Capítulo 33
La carreta se movía bruscamente, pero avanzaba a una velocidad constante, tirada por un par de caballos.
Kai estaba sentado en el lado derecho, sobre una tabla de madera que funcionaba como un asiento. Delante de él había varias cajas de madera que contenían los productos que se estaban transportando.
A su lado estaba Denna, y más allá, Mashiro y Kouga.
Kai sostenía un libro en las manos, leyendo con ojos aburridos. Había estado repasando sus conocimientos para evitar oxidarse y aprender sobre muchas más cosas interesantes que podrían servirle para alcanzar sus objetivos.
—¿Qué lees, Chisaki? —preguntó Mashiro con curiosidad.
—Un poco de medicina.
—Ah, habías dicho que sabías medicina o algo así —comentó Mashiro mientras levantaba un dedo. Kai asintió.
—Sí, últimamente siento que estoy perdiendo práctica, así que quiero repasar algunas cosas básicas.
Mashiro lo miró un momento antes de sonreír.
—Eres muy trabajador, ¿no?
Kai sintió que una de sus cejas temblaba ligeramente. No le gustaba el tono que ella usó; sentía que lo estaba tratando como si fuera un niño, cuando ambos tenían más o menos la misma edad.
—Sí, tú también —respondió Kai tranquilamente—. Por cierto, ¿qué edad tienes?
—15, creo... —dijo la chica mientras se rascaba la cabeza. Kai se quedó quieto un momento; probablemente su sentido de la edad había sido alterado por el tiempo encerrado, y no podía evitar sentir que todos eran como niños.
Mirando a la chica, que tenía más o menos su misma altura, supuso que no comer bien durante años había afectado su crecimiento, mientras que Kouga era de hecho un poco más alto que él.
Observó a ambos con nuevos ojos.
Ambos se habían cambiado de ropa. Kouga llevaba pantalones negros con una camisa marrón y un abrigo negro encima. Mashiro usaba pantalones marrones, una camisa del mismo color que dejaba ligeramente descubierto su abdomen, mangas negras y guantes color café. Kai les había dado dinero, así que cada uno eligió lo que más le gustaba.
Kai estaba usando pantalones de café oscuro, una camisa blanca y un abrigo con capucha, que no llevaba puesta en ese momento. También llevaba guantes hechos con el material especial de su clan de asesinos y su cubrebocas negro.
Denna solo usaba un vestido de color azul, y balanceaba sus pies mientras leía un libro.
Kai se dio cuenta de que probablemente Mashiro lo veía como un niño. Mientras tanto, Kouga se portaba bastante cauteloso a su alrededor; lo había supuesto, pero él debería saber el alcance de sus habilidades. Tal vez había visto una parte de su pelea con ese hombre con la Teigu. No preguntó, porque no le importaba especialmente.
Kai tanteó el orbe en forma de ojo guardado en un bolsillo secreto dentro de su chaqueta. Había intentado analizarlo usando su habilidad. Aunque podía desarmarlo y volver a armarlo, no logró entenderlo. Cuando intentó probarlo, usó la habilidad de ver en la oscuridad como si fuera de día.
Cuando Kai pudo ver en medio de la noche como si fuera pleno día, su mente comenzó a trabajar en todas las ventajas que podría obtener de las demás habilidades. Pero cuando su cabeza se nubló y cayó al suelo, tuvo que actuar rápidamente para quitarse la Teigu.
Kai estuvo tirado en el suelo durante 10 minutos recuperándose. Luego, observó la Teigu en forma de ojo con nuevos ojos. Al parecer, no cualquiera podría usarla. Incluso consideró la posibilidad de que la respuesta negativa se debía a que estaba llevando ese brazalete, pero cuando lo intentó de nuevo sin el brazalete en su muñeca, el resultado fue el mismo.
Había estado investigando acerca de las Teigus, y según lo que pudo aprender, la mayoría de ellas necesitan un portador adecuado. Supuso que la respuesta negativa que obtenía al intentar usarla significaba que él no era el adecuado.
