Capítulo 24: ¿Qué nombres le pondremos a nuestros bebés?
Terminaba otra semana de clases y, para mi fortuna, me encontraba entretenida observando a mis compañeras en pleno plan de "totalmente enamoradas del profesor Matthew". O, siendo más específica, probablemente estaban enamoradas de su trasero, porque eso parecía ser lo único que miraban.
No voy a negar que Matt es guapo, pero no puedo verlo de otra forma que no sea como otro hermano. Pensar en él de otro modo sería como... no sé, incestuoso, y no, gracias.
El día, sorprendentemente, había pasado volando. De milagro Adam no había intentado hablar conmigo, lo cual era un alivio considerando que en los días anteriores no dejaba de enviarme mensajes e insinuar encuentros "casuales". Lo mejor para nosotros era mantener distancia, al menos por un tiempo. Nuestra última conversación había sido la aclaración de lo que había ocurrido con Sophia, quien había por fin abierto los despertado. Estaba muy feliz por él, pero seguía siendo mejor mantenernos físicamente lejos.
Más tarde, caminaba distraída por los pasillos cuando choqué de lleno con Max.
—Lo siento, no te vi —dijo él, mostrándose amable mientras me sujetaba por los brazos para que ninguno de los dos perdiera el equilibrio.
—Oh, tranquilo, fue mi culpa —admití. Era cierto, iba completamente distraída.
Max sonrió de forma encantadora, aunque algo nerviosa, y soltó de repente:
—Hey, eres muy linda.
Solté una risa, no pude evitarlo.
—¿Qué dices?
—Pues que cómo te llamas... Estoy soltero y buscando novia desesperadamente. ¿Te apuntas?
Lo miré con las cejas alzadas, tratando de descifrar si bromeaba.
—¿Disculpa...?
Max suspiró, llevándose una mano a la nuca, riéndose incómodo.
—Sabía que esto no iba a funcionar... —luego extendió la mano, como si intentara formalizar el encuentro—. Me llamo Max, por cierto. Quizás empezamos con el pie izquierdo. Ahora, ¿tu nombre es...?
—Soy Abby. ¿De verdad no lo recuerdas, o solo estás jugando?
Él pareció reflexionar un momento, como si estuviera repasando algo en su mente.
—¿Abby? ¿De Abigail, no? Te llamaré "A".
—¿A?
Se cruzó de brazos y me observó detenidamente, frunciendo el ceño como si estuviera decidiendo el destino del mundo.
—Hmm, no. Mejor Abb. "A" es demasiado corto.
Rodé los ojos, mordiendo mi labio con impaciencia. Su broma no me hacía la menor gracia.
—Y dime, ¿has visto a Hunter?
Max parpadeó, confundido, y en lugar de responder, se rascó la nuca.
—¿Max? —insistí.
—Ah... La verdad no tengo ni la menor idea de qué hablas.
Mi entrecejo se frunció mientras lo miraba seria. Su incomodidad era evidente, y juraría que incluso tembló un poco bajo mi mirada.
—¿Qué ocurrió con Hunter?
—¿Qué Hunter?
—El Hunter que tú y yo conocemos.
—¿Hunter Pérez?
—¡No!
—¿Moreno?
—¡Reynolds!
Max me observó como si acabara de hablarle en otro idioma.
—No sé quién es...
Mis sospechas se intensificaron al instante. Debía estar bromeando, pero su expresión no mostraba señales de mentira. Max no era el mejor actor, eso seguro. Poco a poco empecé a darme cuenta de que hablaba con sinceridad. Algo había hecho Hunter.
—Quizás te confundiste de persona —comentó Max, ahora con tono amigable—. Pero bueno, a cualquiera le pasa. Ya me tengo que ir, así que... fue un gusto conocerte, Abb.
Me quedé estática mientras lo veía alejarse, desapareciendo entre el bullicio del pasillo. Mi mente empezó a trabajar a toda máquina, imaginando las peores y más descabelladas teorías, como de costumbre. Tenía que averiguar qué estaba pasando.
