Transición
Título: OWACHY
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU Avengers (Post Civil War)
Parejas: Angustioso Stony
Derechos: Marvel se queda con todo como en la pirinola.
Advertencias: historia de terror, no apta para corazoncitos tiernos susceptibles de historias de horror con sustos a la vuelta de la esquina. Basado en la antología de cuentos del maestro Stephen King "Pesadillas y alucinaciones", y la película "Babadook", principalmente. Sobre aviso no hay engaño.
Gracias por leerme.
Transición.
'Cause I want it now
I want it now
Give me your heart and your soul
And I'm breaking out
I'm breaking out
Last chance to lose control
Hysteria, Muse.
Tony despertó más temprano de lo usual, cosa que le sorprendió pues con Rhodey de compañía se habían pasado un par de horas más charlando antes de él caer dormido. Su amigo estaba plácidamente descansando a un lado suyo, perdido en las tierras de Morfeo. El castaño sonrió al verle tan relajado luego de aquella guerra de comida que tan cansados les dejó, pero también con algo más. Quiso despertarle pero al ver la hora decidió que era mejor que descansara. Había tenido una primera misión y prefería que recobrara energías, además todo estaba mucho mejor, podía andarse más tranquilo. Con extremo cuidado, se levantó de la cama, yendo de puntitas al baño de dónde salió más tarde con pants, su camiseta negra sin mangas y una sudadera que le quedaba algo grande porque le pertenecía a Montana, quien dejaba sus cosas por donde quiera. Despeinado por la recién ducha y bostezando, salió descalzo de la recámara hacia la cocina que estaba impecable como el comedor, seguramente alguien había sido enviado a limpiar el desastre.
Le pareció una oportunidad excelente de sorprender a todos con uno de sus desayunos, si bien la cocina y él no eran muy buenos amigos, tenía cierto dominio para cosas que no implicaran los extraños quehaceres gastronómicos de alta cocina. Animado, canturreando una de las melodías que aprendiera de Zorro del Cielo, fue poniendo las cosas sobre la isla de la cocina, pidiéndole a Viernes que hiciera un pedido de víveres porque con tantos huéspedes en esa parte del complejo, la comida se agotaba rápidamente. Cuando cerró la puerta del refrigerador, estuvo a nada de soltar el envase de jugo que había tomado. Steve había aparecido de la nada, o mejor dicho, volviendo de sus imperdibles carreras matutinas porque venía aún agitado, limpiándose con una toalla el sudor de su rostro, viendo la hora y al millonario.
-¿Estás solo?
-Desperté antes, cosa curiosa aunque Helen ya me había prevenido –explicó con una sonrisa el otro- Este guante comienza a perder efecto en sus dosis a medida que vamos progresando.
-Excelente noticia.
-Sí, ¿todo bien en tu rutina?
-Por completo –la mirada del capitán seguía los movimientos de Stark- ¿No te queda algo grande esa sudadera?
-Oh, es de Montana, no le molestará que me la ponga. Por él, me vestía con sus atuendos nativos, lo cual no es tan mala idea, siempre hay que probar cosas nuevas. Eso me recuerda, hay que hacerle una lista de prendas a Bucky porque lo que trajo de Wakanda, no es por ofender a T'Challa, pero le falta estilo y me parece que algo más de Nueva York será de su gusto, estoy pensando en algunas ideas. Seguro que Natasha estará encantada de ir a comprarlas...
-¿Bucky...? –Rogers arqueó una ceja, ladeando apenas su rostro.
-¿Eh? –el castaño le miró de arriba abajo- Pues así se llama, ¿no? Además me lo pidió luego de nuestra charla de reconciliación. Es muy lindo, hasta tierno, me recuerda mucho ese muñeco que una vez tuve en mi recámara cuando... ¡Steve!
Éste le había encajonado y atrapado por sus caderas, levantándole lo suficiente para estamparle contra el refrigerador al besarle una vez más, aprovechando la sorpresa de Tony para deleitarse con sus labios, su lengua y el interior de su boca. Unos puños empujaron nerviosos al capitán, quien gruñó al verse interrumpido, frunciendo su ceño al mirar de vuelta al millonario.
-Steve... los demás están por despertar...
-¿Qué con eso?
