Capítulo 11: ¿Quién eres tú?
Me ponía feliz saber que mi hermano tendría compañía. Cuando Christian vivía en casa, siempre quería adoptar a cada animalito que se encontraba, pero papá nunca fue muy receptivo a esa idea.
—¿Pompom? Suena bien, es corto y fácil de recordar —comentó Mattㅡ. Aunque sigo pensando que Chris le hubiera quedado mejor.
ㅡBueno, es un poco raro, pero está bien, supongo... mientras no signifique algo raro como una grosería en japonés. Lo llevaré a acostar.
Christian se agachó con cuidado y levantó al perrito con ambas manos. Pompom lo miraba con los ojos abiertos, titubeante, mientras Chris lo acomodaba en su cama. El cachorro se quedó quieto, como si evaluara el espacio, y finalmente se acurrucó con aire tímido, aceptando el sitio como suyo.
—Tengo hambre, ¿qué queda para mí? —murmuré, sintiendo que el estómago me rugía. Aparentemente Hunter había devorado todo de mí. De manera literal.
ㅡ Mira en la bolsa de papel ㅡ me dijo Chris.
Dentro de la bolsa solo había una pequeña porción de papas fritas, que apenas le quedaba un cuarto de su contenido total, más media hamburguesa y un vaso plástico de bebida que, afortunadamente estaba lleno, pero con agua.
Maldito hermano muerto de hambre. Mis labios se fruncieron al recordar que no era la primera vez que Chris prácticamente me dejaba sin comida.
—¡Chris! —protesté—. Ahora recuerdo por qué me alegré cuando te fuiste de casa.
—Perdona, hermanita, pero entiende que soy un hombre trabajador, un activo social en esta comunidad que gasta mucha energía a diario y necesita reponer fuerzas.
Rodé los ojos. —Como sea, al menos dejaste algo.
Miré la comida frente a mí y sin pensarlo dos veces empecé a comerla, encontrándome al instante con un ingrediente no deseado. Una maldita cebolla. Inevitablemente pasé a poner mi mejor cara de asco, haciendo reír a mi hermano.
—Esa es mi hermana, siempre viendo el lado positivo —comentó Chris en tono sarcástico.
Le respondí con una sonrisa falsa y unos gestos burlones, que él devolvió de inmediato.
—Te guardé esto —avisó Matt de repente, colocando frente a mí un pequeño puñado de papas fritas—. No pude luchar contra el apetito voraz de tu hermano para salvar la hamburguesa entera. Lo siento.
—Oh, está bien. —Sonreí, resignada—. Igual podríamos pasar a comprar algo de regreso, ¿no? Muero de hambre.
El tiempo pasó increíblemente rápido entre charlas, risas y algunas bromas de Matt y Chris. Era como si apenas hubieran sido unos minutos, cuando ya estábamos recogiendo nuestras cosas para marcharnos.
Había sido una tarde agradable, o bueno, excluyendo la parte del baño con Hunter. Esa extraña escena no dejaba de atacar mis recuerdos. La manera en que se había acercado a mí había sido... muy diferente a la primera vez, aunque no dejaba de ser doloroso, había algo nuevo, algo curioso en su comportamiento.
Nos despedimos de Chris con la promesa de repetir pronto la visita. Realmente disfrutaba de esos momentos; estar con mi hermano y con Matt me hacía sentir en paz. Cuando estaba con ellos, era como si todos mis problemas desaparecieran, y solo quedaba el simple placer de disfrutar su compañía.
De camino a casa, Matthew recordó mi súplica por comida, así que paramos en un autoservicio para pedir algo. Después del trauma que me dejó la hamburguesa con cebolla, esta vez opté por algo más seguro: fajitas. Matthew, con su habitual generosidad, insistió en pagar, algo que mi economía de adolescente agradeció enormemente. No es que en mi hogar hubiera una mala situación económica, pero tampoco nos sobraba el dinero, y además, detestaba molestar a papá con esos asuntos.
