CAPÍTULO UNO <6>

Recapitulación

La vida en Teneriferos no se tornó más interesante. En toda su historia siempre ha habido grandes batallas y conflictos. Veodal Gerner fue sometido a un ritual, en Pevan, se alió con los Orbaneses, y ahora camina en los techos de Guido, dando noticias falsas. Olivia, tras una dolorosa temporada en el calabozo, fue encontrada por Guido, gracias a sus hermanos, ahora Elizabeth está en las manos de Guido, su amado esposo. Odal, junto con sus amigos lograron cruzar el mar Arragon, ahora están por hacer historia, mientras Santiago espera en las lejanías de Irem, pero listo para atacar. Varias personas de Feroe, y Foros caminaron y cabalgaron hasta Feteran, sólo para anunciar la muerte, para dar vuelta de regreso a sus hogares, Gusuav aviso que no queda esperanza, y todos deberán emigrar hacia la ciudadela de Pinos, ubicada en el reino de Foros.

Otra vez la lluvia. Los vientos en todo el norte de Feroe son brutales, y cuando el viento se junta con la lluvia los perros ladran, pero en realidad muchas cosas más pasan. Cosas inexplicables suceden, hasta la propia palabra; inexplicable, es inexplicable. Las personas no saben quién inventó las cabañas, los utensilios de cocina, las prendas, no lo saben...

Elizabeth la pasaba mal, Guido; su esposo la había dejado encargada con cuatro guardias, en un jardín que nadie visita, la lluvia penetraba sus cabellos, resbalaban por su frente y entraban en sus ojos. Los cuatro guardias no la miraban, aunque no se lograba ver sus ojos por la armadura, se notaba la posición de su cabeza, en otra dirección.

Se oyen pisadas a lo lejos, pisadas que aplastaban el lodo y se oía pegajoso, y resbaloso. Guido aparece, con su casco de armadura en la mano izquierda, sus cabellos mojados que llegaban a la altura de sus ojos. Y gotas cayendo de su cuerpo al suelo. EL sonido de la lluvia era fuerte.

— ¿Qué quieres que haga contigo? dime —Dice Guido.

— No lo sé, seguramente matarme —Responde Elizabeth, con los ojos agachados—, he hecho cosas verdaderamente malas.

— Sabes que no quiero hacerlo —Dice Guido, Elizabeth sube la mirada—, Pero también sabes que lo haré.

Elizabeth, la fuerte Elizabeth se empieza a quebrar, por dentro y por fuera. Toda su vida se preparó para ser fuerte, educar a sus hijos con frialdad para que crecieran como los mejores, pero ahora todo el mundo lo ve como un exceso en la frialdad, una mala madre. Elizabeth empieza a llorar, pues lo que más quería era ver sus hijos crecer, otra cosa más no podría.

— Pensé que afrontarías las consecuentes con dignidad, no con este sufrimiento —Dice Guido.

Abrahm estaba durmiendo bajo el cielo nublado. Estaban cuatro caballos de unos soldados; a unos cincuenta metros de la última casa de la ciudadela de Feteran, él estaba recostado en la paja de esos caballos, y a un lado de ellos un barranco, no muy alto.

Veía un cuervo en su sueño, solamente el ojo de cuervo, De vez en cuando aparecían imágenes en su sueño de un cuervo grande, del tamaño de un humano, lleno de plumas pero tenía la cabeza completamente calva, ese gigante cuervo estaba picoteando un cadáver, la sangre que brotaba del cuerpo, el cuervo la esparcía en sus plumas, cambiando a color rojo intenso. Otras veces aparecían manadas de cuervos, como si hablaran entre ellos en el aire, como si se avisaran de personas cerca, como si conversaran ellos mismos.

De pronto despierta, pensó que se trataba de una pesadilla, se frota la cara con sus manos tratando de despabilarse, estaba alterado. Se logra despabilar y de pronto coloca su miraba al filo del barranco, el barranco estaba como a veinte metros de él, nada peligroso, pero se intrigó ver cinco sapos gigantes casi por caer, sin embargo sabía que los sapos jamás caerían.

Llega José con él, pues desde lejos observo que ya se había despertado, corriendo llegó hasta su rey.

— ¿Listo? —Dice José.

— Si —Contesta Abrahm suspirando—, Entre más rápido mejor —Dice y se tambalea, como débil.

— ¿Qué pasa Abrahm? apenas nos iremos y ya estás agobiado y débil —Dice José.

Abrahm no le contesta inmediatamente, parece que ahora tiene náuseas.

— No pasa nada, no estoy débil, cansado o agobiado, estando aquí he tenido algunas revelaciones —Dice Abrahm y se sostiene de un caballo—, revelaciones que no entiendo, alguien quiere decirme algo, pero no sé qué.

— Las revelaciones solo las tienen los profetas, tu solo has tenido coincidencias Abrahm —Dice José—, ¿has tenido sueños, o experiencias?

— Sueños, justo ahora.

— ¿Justo ahora? —Pregunta José—, De ser cierto entonces, ¿Qué soñaste?

Las revelaciones divinas han traído grandes estrategias, los elegidos para tener estas revelaciones han tenido una gran ayuda en sus problemas, o crecer como hombre. Toda revelación viene de seres más allá de lo comprendido, de Dios mismo, o criaturas oscuras, todas te revelan soluciones a problemas, problemas de la oscuridad, o te influyen a ir en el mal camino.

Justo en la pregunta que José le hacía a Abrahm llega Zaralok, caminaba lento, con vos suave y lenta, hasta algo deprimida, combinando con el triste paisaje de Feteran y las malas revelaciones de Abrahm hacían muy pesada la atmosfera.

— ¿Se van? —Pregunta Zaralok.

— Nosotros venimos de paso —Dice José.

— Debemos hacerlo, tengo un pueblo que reinar, necesidades que cubrir —Responde Abrahm.

— La primera vez que llegaste me comentaste que serias rey, pero solo eso, platícame sobre tu reino —Dice Zaralok.

— Es una ciudadela, una ciudadela rica en recursos, con personas ricas y felices, pero también con muchos problemas —Dice Abrahm—, necesito corregir todo lo mal hecho —Se sube a un caballo—, Cabalgar y librarme de estas tierras malas.

José sale de la conversación, se va con los soldados para avisarles que ya empezarían a marchar, Zaralok aprovecho la intimidad que les dieron a ella y Abrahm y suplico por librarla de Feteran.

— Escúchame Abrahm, Hay personas en el pueblo que no se quieren ir, Nester ya les aviso que morirán si se quedan, sin embargo muchos decidieron ir a Pinos, aceptaron —Dice Zaralok—, como el viejo anciano, el loco anciano; el no decidió irse.

— ¿Qué necesitas? —Pregunta Abrahm.

— Aquí el punto es, en Feteran a pesar de todo vivo bien, o eh vivido bien, pero en Pinos es otro reino, otras personas. La verdad no sé si lograré vivir allá, no lo creo —Dice Zaralok—, yo no dejaría que me cambiaran, aquí les valía de dónde vengo; haya no lo creo.

— Pediré a Nester otro caballo extra, tú vendrás con nosotros —Dice Abrahm con felicidad.

— De verdad —Dice Zaralok muy agradecida.

— Claro —Dice Abrahm—, José, trae un caballo extra —Grita Abrahm a José, a lo que José le hace una seña aceptando y alegrándose, pues comprendió que el caballo era para Zaralok.