Sin pensarlo demasiado, me dirigí hacia los árboles. Recordaba perfectamente el camino a ese lugar, esa pequeña cabaña que ya no guardaba ningún misterio para mí.
Cuando llegué, lo primero que noté fue que la puerta de entrada estaba entreabierta. Algo no andaba bien.
Dentro, el lugar estaba casi vacío. Faltaban muchos muebles, demasiados. La cabaña, que solía estar llena de vida, ahora parecía un cascarón abandonado.
Mi corazón se hundió. No podía ser.
Ellos no estaban allí. Definitivamente se habían marchado.
Pero, ¿por qué?
¿Por qué no me lo dijeron?
Mi mente buscaba respuestas, pero todo lo que encontraba eran más preguntas. ¿Por qué Max no recordaba a Hunter? ¿Qué había hecho él para desaparecer así, como si nunca hubiera existido? ¿Y por qué yo todavía lo recordaba? Al menos había tenido la suficiente decencia como para mantener nuestro acuerdo.
Paseé por la cabaña vacía, como si de alguna manera los objetos fueran a aparecer mágicamente. Pero no lo hicieron. Nada cambió.
Una oleada de emociones me golpeó de repente: furia, tristeza, frustración, dolor. Me sentía traicionada. ¿Cómo habían podido hacerme esto? Hunter, Zac, Derek... todos se habían ido sin siquiera decir adiós.
Cerré los ojos un momento, tratando de calmarme.
Después de eso, insistí en visitar la cabaña cada tarde al salir de la escuela. Nueve intentos fallidos ya acumulaba, y aunque sabía que el décimo no cambiaría nada, igual fui.
Y claro, no me equivoqué. Una vez más, allí estaba: sola en esa cabaña vacía. Esta vez, sin embargo, no perdí demasiado tiempo. ¿Qué ganaba quedándome allí? Nada. Salí con firmeza, asegurándome de cerrar la puerta completamente, no a medias como las otras veces. Era un acto simbólico.
—¡Alto ahí!
Estaba a unos pasos de llegar a la escuela cuando una voz masculina irrumpió el silencio.
Levanté la vista de inmediato. No había duda; lo reconocí enseguida. Aunque, por su mirada desconcertada, él a mí no. Claro, con la cantidad de ropa que llevaba encima para protegerme del frío, no era fácil identificarme. Todo quedó más claro cuando me quité el gorro y la bufanda, acercándome lo suficiente.
—Matt, soy yo.
Matthew ladeó la cabeza, aún evaluándome como si no estuviera completamente convencido.
—Pues eso veo... —dijo al fin, aunque todavía parecía algo desconcertado—. ¿Qué haces aquí?
Metí ambas manos en los bolsillos de mi abrigo y me balanceé sobre las puntas de los pies.
—¿Qué haces tú aquí?
—Pues... me agrada pasar tiempo en este lugar —respondió con una media sonrisa—. Además, nadie puede decirme nada si me pongo a fumar por aquí.
—¿Lo dices en serio?
—Yo jamás te he mentido. —Eso era cierto, al menos hasta donde sabía. Después de un breve silencio, agregó—: Ahora dime tú, ¿qué haces aquí?
—Nada... también me gusta pasar tiempo acá —mentí, con una seguridad que me sorprendió. No era el mejor argumento, pero sirvió.
—De acuerdo —aceptó encogiéndose de hombros—. Yo ya iba de camino a casa, pero... ¿te invito a un chocolate caliente? Luces como si estuvieras congelándote.
—Es que hace demasiado frío...
—Perfecto, entonces vamos. De paso te llevo a tu casa después.
Matt comenzó a caminar un poco por delante de mí. Había algo curioso en la idea de que él frecuentara el bosque. ¿Desde cuándo lo hacía? Pero no era mi lugar interrogarlo. Si lo hacía, seguramente él terminaría preguntándome cosas a mí también, y prefería evitarlo.
