Todos somos monstruos.

Una sombra me persigue,
¿qué querrá, por qué insiste?
Yo solo quiero tumbarme,
y poder dormir, sin tener que preocuparme.
Siento mis dedos resquebrajarse,
por los cortes, miro a un lado sin inmutarme.
¿Por qué sigue ahí?
Debería marcharse,
como todo, abandonarme.
Sin embargo, me retiene.
Me susurra: veo en ti luz.
Le digo: que ironía,
si lo perdí todo y conmigo vino la agonía.
Me agaché,
y a un lado me aparté.
No quería verle,
y menos conversar con él.
La sombra suspiró,
y con esto añadió: ellos se fueron por tu culpa,
debes madurar y entender la verdad.
Ladeé la cabeza y la vi.
Era mi niña, y la dejé morir.

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