Stark abrió sus ojos, no creyendo que estaba escuchando, si estaba escuchando bien. Un cosquilleo recorrió su espalda al sentir esas fuertes manos acariciar distraídamente sus caderas, ambos lo suficientemente cerca para que el castaño percibiera el calor remanente por el ejercicio que aún despedía el capitán, cuyas pupilas estaban dilatadas.
-¿Estás bromeando, verdad? Montana...
Lo siguiente que Tony supo era que estaba tumbado sobre la isla de la cocina, esparciendo sobre la plancha de metal y en el suelo todo lo que había sacado para preparar el desayuno. En ningún momento sintió golpe alguno, cosa que le sorprendió de las maniobras del rubio, cuyos labios vinieron a silenciar cualquier queja de su parte, sintiendo todo el peso de un cuerpo fornido que le cubrió por completo. Steve le besó rabioso, posesivo pero a pesar de todo, sin lastimarle. Sus manos recorrieron el largo de los costados del cuerpo bajo él, casi ronroneando complacido al sentirle estremecerse, todavía intentando separarle pero sin mucha confidencia. El capitán sonrió, profundizando el beso, casi ahogando al castaño con una de sus manos colándose por debajo de su sudadera y camiseta, recorriendo la piel debajo hasta llegar a uno de sus pezones que acarició.
Una mano sujetó su muñeca, separándose de los labios que dejó lustrosos para tomar ambas manos de Stark y dejarlas a un lado de su rostro con una mirada de advertencia de no moverse. Lo que fuese a decir el millonario se quedó perdido de nuevo en otro beso, igual de candente pero tomándose su tiempo para terminar ambos jadeando. La mano que no se había movido del pecho de Tony volvió a su jugada, haciendo sonreír al rubio cuando otro sonido, más ahogado pero deliciosamente sexy, escapó del otro, inclinándose para ahora dar suaves mordiscos en su mandíbula, bajando a su cuello y quedándose ahí mientras su mano jugaba con aquel pezón que luego descubrió en una distracción de Stark, bajando su boca para succionar.
-Stev... -éste se mordió con fuerza su labio inferior para no gemir.
Era lo más excitante y atrevido que le hubiera ocurrido con el capitán, quien parecía tan calmado como si estuvieran en privado, no sobre la isla de la cocina comunal que en cualquier momento podía ser visitada por otro de los Vengadores. Tal pensamiento trajo un oscuro carmesí en el rostro del castaño porque si bien le gustaba ser exhibicionista, aquello ya era otra cosa que le estaba volviendo loco de paso. Contuvo un nuevo gemido cuando Steve cambió de lado, pero sus manos no dejaron de acariciarle así, arqueándose ligeramente con una pataleta en la orilla de la isla. Iban a despertar, seguro que Carol porque tenía esos mismos hábitos que Rogers. Quiso prevenirle pero el pensamiento voló por la ventana cuando aquellos labios tan seguros bajaron a su cadera descubierta lo suficiente para que le mordiera.
-Steve, Steve... -fue todo lo que se le ocurrió decir.
Tan posesivas y celosas manos estaban recorriéndole, buscando sus puntos más sensibles que explotaban sin misericordia. Tony parpadeó, tratando de enfocar una vista nublada hacia las discretas luces apagadas de la cocina, viendo el reflejo de una mañana clara en el techo. Hacía demasiado tiempo que no había vuelto a sentirse así, de experimentar de nuevo ese deseo con tal fuerza. Sus manos viajaron como rayo a los hombros del capitán cuando se percató de su error al perderse en tales meditaciones, tratando de apartarle en vano cuando un par de manos bajaron de golpe sus flojos pants junto con su bóxer. La mirada de Steve le trajo un nuevo cosquilleo por todo su cuerpo, viendo como en cámara lenta la manera en que se inclinó hacia su vientre, tomando con una mano su no tan quieto miembro para llevárselo a la boca. El castaño se arqueó contra la superficie de la isla, llevándose una mano a la boca porque no pudo reprimir más su gemido.
Alguien iba a llegar, un nuevo día comenzaba. Solo cerró sus ojos, con una mano tironeando entre temblores de los cabellos del capitán y otra sobre su boca traicionera que respondía a una lengua que se deleitaba con él, recorriéndole como si tuvieran todo el tiempo del mundo, mordisqueando, haciéndole endurecer para luego sentir que le devoraban con avidez. Las manos de Rogers le impedían moverse, bien plantado contra la barra sin oportunidad de escapar. Tony tuvo que tirar con fuerza de sus cabellos para darle a entender que no iba a poder más, estaba por terminar y no estaba muy seguro si iba a poder callarse. Para su fortuna, el rubio se detuvo a tiempo, relamiéndose sus labios al separarse con un indecoroso chasquido. El castaño se llevó ambas manos a su rostro, tallándoselo para volver en sí, percatándose de lo caliente que se sentían sus mejillas.
