Capítulo 15: Una disculpa poco sincera

Maldije en voz baja mientras me removía incómoda en el asiento del auto. Matthew y yo estábamos estacionados justo frente a mi casa, y Fei, que vestía su uniforme del taller de robótica, permanecía de pie a unos pocos metros de distancia, mirando con atención a nuestra dirección.

—¿Abby? —llamó, entrecerrando los ojos mientras se acercaba al auto.

Me había visto. Mi corazón empezó a latir más deprisa. Lancé una mirada rápida de preocupación a Matthew, esperando que compartiera mi nerviosismo, pero, para mi sorpresa, él no lucía tan alterado como yo.

—¡Matt! —susurré, encogiéndome lo más que pude en mi asiento. Aunque, claro, ya era inútil esconderme. Fei ya sabía que estaba ahí.

Él me observó divertido, encogiéndose de hombros. —¿Qué importa eso, Abby? Es tu mejor amiga, ¿no?

Asentí con rigidez. —Pero... eres mi profesor...

—¿Y eso qué? —dijo despreocupado, con una sonrisa torcida—. Hoy en día esas cosas ya no escandalizan tanto.

—Pero... —repliqué en un susurro, sintiéndome aún más ridícula.

Matthew sonrió con calma, inclinándose hacia mí. —Por favor, Abby, solo somos amigos. Lo haces sonar como si fuera un pecado. Anda, baja ya.

Suspiré profundamente, intentando calmarme. —Supongo que tienes razón... Solo que... hemos ocultado nuestra relación tanto tiempo que ya me acostumbré a actuar de esta manera.

—Lo sé, pero no hay de qué preocuparse —dijo mientras desabrochaba mi cinturón de seguridad con movimientos rápidos y seguros—. Baja pronto, pequeña, o si no, ella podría empezar a imaginar cosas de verdad.

Asentí sin más. —Gracias por traerme, Matt.

—Nos vemos mañana en clase —respondió, guiñándome un ojo antes de encender el auto.

Apenas puse un pie fuera del vehículo, él arrancó y se perdió calle abajo, dejándome sola con Fei. Genial. Ahora tendría que lidiar con las explicaciones.

—¡Abby! —exclamó Fei, abrazándome con fuerza. Su cabello oscuro me hizo cosquillas en el rostro mientras me apretaba como si no me hubiera visto en años—. Qué amable el profesor Leblanc de traerte a casa. Estaba súper preocupada por ti.

¿Qué...?

Mis pensamientos frenéticos se detuvieron en seco. ¿Por qué tenía que exagerar siempre las cosas? Solo hacía que me formara ideas tontas y equivocadas en mi cabeza. Finalmente, todo estaba bien.

—Eh... sí, muy amable —balbuceé, intentando aparentar normalidad.

Para mi alivio, Fei no pareció sospechar nada raro. Asumió que todo se trataba de un acto de cortesía por parte de "el profesor Leblanc". Pero... ¿por qué estaba preocupada por mí?

—Escucha, Abby —comenzó Fei con tono serio—, sé que tal vez vas a pensar que estoy loca, pero tienes que oír toda mi historia antes de juzgarme.

—De... acuerdo... —murmuré, algo confundida por su repentina intensidad—. Pero, ¿no preferirías que entráramos a mi casa para hablar con calma?

—¿¡Entrar!? —exclamó, abriendo los ojos como platos—. No, no, no. Él podría estar viéndonos. Mejor vamos con Aruna. Sí, él sabrá qué hacer.

La miré como si acabara de crecerle una segunda cabeza. ¿Qué estaba diciendo?

—¿Qué dices...?

—Abby, vámonos ya.

—¿Ir a dónde?

—A ver a Aruna.

—Oh, claro... Aruna —respondí sarcástica—. Pero primero... ¿quién diablos es él, y por qué estás diciendo tantas cosas que no entiendo?

Fei desvió la mirada, avergonzada. —Lo siento... es que vi algo muy extraño y quedé un poco alterada.

—¿Un poco? —arqueé una ceja.

Forzó una risita nerviosa. —Bueno, tal vez mucho. Pero en serio, Abby, no me vas a creer cuando te lo cuente.

