03
✨Capítulo tres✨
"En donde Beryl ve a Remus"
Beryl estaba ahora sobreviviendo a sus días en Hogwarts; con eso de que Remus Lupin es ahora su compañero en transformaciones y defensa contra las artes oscuras (ya que al parecer a todos menos a él le daba miedo estar cerca de ella) tenía que lidiar con Sirius Black lanzándole miradas que le decían «sé que te gusta Remus».
Y eso que tan solo es su cuarto día en el colegio.
Pero ahora, tenía asuntos más importantes que soportar y esos eran sus cólicos menstruales, que como cada mes, le atacaban fuertemente a tal grado que se cuestionaba su naturaleza y el motivo de ser mujer.
Solo que no había cólico que la sanadora Pomfrey pudiese sanar.
Así que, en cuanto el primer cólico ataco en su sueño, sus grandes ojos olivo se abrieron; se puso una bata y sus botas negras, para caminar abrazando su estómago en su recorrido al hospital.
Realmente Beryl quería tirarse a llorar y quizá, sus cólicos habían aumentado debido a la luna llena que había desaparecido hace unas cortas horas.
Al menos, tenía esa teoría.
Empujó la puerta mientras jadeaba y arrastrando su pies, entro al lugar que visitaba una vez al mes.
No le sorprendió ver en una camilla a Remus, Sirius, Peter y James, por que en algunas ocasiones, se topaba con ellos muriendo en una camilla por alguna de las bromas que realizaba o quizá por qué ellos realmente tienen tendencia suicida.
—Hola Beryl —saludo con amabilidad Pomfrey, mientras la chica se acostaba en una camilla—. ¿Cólicos?
—Sí —murmuró, mientras se hace ovillo y se cubre con las mantas.
Pomfrey negó lentamente, se retiró sin decir más para buscar pociones y curar el mal de la chica.
—¿Y tú que tienes? —preguntó sin poder evitarlo Sirius Black.
La chica no respondió por dos motivos: por que no tenía ganas de pelear y estaba segura que se pondría a llorar si Sirius le recordaba lo mala persona que es.
La menstruación lograba hacer a Beryl tan sensible que en esos cuatro días, ella prefería no pelear.
—¿Ven lo que uno intenta por ser amable? —habló nuevamente Sirius en voz alta.
—Ya cállate —gruño James.
—Solo quiero saber si Beryl también está muriendo, pero si sigue así, en su funeral no estará presente ni su lechuza.
Beryl mordió su labio, escuchando aquellas palabras que eran tan certeras.
El día de su muerte, Beryl estaría sola. No habría nadie que le llevara flores o le pusiera las canciones de Mozart que tanto le gustan. Vive sola y morirá sola.
¡Ni Hades sentiría su pérdida!
Aquellos pensamientos, provocaron que la tristeza invadiera a Beryl y es que todo es su culpa. No tiene amigos por que no los busca, así que su funeral sería solitario por que se lo está ganando.
Sollozo sin poder evitarlo, abrazando con fuerza las mantas de la camilla, mientras su labio tiembla y gruesas lagrimas salen de sus ojos.
Remus Lupin, al escuchar el llanto de la chica, se sentó sintiendo su pecho arder, tal vez eran las cicatrices que el mismo se causó o tal vez era el dolor de Beryl lo que le hacía sentir un ardor en su pecho y es que luce tan pequeña y frágil, que quería abrazarla y decirle que aquello era mentira.
—¡Mira idiota lo que hiciste! —señaló James—. ¡Estás haciendo llorar a u chica! Te iras al infierno.
—Be-Beryl es mentira —se apresuró a decir algo sorprendido Sirius.
Pomfrey se apresuró a llegar, no si antes lanzarle miradas de odio a los chicos.
—Ya cariño, toma esto, te hará sentir mejor —le dijo, entregándole un pequeño frasco con líquido azulado.
Beryl lo bebió entre sus lagrimas. Pomfrey acarició el cabello rubio de la chica, mientras la poción hace efecto.
