07. Media lunática

—Tengo una hija tan extraña.

—No sabía que tenía una hermana.

—Hablo de ti, Sofía.

—Duh.

—¿Podrías parar?

—Mamá, interrumpes en la sesión fotográfica de Explosiva.

—Cuando me pediste la cámara creí que fotografiarías los edificios o algo así.

—¿Por qué haría eso?

—Porque sería algo normal...

La musa de la fotografía despertó en Sofía por la mañana. Estaba muy aburrida, así que se le ocurrió una gran idea para entretenerse junto a su hija la flor.

Lo primero que hizo fue pedirle una cámara fotográfica a su mamá, luego agarró muchas páginas blancas y cajas de colores. En cada página comenzó a dibujar diferentes escenarios para la gran sesión de fotos que tendría Explosiva.

La primera hoja tenía el dibujo mal hecho de una playa con unas palmeras y un sol. Para esas fotos le colocó gafas de sol a la flor y una pequeña sombrilla de papel que normalmente se ponen en bebidas tropicales y encontró en la cocina.

La segunda era un bosque, allí le colocó un trozo diminuto de tela simulando una pequeña bufanda.

De tercer escenario dibujó varios edificios de Manhattan.

El cuarto escenario era un jardín lleno de flores amarillas al que le puso como descripción: Explosiva y sus primas.

—¿Acaso hacerle una sesión de fotos a mi hija está mal?

—Sofía —su madre acarició su mejilla y sonrió —Es solo una flor amarilla... en una maceta —señaló la flor y le quitó la cámara de las manos a su hija.

—¡Mamá! Aún faltan las fotos en París, están en proceso ¡mira! —dice al borde de la risa y luego señala los papeles donde tenía dibujada una muy mala impresión de la Torre Eiffel.

—Has estado toda la mañana en eso, son las 2:00 pm, ya es hora de comer.

—Estoy casi segura de que la mamá de Shakespeare no lo molestaba cuando estaba inspirado escribiendo.

—¿Sabes? Cuando tenías dos años te lanzaste desde la cima de las escaleras hacia el suelo de la sala sobre todos los cojines de los sillones y supe al instante que tenías problemas en la cabeza. —dice mirando a Sofía con burla —Porque digo... ¿Qué bebé de dos años que apenas y sabe caminar un poco toma todos los cojines de los sillones, los acomoda en el suelo y luego sube veinte escalones y se lanza?

—¿Y tú punto es?

—Que estás demente, hija.

Sofía ríe y le quita la cámara de las manos a su madre.

—Iré a imprimir las fotos en tu oficina —avisa.

—El almuerzo estará casi listo, no demores.

Sofía estaba emocionada no sólo porque había hecho una sesión de fotos sino porque su plan era más allá de eso. Quería enviárselas a su misterioso vecino y así poder conseguir al fin una conversación decente.

Luego de pasar la tarde seleccionando y escribiendo pequeños mensajes en cada parte trasera de las fotos que enviaría, pudo sentir como pasaba menos y menos hasta que al fin dieron las 8:30 pm. Corrió a su cuarto y vio la luz del vecino encendida tan puntual como los días anteriores.

Tomo el megáfono y habló:

—Oye vecino, el día de hoy Explosiva tuvo una exitosa sesión de fotos y necesito que me des tu opinión porque creo que las enviaré a editoriales de revistas, quién sabe... tal vez mi hija se vuelva famosa.

Su vecino apareció unos segundos después y corrió las cortinas. Como siempre la luz de fondo no le dejaba verlo.

—Como sea, estoy castigada, ¿lo recuerdas? no sé cómo podré enseñarte las fotos. Las imprimí para ti, quisiera que me dieras tu visto bueno.

Y lo que pasó a continuación casi hace que la chica se cayera por la ventana, su vecino levantó un megáfono y habló:

—Eres muy extraña —fue lo que dijo

Sofía rodó los ojos y negó lentamente, aquello no era lo primero que quería escucharle decir al chico.

—Sí, me lo dicen seguido, mi madre todos los días principalmente.

—Con toda razón —dice en tono burlón —¿Acaso estabas esperando a que llegara?

Sofía se quedó muda unos segundos y aunque apenas y podía verle el rostro logró ver una sonrisa socarrona en el chico. Luego levantó el megáfono.

—Conseguiste un megáfono —respondió en su lugar.

—Entré a una tienda de electrónicos y le dije al vendedor que una chica media lunática me gritaba por un megáfono en las noches y necesitaba uno.

—Me caías mejor cuando no hablabas...

—Jehiel —dice completando —Mi nombre es Jehiel.

—Lindo nombre, yo soy Sofía.

—Gracias, mi nombre es tan lindo como yo —responde y la chica no puede evitar reír.

—Cuidado con ese ego.

—Solo es un hecho, Sofía.

—Si tú lo dices...

—Quiero ver las fotos, arrójalas al callejón —Jehiel señala con su mano hacia el suelo y Sofía mira en esa dirección —En una caja claro está, iré por ellas ya que por supuesto que recuerdo que estás en prisión.

—Está bien, dame cinco minutos.

Y dicho aquello no vio más al chico en la ventana. Corrección, no volvió a ver a Jehiel quien comenzaba a ser menos misterioso.

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