—Detente —ordenó de repente, deteniéndose en seco y sujetándome por el brazo para que no avanzara.
Lo miré con extrañeza, pero él señaló hacia adelante con un gesto sutil.
—Mira allí.
Mis ojos siguieron la dirección de su dedo hasta una sala cerrada. Desde afuera se escuchaban murmullos apagados, apenas distinguibles.
—Shh... guarda silencio —susurró Matt, llevándose un dedo a los labios. Con sigilo, nos deslizamos por fuera del salón, intentando pasar inadvertidos.
A decir verdad, hubiera preferido no enterarme de quiénes estaban allí o qué estaban haciendo. Pero Matt, con su maldito sentido del humor, no pudo resistir la tentación de contármelo más tarde, y no se le ocurrió nada mejor que burlarse acerca de las cochinadas entre la directora y el profesor de física.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
—No puedo creerlo... —musité, todavía asombrada, mientras el auto de Matt avanzaba hacia el café.
—Ni que lo digas, pequeña. La directora es muy bonita y todavía luce joven. ¿Qué le ve a ese viejo? —replicó Matt, con un tono entre burla y sincera incredulidad.
Me encogí de hombros, recostándome cómodamente en el asiento del copiloto. —Pues tampoco está tan mal.
Matt soltó una risita burlona. —Eh, me ofendes. Pero, ¿yo soy más guapo que él, no?
—Por supuesto que sí. ¿Te acuerdas de aquella vez que nos regañó porque pensó que tú y yo teníamos algo? —le recordé, acompañando la frase con una mirada divertida.
—Claro que sí. ¿Y qué se cree él? Si ahora está con una mujer diez o más años menor...
—Exacto, ¿qué se cree, eh? —asentí, siguiéndole el juego.
Matt alzó las cejas, dándole un giro inesperado a la conversación. —¿Sabes? Ahora, solo para fastidiarlo, vamos a empezar una relación.
Una carcajada escapó de mis labios mientras lo miraba divertida. —¿Ah, sí?
—¡Pero claro! —sonrió de esa forma tan coqueta y exagerada que solo él sabía hacer—. Vamos ahora mismo a por tu hermano para darle la maravillosa noticia de nuestro compromiso.
—Estás totalmente demente.
—¡Por favor, pequeña! —insistió, con un tono que rozaba lo teatral—. Será divertido verlo sufrir un poco. Luego podemos decirle que solo era una broma.
Lo miré, entre escéptica y tentada. —¿De verdad lo has propuesto en serio?
—¡Pero claro que sí! —Matt parecía sinceramente entusiasmado.
Solté un suspiro de rendición. —Rayos, de acuerdo... Pero no prometo decir mucho. Sabes que no soy muy buena con eso de las bromas.
—¡Espectacular! Yo me ocupo de todo. Tú únicamente niega o asiente según corresponda.
—Dios, Matt, a veces me parece que soy más madura que tú...
—¿Qué? Claro que no.
—Dime tú qué clase de maestro se va a drogar a escondidas en el bosque detrás de la escuela donde trabaja.
Matt infló el pecho, fingiendo orgullo. —Van dos años así y aún nadie me ha descubierto.
Luego de un rato en el que Matthew no dejó de soltar tonterías, decidió aparcar el auto frente a un puesto de donas. Me compró el vaso de chocolate caliente más grande que vendían y, con eso, se ganó mi amor eterno. Pero no se quedó ahí: también pidió una docena de donas, las cuales desaparecieron mágicamente entre ambos antes de llegar a la casa de Christian. Porque sí, nuestra única intención era fastidiarlo.
Mientras esperábamos a que mi hermano nos abriera la puerta, Matt parecía más emocionado que de costumbre. Era como si planeara algo grande. A él le fascinaba molestar a Christian, tanto como a Christian le encantaba devolverle el favor.