Al llegar a casa, bajé del auto rápidamente, ya que se nos había hecho bastante tarde. Katherine, de brazos cruzados, me abrió la puerta. Desde el auto, Matt la saludó haciendo sonar la bocina, pero ella, en su pose de "señorita amargada", se limitó a mantener una expresión... ¿de qué? En realidad, no era una cara de nada. Más bien, en su rostro lucía una calma apática, que hasta altura, ya se había vuelto parte de su personalidad.
—¿Dónde andabas, jovencita? —preguntó, justo cuando estaba por pisar el primer peldaño de la escalera. Obligándome a dar media vuelta y enfrentarla.
—Estaba en casa de Chris —respondí, recordándole rápidamente—. Llamé a papá esta tarde para avisar.
—Y entonces, ¿qué hacías bajándote del auto de ese hombre?
Levanté las cejas, sorprendida por la pregunta.
—¿Qué? ¡Es Matt! Matthew Leblanc, el amigo de toda la vida de Christian, ¿recuerdas?
—¿Matthew Leblanc? —dijo, pensativa—. Vaya... yo lo recordaba como a un chiquillo.
Parecía realmente sorprendida, como si de verdad no hubiese reconocido a Matt. Al principio, su cuestionamiento me molestó, pero después me di cuenta de que realmente no tenía por qué afectarme lo que ella pensara.
—Ah, pues... —decidí intentar una conversación casual, pensando en los deseos de mi padre—. Sí, ya está... grande, ¿no? —Forcé una sonrisa.
—Oh. Sí, lo está.
Nos quedamos en un incómodo silencio que se sintió eterno, mientras yo sostenía mi sonrisa tensa y ella me observaba con seriedad. Simplemente no podíamos congeniar, eso era evidente. Algunas personas se amaban, otras se se odiaban, y luego estaban aquellas que simplemente no conectaban. Katherine y yo, definitivamente, éramos de ese último tipo.
—Bueno, yo... tengo que hacer mi tarea —dije, improvisando una excusa.
Era una mentira; casi nunca hacía mis tareas, al menos no en casa. A veces las completaba en el recreo, justo antes de que comenzara la clase.
—Sí, y yo tengo que salir a comprar unas cosas —respondió ella, con la misma indiferencia de siempre.
—Bien...
—Bien.
Dándome la vuelta, subí las escaleras aparentando una calma que se desvaneció tan pronto Katherine salió de mi campo de visión. La tensión en mis hombros era real después de ese breve intercambio. Apenas cerré la puerta de mi cuarto, aseguré el pestillo y dejé escapar un profundo suspiro, recargando mi espalda contra la madera mientras cerraba los ojos, intentando calmarme. Tras ese respiro necesario, me apresuré al baño y me lavé los dientes al menos tres veces para quitarme el asqueroso sabor a cebolla que no podía sacar de mi cabeza.
De regreso en la cama, encendí el teléfono y vi un mensaje de Adam, contándome sobre su 'aventura' en busca del lobo, acompañado de algunas fotos... y, entre ellas, estaba Georgina. Sentí una punzada incómoda de celos y decepción, aunque esto último, más hacia mí misma. ¿Por qué me importaba tanto? Me había vuelto aún más insegura aparentemente.
Dejé el teléfono a un lado y me quedé esperando, con la mirada fija en la ventana. Hunter tenía que llegar. Él lo había prometido y, además, el Vampiro era todo un cascarrabias con ese asunto de los pactos y las promesas. No se atrevería a fallarme, ¿verdad?
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Desperté. Me había quedado dormida esperándolo.
Aún con la cabeza algo pesada, busqué a tientas mi teléfono para ver la hora, y entonces lo sentí. Al lado derecho de mi cintura había una mano... una mano que no era mía. Me tensé de inmediato, mientras el letargo del sueño abandonaba mi cuerpo en un instante.
El pánico me invadió, y mi primer impulso fue saltar de la cama y asestarle un buen golpe en su "zona sensible", pero antes de que pudiera gritar o siquiera moverme, esa misma mano se desplazó rápidamente hasta mi boca, en un gesto que apenas me dejó espacio suficiente para respirar.