Nester, el rey de Feteran salió del pequeño castillo, ahora vestía más acorde a rey, con mejores prendas, las antiguas prendas de Nester eran de Valor, pues venia de Sorus; la ciudad rica, pero no eran de rey, eran de nobleza.

Todos los guerreros, Abrahm, Gusuav, José y ahora Zaralok estaban en sus caballos, en una formación imponente, estaban a las afueras del pequeño poblado, viendo de frente al castillo. Nester daría la despedida a Abrahm, el cual ya se había convertido en un viejo amigo de él.

— Abrahm, me dejas con una buena carga, pero yo prometo llevar a estas personas a Pinos, mantenerlas a salvo —Dice Nester—, mi reinado duro poco, tu reinado será extenso.

— Viajaremos a Sorus, prometo mantener a tu pueblo como ahora, sin preocupaciones —Aclara Abrahm.

Comenzaron a cabalgar, como todos los días en esa parte del mundo; estaba nublado, con muchas nubes, de pronto empezó a caer una pequeña briza de agua, todo normal, pero hizo que Abrahm, y en general todos, se sintieran mejor; saber que se van de esas tierras los aliviaba. Comenzaron a cabalgar sin ver atrás, traer con ellos a Zaralok los mejoró de alguna forma, hacia más intrigante el arduo camino de regreso a Sorus. Todos llevaban sonrisas.

— Dices que vienes del norte ¿Cierto? —Pregunta Abrahm.

— Cierto, vengo del norte, un lugar frío, congelado.

— ¿Por qué? Es algo muy raro, del norte casi no se sabe nada —Dice Abrahm.

— Es porque no hay nada, la capital, es decir; Concordia, es una ciudadela despoblada, casi toda la población es nómada, no se quedan en un solo lugar —Dice Zaralok—, te sorprendería saber la cantidad de Soruesés que hay regados por todo el continente.

— Que sorprendente ¿es verdad que en el norte las montañas se mueven solas? —Pregunta José.

— Son los dioses, cuando pasa algo, felicidad o enojo; ellos mueven con sus propias maños las montañas, y toda esa nieve cae, en picada aplastando y tragando todo lo que este a su paso —Dice Gusuav—, creando nuevos valles, nueva vida.

— ¿Cómo es que este hombre sabe eso? —Pregunta Zaralok.

— Soy el padre de la magia, en Irem, me debiste haber escuchado —Responde Gusuav.

— Te escuche, pero no sabía que ser padre de la magia era saber todo en todos lados —Dice Zaralok.

— Bueno, tienes razón, ser padre de la magia no afecta mis conocimientos en otros reinos, pero en Irem, existen los integrantes del Centesorio, uno sabe de impuestos, otro de dinero, otro sabe de la religión, otros son genios, saben absolutamente de todo, y hay más —Dice Gusuav—, Yo estoy todo el tiempo conviviendo con ellos, de alguna forma me han enseñado muchas cosas, y yo a ellos.

— Ah —Dice Zaralok, mirando raro al viejo de Gusuav.

Siguieron cabalgando, seguían viendo el paisaje sobrio del lugar, lo que ponía inquieto a Abrahm, Salía del lugar, pero recordaba las malas experiencias que vivió, aun sin que un hombre lo acechara, la paso mal en esos lares. Pasan por un rio, de un metro de ancho, y menos de diez centímetros de profundo, sin problema los caballos cruzaron el cauce.

En eso aparece otro jinete, completamente desconocido, sin armadura, sin protección o acompañantes, sin armas. El jinete mira de reojo a Abrahm, a todos pero no hace mayor gesto. No tomaron preocupación por el jinete y siguieron la travesía.

Unos minutos después, el jinete misterioso llegó a Feteran.

Nester estaba en el pueblo, vagando, con las pequeñas casas que le llegaban de altura al cuello. En todo el pueblo no eran más de veinte casas, el castillo era pequeño, y sin vida. Nester estaba vagando por el pueblo brindando ayuda, los planes era partir todos hacia Pinos lo antes posible, iba caminando por las calles y ayudaba a personas a empacar sus pocas cosas, cuidando animales, recogiendo verdura de los plantíos, pues era un reino pobre, tanto así que el propio rey recoge los cultivos, sin embargo eso a Nester no le importaba.

La gente empezaba a notar confianza en el joven Nester, se miraba que en realidad era un joven bondadoso, era lo que lo Feteranos necesitaban; amor después de toda la tristeza que han vivido.

Todos estaban alistándose, preparándose para abandonar su hogar, en eso el jinete llega con Nester, los pueblerinos avisan a Nester con gritos. Todos ponen la mirada en aquel jinete, después de todo, nadie quería visitar ese pueblecito

El jinete baja de su caballo de un salto; el animal aún siguió trotando después de que el jinete había bajado, el hombre ve a los ojos de Nester y corre hacia el lentamente.

— Mi señor, vengo desde Sorus.

Nester lo mira intrigado, piensa que algo malo ha sucedido y pide palabras de inmediato.

— ¿Qué ha sucedido? —Pregunta Nester.

— Intra Martel, un ciudadano de su reino mi rey, él ha incitado a los ciudadanos a rebelarse contra Abrahm —Dice el jinete—, lo sacaremos mi señor, le devolveremos su ciudadela.

— Noo, están en un error, están mal —Dice Nester.

— ¿Cómo mi señor? —Dice el jinete—, decapitaremos al maleante que le quitó su corona, le haremos justicia mi rey.

— Vas a regresarte, vas a avisar a Abrahm lo que planean —Dice Nester, enojado—, ¿Me oíste? —Lo toma bruscamente del cuello—, ¿Sabes quién es Nester?

— Sí mi señor, es el traidor.

— Si no le avisas, y le hacen daño a él, o a los acompañantes de él, tu tomaras la completa culpa.

El jinete salió a prisa se quedó unos instantes viendo la cara de Abrahm, todo confundido, pues esperaba un gusto por parte de Nester, sucedió todo lo contrario. Dio la vuelta y de nuevo Cabalgo, y esta vez a toda velocidad. El clap y clap de los trotes del caballo aumentaron, regresando por los lares que acababa de conocer

Nester lo vio desaparecer entre los barrancos, pero era lógico no confiar en él, seguramente el jinete ya no acataría las órdenes de Nester y lo consideraría como un traidor a su patria.

— He, Hey —Grita Nester—, necesito un jinete, ahora.

Dos hombres de nuevo voltean a ver a Nester; eran jinetes, caminan con Nester, aunque fueron los únicos que acataron el llamado, todos los pobladores se interesaron en ir también, intuían lo que paso, pero con los dos hombres era más que suficiente para la tarea.

— Necesito que sigan al jinete que acaba de salir —Inhala—, ese jinete tiene que hablar con Abrahm, tiene un mensaje mío para él, si el jinete habla con Abrahm, si se lo comunica, o no, ustedes de todos modos se unirán con Abrahm —Dice Nester.

— Claro mi señor —Dicen los jinetes y van por caballos.

— Un momento —Grita—, ¿saben quién es Abrahm, cierto?

— ¡Claro!

— ¡Claro!

— Entonces cabalguen, cabalguen ya.

Los jinetes cabalgaron, a prisa de igual forma, espiarían primero a el jinete si se comunica con Abrahm, después se unirían con él para ver si el comunicado era acertado, obviamente también hablarían con Abrahm, para saber lo que el jinete le aviso.

Trotaron hasta pasar por los mismos paisajes, las mismas rocas y pisadas del jinete misterioso.