La sanadora le tiene gran cariño a la rubia, que desde su primer año, se había atrevido a preguntarle a la sanadora todas las dudas que tiene: ¿por qué sus pechos no crecían como los de las demás chicas? ¿A que se debía la sangre salir de su vagina? ¿Cómo nacen los bebés? Y más preguntas que sus padres nunca fueron capaces de responder.
Ambas se tienen cariño.
En cuánto quedó dormida gracias a los efectos de la poción, Pomfrey se encaminó a los cuatro chicos.
—Será mejor que se comporten o será la última vez que les curo un rasguño —advirtió, con mirada asesina.
—Pero, pero no dije nada —intento decir Sirius.
—Malo o no, algunas mujeres sufren más durante su menstruación, así que será mejor que cuiden su boca o les dejare sin curar por lo que resta del año —advirtió.
Sin más que decir, los dejo solos.
—¿Qué tanto sufre una mujer en su menstruación? —se atrevió a preguntar Peter.
—Uff, demasiado —respondió James, como si de un experto se tratara—. Son como golpes en su vientre o espalda baja, aparte a cada mujer le dan de diferente manera, por lo que a unas les puede pesar mucho estar en esos días, pero a otras no tanto.
Con algo de sorpresa, Sirius, Peter y Remus miraron a James.
—¿Qué? —masculló.
—¿Desde cuando sabes tanto de eso? —preguntó Sirius.
—Lo aprendí por Lily —confesó ladeando una sonrisa—. Y, creo que todas las personas, hombres o mujeres o como deseen identificarse, deberían de saber acerca de la menstruación; es algo sumamente natural y no se le da tanta importancia —se quejó, rodando los ojos—. Pobre de Beryl, ahora tiene sentido que la veamos en la enfermería ciertos días de los meses —murmuró.
—Que difícil debe ser mujer —suspiro Sirius—. Bueno, no tan difícil como ser un lobito, ¿verdad? —preguntó a Remus, con ligera burla.
El chico en la camilla, alzó su dedo anular.
—Vete a la mierda y quédate ahí —pidió entre dientes, haciendo que Sirius comenzará a carcajearse.
—¡Black! —le reprimió Madam Pomfrey—. Esto es una enfermería, no un circo. Es más, ustedes ya están bien —sentenció, para así poder vaciar el hospital y evitar menos ruido por parte de los chicos—. Que curioso que siempre que tengo a Lupin aquí ustedes también se le unan —musitó.
—Es que si Rem se lastima, nosotros también —aclaró James, con un puchero.
—Si, si, ¡afuera! —ordenó, mientras los chicos se paraban quejándose—. ¡Tu no, Lupin! —dijo rápidamente, al ver como Remus intentaba pararse de la camilla.
—Pero...
—Acostado —señaló.
Resoplo mientras se dejaba caer en la camilla. La sanadora no tardó en verificar cómo se encontraban sanando las heridas del chico, mientras sus amigos aseguraban verlo más tarde.
Y es que para su buena suerte, los viernes solo tienen dos clases en los últimos periodos del día, por lo que podría seguir descansando en sus habitaciones.
—Bien, sera mejor que descanses si es que quieres asistir a clase —le hizo saber, entregándole una taza—. Es té —aclaró.
Remus bebió el líquido sin mucha prisa.
—Gracias, eso haré —aseguró, con una pequeña sonrisa.
Pomfrey continuó con sus labores como sanadora, mientras que Remus, sujeta la taza entre sus manos y observa a Beryl dormir.
Luce tan angelical y pacífica, como si fuese una especie de ángel recién bajado del cielo.
O quizá, Remus esta muy enamorado de ella.
Ladeando una sonrisa, se sentó para tomar las golosinas que Sirius había dejando al momento en el que llegaron a pedir ayuda a Pomfrey para que curara de sus heridas; tomó una rana de chocolate y unas varitas de regaliz que sabe que le gustan a Beryl para dejárselas anónimamente.
