Parte 2

—He hablado con tu maestro —confiesa mi hermano. Yo bajo la mirada: sé lo que va a decirme—. ¿Por qué te saltas las clases, G Billy?

—Gary, yo... He hecho todo lo que he podido pero me cuesta muchísimo.

—G Billy, sé que es difícil. Le diré al maestro que te explique mejor o lo que sea, pero por favor, no debes saltarte las clases. Quiero que tengas un buen futuro. Es por tu bien...

—¿Y si no quiero dedicarme a eso? ¿Y si quiero seguir otro camino?

No puede obligarme a hacer algo que no me hace feliz. El guitarrista sin nombre me ha abierto los ojos. Debo ser yo quien elija mi camino, una meta que me haga feliz y en la que tenga un lugar. No quiero ser científico.

Quiero ser músico.

Gary no pareció escucharme, porque está buscando algo en la estantería de su habitación, donde hay cientos de libros. Dudo en si se los ha leído todos. Conociéndole, seguro que sí.

Resoplo, frustrado.

—Este libro tiene las bases de las ciencias, mucho más fáciles para entender —me da el libro, con una sonrisa que me suena a forzada. No sé si está medio sordo o simplemente me ha ignorado.

—Pero, Gary...

En ese instante veo que algo se ha caído de la estantería. Me levanto, apartando el libro que Gary pretende que coja.

Una libreta abierta en el suelo con una letra que no conozco.

Pero no es nada de ciencia.

Es música.

—¿Qué es esto? —pregunto, agarrando la libreta. En ella aparecen canciones, notas, melodías... No comprendo nada. ¿Por qué Gary tiene esto?

Mi hermano suspira.

—Es de mamá. En su tiempo libre se dedicaba a la música. Escribía canciones... Muchas de ellas nos las cantaba cuando éramos pequeños... Hay algunas que nunca llegó a terminar.

Dejo de escucharle para sumergirme en aquellas palabras escritas en papel, en aquella belleza que aparece ante mis ojos. La melodía de mi madre vuelve a sonar en algún rincón de mi mente y me transporta al pasado, a un tiempo más feliz. Gary la había estado guardando todo este tiempo, echa de menos la voz de mamá, sus canciones, su música. ¿Las escuchará en su interior en las noches de soledad como yo?

La libreta no está completa, y hay canciones sin terminar, lo que es una pena, pues tiene... tenía un gran talento.

Siento como mi corazón estalla. ¿Me pareceré yo a ella entonces?

—Creo que heredé el amor a la música de ella...

—Billy, ni los gustos ni el talento son heredables —me explica, cansado. Suele soltarme datos científicos de vez en cuando para que los vaya asimilando para cuando sea científico.

—Quiero ser músico —decreto.

Lo miro a los ojos, decidido. Esto me acaba de convencer. Voy a entregarme a la música, es mi cometido. No quiero conocer el mundo a través de datos, cálculos y lógica. Quiero mirar el mundo desde los ojos de la música, buscar la belleza donde la haya, y transmitir todas mis emociones con un instrumento y una canción.

—Puedes tocar toda la música que quieras en tu tiempo libre, Billy, pero ahora quiero que tengas unos buenos estudios y...

—No, nunca seré tan bueno como tú, Gary. Las matemáticas son como un puzzle imposible para mí, la física, la biología, todo es demasiado difícil...

—G Billy, he estado gastando los ahorros de nuestro tío para pagar a tu maestro por las clases, ¡no puedes rendirte ahora! La ciencia puede abrirte muchos caminos, ya lo verás. No pierdas el tiempo en música, no te va a servir nada más que para relajarte un poco de vez en cuando.

¿Cómo puede decirme eso? Él y mi profesor saben lo que me cuesta aprender cosas tan científicas, técnicas y lógicas. Con cada cosa que pretenden enseñarme mi cabeza se pierde en el mar de la incomprensión y me siento como náufrago, como un inútil que nunca llegará a ser nada. Me ponen un gran peso sobre mis hombros que no seré capaz de soportar, y que me va ahogando más y más. ¿Por qué no me comprende?

