perder el control una vez, la primera vez que nos conocimos.

—Un poco —admitió, encogiéndose de hombros—. Me irrita bastante.

—Parece que te tomas demasiado personal esto de ser nuestro cupido. Deberías buscar otro trabajo, Derek, uno más rentable —bromeé, intentando aliviar la tensión.

—Me niego a retirarme —respondió con una sonrisa de superioridad—. Mis casos siempre son exitosos, nena. Solo ten paciencia y verás.

Lo miré con una mezcla de incredulidad y resignación. —¿Y ahora qué piensas hacer?

—Hoy fingiré de nuevo un cambio de humor —anunció con un tono casi divertido—. Así que prepárate para pasar la noche con el idiota de Hunter.

Rodé los ojos, dejando escapar un suspiro. Aquella noche prometía ser larga.

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