—Qué molestia —pensó en ese momento—. ¿Qué clase de arma necesita ser tan restrictiva en cuanto a su usuario? Suena muy inconveniente, a menos que ese fuera el objetivo del primer emperador cuando creó estas cosas.
—Tendré que conseguir a alguien apto para esa cosa —pensó distraídamente.
La carreta se detuvo abruptamente.
—¿Qué pasó? —preguntó Kouga mientras se ponía de pie.
Kai lo miró un momento.
—No te molestes, debe ser un dragón de tierra o tal vez un lobo negro —dijo Kai tranquilamente.
Uno de los problemas de viajar en grupo era la gran cantidad de monstruos que se extendían por los bosques que rodeaban las grandes ciudades.
Luego de un momento, Kai notó que el ruido no hacía más que aumentar. Con una expresión aburrida, se puso de pie.
—Quédense aquí —se giró hacia Mashiro—. Cuídala.
Dijo antes de saltar del carruaje y aterrizar en el suelo. Caminó hacia la parte delantera del lugar y pudo ver a una gran cantidad de mercenarios rodeando las carretas, pero había incluso más bandidos.
Kai los miró un momento. La pelea se había detenido por un instante. Caminó hacia la parte donde estaban reunidos la mayoría de los mercenarios, donde había un hombre montado sobre un caballo.
—Si se rinden, los dejaremos ir —dijo el que supuso era el líder de los bandidos con una sonrisa—. No hay necesidad de ser salvajes.
A pesar de que había dicho eso, podía ver a varios mercenarios regados por el suelo.
Consideró que esta situación era demasiado conveniente, así que supuso que los bandidos sabían que ellos pasarían por este lugar. Una emboscada, se dio cuenta Chisaki; tal vez había un infiltrado entre los mercenarios que había estado espiando, aunque solo eran suposiciones.
Kai tomó una daga de su chaqueta y la lanzó hacia el líder. Este, que aún estaba hablando, vio venir la daga e intentó bloquearla con su espada. Lo logró, pero solo a medias, pues un profundo corte se dibujó en su mejilla, y la sangre no tardó en brotar.
El hombre miró a Kai con una expresión increíblemente enfadada.
—Bastardo —gruñó el hombre. La mayoría de las miradas se dirigieron hacia Kai, pero este las ignoró mientras caminaba hacia adelante, pasando al lado de los mercenarios y parándose a unos 5 metros de los bandidos.
—Hemos perdido demasiado tiempo con esto —dijo Kai a los mercenarios—. Yo me encargaré de la mayoría, los demás encárguense de lo que puedan.
En ese momento, Kai corrió hacia adelante.
—Este bastardo atrevido —dijo el líder de los bandidos, mientras tomaba la empuñadura de su espada. Pero en ese momento, la sangre comenzó a brotar de sus ojos y su boca. Acompañado de un gemido miserable, cayó al suelo—. Veneno.
Murmuró antes de caer impotente.
Kai se lanzó directamente hacia el primer bandido.
Gracias a los esfuerzos combinados de los mercenarios y Chisaki, a pesar de estar en desventaja numérica, no les tomó mucho tiempo asegurarse de eliminar a todos los bandidos.
Cuando Kai limpió la sangre de su daga con la ropa de uno de los bandidos, el que parecía más limpio, finalmente miró cómo los mercenarios estaban colocando los cuerpos en un solo lugar. Aunque le cortaron la cabeza a uno de los bandidos, el líder.
—Este bastardo debe tener una buena recompensa —dijo uno de los mercenarios.
Kai los miró un momento antes de buscar entre las ropas de uno de los bandidos. Allí encontró un mapa que mostraba cómo llegar a una de sus guaridas. Estaba bastante lejos, así que supuso que se habían aventurado porque esperaban obtener grandes ganancias de ellos.