¿Por qué tengo que seguir la tradición familiar? Ya me harté de la ciencia, de todos los que me dicen que me centre en ella. La música es la única que me comprende, la única que me salva... No quiero más ciencia, no más.

Siento enfadarme más que nunca antes. ¿Por qué tiene que decidir él mi destino? ¿Por qué tengo que ser infeliz con algo que no me gusta solo para no romper esta dichosa tradición familiar?

No.

—¡Odio la ciencia, se llevó a mamá y papá! ¡No quiero estudiarla! —grito. Gary se queda congelado ante mi reacción y frunce el ceño. Creo que no debí haberle gritado. Suelta el libro y se acerca, furioso.

Pero en cierto modo es verdad: Si mis padres no hubieran sido científicos no habrían ido a investigar no se qué cosa a aquellas montañas.

No habrían muerto.

—No vuelvas a decir eso. Vete a tu habitación, G Billy. Y olvídate de volver a ver a ese músico —su mirada es seria y su tono de hielo parece congelarme la piel.

—¡No entiendo porqué tengo que seguir el mismo camino que el resto de toda esta familia! ¡Mamá me habría dejado ser lo que yo quisiera!

Me voy rápido de la habitación y cierro de un portazo, como si fuera un niño. No es justo, no es justo y él lo sabe. ¡No puede prohibirme ver a mi ídolo! Ahora que se había ofrecido a enseñarme, ahora que por fin tendría la oportunidad de seguir el camino que me gusta...

Caigo en mi cama, furioso. Normalmente no soy nada agresivo, pero he estado mucho tiempo reprimiendo todo esto. Un enorme monstruo ha estado creciendo en mi interior y tenía que soltarlo, o estallaría. Pero ahora que lo hice, nada ha mejorado. Todo va a peor y siento que me falta el oxígeno a cada segundo. 

Aprieto contra mí la bandana que me regaló el guitarrista. Creo que tendré que olvidarme de él.

Abro la libreta de mi madre. Su caligrafía era bellísima y cuidada. Mirando sus canciones me pierdo en el paraíso y el dolor desaparece.

***

Han pasado ya varias semanas. He estado asistiendo a la clase de mi maestro particular. No me había sentido más encarcelado en mi vida, tan impotente y tan solo...

Mi maestro me vigila en cada descanso y no puedo escaparme para saborear la libertad. Todo este tiempo he llegado a pensar incluso que debo rendirme y hacer lo que me dicen, que debo dejar de luchar. Pero hay algo en mi corazón que se niega y que me pide a gritos que haga algo.

¿Debo olvidarme de todo? ¿De verdad debo seguir este camino?

Gary y yo apenas hablamos. Tras lo que dije de la ciencia él ha estado más distante, más frío. Creo que le ha dolido demasiado y me arrepiento mucho por ello. Cada vez que nos cruzamos siento como si se me clavaran cientos de espinas y se me forma un doloroso nudo en la garganta.

Sufro al pensar que por mi culpa, la pared de hielo que envuelve a mi hermano se ha helado más y se ha hecho más gruesa. Tanto que ya no puedo oír su voz ni ver sus sonrisas.

Hoy mi maestro está enfermo y no tendré clases, y pienso aprovechar esta oportunidad. Me llevaré la libreta de mi madre, para enseñárselo al guitarrista. Quiero que me de su opinión y que me de algunos consejos. Se ha convertido en mi maestro a pesar de que aún no me ha dado ninguna clase.

Voy tan deprisa como me permiten mis pies. Mi corazón late con fuerza palpando al fin la libertad y las ganas de música. Casi puedo volar, casi siento las notas de la guitarra de mi ídolo y maestro.

Cuando llego a la plaza, él no está. La decepción inunda mi rostro y me sumerjo en la incertidumbre. Siempre estaba a esa hora en ese lugar, no fallaba ni un solo día.

