13. Tonta
—Quiero agradecer a mi papá por amarme como soy y comprarme el juego de cocina rosado a los siete años, a mi mamá por gritarme todos los días que si no aprendía a cocinar moriría de hambre.
Sofía sostiene la cuchara como si se tratase de un trofeo mientras sus padres la observan sentados desde la mesa con diversión.
—Oh, Dios... —murmura la mujer.
—Por último, pero no menos importante a mi hija Explosiva —señala a la flor que había bajado desde su lugar en la habitación y colocado en medio de la mesa.
Ambos padres miraron a la ya no tan pequeña flor amarilla que estaba comenzando a crecer y luego a su hija nuevamente.
—Hoy los tres son testigos de cómo: un cartón de leche, una caja de cereal de trigo, fresas y un toque de azúcar se convierten en algo tan majestuoso al que tengo el honor de llamar esta mañana desayuno. — hace una reverencia y luego se acomoda erguida.
Su padre suelta una carcajada que resuena por todo el lugar y su madre suspira llevándose ambas manos al rostro.
—Ya te puedes casar, cariño, tienes mi aprobación —le dice el hombre poniéndose de pie y abrazando a su hija aun riendo.
—Vivo en una casa de locos —es lo que dice Gretel Williams también levantándose de la mesa. —Dame eso —le quita la cuchara de la mano a su hija y la lleva al plato que preparó Sofía, prueba el cereal y asiente en su dirección —Después de todo no sabe tan mal, puedes sobrevivir con tres de estos el día de hoy —comenta más para sí misma que para su hija.
Sus padres saldrían y ella sentía que el universo se había alineado a su favor.
Tendrían una reunión sobre los avances de la construcción del nuevo cinema y también estarían entrevistando a los futuros trabajadores del lugar, normalmente eran muy selectivos a la hora de contratar al personal y se tomaban muy en serio las entrevistas, tomándose su tiempo en conocer a todos.
Su madre no estaba segura de dejarla sola en casa mucho tiempo, normalmente cuándo salía demoraba menos de dos horas.
Pero luego de protestas y afirmaciones de que no se escaparía, no usaría sus aparatos electrónicos y comería bien, la chica pudo cantar victoria, sus padres no la llevarían y su corazón saltaba de emoción principalmente porque ella no quería ir y segundo porque sabía que hoy la visitaría Jehiel.
—Debemos irnos, cariño —le dice su padre depositando un beso en la frente de la chica.
—Mucho cuidado —su madre la señala y luego le da un corto abrazo
—Come tu desayuno y no olvides regarle agua a la flor.
Sofía pone una mano en su pecho y mira a su madre con ternura, era como si la mujer finalmente viera a la pequeña flor como una hija más.
—No te preocupes, yo la cuido —le asegura.
—Pórtense bien. Nada de chicos o plantas de barrio en la casa —dice el hombre mirando a su hija y luego a Explosiva.
Sofía miró a la flor como si ella fuera cómplice de lo que estaba pasando y luego sonrió a sus padres que unos minutos después abandonaron el departamento.
—NASA, ni se te pase por la cabeza delatarme —señala a la flor y luego ríe tomando la maceta para subir a su habitación.
Había olvidado por completo su desayuno, no tenía cabeza para eso, eran las diez de la mañana y su mente solo se preguntaba cuando aparecería Jehiel.
Abrió los ventanales y encendió el megáfono.
—Oye vecino, no sé si estás en casa, quizás no y esté hablando sola, pero quiero decirte que arreglaré la sala para una maratón de Harry Potter y deberías traer palomitas si es que tienes.
Bajó el megáfono y miró la ventana de Jehiel, no había movimientos por ese lado, cuando se resignó a apartarse de la ventana pudo observar como un papel es pegado en el cristal de Jehiel tan rápido que apenas y pudo distinguir una mano colocando el mismo.
Esa caligrafía no la reconocía. Era cursiva y apenas legible:
Jehiel está ocupado ¿se puede saber por qué invitas a mi hombre a ver películas en tu casa?
Su mundo se detuvo, ¿acaso había leído bien? Posó su vista nuevamente en la ventana y leyó detenidamente cada palabra.
Levantó el megáfono y casi sin aire habló:
—¿Quién eres? —el corazón de la chica latía a mil por hora.
La misma mano segundos después tan veloz como la primera vez arrancó el papel de la ventana y pegó otro en su lugar incluso haciendo comillas en su oración.
"El amor de su puta vida ¿Y tú?"
Estaba oficialmente destrozada y odiaba sentirse así.
—Pues... yo solo soy la vecina —respondió sin más y se alejó de su ventana rápidamente.
Bajó las escaleras de su departamento casi corriendo y se sentó en el sofá de la sala con un nudo en la garganta.
Ella quería gritar y también esconderse en una cueva para ocultar la enorme vergüenza que la invadía.
Respiró levemente tratando de controlarse y tomó el control remoto para proceder a encender la televisión.
"Tonta, tonta, mil veces tonta..." se repetía una y otra vez.
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