Hizo un cálculo rápido en su cabeza. Según le dijeron, una vez llegaran al siguiente pueblo, se tomarían uno o dos días para reabastecerse y volver al camino. Si se apresuraba y confiaba en Kouga y Mashiro para conseguir las provisiones, podría ir a ese campamento y robar todo lo que tuvieran almacenado allí. Y si no podía llevarse todo consigo, fácilmente podría usar su habilidad para ocultarlo en alguna ropa hasta que volviera por el dinero.
Con ese plan en mente, Kai se movió hacia donde estaban los mercenarios.
Cuando el jefe de ellos lo vio, sonrió ligeramente.
—Pero si es el pequeño diablillo —dijo el hombre con una sonrisa. Kai era consciente de que su altura era un poco menor que el promedio para su rango de edad; aun así, no le gustaba que se lo recordaran cada minuto—. Puedes quedarte con la cabeza del líder y llevarla a los guardias de la próxima ciudad para recibir su recompensa.
El hombre dijo, aunque Kai notó las miradas molestas de los demás mercenarios.
—No —dijo Kai—. Ustedes hicieron todo el trabajo y algunos de sus compañeros resultaron heridos. Debería usar el dinero de la recompensa para ustedes.
Kai extendió los brazos con una sonrisa antes de caminar hacia la parte trasera de las carretas, donde estaban sus compañeros.
—Eres realmente fuerte, Chisaki —dijo Mashiro con estrellas en los ojos.
—Aún me falta mucho para tener el poder necesario para alcanzar nuestro objetivo —dijo Kai mientras negaba con la cabeza.
—No te preocupes. Kouga y yo nos volveremos igual de fuertes que tú, y entonces nadie podrá detenernos.
Kai sonrió ligeramente, una sonrisa calculada.
—No —dijo Kai mientras negaba con la cabeza. La sonrisa de Mashiro vaciló por un momento—. Estoy seguro de que ustedes dos se volverán más fuertes que yo. Espero poder contar con su apoyo cuando llegue ese momento.
Kai dijo mientras sonreía debajo de su máscara, aunque esta sonrisa apenas llegó a sus ojos.
Mashiro asintió con determinación y miró a Denna.
—Deberías volver a la carreta; los mercenarios se están encargando de limpiar la basura —comentó Kai casualmente.
La niña asintió y tomó la mano de Mashiro. Ambas volvieron a la carreta.
Kai observó a Kouga mirando a los mercenarios apilar los cadáveres en un claro y luego prenderles fuego.
Ya era un poco tarde, así que supuso que pasarían la noche en un lugar más adelante y continuarían su camino al amanecer.
Kai miró a su alrededor, preguntándose si había otro grupo de mercenarios esperándolos en algún lugar. Supo en ese momento que esta sería otra noche sin dormir.
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No hubo más ataques, tal vez porque los mercenarios que quedaron no eran tantos como en el primer ataque, o tal vez porque todos habían atacado confiando en su victoria.
Independientemente del caso, llegaron al siguiente pueblo grande cinco días después.
La mayoría de los pueblos eran iguales para Kai, y no encontró nada particularmente interesante en este.
Cuando llegaron, el encargado de las carretas que Ricardo había contratado para llevar sus productos a la capital le ofreció una cantidad de dinero por su ayuda con los mercenarios. Kai aceptó.
Les dio ese dinero a Mashiro y Kouga para que consiguieran más provisiones y alquilaran un par de habitaciones en una posada para pasar la noche, hasta el día siguiente.
—¿Y tú qué harás? —preguntó Kouga. Mashiro lo miró con curiosidad, y Denna estaba ocupada con su libro.
—Tengo algunos asuntos que atender. Tal vez vuelva hasta mañana —dijo él, pudiendo ver los ojos de Kouga entrecerrarse con sospecha, y a Mashiro preocupada. Denna parecía indiferente.
—¿No necesitas ayuda? —preguntó la peliplateada.
Kai se tomó un momento. Había decidido ir a la guarida de los bandidos, eliminar a los que estuvieran en el lugar y tomar lo que tuvieran almacenado.
Kai miró a Mashiro un momento y finalmente se giró hacia Kouga.