Lo espero un rato. Pasan los minutos, las horas... Y no aparece. Bajo la mirada, cansado de esperar.

¿Dónde estás, Maestro?

—¿Estás esperando al guitarrista sin nombre? —me pregunta un pingüino verde. 

Asiento, incapaz de usar mi voz. El pingüino se sienta a mi lado, con toda la confianza del mundo. No me importa, aunque preferiría estar solo ahora mismo.

—Hace bastantes días que no viene —me comenta—. Yo también lo he estado esperando. Nadie en la isla sabe nada. Ha desaparecido de formas misteriosas.

—¿Lo dices en serio?

—Sí.

¿Cómo puede haberse esfumado sin más? ¿Porqué todos en mi vida desaparecen misteriosamente sin dejar rastro ni huellas? Es como si todo aquel a quien conozco y admiro fuera solo un sueño, y al despertar ya no estuviera.

Como si nunca hubieran existido. Como si solo fueran ilusiones que se pierden en el recuerdo.

—Gracias —le digo. Creo que puede notar cuan destruido estoy. Mi mundo se derrumba y siento como mi pecho quema de rabia. 

—¿Qué te ocurre? —no sé porqué este pingüino tiene tanto interés en mí. Parece simpático y agradable, y probablemente sea de mi misma edad.

Quizás necesite desahogarme con alguien, por lo que le suelto todo lo que me pasa. Le cuento lo de mi familia, lo de mi anhelo en la música, la pelea con mi hermano, la libreta secreta que encontré y que pertenecía a mi madre, mis encuentros con el guitarrista sin nombre... Aquel pingüino me transmitía una extraña confianza, y pude decírselo todo. Me sentí mucho mejor al soltarlo todo. 

Se quedó unos momentos mirando al cielo, sin responder. No sé que puede estar pasándole por la cabeza.

—¿Por qué no terminas las canciones de tu madre? Así tu hermano verá cuánto te importa. Quizás te deje seguir si ve cuánto te importa.

Algo se iluminó en mi mente. Era una gran idea. Si hago eso no solo le haré entender a mi hermano, sino que mantendré vivas las canciones de mi madre y sería como revivirla a ella. Como si siguiese aquí.

Tenía que hacerlo.

—Gracias, ¡es una buena idea! ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Petey k —se presenta. Me tiende la aleta en modo de presentación acompañado con una sonrisa. Yo le correspondo. 

—Yo G Billy.

—Encantado. Bueno, debo irme. Yo también soy músico, ¿sabes? Debo ir a practicar.

—Espera —le detengo. Tengo una gran idea pero necesito su ayuda. Sonrío—. Voy a necesitar tu ayuda.

***

Está todo listo. Tras casi un mes de duro trabajo junto con Petey k, mi nuevo amigo, al fin hemos acabado las canciones de mi madre. Y solo puedo decir que son perfectas. Noto como si sonriera, como si su espíritu al fin se hubiera liberado y me envolviera con un etéreo abrazo.

Petey y yo nos habíamos estado reuniendo tras mis clases de ciencias y nos dedicamos a fondo a aquellas canciones. Él sabe tocar la guitarra, entre otros instrumentos, y ya ha compuesto varias canciones por lo que su experiencia me sirve de gran ayuda.

Esperamos a que Gary llegue de su último día de universidad. Le ha ido fenomenal y estoy seguro de que le irá muy bien como científico.

Ahora necesito que confíe en mí y en mi sueño de ser músico.

Cuando abre la puerta Petey empieza a tocar la guitarra. Hemos dejado el iglú casi oscuro, solo iluminando a Petey y a mí y a la guitarra de mi amigo, quien con una excelente suavidad consigue transmitir paz y seguridad como lo hacía la voz de nuestra madre. Aún no es un experto guitarrista, pero sé que llegará lejos en el futuro.

Gary deja caer la mochila con las cosas de la universidad y se queda con una expresión indescriptible, como si los muros que lo ocultan del mundo se derrumbaran para escuchar la dulce melodía. Una melodía que hacía revivir aquellos momentos de plena alegría.