-Steve...
Éste sonrió sin que Stark se diera cuenta, disfrutando tanto de sus reacciones como de sus expresiones, acariciando lentamente sus caderas que fue levantando de forma sutil, besando el interior de sus muslos entre mordiscos antes de su siguiente movimiento. Aún no terminaba con él y quería dejarle en claro varias cosas, borrar toda inquietud de la mente del millonario. De golpe, levantó su piernas que quedaron sobre sus hombros, inclinándose un poco más para seguir recorriendo esa suave piel, llegando a su entrepierna a la que le dio el mismo tratamiento, siempre con la vista fija en las reacciones de Tony quien estaba recuperándose cuando notó hacia dónde se dirigía la boca del capitán.
-¡Steve! –abrió sus ojos con un rubor de ser posible, más oscuro- ¡No, espera... aaahhh!
Una de sus manos golpeó algo, escuchó un líquido escurrir al piso, su otra mano se estampó contra sus labios antes de que fuera demasiado tarde. Alguien tenía que escuchar su mente y publicar en todos los medios que el Capitán América poseía la boca más indecente del mundo. El castaño volvió a cerrar sus ojos, con su mano libre buscando de dónde aferrarse, tirando más objetos en el proceso con su cuerpo estremeciéndose ante las cosas que estaba haciéndole Steve, ahí, en la cocina. Sus piernas temblaron, con sus talones tallándose contra la espalda del rubio a cuya merced estaba. Nunca iba a olvidar eso, con toda seguridad. Mucho menos la sensación que golpeó su mente y cuerpo cuando una lengua hizo lo que nunca antes nadie había hecho, probar su interior. Sus traicioneras caderas parecieron tener sus propias ideas, moviéndose al compás de aquella boca, sintiendo como los dedos del capitán apretaban con fuerza su piel. Iba a tener marcas después, el muy bastardo.
Tony quiso hablar pero desechó de inmediato la idea, todo lo que podía salir de sus labios eran gemidos o jadeos, ya no podía armar palabra alguna, menos cuando una de las manos de Rogers cual serpiente recorrió su vientre en busca de su virilidad que comenzó a masturbar. Ahí perdió la última tira de raciocinio que pudiera tener aún. Lo cual encantó al rubio al verle ceder al fin al placer, probándole así, llevándole hasta el orgasmo con una nueva sonrisa de victoria al hacerle terminar en su mano que acabó manchada y misma que lamió con avidez una vez que bajó las piernas del castaño de vuelta a la barra, trayendo de vuelta sus ropas inferiores mientras Stark trataba de llenar de nuevo sus pulmones con aire, con la mirada completamente perdida, su frente perlada con finas gotas de sudor como sus mejillas enrojecidas, sus labios hinchados. Usando una toalla desechable, terminó de limpiar al castaño, inclinándose sobre su rostro para susurrar en su oído con esa voz gruesa de acento irlandés cuyo efecto tenía más que presente.
-Eres mío, lindura.
Fue hasta entonces que la razón volvió lentamente a Tony, viendo al capitán a los ojos y sintiendo su mano acariciar su barbilla antes de separarse, diciéndole que iba a ducharse con una mirada complacida. El castaño permaneció quieto, tumbado así, hasta que se sentó de golpe con el corazón volviendo a latirle a mil por hora al recordar que estaban en la jodida cocina que ya era un desastre. Bajó de inmediato de la isla, viendo alrededor y escuchando unas voces a lo lejos. Stark desapareció de ahí, dirigiéndose al sitio donde siempre podía sentirse a salvo y recobrar su perdida sensatez, en su amado taller. Se acurrucó contra una de las esquinas de su sofá que usaba cuando solía quedarse dormido ahí, haciendo una recopilación sobre lo que había sucedido con los colores pasando por su rostro al pensar en el desastre dejado, pero si Clint o Natasha le encontraban, definitivamente no iba a responder algo coherente.