—Ahora que lo mencionas, podría venirme bien la ayuda de Kouga.
El chico se tensó, pero Mashiro sonrió.
—Sí, yo y Denna nos encargaremos de las compras entonces —dijo con una sonrisa.
Kai miró al chico esperando su respuesta, y finalmente, Kouga asintió.
Kai sonrió debajo de su máscara y se despidió de ambas chicas mientras comenzaba a caminar.
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A Kai no le gustaban los caballos; lo había sabido desde hace mucho tiempo. Pero ahora mismo no tenía otra opción que usarlos. Había alquilado dos; hubiera sido mejor comprarlos, pero ya tenía suficiente de qué cuidar.
Además de conseguir un mapa más detallado del territorio, ahora, junto con el mapa que había obtenido de los mercenarios, tenía una mejor idea de cómo llegar a la guarida. Fueron dos horas de viaje en los caballos. Cuando se dio cuenta de que tendría que ir por un camino donde los caballos no serían útiles, se bajaron y los ataron en un lugar donde no llamaran mucho la atención.
Miró a Kouga.
—Puedes acompañarme o quedarte a cuidar de los caballos.
El chico no había hecho una sola pregunta, a pesar de que habían salido del pueblo y habían viajado un trayecto bastante largo, llevando a los caballos casi a su límite.
El chico de pelo negro miró a Kai fijamente.
—¿Por qué me trajiste hasta aquí?
Kai se detuvo un momento.
—Mashiro aún no ha matado a nadie —dijo tranquilamente—. Tú ya tienes un poco de experiencia, así que pensé que serías más indicado para lo que vamos a hacer.
—¿Y qué es lo que vamos a hacer?
—Hay un grupo de bandidos escondidos en esta parte de las montañas —Kai dijo mientras bajaba su mochila de su espalda y comenzaba a inspeccionar todas las cosas que llevaba.
Veneno, dagas, entre otras cosas; había dejado espacio suficiente para llevarse lo que hiciera falta. Además, claro, de traer otro saco.
—Los vamos a...
—Sí, aunque mi objetivo principal es obtener su botín —Kai comentó mientras se colocaba la mochila—. Se los dije, para conseguir nuestro objetivo necesitamos dinero.
—¿Y cómo sabes dónde está esa base?
—Le robé un mapa a uno de los que atacaron hace unos días.
Kai dijo mientras se daba la vuelta.
—Entonces, ¿vienes o te quedas?
Kouga se tomó un momento antes de caminar detrás de Chisaki.
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Llegar a la guarida les tomó una hora, principalmente porque Kai fue cauteloso dentro de lo que consideró razonable para evitar una emboscada.
Eventualmente llegaron al lugar, y era justo como Kai había imaginado.
Se veía claramente dónde se alzaba sombríamente su campamento. Las tiendas de campaña estaban dispersas alrededor de una gran hoguera, y el sonido de risas y conversación ruda llenaba el aire.
Kai miró hacia el cielo; era de noche.
Así que fue fácil acercarse sin ser notados, pero aún pudo ver a uno o dos guardias.
Kouga, que estaba detrás de él, estaba tenso y sosteniendo con fuerza el mango de su cuchillo, con la mandíbula apretada.
Kai lo miró un momento antes de volver a centrar su atención en los hombres. Pudo ver que había una enorme olla donde presumiblemente estaban preparando su cena.
Eran al menos 30 hombres, armados y despreocupados, confiados en su anonimato en aquel rincón olvidado del mundo. Pero su desprecio por la seguridad sería su perdición.
Kai los miró con ojos aburridos mientras esperaba con una paciencia medida.
Dejó su mochila en el suelo y buscó entre sus cosas. Luego de un momento, sacó una esfera de un centímetro de diámetro. Kai la movió entre sus dedos y finalmente dijo:
—No te muevas.
Comenzó a moverse entre el bosque.
Fue relativamente fácil acercarse lo suficiente al campamento, porque la mayoría de los bandidos estaba bebiendo alrededor de la fogata.