Sintiendo su abdomen arder por las heridas, se paró procurando no quejarse. Camino con pasos lentos y sin prisa a la camilla de Beryl, para dejar los dulces en la pequeña mesa de noche, donde la varita de la chica se encuentra.
Ladeo una mueca y sin poder evitarlo, escribió en un pequeño pedazo de pergamino una frase de una artista:
«Tantas cosas por decirte y tan pocas salen de mi boca. Deberías aprender a leer mis ojos cuando te miro».
Puso el pergamino debajo de la varita de la chica para regresar a su camilla, arrastrando sus pies, mientras ladea una sonrisa inevitable.
A veces, quisiera poder hablarle con naturalidad, pero no era posible. Todos los años era lo mismo: comparten palabras por ser compañeros en clases o por qué Beryl esta peleando con uno de sus amigos (más que nada Sirius); pero más allá de eso, no ha sucedido.
Bueno, en su cuarto año, Beryl y Remus habían compartido un libro en la biblioteca, libro que, ambos habían disfrutado y lugar en donde compartieron pensamientos acerca del autor.
Para Remus había sido mágico y se había esperanzado en que al día siguiente se hablarían con naturalidad.
Pero no, eso no pasó. Beryl había pasado de largo, con su cabeza cabizbaja, mientras evitaba ser mirada por las personas, dejando a Remus con la mano al aire y su boca entre abierta, debido a la decepción que sintió cuando ella no le miró.
Quizá, ya era hora de entender que Beryl es una persona fuera de su mundo, que no pertenece a un grupo y tampoco se esmera por ser parte de uno.
Ya es momento de dejar ir esa atracción por ella.
Tal vez, debería comenzar a salir con Sirius.
Comenzó a reír de tan solo pensar en aquello; negó con su cabeza y se acostó en la cama soltando un gran suspiro, para mirar el alto techo de la enfermería. Solo debe de ya poner bien sus pies sobre la tierra y decir firmemente que no tiene oportunidad alguna con Beryl.
Demonios, tan solo lleva cinco días en Hogwarts y ya se dio por vencido.
ooo
Beryl tenía que deshacerse del cuadro de Remus Lupin que permanece escondido desde que regresaron al castillo. De verdad que decir aquello sonaba como algo completamente enfermo.
¿Qué clase de psícopata guarda un retrato bajo su cama? Oh, claro Beryl.
Ladeo su cabeza, observando el gran trabajo que hizo y llevó una mano a sus labios. Ella no podría romper el retrato por que estaba muy bien hecho.
Hay un brillo en los ojos de Remus y tiene ese aire misterioso que el chico inspira; también, le da una sensación de calidez y de tan solo ver el cuadro puede oler el chocolate.
Chocolate, es algo que a Remus le gusta y algo que recibió en la enfermería mientras dormía. No sabía si realmente se la había dado Remus u otra persona, pero nadie más se atrevería a dárselo y quería creer que él había sido quien se lo dio.
Junto con una pequeña frase de un autor que ella desconocía.
—Eso es increíble.
Beryl brinco y lanzó sobre el cuadro una sábana. Al girarse se encontró frente a ella a tres de sus cuatro compañeras, boquiabiertas.
—¿Tu lo hiciste? —preguntó Clementine, sin poder evitar notar sorprendida.
—¿Era Remus? —curioseó Lily, ladeando su cabeza.
—¿¡Puedes pintarme a mi?! —exclamó Marlene, con notoria emoción.
—No —fue lo único que dijo, frunciendo un poco el ceño y girándose sobre sus talones, para ver por la ventana el cielo nocturno.
«Idiota que eres», se dijo así misma.
—¡Claro que es Remus! ¿Quién más tiene cicatrices en su rostro? —preguntó Lily—. Déjame verlo otra vez, es increíble —suplico con emoción.
Pronto, las tres chicas comenzaron a rogar a Beryl que les mostrara el cuadro que pintó.
—¡BIEN! —exclamó frustrada.
