27. Rey de las estupideces

¿Estás ocupado? Necesito tu ayuda.
4:42 pm⤺

Solo iré a casa de Joshua, pasaré el rato con él y su hermano 🎮
⤻4:42 pm

Jehiel rodó los ojos, Joshua no le caía mal, era solo que aún debía acostumbrarse a la idea de que ahora las cosas eran así y Zaek tenía a más personas en su círculo social.

Al parecer nada importante. Cancélalo y ven a mi trabajo en diez minutos.
4:42 pm⤺

¿Por qué? ¿Qué ocurre?
⤻4:42 pm

Te diré cuando estés aquí 🙄 ◄
4:43 pm⤺

Está bien, estaré allí.
⤻4:43 pm

Jehiel sonrió satisfecho y bloqueó su celular. Miró a su compañera Millyceth, quien estaba del otro lado del mostrador recostada sobre su brazo mirándose las uñas como si fueran las cosas más interesantes del mundo.

—Millyceth —la morena subió la vista y lo observó con aire aburrido —Podrías-

—No.

Jehiel abrió la boca sorprendido, pero sonrió de lado.

—Aun no te dije nada.

—Ibas a pedirme un favor y la respuesta es no.

—Vamos, yo nunca te pido nada.

—No molestes, Jehiel. —rodó los ojos y se acomodó mejor en el mostrador para seguir con lo suyo.

La tienda estaba vacía, Gylmerk se había ido hace un rato. Sofía cuando llegó solo se quedó diez minutos y el resto de la tarde no habían llegado muchas personas.

—Millyceth...

—Que no. —replicó ella.

Si no le quedaba más remedio tendría que convencerla usando sus propios métodos de persuasión.

Ser un demonio de pecados carnales le era útil de vez en cuando y había estado trabajando con Millyceth los suficientes meses como para conocer sus debilidades y defectos como cualquier humano posee.

—Te pagaré si así lo deseas —intentó una vez más antes de rendirse a solo pedir ayuda, no quería usar sus dones con ella.

Millyceth dejó de mirar su mano y levantó la mirada para observar a Jehiel.

—Te escucho... —murmuró la chica y Jehiel asintió.

—Necesito irme en veinte minutos.

—¡¿Quieres que cuide la tienda sola hasta las ocho de la noche?!

Millyceth no se veía molesta, pero tampoco feliz, de hecho, Jehiel estaba tan poco acostumbrado a recibir comentarios o palabras por parte de ella, que al oírla decir aquella oración larga no encontraba palabras para formular una respuesta correcta.

—Bueno... Sí, más o menos.

—Treinta dólares —dijo sin más.

Jehiel negó, no le iba a pagar treinta dólares.

—Veinte.

—Cincuenta —Millyceth se acomodó mejor dejando su desgarbada postura en el mostrador.

—¿Treinta? —intentó negociar volviendo a la primera cifra de la chica.

—Sesenta.

—Estoy seguro de que así no es cómo funcionan las negociaciones. —Jehiel frunce el ceño, pero Millyceth sube los hombros.

—Tú eres el que necesita de mí.

—Cuarenta y no pienso pasar de allí —la señaló. Ella sonrió burlona.

—Ochenta.

—¿¡Qué?!

—Sigue hablando y verás como llegaré a una quincena completa —lo retó. Jehiel rodó los ojos y sacó su billetera.

Le extendió los cuatro billetes de veinte y Millyceth los tomó con tranquilidad.

—Eres muy buena en esto.

—Tengo un papá apostador y dos hermanos mayores muy ladrones —dijo a la vez que guardaba los ochenta dólares en su bolsillo delantero. —Aprendí a negociar para poder sobrevivir en esa casa y pues... En la vida en sí.

—No... No lo sabía —Jehiel estaba sorprendido por segunda vez en esos minutos, Millyceth estaba contando algo personal y diciendo más oraciones completas.

