20. Araña
Sofía despidió en la mañana a su madre y también a su padre quien de camino al trabajo la dejaría en el aeropuerto.
Phillips Williams le había dejado dinero en su mesa de noche en caso de que Sofía quisiera ordenar comida o salir a algún restaurante a comer ya que la chica tenía rotundamente prohibido tocar la estufa luego del incidente de ayer.
—¿Puedes sentir eso, Explosiva? —dice Sofía a la vez que entra en la habitación —Así es como huele la libertad.
Escuchó como su ventana era golpeada por el exterior. Al girarse pudo ver a Jehiel parado detrás de la misma, así que con una sonrisa en el rostro se apresuró a abrirla.
—Hola, hermosa vecina. ¿Cómo te trata la tarde?
—Hola, vecino, me trata de maravilla.
Jehiel sonrió al verla, era casi como un impulso, no podía evitarlo, algo en Sofía simplemente lo hacía estar de buen humor apenas la veía.
—¿Saldrás?
Ese era el plan, Sofía se había arreglado para ir a comer y luego caminar por el centro comercial un rato.
—Así es —dio una vuelta para que Jehiel mirara su vestido.
—¿Ya no estás castigada? —inquirió a la vez que rodeaba a la chica y se acercaba al escritorio. Con su dedo índice tocó un par de veces las hojas de Explosiva y luego miró a Sofía esperando una respuesta.
—Lo estoy, pero mi mamá se fue de la ciudad y mi papá que es el mejor del mundo, me dejó libre el día de hoy.
—Oh, entiendo —Jehiel asintió.
Y entonces Sofía lo recordó, no se supone que él esté aquí, son las una de la tarde.
—¿No deberías estar en el trabajo?
—Es mi día libre y quería saber cómo estabas, ayer no te vi.
Era como si el universo se hubiera puesto a su favor.
Y también se encontraba sonriente al saber que él la había extrañado.
—Entonces... —Sofía puso ambas manos en su cadera —¿Quieres ir a comer algo conmigo? Yo invito.
—¿Invitas? —repite Jehiel con una sonrisa burlona.
No era como si le importara mucho el que Sofía lo ofreciera ya que al final de cuentas él no la dejaría gastar un centavo.
—Sí, no tengo problema.
—Bueno —se puso de pie y asintió. —Está bien.
Cuando ambos se dirigían a la salida de la habitación pudieron escuchar un maullido desde la ventana y vieron como Gylmerk entraba al lugar con un pequeño gato blanco entre sus manos.
—¿A dónde van, tortolos? —pregunta el chico caminando hasta ellos y colocando al gatito en el suelo mientras lo mantenía cerca gracias a la correa que tenía en su cuello y Gylmerk agarraba de la mano.
—Pero que hermosura —Sofía se acuclilla en el suelo para sostener al gatito entre sus brazos y cuando se pone de pie le quita la correa de la mano a Gylmerk.
El rubio solo sonríe cuando la ve jugando con el gatito en la cama.
—¿De dónde diablos sacaste ese gato? —cuestiona Jehiel viéndolo de manera seria. —Mejor cambio la pregunta. ¿Por qué tienes un gato?
—Estaba sólito y abandonado, no pude resistirme a traerlo conmigo.
—¿De cuándo acá rescatas animales de la calle? —dice Sofía observando a Gylmerk.
—No lo hago —el chico sube los hombros —Pero no me pude resistir a su carita —hace un puchero y se acerca para acariciar la cabeza del gato.
—¿Dónde rayos lo encontraste? —vuelve a preguntar Jehiel.
—Venia caminando para tu casa cuando lo vi, fue cerca de la plaza.
—¿Tiene nombre? —pregunta Sofía.
—Araña. —le responde Gylmerk.
—Oh, esto será bueno... —murmura Jehiel mientras camina hasta la cama y se sienta junto a Sofía.
—¿Araña? ¿Le pusiste al gatito Araña? —Sofía ríe y Gylmerk frunce el ceño.