Tiro de la sabana para dejar el cuadro expuesto.
Las tres se acercaron con cuidado y delicadeza; por varios minutos, lo único que Beryl escucho era la respiración de sus compañeras, que admiraban cada parte del cuadro realizado por Beryl.
—Es bellísimo —suspiró Clementine.
—¿Remus te lo pidió? —curioseó Lily.
—Sí —mintió con naturalidad.
No le diría que lo había pintado solo por que no podía dejar de pensar en él.
—¿¡Puedes pintarme?! ¡Anda! ¡Por fis! —suplicó Marlene, haciendo ojitos y pucheros—. Soy bellísima —aclaro.
—La belleza es subjetiva, McKinnon —aclaró Beryl, poniendo los ojos en blanco.
La rubia jadeó llevando una mano a su pecho—. ¿Etas diciendo que no soy hermosa?
—Al menos para mi, no eres la mujer más hermosa —respondió con la verdad.
—Fingiré que no escuche eso por que mi lado narcisista sigue estando hasta el cielo —dijo, con su cuello alzado y fingiendo estar completamente ofendida.
—¿Cuándo lo hiciste? —curioseó Lily.
—Ayer —mintió nuevamente, cruzándose de brazos.
—Es genial —confesó la pelirroja—. Te quedó simplemente... increíble —susurró.
Beryl apretó una sonrisa, algo tímida—. Gracias —murmuró, en voz baja.
—No agradezcas, perdónanos por respirar tu mismo aire —dramatizo Clementine, mientras Lily y Marlene ríen, pero Beryl luce confundida.
—¿Y cuándo se lo darás? —interrogó Lily—. ¡Estoy segura que Remus llorara de la emoción! Es muy sentimental —aclaro, con algo de ternura.
—Mmm, no sé —dijo, alzando sus hombros.
—Graba su reacción, harás muy feliz a Remus, Beryl.
La joven cubrió el cuadro nuevamente, mientras hace un par de muecas, pensando: ¿cómo es que un simple retrato haría tan feliz a alguien? Sin mencionar que, su relación con Remus no es estrecha como para ir a decirle que le hizo un cuadro simplemente por que él se lo propuso.
Seguro pensaría que esta loca o quizá, se reirá de ella en su rostro para después decírselo a su amigos.
Aunque ella misma se miente con eso por que Remus Lupin nunca podría hacer tal cosas. De todos los años que llevaba de ser su compañera, él siempre la había defendido de sus agresores, así como le había dado una mano cuando nadie más lo había hecho.
Era ella misma la que saboteaba cualquier posible amistad con él por miedo al abandono.
Sí, sí, Beryl necesita urgentemente ir a terapia.
El problema es que estando en Hogwarts no había manera de conseguir un terapeuta y en el mundo muggle tenía que centrarse en hacer sus pinturas para poder sacar dinero y así poder alimentarse, por lo que ella misma intentaba ser su psicóloga.
Como lo han notado, al parecer solo ha empeorado su vida.
Pero ahora ahí está, pensando no como Beryl Clifford sino como Beryl Brun: ¿Qué debería hacer con ese cuadro?
¿Acaso lo dejaría bajo su cama hasta fin de año? ¿Se lo daría a Remus Lupin? ¿Lo vendería al agente de la galería de arte que siempre le compra sus obras?
Quizá, estaba segura de que recibiría una gran cantidad de libras por ese retrato.
Tal vez, debería dárselo a Lupin como agradecimiento por todos los años en el que la defendió.
Sí, eso debía hacer.
Así que sin pensarlo dos veces (y antes de arrepentirse), Beryl tomo un pergamino y una pluma para ponerse a escribir.
Remus
Sé que realmente no hay una relación entre tú y yo, pero el que me hayas permitido plasmarte en una de mis pinturas me había dejado sorprendida.
Te mentiría si te dijera que pensé en retratarte, por que ni siquiera lo dude. Tienes algo que fue capaz de inspirarme para poder realizar esta obra, que (he de admitir) es una de mis mejores, y por eso mismo, quiero que la tengas tú.
