Capítulo 15 - Nada es lo que parece

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas." - Albert Einstein

Luna

Una cabaña solitaria y pequeña nos espera en medio de la nada, en un bosque canadiense a varios kilómetros de distancia de la Institución Eneas. Suspiro, intentando no pensar demasiado en el dolor punzante que noto en la sien, y salgo de la furgoneta.

Cuando noto la fría nieve sobre mis pies me doy cuenta de que voy en pijama; menuda idea la nuestra, salvar a alguien sin ni siquera estar preparados en lo más básico. Me froto los hombros, intentando entrar en calor.

– Toma – dice Dasan, ofreciéndome su chaqueta –. Veo que ninguno de los tres venía muy preparado.

– Nadie sabía lo que podía pasar, Dasan – Michael se entromete bruscamente en la conversación. Se nota que sigue molesto por lo que ha pasado con Alex.

– Cierto. Podía haberme pasado un mes entero esperando a que salieseis acampando en medio del bosque, esperando tu señal, que nadie sabía lo que podía pasar.

Ignorando el sarcasmo en sus palabras, Michael avanza hacia la puerta de la cabaña y toca con los nudillos. Yo me quedo unos metros por detrás, preguntándome si será cierto que ese joven de aspecto salvaje llevaba acampando varios días enfrente de Eneas; si es verdad, debe de ser sigiloso como un gato y tener el tesón de un oso.

Voy a preguntarle, pero la puerta se abre en nuestras narices.

– Vaya, ya estaba dudando de si volvería a veros.

Abro los ojos de par en par, sorprendida al reconocer a la persona que habita esa pequeña cabaña.

– ¡Doctor Foster!

– ¡Luna! Me alegro mucho de verte – Sonríe, pero es una sonrisa que denota cansancio y pesar –. Pasa a que te curemos esa herida, tiene mala pinta.

Dentro, un fuego recién encendido chisporrotea y el olor de la madera quemada inunda el pequeño salón donde una radio suena alegremente, cantando algo que debe de ser muy antiguo y que nunca he escuchado.

Sentado en el sofá, mirando fijamente el fuego, se encuentra una figura que también reconozco. Al notar que nos acercamos Leonard se gira y sonríe ampliamente.

– ¡Luna! Menos mal que estás a salvo – se abalanza hacia mí y me abraza –. ¿Dónde está Alex?

Ya no queda rastro de su mala pronunciación, algo que achaco al increíble poder de James. Leonard espera impaciente a que alguien le conteste, pero todos guardan silencio.

– Se ha quedado con Ariadna – murmuro.

La noticia parece sorprender a mis dos protectores, que se sientan sobre el sofá, meditando qué hacer a continuación.

– Leonard, ¿por qué no vas a curar a Luna y le echas un vistazo a James?

No hay que ser muy listo para saber que lo que quiere el doctor Foster es mantener una conversación privada con Michael y Dasan. Cada vez entiendo menos lo que está pasando.

– ¿No se suponía que vosotros pertenecíais a la Institución Eneas? – pregunto, mientras avanzamos hacia un pequeño baño, alejado del salón.

– Pertenecíamos – explica Leonard, ordenándome mientras que me siente y sacando de un pequeño botiquín todo lo necesario –, cuando sus intenciones no eran malas. Eneas nació con la idea de protegeros a todos vosotros, nunca estuvo en nuestros planes que fueseis usados como conejillos de indias.

– ¿Por qué Ariadna ha hecho esto? – interviene James, que lleva callado un buen rato. Para él, que llevaba más tiempo que nosotras en la Institución, Ariadna se había convertido en un modelo a seguir.

– No lo sabemos. Quizás siempre fue así y nos supo ocultar muy bien sus intenciones.

– ¿Y cómo lo descubristeis? – pregunto yo de nuevo.

– Caray, estáis llenos de dudas – sonríe, quitándole hierro al asunto –. Fue después de que os dejásemos con Alice. Primero descubrimos su traición y a raíz de eso empezamos a investigar un poco más a los que componían la Institución Eneas. Antecedentes, conversaciones grabadas que habíamos pasado por alto, informes... Investigando un poco más descubrimos que Ariadna había intentado asesinar a su marido.

– Creía que había sido al revés – le corto.

– Eso creíamos todos, pero resulta que Frank, su marido, era un fanático de todo lo sobrenatural, extraterrestre y paranormal y que, cuando descubrió lo que ocurría, quiso ayudar a vuestros inquilinos a encontrar su camino de vuelta a casa. Durante un tiempo trabajaron codo con codo, hasta que él descubrió lo que Ariadna estaba haciendo con su hija. Fue entonces cuando ella intentó matarlo, para que no se descubriese su secreto.