ㅡ¿Le llamaste, verdad? ㅡpregunté, impaciente al notar que tardaba demasiado.
ㅡNo, pero sé que sale del trabajo a las siete ㅡrespondió, mirando su reloj de pulsera.ㅡ Y son cerca de las ocho, así que debe estar aquí.
Finalmente, la puerta se abrió, y apareció mi hermano, despeinado y con una cara que gritaba "acabo de despertarme de una siesta".
ㅡ¿Ustedes? ㅡmurmuró, aún algo adormilado.
ㅡ¡Christian! ㅡexclamó Matthew con un entusiasmo exagerado.
ㅡ¿Cómo estás, hermanito? ㅡlo saludé, intentando sonar tan animada como Matt y forzando una sonrisa.
ㅡAh... bien. No los esperaba, pero pasen.
Una vez dentro, Chris se dejó caer en el sofá como si la visita no existiera. Estaba descalzo y, por alguna razón, me hizo sentir un poquito culpable. Después de todo, Matt y yo estábamos ahí únicamente para molestarlo.
Matthew no perdió el tiempo. Me tomó de la mano y, con un aire teatral, dijo:
ㅡMi querido amigo, Abigail y yo tenemos un anuncio muy importante que hacerte.
Solté un leve suspiro. Aquí vamos, pensé.
ㅡ¿De acuerdo? ¿Qué pasa? ㅡpreguntó Christian con un desinterés que casi me hace reír.
ㅡ¿Se lo dices tú o se lo digo yo? ㅡMatt giró hacia mí, aumentando el dramatismo como si estuviera en una telenovela.
ㅡEh... tú ㅡdije con un tono tan falso que incluso yo lo noté.
Matthew sonrió como si hubiera ganado algo.ㅡBien, entonces... yo se lo diré.
Antes de que pudiera abrir la boca, Christian señaló mi enorme vaso de chocolate caliente.ㅡ¿Me das de eso?
ㅡToma, te lo doy ㅡdije, entregándoselo con facilidad.
Matthew, a mi lado, puso cara de fastidio. Estaba claro que odiaba ser ignorado.
ㅡ¡Christian, esto es serio! ㅡexclamó, intentando recuperar la atención.ㅡ ¡Abby y yo nos vamos a casar!
Christian levantó una ceja, frunciendo ligeramente el ceño, pero no dijo nada. Matt y yo lo miramos expectantes, esperando su reacción.
ㅡYa... en serio. ¿Qué es lo que tienen que decirme? ㅡpreguntó al fin, tomando un sorbo del chocolate.
Yo estaba al borde de soltar la risa por lo mal que iba la broma, pero Matt decidió doblar la apuesta.
ㅡDejé embarazada a tu hermana.
Christian se quedó congelado por un segundo. Luego su rostro se endureció, y el vaso de chocolate explotó en su mano, derramándose por todo el sofá.
ㅡ¿Qué. Tú. Qué? ㅡmurmuró entre dientes, con su voz cargada de peligro.ㅡ Matthews, dime que estás bromeando.
ㅡTe dije que era un tema serio ㅡinsistió Matt, con la cara más seria del mundo.ㅡ Y nos vamos a casar, así que, por favor, danos tu bendición. Tu padre ya lo ha hecho.
Christian se puso de pie de un salto, con los ojos encendidos como brasas.
ㅡ¡Matthew Spencer Leblanc, eres hombre muerto! ¡Qué hay con la ley de no meterse con las hermanas! ¡Es simple: no meterse con las hermanas!
Matthew dio un paso atrás, riendo nervioso.
ㅡEh, no te enojes. Estábamos borrachos, Chris, entiéndelo.
Christian parecía a punto de explotar.
ㅡ¿¡Emborrachaste a mi hermanita!?
ㅡQuizás... ㅡMatt hizo una pausa, fingiendo que lo pensaba.ㅡ O tal vez fue ella quien me emborrachó a mí.