Es así como te veo yo a ti.
Gracias por las veces en las que me defendiste cuando no pude hacerlo, y perdón por todas las veces en las que me alejé de ti cuando solo querías ser mi amigo.
B. C.
Miró la carta entre sus manos y la enrollo para sellarla, asomó su cabeza por la ventana y con un silbido peculiar, llamó a su lechuza.
Hades llego volando rápidamente, picoteo el brazo de Beryl con amabilidad.
—Luce pesado, pero no lo está —aclaró a su lechuza, mientras envuelve el retrato.
Hizo una especie de agarradera, para que Hades lo tomará de ahí. Ató el pergamino a la agarradera y después a su lechuza, que se elevó un poco, encontrando el equilibrio.
—Llévaselo a Remus Lupin —pidió—. Es la habitación que está del lado opuesto a la torre, séptimo piso —aclaró, señalando con sus dedos.
La lechuza salió volando, en la dirección que Beryl le había indicado, mientras ella asoma su cabeza, mordiendo su labio.
A veces no entendía como es que las lechuzas lograban dar con los lugares, pero, ¿quién era ella para entender la inteligencia de las lechuzas?
ooo
Los fines de semana eran días que Remus disfruta por que puede estar en su habitación sin hacer nada; y es que él ya había hecho sus deberes (a diferencia de sus amigos que ahora batallan con el montón de tareas pendientes), por lo que puede leer sin estar preocupado por alguna materia.
—Remus, ¿que pusiste en tu ensayo de transformaciones? —curioseó Peter.
—Que soy el más hermoso de la clase —respondió, dándole la vuelta a su libro.
—Me tienes a tus pies, guapo —bromeo Sirius, causando risa en James.
—Ayúdame —suplicó Peter, haciendo un puchero.
Remus suspiro, cerró su libro y se paró quejándose en dirección a su amigo.
—¿Qué es lo qu...?
Ni siquiera pudo continuar con la pregunta, por que afuera de su ventana, una lechuza negra se encontraba dando vueltas, intentando entrar.
—¿Qué rayos? —murmuró, apresurándose para abrir la ventana.
Hades entro al dormitorio de los chicos, observando cómo en cada cama había alguien, salvo por una, la que pertenece a Remus.
Lugar en donde soltó el cuadro con la carta.
—¿Es para mi? —le pregunto a la lechuza.
Le picoteo el brazo en forma de respuesta.
—Ten amiguita, come una galleta —le hablo James, consintiendo al animal.
Un tanto curioso, Remus tomo la carta enroscada y la paso entre sus dedos.
—Espera, ¿qué no es Hades? —señaló Sirius, sentándose con sorpresa—. ¿La lechuza de Beryl?
Hades ululó respondiendo aquello. Dio un picotazo amigable a James antes de salir del dormitorio de los chicos, dejándolos algo confundidos y asombrados.
—¿Qué esperas? ¡Ábrelo! —exclamó Peter, dejando de lado su ensayo.
Remus tomo el pergamino, mientras sus dedos tiemblan sin siquiera poder evitarlo, y relamiendo sus labios, comenzó a leer.
Sus ojos se mueven entre cada línea, dejando ver asombro e incredulidad. ¿Acaso era una especie de broma? ¿Quién rayos había notado su amor por la chica como para hacer tal cosa? ¿Beryl estaría borracha?
Parpadeo varias veces y observo el cuadro envuelto.
—¿Qué dice? —curioseó James.
Remus no respondió, por que rasgó el papel que cubre el cuadro, dejando ver una pintura; mientras más papel quitaba, mayor visibilidad tenía de lo que es nada más y nada menos que un retrato de él.
No era solo un retrato, era el retrato pintado por Beryl.
Y es bellísimo.
«Es así como te veo yo a ti», escucho la voz de Beryl, diciéndole aquellas palabras, mientras siente su corazón latir con tapiz.