—¿Cómo ibas a saberlo? —ella frunce el ceño y se vuelve a acomodar en el mostrador de manera aburrida, utilizando un brazo para sostener su rostro.

La puerta se abrió y Jehiel pudo ver a su mejor amigo entrar al local.

Zaek recorrió la mirada hasta ver a Jehiel y avanzó hasta él, también percatándose de la chica morena de cabello liso detrás del mostrador.

—Aquí me tienes. ¿Qué sucede?

—Ya te explico, iré por mis cosas —lo señala y luego mira a su compañera —Millyceth, él es Ezequiel —Jehiel lo presenta con su nombre falso, pero ella solo le da una rápida mirada y prosigue a ignorarlo. —No le gusta hablar mucho —se disculpa por ella mirando a Zaek y este sube los hombros despreocupado —Bueno, ya vengo.

Jehiel salió a buscar sus cosas mientras Zaek observaba la tienda. Después de todo la música era su pasión y no le molestaba mirar los instrumentos mientras esperaba.

—Tienes un aura muy fuerte, tu sola presencia me hace sentir escalofríos. —escucha a la chica hablar y se gira a verla.

—¿De verdad? —ella asintió —¿Gracias?

—No era un cumplido. —murmuró seriamente.

Millyceth no lo sabía y quizás nunca lo sabrá, pero estaba frente al hijo de la Muerte, por eso Zaek no pudo contener la breve sonrisa que se le escapó.

Los humanos siempre se intimidan cuando él o su hermana se manifiestan a ellos por primera vez.

—Listo —anunció Jehiel cuando salió nuevamente ya con su maleta y llaves del auto en mano. —Gracias por cubrirme, Millyceth —se despide de la chica y esta solo asiente antes de darle una última mirada a ambos.

—¡Adiós! —se despide Zaek, pero no tuvo una respuesta y rio ante ello mientras salía.

Una vez fuera de la tienda Jehiel se detuvo.

—Ella no es muy expresiva —le explica —Y hoy entendí que es mejor así, ¡le ofrecí veinte dólares por cubrirme tres horas y terminó quitándome ochenta! —exclamó aún sin creerlo.

Zaek solo negó con una sonrisa burlona.

—¿Dónde dejaste el portal?

—En la parte de atrás de la tienda, en el callejón. Jehiel, ya dime que ocurre.

—Hoy saldré con Sofía, quiero llevarla a mi lugar favorito y finalmente confesarle quien soy.

—Hermano, eso es... —Zaek estaba sorprendido, no creía que eso se daría tan rápido, aunque él haya sido quien dio la idea hace ya un par de días.

—Es estúpido. Es la cosa más estúpida que alguna vez hice... —lo interrumpió. Zaek negó.

—Vamos, tú y yo sabemos que eres el rey de hacer estupideces, esto no es nada.

—Era el rey, el puesto ahora lo tiene ganado Gylmerk —bromea.

—¿En serio quieres llevarla a tu lugar favorito? —retoma la conversación
—Somos amigos desde hace siglos y solo me llevaste una vez y creo que a mi hermana nunca.

—No, Ariadne nunca fue conmigo, no sé por qué jamás la quise llevar. Es extraño, ¿no?

—Mejor no hablemos de Ariadne y te espero en tu departamento, iré al portal. —Zaek retrocede mientas se gira para ir a la puerta parada sobre si misma que lo hace transportarse a todos lados. Jehiel camina hasta su auto y sube en este para ir directo a su departamento.

—El rey de las estupideces. —murmura para sí mismo y sonríe mientras maneja rápidamente.

Mentira, hasta yo soy una lectora fantasma. 😂😂😂

En fin... Quiero contarles que ya terminé de escribir esta novela y no sé si hacer un maratón de capítulos finales o subir uno por día hasta que ya llegue a su fin, no les diré cuántos faltan, pero son pocos xd

Decidan ustedes, los estaré leyendo.

-Cute.

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