—Por favor —respondí con una sonrisa—. Vamos, entra y me lo explicas todo.

Con algo de reticencia, Fei aceptó. Tomándola del brazo, la llevé prácticamente a rastras hasta mi casa. Papá estaba en la sala cuando entramos. Su expresión cambió al verme con Fei.

—¿Dónde andabas...? —comenzó, pero no terminó la frase. Confiaba mucho en Fei, y yo sabía aprovechar eso.

—Estaba con Fei, papá. Perdón por no llamar, pero tú tienes mi teléfono, ¿recuerdas? —dije con mi mejor sonrisa de disculpa—. Vamos a mi cuarto.

—¿No quieren cenar antes? Katherine está preparando unos...

—No, gracias. Luego bajamos —respondí rápidamente, subiendo las escaleras antes de que él pudiera insistir.

Una vez en mi cuarto, Fei se dejó caer en una silla mientras yo me echaba sobre la cama, observándola. Todavía tenía sus cosas de la escuela consigo, lo que significaba que no había pasado por su casa. Algo importante había ocurrido.

—¿Ya piensas contarme? —pregunté, sentándome correctamente para mirarla.

Ella jugueteaba con el broche de su chaqueta que llevaba el nombre del grupo de robótica "Los robotines", si me lo preguntaban a mí, pésima elección.

—Es... complicado. Ni siquiera sé por dónde empezar.

—Calma —dije con suavidad—. Empieza por ahora. ¿Por qué estabas tan alterada esperándome?

Vi cómo inflaba sus mejillas, un gesto que siempre hacía cuando estaba nerviosa. Era gracioso y la hacía lucir aún más adorable.

—Hoy te seguí después de clases... —comenzó, y mis ojos se abrieron como platos—. Llegué hasta el bosque detrás de la escuela, pero te perdí de vista. Entonces vi a Hunter... Él estaba parado entre las ramas de un árbol. De repente, saltó al suelo sin el más mínimo cuidado, y lo sorprendente es que no le pasó nada...

Increíble. Hunter había sido lo suficientemente descuidado para dejarse notar por Fei. ¿Qué le estaba pasando?

—Yo estaba a unos pocos metros de él, pero no se dio cuenta de mi presencia porque estaba mirando fijamente hacia otro punto—continúo diciendo—, cuando seguí su mirada, me di cuenta de que eras tú. Estabas a unos pocos árboles de distancia. Pero cuando regresé mi vista hacia Hunter... él ya no estaba, y tú tampoco—Fei suspiró con fuerza, como si al fin pudiera liberar esa tensión contenida—. Por eso vine como una loca a verte. Necesitaba asegurarme de que habías regresado a tu casa, o si no, iba a ir corriendo a la policía.

Así que Hunter puso en riesgo su secreto al estar vigilándome. Maldición. ¿Cómo se suponía que tenía que sentirme ahora después de todo?

—Eh... Yo estoy bien, Fei. No hay nada de qué preocuparse. Pero ¿estás segura de que era Hunter? ¿Y sobre un árbol? Tal vez viste mal, ¿no?

Fei negó con la cabeza, muy seria.

—No es la primera vez que veo a Hunter hacer algo así.

—¿C-cómo dices...? —Mis palabras salieron atropelladas, y mi garganta se secó.

Ella desvió la mirada un momento, luego volvió a enfocarse en mí con expresión grave.

—¿Recuerdas que hace poco estuviste muy preocupada por mí? ¿Recuerdas aquella última llamada que te hice?

—Sí... ¿Qué hay con eso?

—Pues, cuando te dije que exagerabas y que en realidad no me había pasado nada... mentí.

Finalmente, mis sospechas eran ciertas. Pero, no esperaba que tuvieran alguna relación con el Vampiro.

Tragué saliva y me incliné hacia adelante, interesada.

—¿Y qué ocurrió realmente?

—Yo... estaba en la escuela cuando te llamé. No estaba sola, estaba con Aruna,de quien te hablé. Había vuelto a buscar un informe que tenía que entregar al día siguiente. Cuando estábamos por irnos, escuchamos un ruido en el pasillo. Al ir a investigar, nos encontramos con Hunter.