¿Acaso ella lo veía tan hermoso y reluciente? ¿Cómo es posible que incluso sus cicatrices lucen tan perfectas y en armonía con el resto del retrato?
Acaricio con las yemas de sus dedos el óleo, mientras siente una agitación en su abdomen ante cada caricia. ¿Acaso esas eran las tan famosas mariposas en el estómago?
Beryl lo había pintado por que él se lo había propuesto y ahora le estaba regalando el retrato que hizo de él.
¿Lo más sorprendente de todo? Ella parece conocerlo (físicamente) muy bien.
Ella realmente nota su existencia.
—¿Remus? —le hablo James, trayéndolo a la tierra.
Lentamente, tomo el cuadro en sus manos, para girarse con el y enseñarlo a sus amigos.
La quaffle que tenía James entre sus manos cayó al piso tras observar el cuadro; los ojos de Sirius se abrieron tan grandes que nunca antes se había podido apreciar tan bien el color gris de estos; y Peter había dejado media gomita de gusano flotando en el aire.
—Beryl me pinto —explicó, mirando el cuadro con una sonrisa—. Y... me agradeció por defenderla, los últimos años —aclaró, haciendo sonar su garganta.
—¡Morgana santísima! —exclamó Sirius—. ¡Es jodidamente hermoso!
—¿Ella hizo eso? —susurró Peter con sorpresa.
—Remus... woo... —suspiró James—. Creo que me he quedado sin palabras —admitió, ajustando sus anteojos.
Los cuatro, observaron el cuadro, mientras los ojos de Remus brillan con intensidad.
—Solo no te vayas a enamorar más —suplicó Sirius, procurando no escucharse burlon.
—No creo poder hacerlo —admitió Remus, sentándose en la cama, mientras aún mira el cuadro—. Justo ayer estaba por intentar olvidar los sentimientos que siento por ella..
—¡AJÁ! ¡SI ESTÁS ENAMORADO! —gritó Sirius, ganándose miradas por parte de sus amigos.
Peter rodo los ojos—: Nada nuevo.
—¿Qué..? —intentó decir Sirius.
—El punto es que ayer quería olvidar cualquier sentimiento por ella y ahora recibo mi propio retrato hecho por ella y... esta es la manera en la que me ve. Así es como soy para los ojos de Beryl, y (por favor, díganme si estoy mal), ¿no creen que me veo muy bien ante sus ojos? —susurró.
—Te ves hermoso ante los ojos de Beryl, Remus —confesó James, ladeando una sonrisa—. Y estoy segura que ella cree lo mismo.
Remus jadeo frustrado y tiro de su cabello, mientras se deja caer en la cama.
—¿Qué debería hacer? —preguntó, ligeramente desesperado.
—¿Realmente te gusta? —curioseó James, solo para obtener la confirmación por parte del enamorado—. Bien, deberías hablarle y, deja de lado el «hola, ¿cómo estás?». Ve directo al «¿qué piensas de este libro», y procura que sea un tema que tenga mil y una respuesta posible.
Sin poder evitarlo, Sirius dijo—: Desde que tienes novia te volviste experto.
—Algo así —respondió humildemente.
—Agradécele por el cuadro —habló rápidamente Peter.
—Si, debería hacerlo —murmuro, parándose, pero antes de salir, Peter lo detuvo.
—¡No! ¡No! Escríbele una carta —aclaro—. Ella te lo mando con su lechuza por que se sentía más segura entregándolo de esa forma que en persona; deberías agradecerle por medio de una carta por que eso la hará sentir más cómoda —explicó—. Si lo haces de frente, seguro se vaya en cuanto des las gracias y entonces eso será más incómodo —señaló, con una mueca.
—Woo —susurró Remus—. ¿¡Desde cuando todos son expertos?! —preguntó sin creerlo.
—Neh, en lo único que soy experto es en el sexo.
Remus rodó los ojos ante la respuesta de Sirius, para tomar un pergamino y una pluma, dispuesto a responder la carta de Beryl.
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