—¡Shh! Soy yo —murmuró una voz conocida.
Mis ojos se encontraron con el rostro de Hunter, que estaba peligrosamente cerca del mío. Me relajé solo un poco, pero no lo suficiente como para sentirme cómoda. ¿Desde cuándo había decidido tomarse tantas confianzas?
—Voy a quitar la mano, pero prométeme que no vas a gritar ni hacer alguna locura, ¿de acuerdo? —dijo con tono serio.
Asentí con la cabeza, y él retiró la mano. En cuanto lo hizo, me levanté de un salto de la cama, esperando que él también se levantara. Pero Hunter se quedó ahí, completamente relajado, como si la cama fuera suya.
—¿Y bien? —dije, aclarándome la garganta para llamarle la atención.
—¿Qué pasa? —respondió con la mayor calma del mundo.
—¿Podrías explicarme qué hacías en mi cama? ¿Y por qué, exactamente, me estabas abrazando?
Hunter finalmente se incorporó, quedando frente a mí. Tuve que alzar la mirada para verle a los ojos, porque, descalza y con su altura, me sentía diminuta. El destello juguetón en su expresión no ayudaba a calmarme.
—Dormir —respondió como si fuera lo más lógico del mundo.
Solté una risa sarcástica.
—¿Dormir? Claro... los Vampiros no duermen, genio.
—¿Y tú qué sabes de Vampiros?
Buen punto...
—Eh... no mucho, pero sé que no duermen, de eso sí estoy segura—respondí, pero mis palabras se sentían menos firmes bajo su mirada intensa.
Hunter levantó una ceja, con una sonrisa divertida que casi podía sentir en mi piel.
—Entonces, si supuestamente no duermo, ¿para qué tengo una cama en casa?
Puse los ojos en blanco para desviar mi atención de lo cerca que estaba.
—Apuesto a que le das otros usos.
Inmediatamente lamenté haber dicho eso. No me pasó desapercibido el destello de interés en sus ojos. Le había abierto las malditas puertas del infierno para que se burlara de mí. Definitivamente, Hunter no iba a desperdiciar esa oportunidad.
—¿Ah, sí? ¿Quieres contarme cuáles? —el tono bajo en su voz casi me hacia sentir un escalofrío en la nuca. ¿Qué maldita cosa estaba haciendo?
—No te hagas —le acusé, cruzándome de brazos en un intento de protegerme de su sonrisa provocadora—. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
—Hmmm... ¿te refieres a saltar en ella como en una cama elástica? —inclinó la cabeza y se acercó un poco más. Su tono era de absoluta inocencia, pero sus ojos no.
Aparté la mirada, sintiendo que me ruborizada
ㅡNo te hagas el inocente, tienes más años que yo, deberías saber lo que se hace en una cama además de dormir.
—¿Qué se hace, Abby? —rió, su tono desafiándome, y el destello en sus ojos me hacía pensar que disfrutaba demasiado de mi nerviosismo—. ¿No me quieres enseñar? Además, solo soy un año mayor que tú.
Lo fulminé con la mirada, pero Hunter solo parecía divertirse más a mi costa, su sonrisa tan segura y tranquila que me irritaba.
—Sí, claro, un año... pero multiplicado por mil.
Hunter rió suavemente y se inclinó, acercándose más de lo necesario, sus ojos se mantenían fijos en los míos mientras me respondía: — ¿Acaso te parezco un anciano?
—¡Claro que no!—solté nerviosa, necesitaba salir de esa situación rápidamente o el corazón se me iba a terminar saliendo del pecho—. Además, la mayoría de los ancianos son abuelitos adorables... en cambio, tú no lo eres.