Una hora después, el jinete misterioso ya había llegado con Abrahm, iban ya muy avanzados en el camino hacia Sorus, aunque quedaba otra hora aún para llegar. Ya iban a paso lento, los caballos no pueden ir velozmente por mucho tiempo, Zaralok, Abrahm, José y Gusuav iban frente a la marcha de los cabalgantes, lo típico. El jinete misterioso minutos atrás ya se les había integrado; Abrahm ya había sido informado de la rebelión en su reino.

— Hasta puedo respirar mejor aquí —Dice Abrahm.

— ¿En verdad te afecto tanto? —Pregunta Zaralok.

— Tal vez no lo entiendan, pero creo que mi presencia en Feteran atrajo malos espíritus en mi alma, sé que soy débil de mente, las cosas me afectan más que a otros —Dice Abrahm.

— No sabemos, ni tu sabes Abrahm —Dice José—, Pero dime ¿Qué haremos en Sorus?

— Entraremos —Responde Abrahm.

— ¿Eso? —Pregunta José.

— Ya lo oíste, entraremos —Responde Zaralok.

Cabalgaron algunos minutos más, hombres iban comiendo pan; para alivia la resaca del día anterior. Los cabalgantes que Nester mando llegaron con Abrahm, los ruidos del trote hicieron que hombres desvainaran su espada; por simple costumbre, pues nadie que viniera del camino de Feteran les buscaría hacer daño.

Se unieron, sin ningún problema, pero ya en privado Los hombres dijeron a Abrahm lo que el jinete planeaba hacer, pues sabían que el jinete primeramente estaba en contra de Abrahm, a lo que Abrahm les dijo que el jinete le dijo la verdad, que ahora entrarían a la ciudadela sin preocupación, pues Abrahm sabía que controlaría las cosas.

En unos minutos lograron Mirar las casas de Sorus a la lejanía, no pararon a observaron, como siempre lo hacían, siguieron cabalgando sin ver atrás, y sin ver al frente, solo en lo que sucedía. Fueron bajando la velocidad a medida que llegaban al arco de bienvenida, un enorme arco con escaleras en un lateral, esas escaleras daban a lo más alto del arco, donde estaban seis hombres con arcos que ya esperaban a Abrahm.

Paran sus caballos en el arco, Abrahm mira de reojo a los arqueros arriba de él, pero no logran intimidarlo, Abrahm decidió cambiar por su cuenta, siendo fuerte y que no lo intimide nadie. Que el entorno de Feteran, y un viejo loco lo intimidaran ahora era una vergüenza para Abrahm, no dejaría que nadie más lo afectara.

— Háganse a un lado —Grita Abrahm fríamente.

En el arco no había puertas, sería inútil colocar unas, pues en toda la ciudadela no había murallas, había una fila de hombres que impedían la entrada por el arco, y la fila de hombres sobrepasaba el arco aún más, detrás de la fila de hombres estaba otra más, los hombres vestían algunas prendas de armadura, a lo mucho un casco, otros con espadas y otros con hachas, pero ninguno era un soldado.

Ahí está Intra Martel, no parece un líder, un jefe, se confunde con todos los demás hombres, que hablara le sorprendió a Abrahm, pues el aún no sabía quién es el líder.

— ¿Qué quiere he? —Dice Intra Martel—, Nester ya fue anunciado de esta rebelión contra ti, abusivo infeliz.

— Entonces ¿Qué hacen aquí? —Dice Abrahm—, Nester es mi amigo, rechazo por completo tu rebelión.

— Claro que sí, claro que lo que digas tú será verdad, maldito cristiano —Dice Intra.

— No quiero alimañas como tú en mi ciudad; entre mi gente, yo no me detendré aquí —Advierte Abrahm.

— ¿No te iras? eso es lo que yo quiero —Dice Intra—, sí lo sé, tienes mejores hombres, pero nosotros somos más.

— Escudos ya —Anuncia gritando Abrahm, sus soldados colocan su escudo en su pecho, y retroceden diez metros, en su caballo.

Se colocan en posiciones, Zaralok baja de su caballo, prefiere pelear a pie, tiene alma de guerrera, Gusuav de plano no quiere luchar, no es el indicado para eso aunque no le quede de otra.

— Si quieres pelea, entonces te daré tu muerte ¡Ahora! —Grita Intra a sus hombres, todos salen al ataque.

Los hombres de Abrahm también salen al ataque. Los hombres de Intra logran rodear fácilmente a los hombres de Abrahm en caballo.

Los dos pequeños ejércitos se enfrentan, mientras Zaralok corre a matar los arqueros arriba del arco. Dos hombres de Abrahm a caballo tumban seis hombres de Intra, otros hombres de Abrahm los apuñalan cuando caen en el suelo. Zaralok tumba los cuerpos de los arqueros que mataba en la cima del arco, uno cae accidentalmente sobre dos soldados de Abrahm, y los guerreros de Intra los matan. Seis hombres de Abrahm se abren paso, intercambian peleas de espadas, los hombres de Abrahm hieren a los hombres de Intra en las piernas, brazos o pies, se distraen y después los matan. El ejército quedo mitad y mitad impresionantemente, Abrahm estaba luchando, pero Intra no lo hacía, solo se quedaba viendo.

De repente aparece un señor, gordo del lado del ejército de Intra; es un carnicero, y traía dos hachuelas en sus manos, se veía furioso. El carnicero vio a Abrahm y corrió hacia él, dos hombres de Abrahm tratan de detenerlo, el carnicero lanza una hachuela y cae en el pecho del hombre, el carnicero alcanza a quitársela aun cuando no cae el cuerpo al suelo, el otro se aproxima al carnicero, el hombre le lanza un reflejo con la espada que daría en el cuello del hombre, pero el carnicero gordo la esquiva para después enterrarle la hachuela entre el hombro y el cuello, el soldado grita, pero no muere entonces le entierra otra hachuela en la mano haciendo que se desprenda del cuerpo y al final lo mata brutalmente enterrándole de nuevo la hachuela en la mitad de la frente.

Zaralok termina con la vida de todos los arqueros, ningún arquero pudo matar a nadie, dio un salto desde arriba del arco y callo en la mitad de las escaleras, vio problemas con otros hombres y fue a ayudarles, clavando su poderosa hacha en las piernas, cuellos y cabezas de las personas.

Quedaban doce en el ejército de Abrahm, y Nueve en el de Intra.

El carnicero seguían en pie, solo ellos estaban peleando —Te hare budín cerdito—, le decía el hombre a Abrahm —AAHHH—, grito el carnicero y corrió hacia Abrahm. Se enfrentaron, Abrahm daba pocos espadazos, pero fuertes, y con puntería, el gordo carnicero daba muchos cuchillazos, sus manos eran flacas y su panza grande, era un tanto chistoso verlo pelear.

Intra vio la perdida, pero una nueva estrategia, corrió rápidamente contra Abrahm, pasando los pocos soldados luchando. En la pelea de Abrahm y el carnicero, Abrahm dio el fin a la pelea, de un espadazo desprendió el brazo del carnicero, el carnicero gritó de dolor, se hinco inconscientemente y agarraba su codo, la única parte que le quedó del brazo, después vio la cara de Abrahm frente a él, Abrahm ya tenía la espada puesta para matarlo, el carnicero cerró los ojos y Abrahm le rebano el pescuezo.