La cuestión más importante fue que lo que acaba de suceder, dejaba en claro la postura del capitán por si acaso seguía temiendo que lo que estaban teniendo fuese únicamente producto del estrés liberado o de alguna amistad con beneficios. Era un alivio, una cosquilla que alegraba su corazón, y algo de preocupación. Viernes le habló un par de veces más no le respondió, prefiriendo quedarse así por unos minutos más hasta que apareció Montana en la puerta, trayéndole una bandeja con un desayuno preparado. Tony miró hacia el reloj en la pared, notando que se había quedado pensando más tiempo del que le hubiera imaginado. Recordó el desastre de la cocina, mirando a su serio guardián quien dejó la bandeja sobre la mesita a un lado del sofá, sentándose a su lado.
-La respuesta es no, nadie se dio cuenta. Suerte tienen que soy mágico.
-¿Tú...? Cielos, Montana...
Éste se carcajeó unos segundos, quedándose serio después. –Desayuna.
-¿No han preguntado por mí?
-Varias veces pero Viernes les informó que estabas trabajando en tu taller. Le debes unas buenas actualizaciones por cubrirte el trasero.
-"No fue nada, Zorro del Cielo."
-Deberías aprender modestia de ella.
-Es que no le has visto en sus momentos de vanidad –replicó al acto el castaño, tomando los cubiertos para comer algo de fruta- No volverá a suceder.
-Más bien no en la cocina.
-Montana, en verdad que eres...
-Desayuna.
Le obedeció, terminando todo lo que le había traído antes de volverse al Marshal porque notaba algo distinto en su mirada.
-¿Estás... decepcionado de mí?
-¿Por qué tú y tu capitán andan manoseándose en cada oportunidad? Claro que no.
-No... bueno, sí.
-Tú estás alterado por algo más.
Tony se encogió de hombros pero respondió. -Luego de lo de Pepper...
-Yo estaba seguro que para el día de hoy no tenías esa clase de pensamientos, Patito. Eres tan valioso como todos, y sin duda alguna, merecedor de cariño. Algo descarado si me lo preguntas, pero te está haciendo mucho bien –picó una de las mejillas del castaño- Te diré que te ocurre, no puedes creer que Steve te desee con tal fuerza ni que esté dispuesto a marcar territorio contigo, porque sigues teniendo esa tontita idea de que has decepcionado al mundo para que alguien te mire así. Te estás tropezando con esa piedra del menosprecio. Eso sí me puede hacer enojar.
-Pues sí –Stark bajó su cabeza pero Montana sujetó su mentón para que volviera a levantarla- No quiero echarlo a perder. Después de lo de Ultrón...
-Si te rehúsas a montar la bicicleta por miedo a los raspones, jamás aprenderás a andar en ella.
-Montana... sabes a qué me refiero.
-No, no lo sé. Dilo.
-Esto –levantó su guantelete negro- Yo no sé qué va a pasar.
-Uno, eres un Patito de lo más mentiroso. Sí que lo sabes porque lo sientes perfectamente claro como el agua, creo que te consentí demasiado. Dos, este guante se va a ir, pronto. Está convirtiéndose en un mero placebo.
-Pero, Owachy...
-Mmmm, escucha –Montana tomó su rostro entre sus manos- Lo que va a suceder en realidad es que el plan original que habíamos trazado ha dejado de ser viable.
-¿Tú crees... que puedo...?
-Qué necio, te he dicho mil veces que no creo, sé, Patito. Ahora, vas a pasar de estar entre mis brazos a otros mejores, como los brazos de Steve.
Stark frunció su ceño analizando las palabras de Montana, comenzando a negar cuando entendió lo que eso quería decir pero el Marshal le tranquilizó, sonriendo discretamente.
-No me puedo quedar, Tony.
-Por favor...
-Una vez que cumplo con mi deber, debo volver.
-¿Te irás... ya?
-Solo me aseguraré que todas las piezas estén en su lugar y después, sí, me marcharé... hey, hey, hey, Patito, mírame... no, no hagas eso –Montana negó apenas- Ven acá, niño malcriado.
Zorro del Cielo atrajo a su regazo a un perturbado castaño que intentaba verse bastante maduro pero un las lágrimas querían escapar de sus ojos, sujetándole con fuerza. Montana le abrazó, acurrucándole como en aquellos viejos tiempos, cuando todo era tinieblas, dolor y las pesadillas constantes de Owachy que no le permitían un descanso sereno. Habían pasado de vivir días enteros acosados por aquella espantosa presencia a días tan ordinarios pero maravillosos como ése. De acostumbrarse a los espejos rotos, las paredes rasgadas, los murmullos amenazantes a los sonidos huecos de una ciudad distante, el ir y venir de agentes en las afueras, las risas de un par de adolescentes, las charlas de sus amigos e incluso los regaños de Fury con los singulares cortejos de un Capitán América que se había clavado ya en el corazón de Tony.