Tras decir eso, lo primero que me descolocó fue escuchar una risa genuina de Hunter. No estaba segura si se reía de lo que había dicho o de mí, pero eso ya no importaba. En un acto reflejo, solté una risa nerviosa que, poco a poco, logró relajarme. Fue entonces cuando ocurrió la segunda cosa realmente inesperada: Hunter y yo estábamos riendo juntos. Cuando nuestras miradas se cruzaron, el aire pareció detenerse. En sus ojos brillaba una mezcla de diversión y algo más profundo, algo que me hizo sentir como si mi respiración se quedara atrapada en mi garganta. Podía sentir el calor subiendo a mis mejillas, pero me negué a apartar la mirada. Me sentía atrapada en una conexión silenciosa, que era tan extraña como deliciosamente cómoda.
Hunter aclaró su garganta, rompiendo el momento. Su expresión volvió a ser seria, y yo hice lo mismo, intentando recuperar el control mientras mi corazón seguía tamborileando en mi pecho.
—Tú... ¿aún tienes esa idea de ir al bosque? —preguntó, mirándome con desconfianza.
Asentí. —Ya sabes... para ayudar a Adam. Él no quería que me involucrara en esto, pero... creo que con tu ayuda podría lograrlo.
Hunter soltó una risa sarcástica, y sus labios se curvaron en una sonrisa que era todo menos tranquilizadora.
—Entonces ahora resulta que debo ser tu juguete.
—No es así. Además, es la primera vez que te pido ayuda.
—¿Y sabes siquiera cómo encontrarlo o qué aspecto tiene ese "lobo"? —bufó con incredulidad—. La mayoría son iguales: enormes, peludos, con esos ojos amarillos horrendos, poco higiénicos...
Por la manera en la que Hunter hablaba de los Lobos, al menos ya tenía un punto en claro; los fanfictions y películas de Vampiros tenían razón. Agregué a mi lista un check de datos fidedignos: enemistad confirmada entre chupasangres y licántropos. Excelente.
—Este lobo es diferente, y sé dónde encontrarlo—dije, recordando los detalles que Adam me había dado sobre los extraños ojos bicolores y la zona en la que había sido atacado.
—¿Cómo estás tan segura de saber el lugar?
—El bosque del lado Este. Allí es donde Adam fue atacado.
Hunter frunció el ceño y su expresión se oscureció.
—Nunca he visitado ese sitio—admitió con desgano.
—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? —le provoqué, esbozando una sonrisa maliciosa.
—Por supuesto que no. De hecho, me preocupa más lo que pueda pasar contigo.
Que Hunter hubiera soltado esa frase sin un ápice de burla me tomó por sorpresa. Mi mente se quedó atascada, y en un intento por desviar la atención, me encogí de hombros, como si lo que acababa de decir no tuviera importancia.
—Estaré bien. Tengo que ir —mis palabras salieron apresuradas y mecánicas.
Hunter levantó una ceja, fingiendo sorpresa, con una sonrisa que dejaba ver sus colmillos.
—Vaya, qué valiente eres —dijo con tono burlón—. Imagínate, una chica indefensa en medio del bosque, sola, de noche... con un Lobo asqueroso al acecho y un Vampiro que, bueno, podría volverse malo y cambiar de parecer en cualquier momento.
—No me asustas, Hunter.
—¿No te asusto? —repitió, con un tono que sonó peligrosamente seductor.
En un momento me pareció que se había acercado demasiado, inclinándose hasta que nuestros rostros quedaron peligrosamente cerca. Aparté la mirada rápidamente, nerviosa, y me concentré en mantener el control.
—Ya basta de charla —dije, intentando sonar firme y sin girar el rostro—. Vamos andando ahora.
—Como quieras —dijo, dándome la señal de que me subiera a su espalda.
Aunque me sentía un poco nerviosa por la idea, no titubeé. Respiré hondo y ajusté la pequeña mochila que había dejado lista, revisando con rapidez que todo lo necesario estuviera ahí: adormecedores, linterna y cualquier otra cosa que pudiera ser útil. Cuando finalmente me trepé a su espalda, una corriente de adrenalina me recorrió el cuerpo al sentir cómo sus manos se apoyaban con firmeza en mis piernas para sujetarme bien.