Cuando Abrahm rebano la cabeza del carnicero sintió un ardor en el cuello, era Intra —Estoy donde me lo propuse, vez; soy un mejor líder que tu—, Dijo Intra, José alcanzo a ver, se alarmó pero no dio ni un paso al frente. Intra rebanaría de igual forma la cabeza de Abrahm, como él lo hizo con el carnicero, puso su espada en el aire para agarrar vuelo, pero en el acto recibió una puñalada en la espalda, se reventó uno de sus pulmones, el aire se le fue, Abrahm volteo para mirarlo y lo empujó con sus manos, Intra cayó al suelo y la cuchilla le atravesó el cuerpo, había muerto.

Detrás del carnicero estaba Augusto, él había matado a Intra.

La guerra había terminado, ya no quedaban soldados de Intra, ya no quedaba Intra... todos los sobrevivientes aún estaban alterado, se miraban unos a otros mientras dejaban caer al suelo sus armas.

Los soldados que vivieron se quedaron sucios, se fueron del sitio, seguramente se fueron a descansar al bar, que bien merecido se lo tenían. Hicieron una reunión con los ciudadanos, en el camino principal. Al cabo de unos minutos las personas estaban reunidas, Abrahm aún tenía la cara sucia, de lodo o césped. Había que aclarar lo que sucedió, los malos entendidos.

— Me tienen aquí de nuevo —Dice Abrahm, cansado completamente y la mirada perdida—, Muchas personas aquí tienen un sentimiento impropio de ustedes, tapan el afecto con el odio, se bien que les vale quien reine Sorus, solo les interesa seguir viviendo bien, yo hare eso —Dice y observa a todos a los ojos, nadie responde, nadie dice una solo palabra—, Me haré ateo, así sabrán que yo soy sirviente a Sorus.

Todos quedaron atónitos ante las declaraciones de Abrahm, el mismo José no sabía que pensar, mucho menos los habitantes. Todos se miraban unos a otros, pues aun nada les garantizaba que sus palabras fueran verdaderas.

— ¿Te harás ateo? —Pregunta Augusto.

— Así será —Respondió Abrahm.

— Hacer eso significara mucho —Dice Yuan—, para estas personas, para todos, que hagas ese acto, será entregarte a nuestras religión, es decir; la libertad.

— Estoy comprometido, estoy consciente de lo que confrontare en Irem, y lo que recibiré en Sorus —Dice Abrahm—, Cualquier prueba, cualquier cosa que confirme que ya no tengo dios, estoy dispuesto a ponerla en práctica.

— Pues aquí el pueblo decidirá —Dice Augusto.

— SI, si, si —Dicen los ciudadanos armónicamente.

— No tenemos algún ritual, alguna ceremonia. Creo que tenemos que inventar alguna ceremonia que confirme que Abrahm es ateo.

Los ciudadanos se echaron encima de Augusto metafóricamente, se pusieron un poco intensos y agresivos —Nosotros decidiremos—, dijo un anciano alterado. —Sí, nosotros diremos—, dijo una ama de casa.

— Está bien, tranquilos (...) Ustedes; ciudadanos, decidirán el ritual por el cual Abrahm tendrá que pasar, cuando estén listos nos comunicaran para realizarlo.

Sorus había ganado una victoria de su rey, pero eso no dejaba sentimientos, no sabían quién era su rey en verdad, aun no.

Olmmos, es la capital del reino de Foros, está en el lecho del río Kaliziar, Ahí vive el rey de todo Foros; Gosdo, junto a su esposa; Luisia, y sus hijos; Reni y Runi, los dos menores de diecisiete años.

Gosdo fue informado de que un Feroés tomaría la ciudad de Sorus, es decir; la ciudad más rica, importante y atrayente de fortunas de todo su reino.

Él no podía permitir eso, pero no era correcto cambiar a otro rey a cambio de aquel feroés (Abrahm). El reino fungía como una nación diferente a todos los demás reinos, cada ciudad era ubicada en un estado, el estado era controlado por el rey de esa zona, independiente de los demás reyes, independiente del rey principal de todo el reino.

El reino de Sorus era el único en todo el continente que no practicaba ningún tipo de religión, los demás estados de Foros si tenían su religión, pero no podían inculcarla en Sorus. Gosdo no podía hacer nada por quitarle el reino a aquel hombre feroés, cosa que quería hacer.

Anuncio un martes sobre una reunión para el próximo viernes, varias personas asistirían, incluidas personas de otros reinos, inclusive del propio reino de Sorus. La reunión llevaba por nombre "el viento de los finados", en ella se tratarían temas internos en el reino, como se sospechaba; del hombre feroés reinando en Sorus.

Se estaban reuniendo, los nobles apenas estaban llegando. Extrañamente en la sala donde se reunían abundaba un exceso de humo, con luces entrando desde el techo hasta el suelo, cristales, gemas y diamantes hacían que los rayos de luz se reflejaran aún más en toda la enorme sala.

Todas las personas se sentaron, Gosdo aún seguía volteando hacia la ventana de la pared, dándoles la espalda a todos los presentes. Detrás de la pared se veía una cueva, con una cascada por ahí donde se veían piedras valiosas. Por lo que se ve, la sala estaba bajo tierra, tenía toda la pinta.

Gosdo da la vuelta dando la cara a los presentes, la habitación seguía obscura, a pesar de los rayos de luz.

— Buenos días —Dice Gosdo, serio—, espero hayan sido recibido bien —Sonríe—, estuve meditando, sobre hacer esta reunión; o no. Al final me decidí, porque es mi reino, habrá que cambiar políticas, para que pueda controlar mi propio reino, mío.

— ¿A qué viene eso Gosdo? —Dice alguien—, somos personas importantes, influyentes; dinos para que te servimos.

— Ya lo habrán sospechado —Dice Gosdo—, El rey intercambiado, el rey vendido. Colocaron a un rey Sorués en un pueblo pobre, al sur de Feroe, y pusieron un rey feroés en Sorus; la ciudad rica.

— Lo sabemos...

— Tenemos que hacer algo, no solo para asegurar que esa ciudad no sea tomada, sino por algo que llevo tiempo pensando, mucho tiempo. Es momento de que el rey, tenga el poder del rey.

— Claro...

— En mis tiempos los reyes hacían y deshacían lo que querían. Tenían mil y una esposas —Dice gritando y feliz—, ahora todos quieren su granito de mando, todos.

— Cuál es tu plan...

— Primero que nada ustedes deberán moverse, hay un artículo que dice que un rey no puede hacer nuevas leyes, si el rey en turno lo hace; el ejército atacara contra él, contra mí. Ese artículo está en la parroquia de la purísima concepción, ustedes deberán cambiarlo, tienen influencia lo harán.

— ¿Qué hay después?

— Después vendrá lo divertido; usted —Apunta a alguien—, usted viene desde Sorus, alertara que yo, Gosdo Oliehn; invadiré su ciudadela, la ciudadela de Sorus, Eso los alertara. Después, como dije; lo divertido. Marcharemos e iremos recogiendo soldados de Alados; que ya vienen en camino, Enos, Fordos y Pinos. No nos llevaremos tantos hombres de aquí, ni nos darán muchos, pues en Sorus no tienen tanto ejército.

— Parece Buen plan.

— Aquí lo mejor, podrán saquear la ciudad, la ciudad está llena de tesoros, las mujeres me han contado que son feas, pero fruto; es fruto.

— ¿Saquear nuestra propia ciudad?...

— Somos ambiciosos, pero no abusivos...