Cuando había perdido todo, cayendo en las garras de su monstruo, entonces había escuchado la cantarina voz de Montana despejando la oscuridad, sonriéndole como si fuese el ser más maravilloso sobre el universo. Día con día, con infinita paciencia, su adorable zorrito le había salvado de la más horrible depresión, la cacería de Owachy en su alma con nada más que su cariño incondicional, era personalidad irreverente y esas tardes en las que corrió al lado suyo como si fuese un niño pequeño. De hecho, le enseñó a traer de vuelta a su niño interior, olvidado en un rincón de su alma por una vida llena de amarguras que siempre opacaron sus mejores momentos. Ahora se daba cuenta que Montana nunca había pensado en llevárselo consigo, cual astuto zorro, lentamente había movido todos los hilos para devolverle a la vida que le pertenecía.
Montana, Zorro del Cielo, le había enseñado a amar, a recibir y dar amor de la forma correcta.
-Por favor, no me dejes.
-Ah, Patito, pero es que no vamos a separarnos. Siempre estaré ahí, la única diferencia es que tendrás que aprender a verme en otras formas.
-No quiero que te vayas. Tú no.
-Cuando Ho Yinsen te preguntó sobre tu familia, en aquel entonces descubriste cuan solo podías estar y quienes realmente estaban contigo. Fueron duras lecciones pero a pesar de haber caído, te levantaste. Porque eres una luz muy brillante, Patito mío. Y tú mejor que nadie sabe que una estrella con tan poderosa energía puede alcanzar hasta el rincón más oscuro del universo. Por eso Owachy vino a ti, buscando destruir ese corazón tan hermoso que tienes, sin contar con que también es uno muy muy terco, hecho del material más resistente.
-Montana...
-A veces necesitamos pasar una tormenta para encontrarnos a nosotros mismos, Tony. Tú lo conseguiste de nuevo, renaciste igual que el fénix. Hay trabajo por hacer, pero al menos estás seguro de tus cimientos. Tienes una familia, disfuncional y con sus crisis, pero siempre estará ahí. Tienes a una persona que desea ser parte de tu vida, el resto de tu vida. Me chocan ciertas cosas de él, pero lo hará bien, más ahora que sabe dónde está parado y lo que tiene que hacer. Tienes amigos, de los que no se irán cuando el sol se oculte. Las pesadillas se alejan, los sueños llegan.
-No quiero que te vayas, no ahora.
Montana levantó el rostro oculto en su pecho, acariciando esos cabellos castaños.
-Alguien tiene que ir con María y decirle cuan feliz está su hijo ahora.
El castaño negó, reacio todavía a la idea de ya no ver a Zorro del Cielo quien le abrazó de nuevo, canturreándole para que terminara de tranquilizarse. Cuando al fin sucedió, Stark se levantó aunque cabizbajo, permitiendo que el Marshal tomara la bandeja ya vacía para llevársela.
-¿Montana?
-¿Sí, Patito? –aquél se detuvo en la puerta.
Tony le alcanzó, apretando una sonrisa.
-Cuando tengas que irte... ¿podrías... podrías no decir adiós? De hecho, no me digas nada, solamente sonríe como lo haces cuando has hecho otra de tus tonterías. Solo sonríe y ya.
Zorro del Cielo asintió, posando una mano en su nuca para darle un beso tierno en su frente, separándose después.
-Termina esos pendientes tuyos, recuerda que tenemos una reunión con el comité de vigilancia de las Naciones Unidas. Hay que darle una patada en los huevos al Secretario de Estado. ¿Okay?
-Okay.
-Y lo del guantelete es cierto, Patito, vete despidiendo de él. Además, con lo que te hará Steve apenas si tendrás tiempo de pensar en algo más que no sea tu adolorido trasero.
El Marshal salió alegremente del taller, dejando a un boquiabierto genio millonario atrás, quien primero sintió su rostro arder y luego gruñó, maldiciendo a las fuerzas del universo que un día pensaron que los zorritos mágicos eran una bendición.
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