Sus dedos eran fuertes y fríos. La manera en que me sostenía me hacía sentir vulnerable y, a la vez, extrañamente protegida. A medida que me acomodaba, pude sentir la tensión de sus músculos debajo de mí. El roce de su espalda contra mis piernas me hizo sentir un calor que se extendía desde el centro de mi ser hacia mis mejillas.
En medio de mi nerviosismo, no pude evitar recordar la escena en la que Edgardo e Isabella viajaban por el bosque, con ella montada sobre él. Casi me largo a reír ante lo ridículo del asunto; la fantasía que solía leer o ver en películas ahora era mi realidad.
—Cierra los ojos —me ordenó.
Obedecí, y en un segundo sentí cómo su cuerpo se tensaba justo antes de impulsarse. El viento helado me golpeó el rostro mientras acelerábamos en la oscuridad, deslizándonos como sombras hacia el bosque. La sensación de velocidad me hizo reír involuntariamente. La experiencia era como estar en una montaña rusa, transmitiéndome una mezcla de emoción y ansiedad.
Cuando por fin disminuyó la velocidad y se detuvo, continué un momento más con mis manos y piernas aferrándome con firmeza a su cuerpo.
—Ya estamos aquí—anunció Hunter con tranquilidad.
Intenté moverme, pero mis piernas estaban completamente dormidas después de su apretón de hierro; apenas las sentía y tenía el presentimiento de que, al soltarme, me desplomaría de cara al suelo. La risa contenida de Hunter me llegó como un eco divertido, y no podía evitar sentirme un poco tonta por estar en esa situación.
—¿Piensas bajarte? —preguntó, con una mezcla de burla y curiosidad.
—Sí... —respondí rápidamente, aunque la firmeza de mis palabras no coincidía con mis piernas temblorosas.
—¿Entonces por qué sigues ahí? —insistió.
Mordí mi labio, sintiendo la sangre subir a mis mejillas.
—Porque... me parece una posición cómoda, eso es todo —mentí, sin querer admitir que, en realidad, me daba miedo caer si me soltaba.
—¿Es en serio?
—Eh... claro, sí, por supuesto. —Lentamente comenzaba a recuperar la circulación en las piernas. Me sentía como una estatua en peligro de caer y romperse.
—¿Sabes? Yo conozco otras posiciones que podrían resultarte realmente cómodas... —murmuró, con un brillo juguetón en su voz.
Epa... ¿qué estaba intentando? Me apresuré a bajar rápidamente de su espalda con una torpeza que intenté disimular. Al aterrizar en el suelo, mis piernas protestaron, pero logré mantener el equilibrio.
—Caminando estoy bien, gracias.
Hunter se encogió de hombros.
—Como quieras.
Saqué una sonrisa forzada y dije:
—Este... ¿me ayudas a rastrearlo? ¿No hueles cerca ese olor a "Lobo asqueroso" que tanto te desagrada?
Él suspiró, cruzando los brazos. De verdad no parecía entusiasmado por la misión que le proponía, y lo entendía. A pesar de la situación en la que estábamos, me sorprendía que hubiera conseguido que él realmente estuviera acompañándome en todo eso.
—A simple vista, no hay nada por aquí.
—Hmm... Supongo que tendremos que movernos. ¿Qué tal si exploras esta zona y yo voy un poco más allá? —le sugerí.
La expresión refunfuñona en el rostro de Hunter me dio a entender de inmediato cuál sería su respuesta.
—Apuesto a que, si te dejo sola menos de cinco minutos, algún Lobo te encontrará antes de que tú lo hagas. Eres peor que Caperucita Roja.
No iba a refutarlo. Tenía razón. Acababa de proponer una idea estúpida. Realmente tenía serios problemas para medir el riesgo real en algunas situaciones.
ㅡ Bueno... entonces ven conmigo, ¿no?
ㅡ Es lo que pensaba hacer.