—Cuándo lo iba a levantar para traerlo conmigo me arañó la mano —explica y luego sube el brazo para que se viera como una pequeña raya roja cruzaba por su mano izquierda.
—Que nombre más extraño —Sofía acaricia la pancita del animal y este ronronea en respuesta al afecto.
—Lo dice la que le puso Explosiva a una flor, no eres nadie para juzgar la elección de nombre de mi gato.
Jehiel comenzó a reír.
—Está bien, lo siento, Gylmerk.
—Como sea, en el departamento de Jehiel no hay nada para que Araña pueda comer y me preguntaba si tenías algo para él.
—Creo que sí —Sofía se puso de pie y le entregó el gato a Gylmerk. —Iré a la cocina no demoro.
—Gracias, cielo, eres un amor. —Gylmerk le guiña el ojo y Sofía empieza a reír mientras sale de la habitación.
—No dejarás a ese gato en mi departamento —le dice Jehiel señalándolo.
—Viejo, ¿si no lo dejo contigo donde más se quedará?
—Eso lo debiste considerar antes de siquiera pensar en tomarlo. —Jehiel sube los hombros despreocupado. —Quien sabe cuántas enfermedades tendrá esa cosa.
—No lo escuches, Araña, Jehiel es solo un amargado —le dice Gylmerk al gatito en sus manos con una sonrisa.
Sofía entró con un plato pequeño que contenía leche y lo colocó con cuidado en el suelo.
—Creo que eso servirá. —comenta la chica y luego camina hasta su escritorio para tomar la cámara digital de su madre. —Le tomaré una foto.
Gylmerk asiente a la vez que baja al gatito para que este comience a beber la leche.
—Mejor le quitaré la correa —murmura Sofía mientras coloca la cámara en el suelo y le quita la correa, la mira con detenimiento al ver como una pequeña placa está justo en la parte del cuello de esta.
Gylmerk y Jehiel discuten en voz baja sobre la estadía del gato en la casa de Jehiel y Sofía se levanta tomando la cámara del piso también.
—Gylmerk, ¿dónde encontraste al gato?
—En la plaza, ya dije que estaba abandonado.
—Gylmerk, creo que te robaste un gato —Sofía ríe y luego le extiende la correa al chico —Su nombre es Bigotes.
Jehiel se comenzó a reír al ver la cara de confusión de su amigo y luego se puso de pie para quitarle la correa de la mano y leer la placa.
—Dijiste que estaba abandonado. —se burla Jehiel.
—Pues lo estaba, lo dejaron amarrado a un poste fuera de un local.
—Gylmerk, de seguro lo dejaron allí porque no se permiten animales en la tienda, te robaste al maldito.
—Por Dios —dice Sofía, que para este punto no dejaba de reír. —¿Quién se roba a un gato que tiene identificación?
Gylmerk rueda los ojos y le quita la correa de las manos a Jehiel. A paso rápido la arroja por la ventana y luego sacude sus manos.
—Yo no veo ninguna identificación. Y ¿quién demonios le pone Bigotes a un gato? Eso suena a nombre de conejo.
—Claro —Jehiel rueda los ojos —Pero Araña está mucho mejor.
—Dejen a mi gato en paz. —Gylmerk lo levanta del suelo y acaricia al gatito.
—Viejo, debes devolverlo —le dice Jehiel con seriedad —Alguien lo debe estar buscando, si quieres un gato compra uno, este ya tenía dueño.
—Es mi gato ahora, no lo voy a devolver y si me disculpan iré a comprarle una correa nueva. —se gira para salir por la ventana y Sofía solo niega con una sonrisa.
—No creo que lo devuelva —dice.
—Yo tampoco —Jehiel suspira y recoge el plato donde Araña había bebido leche y lo pone sobre el escritorio.
—Bueno, vámonos, vecino, que tengo hambre.
Y sin decir algo más salieron del lugar para pasar una tranquila tarde juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top