– Espera, ¿qué le hizo a Myriam? – James se pone en guardia, nervioso ante lo que pueda decir.

Leornard guarda silencio y empieza a curarme la herida, sopesando el qué decirnos. Parece abstraído, pero James y yo tenemos un nudo en la garganta ante lo que nos pueda decir. Hasta la insondable Negu parece nerviosa por lo que pudiesen hacerle a la pequeña; durante todos estos meses le ha cogido mucho cariño.

– Siempre me llamó mucho la atención el poder de esa niña: no podía ver a su propio inquilino pero sí a los de los demás, incluso podía tocarlos. Debería haber supuesto que había algo raro en ello, un patrón que no se cumplía, pero hay tantos poderes extraños que esos seres han otorgado a los humanos que este podía ser fácilmente uno más – Leonard parece triste al darle vueltas al asunto –. Nunca hubiese imaginado que una madre pudiese hacerle lo que le hizo ella a su hija.

– Leonard, ¿qué le hizo Ariadna? – Noto mi corazón desbocado por la tensión.

– Myriam no puede ver a su inquilino simplemente porque no tiene uno – cierra los ojos –. Fue un experimento de su madre para ver si la humanidad podía conseguir más poder sin necesidad de estar atado a una de esas criaturas.

El silencio se impone en el pequeño baño, tan tenso que podría cortarse con un cuchillo. Me quedo paralizada, sin ni siquiera sentir el agua oxigenada que Leonard aplica suavemente sobre la herida. Me enervo al pensar en cómo una madre puede hacerle eso a una niña, transformarla en un muñeco de pruebas para su propio beneficio.

– Ariadna dejó medio muerto a su marido, borró la memoria a su hija con uno de sus otros experimentos y huyó muy lejos, a un lugar donde poder finalizar su trabajo con Myriam – continúa –. Cuando Frank despertó, achacó la locura de su mujer a esos seres y se unió al bando contrario, decidido a exterminarlos y recuperar a su desaparecida hija.

"Pobre pequeña humana". Negurumi llora y sus ojos ambarinos se aclaran, haciéndola parecer menos dura, más frágil; su actitud no me extraña, la he visto llorar por una oruga que pisé sin querer. También sé que a la orgullosa criatura no le gusta que le consuelen y prefiere que la ignoren en sus momentos de debilidad, así que me esfuerzo por concentrarme en la conversación que estaba manteniendo con Leonard y James.

– ¿No podemos hacer nada por ella?

Leonard muestra una expresión extraña y me mira fijamente, sin sorprenderse demasiado por mi pregunta.

– Es lo que estamos intentando, salvar a los pobres que están en sus garras. ¿Por qué si no habría ido Michael a la Institución? Quería observar cómo era todo por dentro, ver sus puntos débiles y fuertes, hacerse una idea de qué es lo que podíamos hacer nosotros – sonríe, intentando devolver la alegría al ambiente –. Ya he terminado contigo.

Rozo la herida, bien vendada y curada. Ya ni me duele.


Avanzamos de nuevo hacia el pequeño salón, donde parece que está teniendo lugar una airada discusión; la voz de Michael se oye desde fuera, aún con la puerta cerrada.

– ¡Pero la necesitamos también a ella!

– No podemos hacer más, la salvaremos cuando podamos pero de momento tenemos que concentrarnos en lo que tenemos – el doctor Foster habla apaciblemente, intentando calmar los ánimos.

– ¡Pero ambas son importantes!

– Lo sabemos, Michael. Pero no se puede hacer nada.

– Pero ellas son... – la voz de Dasan se ve interrumpida al abrir Leonard de golpe la puerta.

Ante nuestra llegada todos intentan mantener la compostura, pero saben perfectamente que nos hemos dado cuenta de que discutían. No parecen muy cómodos por la situación, así que hago de tripas corazón y, ignorando las preguntas que me atormentan, hago como que no he escuchado nada.

– ¿De qué hablabais, chicos?

Dasan sonríe, mostrando su bella dentadura, y dice:

– Cosas sin importancia. ¿Qué habéis hecho ahí dentro? Habéis tardado una barbaridad.

– No seas malpensado – interviene Leonard.

Sonrío amablemente, pero por dentro soy un torbellino de emociones. Veo a ese dispar grupo que me rodea y recuerdo cómo hasta hace unos días tenía plena confianza en Ariadna y me falló. Alex me mataría por ser tan desconfiada, pero ahora mismo no me fío de nada ni de nadie. 

Pienso estar atenta a cualquier mínimo detalle, dispuesta a huir si es necesario de esas manos que se muestran amigas pero que, quién sabe, quizás no lo son.

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