Nos adentramos aún más en el bosque, caminando en silencio bajo la oscuridad creciente. Durante el recorrido, los sonidos del bosque se volvían cada vez más intensos. Nos cruzamos con un búho de ojos enormes, algunas ranas croando en la distancia, y hasta algo que supuse era un murciélago, que me hizo dar un respingo y soltar un grito involuntario, lo que le regaló a Hunter otro motivo para burlarse de mí. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos, no dimos con ningún bendito Lobo, nada, ni siquiera un aullido.
Finalmente, nos detuvimos y nos sentamos en el suelo para descansar un momento, más por mi cansancio que por el de Hunter, quien parecía llevar la caminata bastante bien, al menos en lo físico.
—¿No prefieres regresar? —preguntó.
Sacudí la cabeza.
—No. Quiero seguir buscando, no voy a rendirme tan fácil.
—¿Tan fácil? —dijo con una sonrisa irónica—. Llevamos dos horas de búsqueda. No parece precisamente algo fácil para ti.
Suspiré, mirando al suelo.
—Supongo que, cuando haces algo por alguien que te importa, nada parece demasiado difícil.
Hunter bufó suavemente.
—Pues a mí me parece que solo te estás poniendo en riesgo por alguien que parece no valer la pena.
Sentí sus palabras doler como cuchillas. En el fondo, una parte de mí estaba de acuerdo con lo que decía, pero esa parte estaba demasiado negada todavía. No quería romperme. Menos frente a Hunter.
ㅡTal vez tú no lo entiendas...
Hunter no respondió. Ambos nos quedamos en silencio un buen rato.
Me eché hacia atrás, extendiéndome sobre el pasto. Desde allí, la vista del cielo era inmensa, clara, y cada estrella brillaba en la oscuridad como pequeños destellos plateados.
—¿No te encantan? —dije, sin mirarlo.
—¿De qué hablas?
—Las estrellas... son hermosas.
Él se echó a mi lado para admirar el enorme cielo. No dijo nada, pero estaba segura de que a él le agradaba la vista tanto como a mí. Lo decían sus ojos, que brillaban... sus ojos tenían algo hipnotizante, casi tanto como sus labios o los pequeños gestos que hacía cada vez que algo le molestaba.
ㅡ ¿Qué ocurre? ㅡ preguntó Hunter apenas me descubrió observándolo, con sus ojos cargados de una leve diversión, como si pudiera ver a través de mi vergüenza. Mis mejillas ardieron, y desvié rápidamente la vista hacia las estrellas, tratando de calmarme.
—Nada... nada —respondí, como si así pudiera disimular la expresión de mi rostro.
Pero entonces sentí su mirada fija en mí, notoria y silenciosa. Esa atención me ponía aún más nerviosa, haciendo que mi corazón latiera con más fuerza de lo habitual. Después de unos segundos que se sintieron eternos, decidí girar la cabeza. Al hacerlo, me encontré con sus ojos mirándome, sin ningún titubeo y sin ninguna vergüenza aparente.
—¿Qué ocurre? —le pregunté, intentando igualar su tono.
Él sonrió de lado, manteniendo su mirada.
—Nada...
Nos quedamos así, en un silencio intenso, atrapados en una tensión que ninguno de los dos parecía dispuesto a romper. Pero, justo cuando la electricidad en el aire parecía llegar a su punto más alto, un aullido profundo y lejano rompió el momento, sobresaltándonos.
—Está cerca —anunció Hunter, poniéndose de pie de inmediato.
Lo imité, rápidamente colgándome la mochila al hombro y apretando las correas mientras él avanzaba en dirección al sonido.
—Ten los adormecedores a mano —me indicó sin mirarme, como si ya supiera perfectamente lo que llevaba conmigo
Asentí, acelerando el paso para seguirle el ritmo mientras su figura avanzaba entre las sombras del bosque, moviéndose con agilidad y precisión. De pronto, él se detuvo abruptamente, y, sin pensarlo, me quedé también inmóvil, expectante.
—¿Qué pasa? —pregunté en un susurro—. ¿Por qué nos detenemos?