— Soy el rey, en un chasquido sus riquezas se van —Todos lo miran—, pero sé que sabrán que hacer, sé que tienen más ambiciones que corazón.

— Es verdad...

— Pues si...

Un nuevo día, Abrahm fue complacido con el buen recibimiento de los Sorusés, es decir; aceptaron que Abrahm se quitara la religión de encima, lo recibirían si lo hacía cumplir. Augusto estaba feliz por eso, Abrahm le había agradecido a él, pues augusto le había salvado la vida a Abrahm, ahora Abrahm ya no lo veía como alguien extraño; sino, como una persona de confianza.

Augusto iba caminando por la ciudad, como siempre lo hacía; iba a comprar un pan a los famosos locales de venta de ese producto en la ciudadela. Ya regresaba del local, llevaba el pan en la mano izquierda, y un tarro en la mano derecha; en la boca un bocado de pan que iba masticando.

Tranquilo, da la vuelta en una esquina, las casas se dispersan y dejan a la vista la calle principal de la ciudad. Ahí vio las barbaridades que estaban haciendo algunos de los ciudadanos.

Había una estructura; completamente de oro, en forma de "T", como si fuera una cruz, pero sin la parte sobresaliente de arriba, lo que la hacía parecer la letra T gigante. Abrahm estaba amarrado de ahí, de la estructura salían como cuernos, que parecía que se iban clavando poco a poco en el cuerpo de Abrahm. Abrahm no se notaba descuidado o maltratado, sin embargo parecía que lo iba a estar, estaba atado a la estructura con látigos, que lo apretaban.

Cuando Augusto llegó a la escena un hombre, de traje amarillo, iba subiendo otra estructura, eran escaleras que daban hasta la cabeza de Abraham. El hombre traía dos cuernos en las manos, bastante grandes, pero frágiles a la vista.

— Estos cuernos han sido modificados, están huecos, y personas les han sacado filo en el inicio del cuerno —Dice en sacerdote gritando para que todos lo oigan—, ¡este será el símbolo de nuestro comienzo!

— ¡Viva el rey Abrahm!

— ¡Viva el rey Abrahm!

— ¡Viva el rey Abrahm!

En hombre anciano y un poco obeso; alza las manos arriba, después toma vuelo y entierra los cuernos en el cráneo de Abrahm. Abrahm grita, desconsolado y viendo la cara de Augusto que lo acababa de ver.

Augusto escupe el pan que traía en la boca, el tarro también y corre para subir las escaleras. El hombre estaba feliz, sonriente y alza las manos en el cielo dando saltitos, iba a hablar con el pueblo; pues prácticamente estaba toda la ciudad reunida ahí. El hombre no se notaba feliz por los daños que hacía, sino por el pueblo, por Abrahm de que será un buen rey.

Augusto sube las escaleras sin pensarlo dos veces, se enfrenta con el hombre —Bájelo de ahí—, dijo augusto en la cara del hombre muy recio.

— Es el ritual que pidió, las personas lo decidimos así —Dice el hombre.

— Ya fue suficiente, ¿quieren que muera?

— No, no va a morir —Dice el hombre, volteando a ver en cráneo de Abrahm; salía mucha sangre.

Augusto no se quedó quieto, ordenó a sus hombres que lo bajaran, pero no había nadie, era muy temprano y no había nadie aun.

— ¿quiere esperar a que muera? —Pregunta Augusto.

— No, no, no, no. ¡Bájenlo! Bájenlo, bájenlo —Dijo el anciano—, Abrahm ya fue aceptado, ya fue aceptado —Dice el anciano preocupado, bajando las escaleras.

Todo lo que después sucedió en ese momento fue desgarrador para Augusto, estaba inconforme con las barbaridades que se hicieron. Abrahm ni siquiera había dicho una palabra. Dos hombres con las mismas vestimentas que el otro hombre bajaron a Abrahm, lo tomaron de la cintura, los cuernos de la estructura lo lastimaron al bajarlo. Lo lograron bajar, se notaba la sangre correr por la estructura; algo horrible.

Los habitantes estaban viendo con eficacia cada movimiento que Abrahm decía, o ruidito que gimiese. No todas las personas estaban a favor de esta barbarie, algunos estaban padeciendo por la sangre que brotaba, no era mucha, pero la incertidumbre de la muerte era presente. Otros estaban contentos, no por el gusto de sufrimiento de Abrahm, sino; porque ahora ya tenían un rey digno.

Los cuernos en la cabeza de Abrahm poco a poco fueron cayendo solos, el hombre de la vestimenta amarilla los recogió del suelo donde habían caído.

La estructura fue bautizada como "la media cruz", se convertiría en un símbolo sagrado para todos. La media cruz fue colocada en el ayuntamiento central, los cuernos de igual forma ahí fueron colocados como objetos benditos de una nueva religión por crearse.

Tiempo después, Abrahm ya estaba descansando, en la misma habitación donde Amalia estaba viviendo. Veinte minutos antes estaba sufriendo la peor tortura de su vida, por ahora ya estaba descansando.

Criadas cruzaban las puertas de la habitación como hormigas, traían baldes de agua, mantas, telas y demás cosas. La cabeza de Abrahm estaba tapizada de vendas, que parecían estar demasiado apretadas para su cabeza, tenía manchas rojas y algunos dolores en la espalda. A pesar de todo Abrahm no parecía tal mal, el mismo decía que podía caminar, cabalgar; o al menos eso creía.

Olivia caminaba por el camino real de entrada y salida de la ciudadela. Unas noches atrás había sido abusada por su madre, pero ahora ya estaba bien.

Había sido avisada que Gobio había sido mandado a las temibles montañas de Orban, pero que al final solo lo dejaron tirado en el camino cerca de la ciudadela. Olivia esperaba encontrarse el cadáver de Gobio, pero en cambio solo encontraba mierdas de caballo.

Iba por todo el extremo derecho del camino. Olivia ahora caminaba como toda una guerrera, con su espada en la espalda. Al frente veía las islas de cultivos, y absolutamente nadie en el camino real.

Con su mirada al frente, Escucha un ruido proveniente del bosque y de inmediato de detiene, voltea y lo ve. El camino estaba lleno de luz, pero una vez que te metes un metro en el bosque la oscuridad ya se hace muy presente, por eso batallo para ver bien a Gobio.

A Olivia se le llenan los llenan los ojos de tranquilidad, la sonrisa de alegría y los pies de energía. Corre hacia él; hacia Gobio, de alguna manera pensaba ella en su mente que lo encontraría de esa manera. Gobio Tenía una tienda de acampar; hecha por el mismo, utensilios de cocina fabricados por el mismo, y demás mecanismos que él había hecho con madera del bosque.

— Justo así te esperaba encontrar —Dice Olivia.

— ¿Me esperabas encontrar? —Pregunta Gobio.

— ¿Por qué no fuiste a la ciudadela Gobio?

— No recibiría una buena bienvenida por tu mama; dice que yo te puse en peligro. Pero principalmente porque no llegaría, hay un largo camino, seguramente moriría —Dice Gobio alegando.

Se abrazaron (...)

— ¿Quién te trajo aquí? —Pregunta Olivia.

— Un hombre, en una carreta. Me dijeron que me llevarían a las montañas Orbanesas, pero solo me engañaron, me dejo tirado aquí y me dijo "para que gastar plata en llevarte lejos, si aquí puedes morir".

— No contaron con tu ingenio abuelo.