—¿Hunter...?

—Sí. Al principio todo estaba normal. Digo, fue raro encontrarlo allí a esa hora, pero no pensé mucho en ello. Sin embargo, cuando vio los collares de Aruna, sus ojos se pusieron rojos.

Bien. Definitivamente ahora sí tenía interés por conocer a ese misterioso nuevo amigo de Fei.

—¿Estás diciendo que el color de sus ojos cambió por los collares?

—Lo sé, suena extraño, pero fue así. Y no volvió a la normalidad hasta que Aruna los rompió. Me dijo que olvidara todo... pero no puedo.

Ella me miró fijamente, esperando que dijera algo. Pero, ¿qué podía decir? No podía confesarle que Hunter era un Vampiro. Era mejor que no lo supiera. Su amigo tenía razón.

—¿Crees que estoy loca y me inventé todo esto, verdad?

—¿Qué? ¡No! Claro que no —respondí rápido, aunque tal vez demasiado alterada—. Pero pienso que no deberías pensar tanto en ello. Mejor sigue el consejo de tu amigo Aceituna y olvídalo.

Fei negó lentamente.

—Es difícil..., y se llama Aruna.

Claro, ella podía hacer nombres y apodos absurdos, pero yo no. Aunque en mi defensa, realmente me había confundido al decir las palabras.

—Como sea —respondí, agitando mis manos en el aire—. Si él dice que lo olvides, debe tener razón.

—Si hubieras visto sus ojos... eran escalofriantes.

Se sentía terrible no poder decirle a mi amiga qué tan bien y cuan cerca había observado ya a esos ojos carmesí.

Intenté desviar la conversación:

—Eh, tranquila. Mejor olvida eso. ¿Qué te parece si vemos una peli? ¿O comemos algo? Tal vez eso ayude a distraernos y a que te sientas un poco mejor...

Fei me observó un poco decepcionada. Quizá ella creía que yo no confiaba en lo que me relataba, pero es que la situación me ponía en serios problemas. Tenía que ser cuidadosa.

—En realidad, será mejor que me marche. Es tarde, pero al menos sé que estás bien. Ahora puedo irme en paz.

—¿No prefieres quedarte?

Fei negó con una sonrisa que yo, conociéndola bien, supe que era forzada.

—Otro día, quizás.

—¿Estás molesta?

—Claro que no. Además, tienes razón. Debo dejarlo ya. —Forzó otra pequeña risa antes de levantarse—. Mañana te paso a buscar.

—¿Por qué?

—Te llevaré con Aruna. Necesito respuestas, y tal vez si le digo que Hunter te estaba observando...

—Pensé que ibas a dejar el tema.

—Lo dejaré... después de que Aruna me diga la verdad.

En el fondo, sabía que la curiosidad de Fei era tan peligrosa como la mía.

—Mañana a las nueve —decretó antes de irse.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué tan temprano? ¡Es sábado!

—Porque a esa hora de seguro encontraremos a Aruna en casa. Luego está muy ocupado.

Bufé.

—¿Y qué tanto hace?

—Muchas cosas, es que él... —Fei empezó a hablar, pero la interrumpí casi de inmediato.

—No era exactamente una pregunta —le sonreí, y ella me devolvió una mirada de disgusto fingido... o al menos eso quería creer.

—De acuerdo... Entonces mañana a las doce.

—Nueve en punto —sentenció Fei con tono firme—. Y no sigas, porque si no, se me ocurre a las ocho.

Gruñí resignada.

—Bien... a las nueve entonces.

Más tarde, bajé con Fei y la acompañé hasta su casa. Por supuesto, íbamos con Josh, mi padre, quien insistió en escoltarnos porque, según él, "dos jovencitas indefensas no deberían andar solas a estas horas". ¡Qué ironía! Ni se imaginaba las estupideces que había hecho últimamente.

—Abby... —Papá me habló de camino a casa. Caminábamos por las calles tranquilas, ya que no necesitábamos el auto para recorrer unas pocas cuadras.