Kai se movió rápidamente y lanzó la esfera hacia la olla.
Por suerte, el cocinero estaba distraído preparando otra cosa y no notó la esfera caer. Cuando el hombre se acercó a la olla, lo único que hizo fue revolver el contenido con una cuchara de madera y luego probarlo.
Este veneno no actuaba inmediatamente; había un tiempo de 30 minutos hasta una hora antes de que comenzara a funcionar. Sus efectos provocaban sueño antes de tapar las arterias del corazón del que lo consumió; en su mayoría, no era fácil de detectar.
Así que Kai esperaba que no tardaran en comenzar a comer. Por suerte, solo pasaron 20 minutos antes de que comenzaran a dar porciones de comida.
En ese momento, Kai simplemente se limitó a esperar pacientemente el resultado.
De entre sus cosas tomó una pastilla y la metió en su boca.
El ruido comenzó a disminuir lentamente.
Escuchó algunos gritos de alguien intentando despertar a uno de los que ya había muerto. El caos comenzó, pero no duró mucho; al final solo quedaban 7 de ellos que no habían comido.
Y claro, estaban preparándose para huir.
En ese momento, Kai se movió una vez más, tomó dos de sus dagas y las sostuvo entre sus dedos. Con una firme convicción, las lanzó hacia dos de los bandidos.
Ambas conectaron.
En ese momento, los otros 5 comenzaron a gritar maldiciones. Kai se movió rápidamente entre las sombras.
Luego de un momento, se movió con una velocidad increíble, apuñaló a uno de los bandidos y se movió rápidamente hacia el otro.
Le tomó menos de 2 minutos acabar con los demás.
Kai limpió la sangre de su daga.
Miró hacia el bosque y vio a Kouga moviéndose en su escondite. En ese momento, alzó su mano para indicarle que esperara.
Necesitaba verificar todo el campamento y buscar señales de si vendrían más bandidos posteriormente. Kai se movió rápidamente entre las carpas; solo había cuerpos y cajas con provisiones de comida, agua y vino.
En total había 5 tiendas. La mayoría de ellas no tenían lo que él buscaba.
Pero cuando llegó a la más grande, que él supuso era del jefe, encontró todo el botín. En cofres de madera, encontró varios cientos de monedas de oro, además de algunas joyas. Se preguntó por un momento si estos bandidos habían atacado a un noble.
No le importaba, pero decidió que usaría su poder para cambiar la forma de las joyas para que no las relacionaran con las de algún noble que fue atacado, y fuera más fácil venderlas.
Kai hizo un cálculo rápido y supuso que con esto podría comenzar con sus planes. Aún quedaba una última tienda que inspeccionar; esta estaba ubicada en la orilla del campamento.
Salió de esa tienda con una lentitud abrumadora.
Al llegar a una gran tienda situada al borde del campamento, escuchó un sonido sordo, un llanto ahogado que provenía del interior. Con cautela, se acercó y levantó ligeramente la lona de la entrada, lo suficiente para ver el interior sin ser visto. Dentro, encontró a un grupo de mujeres, encadenadas y con signos de haber sido maltratadas. Sus ojos reflejaban desesperanza y miedo.
Kai las miró sin mostrar ninguna emoción. Al parecer, los bandidos no solo habían saqueado, sino que también habían secuestrado algunas mujeres.
Kai miró una vez los alrededores, asegurándose de que no hubiera más bandidos. Luego, caminó hacia donde estaba Kouga y hizo un gesto con su mano.
El chico salió de su escondite y caminó en su dirección, mirando los cuerpos de los bandidos, con su cuchillo aún en las manos.
― ¿Acabaste... con todos? ― preguntó el chico, observando todos los cuerpos.
― Supongo ― respondió Kai sin emociones, y luego se giró hacia la tienda donde estaban las mujeres, señalando con su dedo. ― Allí hay algunas mujeres, supongo que eran rehenes de los bandidos. Libéralas y dime si alguna tiene una herida que necesite ser tratada.