— No lo hicieron —Dice Gobio y ríen.

— Debemos irnos, Elizabeth seguramente ya debe estar muerta, es momento de que estés bien, en tu taller. Traje comida para que tomes energía, y yo te ayudare a caminar, seguro llegaremos a salvo.

Gobio se levanta de la tabla donde estaba, se tallo el culo, pues le incomodaba la tabla. Recogió algunos de sus nuevos inventos, salieron al camino real y vieron a los laterales del camino real; no había nadie. Empezaron a caminar, despacio, muy despacio.

Olivia llevo a gobio a la ciudad, lo llevo al taller y se quedó con el toda la tarde.

Adriel y Osdar entrenaron espada.

Se supo que guido no mató a Elizabeth, lo iba a hacer, pero percances no lo hicieron posible, pero mañana era seguro que Elizabeth no viviría más.

Gosdo; rey de Foros había llegado hasta Sorus. Realmente no buscaba guerras, no quería ver sangre derramada de hombres de Foros, solo de extranjeros.

Gosdo se imaginaba ver una tierra de indignación, él sería el hombre que incentivara una masiva rebelión contra Abrahm, pues creía que las personas no querían a Abrahm, cosa que pensaba mal. Abrahm justo en ese momento era la persona más amada en la ciudad, en el estado y posiblemente en el reino, pues el rey; Gosdo no era muy amado por muchos.

Tuvo que Pasar un día para que ejércitos de los diferentes reinos se reunieran, en marcha, sin cabalgar, pues; no había caballos suficientes para los soldados que llevaban, Solo los nobles cabalgaban a paso lento.

Eran unos doscientos hombres que marchaban, mientras en Sorus había Ciento cincuenta hombres que podían luchar decentemente, sin embargo en una guerra muy posiblemente los ciudadanos de igual forma se unan, algo no tan probable de todas formas.

Al cabo de unos minutos los guerras habían llegado, a paso lento escuchando el clap y clap de las pisadas, y el tas, tas y tas de las espadas en su espalda

Cruzaron una colina; la última que faltaba. Cruzaron la colina y se encontraron con Sorus; a cien metros. Quedaron maravillados, pues el rey no hace viajes nunca. Se quedaron viendo, no había prisa en realidad pero un hombre en la ciudadela vio el ejército —Se aproxima un ejército—, gritó aquel hombre. Gosdo no tuvo más remedio que cabalgar hasta la ciudadela, para no alertar sobre cualquier cosa que pudiera pasar.

Entraron hasta el camino principal sin precaución, los caballos que traían los nobles ensuciaron los blancos adoquines del camino. El ejército que venía a pie entró de igual forma, usurpando la tranquilidad de los habitantes.

Abrahm escuchó el grito del hombre, corrió a ver qué pasaba, de igual forma lo hizo José, Zaralok y Augusto. La gente se reunió de inmediato en una gran masa, al ver que llegaba Abrahm se abrieron paso para que el viera quien había llegado, el rey solo se concentraba en ver quien eran esas personas que llegaron, ver su aspecto.

— ¿Quiénes son? —Dice Abrahm, en frente de Gosdo; que estaba en su caballo.

— Así que tú eres el extranjero —Dice Gosdo mientras baja de su caballo.

— Que quiere...

— Creí que serias más maduro, fuerte. Solo eres un joven rey —Dice Gosdo.

— Que quiere; le digo —Dice Abrahm firmemente.

— Vengo a sacarte de mi reino, a liberar a estas personas —Advierte Gosdo—, no seguirás saqueando mi ciudad, no seguirás aprovechándote de los buenos Soruesés.

— No hago eso, nunca lo haré —Dice Abrahm—, ¿Quién es usted?

— ¡Mira! ¿tan poco te importa nuestra historia? Nuestra política —Dice Gosdo—, soy tu rey...

— No lo sabía.

— Ah, ¿no lo sabias? —Pregunta Gosdo.

— No, no sabía que era un abusivo con sus reyes sirvientes —Dice Abrahm, todos le miran a Gosdo, indignados pues se dieron cuenda de que era un usurpador.

— Te vas a ir —Dice Gosdo, enojado y gritando, causando el silencio en todos.

Todos los habitantes quedaron perplejos ante esta visita. Cada vez iban llegando más y más personas provenientes de la ciudadela, todos con caras de molestia hacia Gosdo, lo que ponía más aturdidos a los visitantes, pues esperaban un recibimiento más ameno.

— ¿Qué hará si no lo hago? —Pregunta Abrahm.

— Me encargare —Dice Gosdo gritando—, de que toda su ciudad sea saqueada, toda. También Alguien más será su rey —Habla con las personas—, una persona que no tenga religión, que no provenga de otro sitio. Sino, su rey morirá.

— No pasara...

— Embustero...

— Ladrón...

— No me iré, he ganado el cariño de estas personas; la aceptación —Dice Abrahm—, Ustedes son los que se irán de aquí.

— Vas a morir —Dijo Gosdo, mientras salía de la ciudadela, junto con todo su ejército.

Silencio. Un alma empieza a aplaudir, después todos lo siguen. Creían que Gosdo se había ido, cosa errónea. Gosdo atacaría con más fuerza esta vez y Abrahm lo sabía.

— Vengan todos los hombres, soldados y mujeres; todos iremos a la guerra —Dijo Abrahm.

Las personas se callaron de inmediato, se controlaron y miraron los unos a los otros —SII—, decían unas mujeres —Claro—, otros hombres. Rápido se hizo una movilización, personas salían de sus casas, entraban, corrían y brincaban.

— ¡colóquense en fila! —Dice Abrahm, con sus manos indica donde se deben de colocar —Todos deberán tomar un escudo.

En el sitio había cerca de quinientas personas, todos habitantes. Con cuchillos de cocina en sus manos, herramientas de ganadería, arcos, espadas y con gran espíritu de ganar su primer victoria en décadas.

— ¡Arqueros, suban a los portales de las casas! —Dice Abrahm.

Los arqueros suben hasta los portales de las casas, se apoyan en los barandales de los portales y están en posición, apuntando al arco de entrada.

Gosdo había salido de la ciudad, pero no para irse.

— Soldados ¡Yai! —Grito Gosdo, todos los soldados dijeron entonados la misma palabra, y se colocaron en fila; con posición de combate— Los infelices no quisieron acatarnos, habrá que liquidarlos.

Gosdo no veía la formación de los civiles, pues las casas lo impedían. No se imaginaba que los fuera a atacar, no se imaginaba que los ciudadanos se unieran para atacar.

Desde dentro de la ciudadela Abrahm seguía instruyéndolos —Sé que no tienen entrenamiento; pues son simples ciudadanos—, dice Abrahm —Tienen ejército, una buena cantidad; pero no sirve. Aquí hay hombres de Irem, bien entrenados; ustedes hagan lo que les digan—, vuelve a decir. No se dan cuenta de lo que acababan de hacer, se habían unido por su pueblo con valentía. Por fin Vivian lo que Tonatiuh no les dio; gloria.

Empezaron los nervios, las respiraciones rápidas. Temían, pues se trataba del máximo rey de Foros. Se imaginaban las condenas que recibirían si lograran acabar con él y lo dejaban vivir o escapaba.

— Piensen en la muerte, no se distraigan —Dice Abrahm—, Ese rey quiere saquearlos, ya saben que yo no traigo la religión, el sí; él es el extranjero.

— Apunten a la cabeza, o al pecho —Grita Augusto.