Podía ver cómo Christian inhalaba y exhalaba con dificultad, con sus manos apretadas en puños.
ㅡPe... pe... ¡pero si ella sólo tiene quince años y tú como cuarenta!
ㅡ¡Tengo diecisiete, estúpido! ㅡexclamé, sintiéndome entre ofendida y preocupada por el futuro de Matt.ㅡ Y no es cierto. No estoy embarazada, y tampoco voy a casarme. Sólo era una broma.
Christian se relajó un poco, aunque su mirada seguía desconfiada.
ㅡ¿Segura?
ㅡY se te olvidó aclarar que no tengo cuarenta. ¡Son veinticinco! ¡Veinticinco! ㅡagregó Matt, como si eso fuera lo más importante.
Christian lo miró fijamente antes de suspirar.
ㅡOh... hijo de puta, no vuelvas a hacerme esto. Un poco más y te mataba ㅡconfesó, limpiándose los ojos, que ahora estaban algo acuosos.
De alguna manera, ambos terminaron abrazándose. Me quedé observándolos, notando lo bien que se veían juntos. A veces, me gusta fantasear con que se conviertan en pareja, pero conociendo a estos dos, dudo que eso pase algún día.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
Mientras Matthew conducía de regreso a casa, mi mirada se perdía por la ventanilla. La luna llena colgaba en el cielo como una lámpara brillante, y las estrellas parecían haberse puesto de acuerdo para iluminar las calles en todo su esplendor. Era una noche preciosa, de esas que te obligan a quedarte un rato más mirando al cielo.
ㅡEsposa míaㅡmurmuró Matthew, rompiendo el momento mientras esbozaba una sonrisa juguetona.ㅡ ¿Qué nombres les pondremos a nuestros bebés? Quiero tener ocho.
ㅡBasta con eso...ㅡle regañé, aunque no pude evitar sentirme un poco perturbada por su "confesión".
ㅡPerdona, sólo trataba de animarte.
ㅡ¿Cómo dices? ㅡPregunté, girando mi cabeza hacia él.
Había intentado disimular mi estado de ánimo, pero aparentemente no lo suficiente. O tal vez, y esto era más probable, Matt simplemente me conocía demasiado bien.
ㅡA ver, déjame adivinar... ¿Mucha escuela? ¿Mucho novio? ¿Mucho Wattpad? Pequeña, los excesos no son buenos.
Sonreí amargamente, apenas un segundo.ㅡA ver quién me lo dice...
ㅡBueno, lo admito. Soy la última persona que debería aconsejar sobre los excesos. Pero, hablando en serio, te noto muy rara últimamente. Estás desanimada, más pálida de lo usual... y eso ya es decir mucho.
ㅡEstoy bien, sólo un poquito cansada, nada más. ㅡMentí, esforzándome por sonar más animada de lo que realmente me sentía.
ㅡHmm... ¿No será que ahora eres Darks? ㅡpreguntó con tono de sospecha, ladeando la cabeza dramáticamente.
ㅡ¿Ah?ㅡlo miré incrédulaㅡ¿De dónde sacas tantas cosas?
ㅡDe mi corazón, pequeña. De lo más profundo de mi corazón...
Revolví los ojos.ㅡApuesto a que tu corazón también se droga. Eres un idiota.
ㅡUn idiota encantador, lo sé.
ㅡ¿Dónde quedó el educado profesor Leblanc?
Matthew se encogió de hombros, como si la respuesta fuera obvia.ㅡFollando con el profesor Nicholas y la directora.
Mis ojos se abrieron como platos, y un instante después, la risa explotó sin control en mi pecho.
ㅡ¡Por Dios! ¡Iugh! ㅡexclamé, golpeándolo repetidas veces en el brazo mientras intentaba contener las carcajadas.ㅡ ¡Me hiciste imaginarlo! ¡Qué asco! ¡Iugh!