—¿Qué es esto? —pregunta. Sus palabras tiemblan y su respiración se agita. La música no deja de sonar.

—He terminado...

—Hemos —interrumpe mi amigo. Pongo los ojos en blanco.

—Hemos terminado las canciones de mamá que no pudo acabar. Quiero demostrarte cuanto me importa la música. Que sepas que quiero seguir  con lo que mamá amaba además de la ciencia. Seguir uno de sus sueños. Mi futuro no está en la ciencia, Gary. Mi futuro está en la música.

—G Billy...

—Sé que es difícil de entender —le detengo. Necesito expresarme—. Nunca entenderé bien la ciencia. No todos tenemos la misma capacidad. La música provoca en mí algo muy fuerte, como a mamá. Algo tan fuerte como lo que tu sientes haciendo cálculos y cosas así. Y quiero seguir este camino. Sé que voy a tener un buen futuro como el tuyo, pero tienes que confiar en mí, hermano. Dame una oportunidad. Déjame estudiar música. Es lo que me da vida. 

Una sonrisa. Lo conseguí. Gary se acerca y me da un abrazo. Hacía años que no me abrazaba. Correspondí mientras ambos escuchábamos aún la canción que mi madre había escrito con tanto cariño. Por un momento volvíamos a ser los niños del ayer, los hermanos que se divertían y reían bajo la sonrisa de una madre y sus dulces canciones.

—Sí que eres la oveja negra de la familia —expresó. Yo dediqué una sonrisa orgullosa. Me gusta ser diferente.

—¿Puedo estudiar música?

—Puedes. Hablaré con tu maestro para que dejes las clases.

—Gracias, hermano.

—A ti, por abrirme los ojos y hacer renacer a nuestra madre con la música. Tienes un gran talento, Billy. Te pareces mucho a ella. Creo que tienes un buen futuro por delante. Siento no haberlo visto antes. 

Mi corazón estalla de felicidad. Al fin me entiende. 

—¿Podemos comer ya? —dice Petey de repente. Los dos nos echamos a reír ante el comentario del pingüino verde.

Una nueva etapa en mi vida comienza.

***

Han pasado ya varios años, y mi vida ha mejorado muchísimo. He creado una banda con Petey y nuestro nuevo amigo Stompin Bob que hemos llamado Penguin Band. Estamos buscando a un nuevo integrante, pero aún no encontramos al adecuado. Me gustaría mucho dar con él y ofrecerle un lugar en nuestra pequeña familia.

El guitarrista sin nombre nunca volvió, pero aún conservo sus canciones en mi mente y el regalo que me hizo. Su desaparición sigue siendo un misterio, pero ya he empezado a superarlo. Gracias a él mi vida es como es ahora. Jamás lo olvidaré y siempre será mi ídolo a seguir. Él y mamá inspiran ahora muchas de mis canciones. 

Aún no me he puesto la bandana que me dio, creo que no estoy preparado. Quizás en un futuro la use. Me parece que me sentaría bien, y va mucho con el estilo country, el cuál me gusta mucho.

Mi hermano se ha convertido en un excelente científico y todos en la isla le conocen. Él vuelve a ser feliz como nunca antes, aunque sigue siendo algo tímido. Creo que con el tiempo dejará sus inseguridades, yo mismo le ayudaré. Lo importante es que derribé su pared de hielo y ahora se abre al mundo. 

Nadie sabe que deparará el futuro. Pero he aprendido que para conseguir algo tienes que luchar por ello. Que nadie puede elegir el camino por ti, eres tú quien debe buscarlo, crearlo, porque solo de ti depende tu propia felicidad. Nunca hay que rendirse y siempre hay que seguir al corazón, a nuestros sueños. 

Esto va a ir para largo, estoy seguro. Mi vida empezó a cambiar desde que comprendí que no importa ser diferente al resto. Ya he encontrado un lugar en el que encajo. El mundo de la música me recibe con los brazos abiertos.

Y no puedo ser más feliz.

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