—¿Sí?

—¿Te gustaría que retomáramos las clases de boxeo juntos? —no esperaba que sugiriera algo como eso. Era extraño. Sobre todo con lo distante que se había vuelto nuestra relación, y habían pasado años desde la última vez que entramos juntos. Mis brazos ya habían perdido su resistencia de entonces, sobre todo después de lo de mis problemas alimenticios.

—Creo que me gustaría...

—Reservaré una hora en el centro de práctica para la próxima semana entonces, ¡Ah! Y toma esto—Rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y me entregó mi teléfono.

Lo miré sorprendida.

—¿Pensé que...?

—Necesito estar en contacto contigo —me interrumpió—. Por eso te lo regreso, aunque la computadora aún no.

Me encogí de hombros y sonreí.

—Sobreviviré.

Al llegar a casa, fui directo a mi habitación. Estaba agotada. El sueño me golpeó con tal fuerza que incluso me dio pereza cambiarme a mi pijama, pero eventualmente cedí. Después de todo, no podía dormir con ropa incómoda.

—¡Hola! —La voz de Derek surgió detrás de mí, justo cuando terminaba de ponerme el pijama.

—¡Derek! —Me giré con el corazón latiendo como un tambor—. ¿Cuánto llevas aquí?

—Acabo de llegar —respondió, sonriendo como si fuera lo más normal del mundo.

Lo dudaba. Sabía que había cerrado mi ventana desde que llegué.

—Y... ¿para qué has venido? ¿Pasó algo con Adam?

—No.

—¿Entonces...?

—Hunter viene... —Él esbozó una sonrisa traviesa—. Luego vendré a verte, así que no te duermas. —Y desapareció, pero no sin antes guiñarme un ojo.

¿Qué demonios había sido todo eso?

Mi mente apenas procesaba la información cuando un escalofrío recorrió mi espalda. Al darme la vuelta, ahí estaba él.

—Hola —dije en un murmullo, dando un paso atrás. Estábamos demasiado cerca.

—Hola.

—Hoy intenté hablar contigo, pero no te encontré.

—Lo sé —respondió con calma.

Genial. Entonces admitía que me había estado evitando.

—Bien... Supongo que tenemos que hablar.

—No hay mucho de qué hablar. Tengo que explicarte algo... disculparme, en realidad —suspiró—. Aunque, honestamente, no lo siento.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué tendrías que pedirme disculpas?

No era una buena pregunta. Sí había razones de sobra para que el Vampiro se disculpara conmigo. En especial por dejarme el cuello como un colador por su maldita sed de sangre.

Hunter mantuvo su mirada fija, aunque parecía inquieto.

—Porque te he estado usando desde que te conocí.

Mis ojos se entrecerraron, confusa. Antes de que pudiera decir algo, él continuó:

—Las cosas se salieron de control y creo que tienes una idea equivocada sobre lo que ocurre. Quiero que tengas claro que no siento nada por ti.

Me quedé en silencio. Se hizo un enorme nudo en mi garganta. ¿Por qué tenía que decir esas palabras de forma tan hiriente?

—¿Por qué me estás diciendo esto? —tragué saliva. Las palabras apenas me habían salido entre los temblores.

—No me interesa si no me crees. No explicaré nada, solo seré directo.

—Pero... —susurré, luchando por encontrar las palabras—. ¿Qué hay de la otra noche?

Hunter bufó y soltó una risa seca. Su gesto había hecho que me sintiera realmente humillada y arrepentida de haber hecho referencia a aquello.

—¿No te estarás ilusionando conmigo, verdad?

Negué con la cabeza, aunque no sabía si esa era la verdad.

—Bien, porque más te vale no hacerlo. —Su tono era frío—. ¿Por qué razón habiendo tantas humanas y vampiras hermosas en el mundo, tendría que fijarme en una ordinaria chica como tú?

Sus palabras dolieron más de lo que esperaba. Algo se rompió dentro de mí, y lo odié por ello.

—Entendido —suspiré, sintiendo cómo mi pecho se oprimía—. ¿Eso es todo? Porque, en ese caso, ya puedes irte.