Él se rio a carcajadas, evidentemente satisfecho.ㅡ¿En serio? ¡Yo también quiero imaginármelo! Vale, lo intentaré. ㅡY, por si la noche no podía ser más caótica, cerró los ojos en plena conducción.
ㅡ ¡Idiota, estás manejando! ㅡgrité, dándole un golpe más fuerte para que los abriera.
ㅡArruinas mis momentos...ㅡse quejó, poniendo un puchero dramático.ㅡ Además, ya estamos en tu cuadra. Si choco, te bajas y yo le echo al acelerador.
ㅡTú definitivamente me vas a acabar volviendo loca. ㅡrespondí, dejando escapar un suspiro exasperado, aunque no pude evitar sonreír levemente al final.
━━━━━━━━━※━━━━━━━━━
Cuando regresé a casa, no me sorprendió encontrarla completamente vacía. Últimamente, cada quien parecía vivir su vida por separado, y aunque no era lo ideal, hasta el momento había aprendido a aceptarlo.
Cerré la puerta detrás de mí y avancé hacia la sala, pero algo me hizo detener.
Un frío extraño me envolvía, uno que no correspondía a la cálida atmósfera que solía tener la casa gracias al sistema automático de calefacción. Fruncí el ceño y decidí revisar el aparato; según el panel, todo funcionaba perfectamente.
Mientras regresaba a la sala, sentí un escalofrío recorrerme. Por un instante, creí escuchar un leve susurro, algo que parecía mi nombre. Sacudí la cabeza.
Estás cansada, Abby. Solo es tu imaginación.
ㅡA...bi...gail.
Mi cuerpo se congeló al instante. Esta vez, la voz era clara, rasposa, y seca. No la reconocía. Tragué saliva con dificultad, intentando convencerme de que no era más que mi mente jugándome una mala pasada. Sin embargo, no podía ignorar el creciente nudo de ansiedad en mi pecho.
Tranquila, no hay nadie aquí, me repetí internamente, avanzando despacio por la casa. Encendí cada luz a mi paso, como si eso pudiera mantener a raya cualquier cosa... o cualquier alguien. Al llegar a las escaleras, las luces parpadeaban tenuemente, lo que hacía que cada sombra pareciera moverse a su antojo.
Subí con cautela y entré en mi habitación, pero apenas crucé el umbral, la puerta se cerró de golpe detrás de mí.
ㅡAbigail...
El susurro volvió, más fuerte y más cercano. El terror me paralizó. Ya no podía engañarme: esto no estaba en mi cabeza, era real.
Respiré hondo y me giré hacia la puerta, dispuesta a salir. Para mi sorpresa, no estaba trabada; se abrió sin resistencia. Pero justo cuando puse un pie afuera, las luces comenzaron a parpadear frenéticamente, como si alguien estuviera jugando con ellas. Antes de que pudiera reaccionar, tropecé con el borde del escalón y caí al vacío.
El impacto me arrancó un jadeo de dolor, pero no me permití quedarme en el suelo. Me levanté tambaleante, mirando a mi alrededor. Los susurros no habían cesado; al contrario, ahora parecía que me rodeaban, viniendo de todas direcciones.
ㅡ¡¿Quién está ahí?! ㅡgrité, pero mi voz sonaba débil, apenas un eco frente a la cacofonía que me envolvía. Cerré los ojos con fuerza y solté un grito desesperado, pidiendo ayuda. El pánico había tomado control de mi cuerpo, y no sabía qué hacer.
Entonces, tan abruptamente como habían comenzado, los murmullos cesaron. El silencio cayó sobre la casa como un manto pesado. Abrí los ojos lentamente, y me encontré con que todo parecía normal otra vez.
La temperatura había vuelto a ser cálida, las luces permanecían encendidas de manera estable, y el silencio era casi inquietante. Miré a mi alrededor, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.
Todo parecía igual, como si nada hubiera pasado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top