Día 3.
Tercer día de clases, tercer día de tortura.
Necesito que alguien apague la energía que se ha instalado de pronto en mi organismo. Me dá un poco de miedo. Hoy volví a despertarme sola, aunque me costó un poco más levantarme.
La Universidad no es tan terrible como la pintan, ¿saben? Hasta el momento todo han sido arcoiris y ponis, ojalá siga todo igual.
Perfecto, por estar en mi nube de unicornios, se me pasó una micro. Acomodo mi mochila y me pongo los audífonos por dentro del polerón, definitivamente, ya comienza a hacer frío. La siguiente micro pasa completamente llena, pero el chofer se detiene y abre la puerta posterior para que suba. Creo que le dá pena mi nariz roja y mi postura de cubito de hielo.
Me subo y me acomodo entre dos mochilas muy mullidas que me pueden servir de almohada si es que el transporte frena bruscamente. Hay que verle el lado bueno a todo.
Mi cabeza queda justo frente a la ventana de la puertecilla de atrás y así voy observando el camino mientras gente sube y baja aleatoriamente. Queda menos de viaje, solo un par de minutos. El autobús se detiene a dejar y recoger pasajeros frente a una calle infinita. Miro distraídamente por la ventana y unos ojos mieles atrapan los míos. Su cara de asombro refleja la mía. Ni siquiera puedo reaccionar para bajar la cabeza, como hago siempre que me siento abochornada.
La micro comienza a moverse y poco a poco voy volviendo a la realidad. Una sonrisa estúpida se plasma en mi rostro sin pedir permiso: he visto a mi chico del autobús.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top