—No. —Hunter me tomó del brazo, impidiendo que me moviera. Aunque, para ser sincera, no pensaba hacerlo—. Te tiene que quedar bien claro: nuestra relación no va más allá de depredador y presa. ¿Entiendes?

Reí sin ganas. —Esto es estúpido.

—¿Estúpido? —Hunter bufó, entrecerrando los ojos—. ¿Y ahora qué te pasa?

—¿A mí? ¡Por favor!—Rodé los ojos, exasperada—. Me confundes todo el tiempo, no sé si eres bueno o malo. Primero tengo una pésima impresión de ti, luego haces algo que me hace pensar que no eres tan malo y, cuando empiezo a acostumbrarme, lo arruinas otra vez. ¿Te has dado cuenta de que eres amable con todo el mundo menos conmigo? Es como si te esforzaras en hacer que nos odiemos.

Hunter desvió la mirada hacia el suelo, su mandíbula lucía apretada. —No me interesa lo que pienses. Vamos a terminar con esto de una vez.

—¿Cuál es el maldito problema que tienes conmigo?—insistí, incapaz de detenerme, aunque sabía que estaba jugando con fuego—, detesto este tira y afloja estúpido que traes, ¿qué maldita cosa te he hecho, Hunter? ¿Por qué me...

Antes de terminar de hablar, Hunter explotó. Me empujó contra la pared, y con un movimiento rápido y preciso, sus manos sujetaron mis muñecas por encima de mi cabeza. Pude ver el destello de sus colmillos antes de que hablara:

—Seré suave... —susurró, inclinándose hacia mi cuello.

—Mentiroso —mascullé entre dientes, pero mi valentía duró poco. La mordida fue lenta, y aunque el dolor no era constante, dolía. Era extraño, como si viniera en oleadas, interrumpiendo cualquier intento de acostumbrarme.

Cuando Hunter retiró sus colmillos, sentí el calor de su lengua recorriendo la herida. —Aprende a no confiar en mí —murmuró.

Claro que no confiaba en él, y menos ahora. Cada cosa que hacía solo lograba confundirme más. Había algo en él que oscilaba entre dos extremos: a veces era casi... humano, pero otras parecía un completo monstruo.

Un pequeño chillido escapó de mis labios cuando, de repente, Hunter volvió a morderme. Fue tan rápido que no tuve tiempo de prepararme. Esta vez, el dolor fue más intenso, agudo.

—Hunter... —musité con voz débil—. Me... lastimas.

Mi cuerpo comenzó a flaquear. Apenas podía sostenerme, y probablemente hubiera caído al suelo de no ser porque Hunter soltó mi muñeca para atraparme en sus brazos. Sentía que cada músculo en mí se rendía. Mi vista se nubló, y aunque intenté hablar, las palabras no salían. Me sentía increíblemente frágil, una sensación que odiaba con todo mi ser.

—Lo lamento... —Su voz llegó como un eco distante. Había cerrado los ojos, pero podía escucharlo con claridad—. Por tu bien... es mejor que me odies.

¿Por mi bien? ¿Qué significaba eso? Continuaba con su estúpido juego y confusiones. ¿Acaso creía que ya estaba inconsciente y que no podría escucharlo? Tenía tantas preguntas, pero no fuerzas para hacerlas. Ni siquiera podía mover los labios.

De pronto, algo frío y húmedo rozó mis labios. ¿Qué...? No estaba segura de lo que era, pero permaneció allí unos segundos. Sentí sus manos en mi cabello, acariciándolo con delicadeza. No me moví; no podía. Solo podía sentirlo, y eso me confundía aún más.

—Te deseo... —susurró, aunque incluso su voz me parecía inalcanzable y borrosa, logré escuchar con claridad lo que dijo a continuación—. Pero no puedo tenerte.

Quise decir algo, cualquier cosa, pero en ese momento me sumí en la inconsciencia.

Cuando desperté, la luz del día se filtraba por las cortinas de mi ventana. Estaba en mi cama, con el cuerpo pesado y la mente embotada. Pero lo único que ocupaba mis pensamientos era él.

Hunter.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top