—El olor... —murmuró Hunter, frunciendo el ceño mientras barría el aire con la mirada—. Ha desaparecido, como si... simplemente se hubiera desvanecido.
Arqueé las cejas.
—¿Desaparecido? ¿Cómo es eso posible?
—No lo sé —respondió él, su expresión era tensa y oscura—. Solo he conocido a alguien capaz de hacer eso, pero hasta donde sé él...
Un escalofrío recorrió mi espalda, y antes de poder procesar sus palabras, un sonido perverso, como una risa baja y gélida, me estremeció. En un segundo, sentí un brazo alrededor de mi cintura, inmovilizándome y arrastrándome contra un cuerpo sólido y desconocido.
—¡Hunter! —grité, girando la cabeza para ver quién me retenía. En medio de la oscuridad identifique sus ojos, como dos luces siniestras: uno amarillo y otro rojo. Bingo. Habíamos encontrado al Lobo, o más bien, el Lobo nos había encontrado.
—Él no está aquí ahora —susurró el hombre a mi oído.
Su voz fría me hizo estremecer. Me sujetaba con una fuerza que me inmovilizaba; en un abrir y cerrar de ojos, me había arrastrado a través de la oscuridad, tan rápido que apenas registré el cambio en el entorno. Intenté girar la cabeza, buscando alguna señal de Hunter en la penumbra, pero no había rastro de él en ninguna parte.
—¿Quién eres tú? —logré preguntar, esforzándome por mantener mi voz firme a pesar del temblor.
De repente, me giró bruscamente hasta quedar frente a frente, sus manos seguían sujetándome con firmeza por los hombros. La oscuridad apenas me permitía ver sus facciones, pero lo reconocí.
—Esa misma pregunta te hice yo una vez... ¿lo recuerdas? —dijo, observándome con una intensidad escalofriante.
Abrí los ojos, boquiabierta. Era el mismo hombre que había visto en el autobús, el que estaba cubierto de tatuajes. Solo que ahora sus ojos no eran negros como entonces.
—Suéltala —la voz de Hunter resonó con una frialdad que nunca antes le había oído. No podía verlo, pero sabía que estaba cerca—. O el chico pagará las consecuencias.
Giré la cabeza hacia él, pero el hombre que me retenía me sujetó aún más fuerte, rodeándome con sus brazos para impedir que me liberara.
—¿Tú? —respondió el hombre en tono burlón—. No te atreverías a matar a uno de los tuyos.
Entonces lo vi: Hunter sostenía a un chico, acorralándolo, con una expresión seria y decidida. Era el mismo que había conocido cuando se encontraba herido, días atrás en el autobús.
—O quizás sí te atrevas —continuó el hombre, su voz ahora estaba cargada de absoluto desprecio—, ¡Como lo hiciste cuando mataste a toda tu familia! ¡Como lo hiciste cuando le fallaste a tu mejor amigo!
—¡Yo no los maté! —gritó Hunter, visiblemente enfurecido—. Y jamás te traicioné, Derek...
El hombre, Derek, me aprisionaba con una fuerza irrefrenable, y su expresión oscura me llenó de terror. Mi corazón latía tan rápido que apenas podía respirar.
—¿Y crees que voy a creerte? ¡Todo es tu maldita culpa! ¡Destruiste mi vida, Hunter! Y ahora voy a destruir la tuya, empezando por ella...
Sin previo aviso, Derek me agarró del cuello y me empujó contra un árbol, el impacto resonó como un trueno en mi cabeza, dejando una punzada de dolor que nubló mi vista por un instante. El aire se me escapó de los pulmones, y una sensación de pánico comenzó a agolparse en mi pecho.
—Maldición, suéltala ya—ordenó Hunter con voz firme—. Sabes que no eres un asesino.
Derek, que parecía atrapado en una tormenta de emociones, murmuró con voz quebrada:
—Me arrebataste todo... lo arruinaste... No puedo dejarlo así.
Aunque sus ojos estaban fijos en mí, había una desconexión en su expresión, como si estuviera alejado del presente y de la realidad.