— No se dejen intimidar mujeres, ¡Las mujeres somos guerreras también! —Dice Zaralok—, arránquenle las bolas a esos bastardos.

— Hombre o mujer, cualquiera peleara. Al final de la batalla, si ganamos los cuerpos serán para quien los tome, aun estarán calientes —Dice José sarcásticamente.

— ¿Estamos listos? Dije, ¡Estamos listos!

— AAHHHH —Dice todo hombre, mujer y niño. Desde la calle principal, desde las casas; todos gritaron para alentarse, la guerra empezó.

Los ejércitos se enfrentaron, Los del ejercito de Olmmos iban en sus caballos, pero de alguna forma eso les afecto, el camino principal era algo estrecho, había muchos obstáculos y lo Soruesés tomaron bien esa ventaja. Los primeros diez hombres que entraron con sus caballos a la ciudadela lanzaron hombres Soruesés por los aires, dejándolos en el suelo.

—Derríbenlos— Grita Gosdo. Los Olmmeses entraron con mucha furia, demostraban su buen entrenamiento. Los guerreros de Olmmos no traían arqueros, jinetes; solo soldados.

Los arqueros lograron matar a una persona cada minuto, sus flechas nunca se acabarían; era otra de las cosas que abundaban en la ciudad.

Abrahm, y sus amigos luchaban con firmeza, en verdad lo hacían. Los Olmmeses no tenían escudo, algo extraño.

Se veían escudos subir y bajar, cubriéndose de todo ataque, Flechas ir y venir al igual que espadas. Abrahm se abre paso en la multitud de luchadores, nadie siquiera lo roza con su espada, parte espadas en dos, empuja y decapita guerreros, Zaralok hacía lo mismo, pero con su hacha, a ella le gustaba enterrarla en los cráneos y ver la sangre saltar.

Dos niñas suben al arco de bienvenida sin que las vean, no tenían más de diez años. Desde ahí lanzan piedras que traían en un costal, piedras del tamaño de un tarro, increíblemente logran tumbar algunos.

Gosdo, y los nobles no entraron a la batalla, veían desde sus caballos la masacre; la cual se le nombro "viento de los finados". Dentro de la ciudadela quedo el espíritu de seguir con su vida cotidiana, la cual todos querían.

— ¡Todos, sujeten bien los escudos! —Grita Abrahm.

— ¡esquívenlos, y mátenlos sin piedad! —Grita José.

— ¡Sin Piedad!

— ¡Sin Piedad!

— ¡Sin Piedad!

El ánimo empezó a subir entre los Soruesés, peleaban conectados, cada uno sabía cómo actuar, cómo ayudar y comenzaban a saber como matar.

La guerra siguió (...) los dos ejércitos lucharon bien, en especial el ejército de Gosdo, pero no con el espíritu del ejército de Abrahm, los Soruesés luchaban por su bienestar, si no ganaban prácticamente morirían, niños, niñas y bebes sufrirían, cosa que no pasaría si el ejército de Gosdo perdiera.

Al poco tiempo los Soruesés decuplicaron el ejército del extranjero, estaban por todas partes haciendo su máximo esfuerzo. Viendo en que podían ayudar, las madres daban besos a sus hijos cada vez que se las ingeniaban para liquidar un extranjero, eso avivaba aún más el espíritu libre.

La lucha se mostró más intensa, los Soruesés tomaron confianza, no tomaban estrategia, sino salvajismo; no les importaba si mataban al enemigo, sino como lo mataban. Hubo un momento donde Zaralok vio la brutalidad del suceso, se quedó impresionada pues de donde venía tenían ese gusto por masacrar a su enemigo.

— ¡Retirada! —se escuchó decir a un soldado, los demás no esperaron para irse.

Se fue una gran parte del ejército, no esperaron a recibir una orden oficial, pero muchos otros quedaron; alrededor de setenta fueron los que quedaron, y ochocientos de parte de Abrahm.

Abrahm aún tenía grandes energías, a pesar de estar un poco mal unos días atrás. Todos los Soruesés peleaban, Zaralok se veía aún más letal que el propio Abrahm, José y Augusto; pues ella fue entrenada con ese espíritu desde su nacimiento.

José estaba luchando, como todos, pero de pronto dos hombres se le lanzan a batallar, después llegan otros tres por detrás de él, se le lanza uno y lo hiere cortándole de extremo a extremo la espalda haciéndolo sangrar, otros dos le lanzan tierra con los pies a la cara de José; a pesar de las molestias José no cierra los ojos.

José estaba en peligro; se le lanzan dos y José les da un espadazo en la parte del pescuezo, a uno lo mata rajándolo del cuello, pero otro se esquiva tirándose al suelo y pasando debajo de los pies de José; José se voltea para atacar el hombre que pasó por debajo de sus pies, pero cuando lo hace el hombre anteriormente herido; sin espada, lo empuja y un caballo se lo lleva entre sus pies.

El hombre del caballo; que se llevó a José cae al suelo, los Soruesés lo decapitan y con eso se acaba la batalla.

No quedaron más hombres de Gosdo, todos murieron. Los nobles vieron desde su caballo que varios hombres salían a prisa de la ciudadela, Gosdo se molestó y dio rienda suelta a su caballo, dio la espalada a los nobles y se retiró, en un instante los demás nobles decidieron marcharse, cabalgando de regreso a su reino, solos y sin hombres. Los pocos soldados que huyeron desaparecieron en el bosque, para posiblemente jamás volver a verse.

Pasaron los minutos. Abrahm permaneció en el anonimato, meditando sobre lo que sucedería. Pasa a saludar a sus amigos, los que ya consideraba de su familia.

Estaba en el centro del ejército, en el centro de sus amigos, personas importantes para él, lo estaban alabando. El camino principal se adornó con bellas flores.

Pone su mano derecha en su cabeza, toca las vendas que traía; aún más manchadas de sangre, agarra un extremo de la venda con sus dedos y estira con fuerza dejando que las vendas volaran por los aires.

Las personas quedaron calladas, no impactadas; más bien extrañadas. Los ciudadanos aún estaban colocando las flores, lo que Abrahm impidió con su locura.

— Alguna vez me llame Abrahm Aprentice... después mi padre me nombro Abrahm Ferrer, como honor porque yo reinara en este lugar... pero ahora yo seré llamado Abrahm Doscuernos, como honor a su ciudadela; a mi ciudadela —Dice Abrahm.

Todos aplauden, niños asombrados y guerreros felices porque al fin les tomaron atención, pero principalmente porque ahora tenían un buen rey, habían ganado una batalla; algo que no sucedía en décadas. Ancianos que salieron de sus casas se reían tímidamente; estaban agradecidos.

— Gosdo no quedara feliz, vendrá ahora si con su ejército completo; traerá todo el ejército de todos los demás reinos —Explica Abrahm—, decreto... desde este momento, Sorus y sus territorios son un reino completamente independiente, libre de Foros.

Los presentes quedaron verdaderamente atónitos. Sabían que se tenían que tomar decisiones radicales, pues acabaron de vencer al rey de su propio reino, las cosas no podían acabar ahí; aunque en instantes después de pensar vieron que era lo único que se podía hacer.

— Tenemos grandes guerreros, aquí lo han demostrado, pero más que nada; son mis hermanos —Aclara Abrahm—, tenemos el dinero, más del que necesitamos. Hay lugares en donde los guerreros se compran, por un buen precio conseguiremos guerreros, guerreros fieles; sé que en este momento en la persona que más confían es en mí, lo sé y también saben que no le haré ningún mal al reino.