Kai dijo mientras se dirigía hacia la tienda que contenía todo el dinero.
Kouga miró a Kai sorprendido por su falta de emoción, a pesar de que acababa de realizar una masacre con tantos bandidos.
Sacudió su cabeza y caminó hacia la tienda que le habían señalado.
Cuando entró, vio a las mujeres que Kai mencionó, y apretó sus dientes con fuerza al ver que se estremecían al escuchar sus pasos.
― Tranquilas, he venido a ayudarlas ― susurró con voz suave, tratando de no asustarlas más de lo que ya estaban. Las mujeres alzaron la vista, con una mezcla de esperanza y escepticismo en sus ojos. Kouga se arrodilló junto a ellas y comenzó a trabajar en las cerraduras de las cadenas con una pequeña ganzúa que llevaba siempre consigo.
Una a una, las liberó.
― ¿Están todas bien? ― preguntó mientras las ayudaba a ponerse de pie. Algunas asintieron, otras no podían hablar debido al shock. ― Vamos, debemos salir de aquí antes de que alguien más aparezca.
Cuando salieron, algunas de las mujeres se asustaron al ver los cuerpos regados por el suelo. Kouga se mordió el labio, pensando que debió haberles avisado de esto.
Kai salió de la tienda y miró al grupo de mujeres aterradas.
Extendió sus manos en un gesto apaciguador.
― Hay algunos caballos en esa dirección ― Kai apuntó al lugar alejado del campamento donde estaban descansando los caballos. ― Si nos esperan unos momentos, podremos irnos hacia el pueblo más cercano. Llegaremos en unas dos horas.
Kai dijo, y luego miró a Kouga y se volvió a meter dentro de la tienda.
Vio que Kai había dispuesto varias bolsas en el suelo.
― ¿Qué es eso? ― preguntó Kouga.
― Nuestra ganancia ― Kai dijo indiferente. ― Cargaremos esto en los caballos, y nos iremos. Es posible que haya más bandidos, así que yo iré adelante en un caballo sin dinero, y llevarás la mayoría de las bolsas en tu caballo.
Kouga se tensó ante la idea de que pudiera haber más bandidos.
― ¿Qué pasa con nuestros caballos?
― Tendré que pagar al dueño. Sería una pérdida de tiempo volver por ellos ― Kai dijo sin cambiar su tono de voz. Kouga lo miró un momento, se acercó y tomó una de las bolsas.
― Empezaré a cargar los caballos.
― Está bien, yo revisaré para ver si hay algo útil ― comentó Kai mientras comenzaba a revolver entre las demás pertenencias dentro de la tienda.
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El viaje tomó más de 3 horas, pero llegaron al amanecer.
Las mujeres hicieron que se retrasaran bastante, además del peso añadido del dinero que había tomado de los bandidos.
Cuando llegaron a las afueras del pueblo, Kai miró a las mujeres.
― Pueden ir y reportar esto a las autoridades ― dijo con un tono medido. ― Si lo hacen, agradecería que no mencionaran mi apariencia y, si es posible, podría dar una descripción falsa.
Kai dijo con una sonrisa debajo de su cubrebocas. Luego tomó siete pequeñas bolsas de tela y se las dio a las mujeres.
Una de ellas, que parecía la más centrada, aunque se podía notar su nerviosismo, fue la que preguntó.
― ¿Qué es esto?
― Lo necesario para que comiencen una nueva vida ― Kai dijo, antes de darse la vuelta y seguir su camino. No esperó el agradecimiento de ellas, pero se detuvo por un momento y se giró para ver a Kouga despedirse de las mujeres.
El chico llegó a su lado y ambos guiaron a sus caballos hacia la posada donde se estaban quedando.
― ¿No vas a hacer nada más por ellas?
― No ― dijo Kai con un tono plano. ― ¿Te molesta?
Kouga no dijo nada, y ambos continuaron su camino sin decir una sola palabra.
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en el próximo llegamos a la capital :D
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