—Te estás vengando de la manera equivocada —mascullé, intentando romper la barrera de su locura mientras su agarre me aprisionaba con fuerza—. Yo no soy importante... solo hicimos un pacto. Soy... solo su alimento.
Deslicé mi mano hacia mi cuello, exponiendo la marca que me ataba al Vampiro. Sus ojos se fijaron en ella, y tras un largo y tenso silencio, me soltó de repente, gritando frustrado mientras se llevaban las manos a la cabeza.
Hunter no perdió tiempo; liberó al chico y se precipitó hacia mí. En cuanto llegó, me colocó detrás de él y tomó mi mano, apretándola tan fuerte que casi dolía.
—No sé de qué manera arruinar tu vida, Hunter —murmuró Derek, respirando agitado.
—Te estás equivocando de enemigo, Derek. Yo no soy la persona a la que debes odiar.
Derek soltó una risa amarga, llena de incredulidad.
—¿Por qué debería creerte?
ㅡYo también fui exiliado, Derek.
De pronto, pareció desmoronarse. Sus hombros caídos y su expresión abatida lo hacían ver como alguien profundamente herido, no como la amenaza que era hace un segundo.
ㅡ No entiendo nada, Hunter... Ya estoy cansado.
ㅡ Derek no ha estado bien desde hacía unos días ㅡdijo el chico del autobús, acercándose con cautela hacia nosotros ㅡ. Necesita descansar, su lado Lobo y su lado Vampiro no han estado en equilibrio últimamente.
Quizá era algo obvio, pero en ese momento la revelación me tomó por sorpresa: Derek era tanto Vampiro como Lobo. Los colores de sus ojos parecían reflejar esas dos naturalezas en conflicto.
—Hunter... —susurré, apretando su mano suavemente. Él me miró—. Podríamos usar los adormecedores para calmarlo.
Él asintió sin dudar.
—De acuerdo.
—¿¡¿De qué hablan?! —exclamó Derek, como si de repente hubiera despertado de un trance. Su mirada se tornó intensa, llena de furia y locura, como un volcán a punto de erupcionar—. ¡Estoy harto de escuchar sus voces! ¡Me vuelven loco!
—Tranquilo, Derek, todo está bien —Hunter dio un paso hacia atrás, manteniendo la calma, pero Derek avanzó hacia él, sus ojos brillaban con una mezcla de ira y locura, parecía que en cualquier momento podría lanzarse y atacarlo sin piedad.
—¡Detente! —grité, soltándome de Hunter y colocándome entre ambos, con mis manos levantadas en un gesto de paz—. Te he estado buscando, Derek.
ㅡ Abby, sal de ahí. Ahoraㅡ me ordenó Hunter, pero lo ignoré y me acerqué todavía más a Derek. Me sorprendió notar que mi presencia parecía apaciguarlo, a diferencia de Hunter, quien claramente despertaba su furia.
—Necesito tu ayuda Derek, parece que por accidente has acabado por lastimar a alguien importante para mí —dije en voz baja, buscando sus ojos. Estaba nerviosa, pero mantenía mi postura.
Derek frunció el ceño, y por un instante su expresión se suavizó.
ㅡYo no... yo no le he hecho daño a nadie, yo solo quiero estar bienㅡ murmuró, desviando la mirada.
—Lo entiendo—respondí, acercándome un poco más—. Y por eso quiero pedirte ayuda para sanar a mi amigo. ¿Harías eso?
Él asintió con la cabeza pausadamente, era como estarle hablando a un niño pequeño adormilado.
ㅡPara empezar, necesito que cierres los ojos y que cuentes lentamente hasta diez, ¿puedes hacerlo?
Derek asintió sin protestar y cerró los ojos, comenzando a contar en voz baja. Era mi oportunidad. Deslicé la mano hacia uno de los adormecedores que llevaba conmigo, inhalé profundo, y me preparé.
Conté mentalmente hasta tres. Justo cuando Derek murmuraba el número cinco, di el siguiente paso...
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