Clap, clap, clap y clap —Era lo único que se escuchaba después del discurso que dio Abrahm; aplausos.

— Hace mucho que no sentía la valentía de un rey, la valentía no solo se encuentra en batalla, en este tipo de ocasiones es cuando se necesita, y verdaderamente puedo decir que eres un digno rey —Dice Augusto—, no encuentro forma de que alguien diga que no.

— Tenemos un gran camino por delante —Declara Abrahm...

Aplausos siguieron, más de lo que era sano. La celebración no acabo, seguía viva en los ciudadanos aun después de que pasaran años. La batalla que ganaron no era grande, pero marcaba el inicio de algo grande, como lo dijo Abrahm en algún punto de su vida.

Odal, Maury y Carlos transitan hacia dentro de la ciudadela de Irem. Los muros estaban abiertos y es el medio día. Como el espía dijo a Guido que en Orban no intentan atacarlo, entonces la ciudadela se despreocupo; dejando las murallas abiertas para una mejor accesibilidad de los granjeros a comercializar.

Los amigos iban velozmente cruzando las enormes puertas de las murallas, a medida que entraban miraban a todos lados, tratando de averiguar donde se encontraría el rey. Pasan una serie de casas, saltando charcos orina en los caminos, pisando el excremento de años igualmente de los caminos.

El rey se encontraba en el acueducto; donde tiran los hombres malos a morir. En el acueducto está una plazoleta, y unas escaleras de mármol que suben muy alto, las escaleras son abiertas, muy anchas y muy pequeña la altura que cada escalón sube. El rey estaba con algunos nobles, estaban ahí por razones desconocidas, pero ahí estaba. Los escalones daban a una meseta de mármol, donde tenían una vista amplia de los barrancos y algunas casas.

Odal sube esos escalones, sube tres con cada paso, Carlos y Maury lo siguen detrás. A una corta distancia de llegar con Guido, Odal empuja sujetos que se atravesaban en él, ya casi llegando empuja otros sujetos que esta vez se interpusieron en su objetivo.

El rey percibe la presencia del hombre, se da la vuelta para darle la cara y pone su mano en su vaina, para sacar su espada si es necesario; pero no lo creía, pues antes lo miro de reojo, viendo que más bien se veía en apuros.

— ¿Quién es usted? —Pregunta Guido, pero Odal hace como que no lo escucha.

— Santiago, el rey Santiago viene a atacarlo.

— Gente en la que confió no me ha dicho eso, tu menos me dirás eso.

Guido no confiaba, notaba buenas intenciones en el muchacho, pero; sabía que había hombres que se aprovechaban de las cosas que provocaban, cosas que él ni se imaginaba.

En mitad de la charla llega un hombre; un soldado de su ejército, inconfundible —Mi señor se avistó movimientos en el poniente de la ciudad —Dice el soldado.

— Rey guido, Santiago de Bustamante es mi padre, soy su hijo bastardo, sé que no hay que perder tiempo, pero; estoy dispuesto a ayudarlo, sé que no busca guerras; sé que busca un Teneriferos unido, yo puedo ayudarle; que esta guerra confirme nuestra unión para muchos siglos.

— (...) si —Dice discretamente Guido; aún seguía procesando lo que pasaba.

Guido le toma las manos a Odal, la aprieta fuerte, Guido en su mano traía una cruz, cuando despejaron las manos Odal tenía la cruz de Dios marcada en su mano. La cruz Guido la soltó, Odal tenía en sus manos una cruz de un Dios extranjero. Después Guido estiro un collar que Odal tenía colgado en su pescuezo, para después colgárselo él; el collar simbolizaba un dios de Orban —Los dos somos ahora uno, si me traicionas entonces traicionas a tu Dios, si ganamos esta guerra tú te quedaras con Orban, seremos aliados— dijo Guido.

Al parecer el rey Guido estaba por decapitar a Elizabeth, pues después de un momento Elizabeth aparece encandelada de manos y pies, con unas cadenas rojas, gruesas que Elizabeth ni siquiera podía levantar sus brazos. Guido se acerca a ella y le dice en su cara —Te has salvado, de nuevo. ¡Lleven a la reina al calabozo, de nuevo!— a Elizabeth la pusieron en la misma celda que Olivia, pero ahora con peores tratos.

El atardecer estaba presente, el cielo estaba color fuego; se veían las llamas de los malos augurios pintando los bastos valles del cielo y las nubes. Los fuertes vientos, como siempre en la ciudadela.

Aún no se llevan a Elizabeth y llegan aún más malas noticias, cosas que esta vez Guido no iba a disfrutar. Llega otro sujeto, esta vez era un hombre con prendas de noble, prendas blancas y muy bajo de estatura —MI rey, hay un rumor que involucra a su hijo; dicen que Abrahm Ferrer ahora es ateo, que creará un nuevo reino con toda la fortuna de la ciudadela y se cambió de nombre; ahora es llamado Abrahm Doscuernos. Sus leyendas ahora se dicen en cada rincón, de cómo venció al rey de Foros, de cómo fue su ritual para quitarse de su alma a Jesús Cristo— Guido no dijo una sola palabra, la respiración no le daba para responder ante tales actos.

En el momento, como acto de un sueño, de un brujo; algo psicodélico que no se trataba de algo real. Llega esta vez una señora, pareciera una criada que se encargaba de cuidar a los niños de la familia real, ella estaba en lágrimas —Rey santo, Adriel y Osdar no están por ninguna parte; han desaparecido —, Guido se altera, no encuentra que hacer —¡No están, mis hijos!—, Dice Guido, Odal se asombra con las desgracias del rey, no sabe si podrá seguir firme ante la guerra próxima.

— Necesito hombres que vayan a buscar a mis hijos —Dice Guido en pausas, con lágrimas en sus ojos; se apoyaba en personas para no caer rendido en el suelo—, manden a otros hombres a reclutar ejércitos, a pueblos a cualquier parte.

— Rey Guido, con los hombres que tenemos no completamos aquí, no podemos mandar a otras partes a más soldados.

— ¡van a buscar a mis hijos, no diré más! —Gime Guido, ya sin ganas de estar ahí, no quiere desquitarse luchando; quiere que todo termine y tener paz ahora que se la habían quitado.

FIN

Abrahm, salido de Feteran, solo consiguió batallas, amenazas y traiciones entre su pueblo. pero tambien consiguio amigos, aliados y un pueblo completamente nuevo y renovado, que lo seguirá a donde vaya. 

Entre más cerca está Santiago de Irem, más desgracias le llegan a Guido. Desilusiones, asombro, dolor y tristeza recibió Guido en un corto momento de parte de sus hijos, lo cual lo cegó completamente y no actuó bien pensando en el pueblo, sino que solamente él su familia.

Entro mas lejos estés de la desgracia; mejor. Nester se alista para partir del tétrico pueblo de Feteran, se dirigen hacia Pinos, lugar donde estarán a salvo de la erupción del volcán Roa.

Nota del autor.

Sería de gran ayuda para mi que me dijeran algunos problemas de los capítulos, o ideas generales, con esto me refiero a; incoherencias o partes donde la historia es narrada pésimamente, cosas sin sentido o errores ortograficos.

Si lo hicieran y encuentran algo donde mi historia mejoraría, estaría recibiendo sus mensajes con mucho agradecimiento.

~JDDT.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top