₀₁ ─ Wᴇʟᴄᴏᴍᴇ ᴛᴏ Hᴀᴡᴋɪɴs

Bienvenidos a Hawkins

Mis dedos rozaron las páginas ligeramente rasgadas del libro asentado en mi mano, uno que ha sido leído incontables veces por mí. El Retrato de Dorian Gray, uno de mis clásicos favoritos desde que tengo memoria. El motor del auto resonó sacándome de mis pensamientos, al mismo tiempo que la ligera brisa del verano recorría mi piel y agitaba mi cabello de lado a lado, bloqueando mi visibilidad de las hojas, a lo que cerré el libro y lo coloqué en mi regazo.

Max estaba sentada junto a mí, bufando por lo bajo gracias a su más reciente pelea con Billy —nuestro querido hermanastro—, aunque en realidad era cosa de todos los días. Usualmente distaban mucho gracias a su tan parecido carácter —por más que odien admitirlo—, a diferencia de mí, que a pesar de que al inicio no toleraba al Hargrove ahora comprendía ciertas actitudes que tenía.

Cuando Billy recién había llegado, yo estaba en la cúspide de la soledad. Me había alejado lo máximo posible de todos, hasta de mi hermana, temiendo de lo que era capaz de hacer. Un poder que no comprendía y con el cual estaba segura de que no había nacido, sino que lo había desarrollado en algún momento de mi vida —siendo que realmente no recuerdo en qué instante sucedió—; y todo esto debido a que cada vez me resultaba más difícil controlarlo.

Era extraño, a decir verdad, pero lo único que quería era mantener a todos a mi alrededor a salvo. Sin embargo, tras la llegada de Neil y Billy, tuve que abrirme un poco para proteger a mi hermana del abuso constante que el segundo le proporcionaba. De eso hacía tan sólo unos cuantos meses, tiempo aparentemente suficiente para llegar a conocerle un poco más a profundidad y comprender ciertas circunstancias que me obligaron a cambiar mi opinión respecto a él y llegar a considerarle un hermano de sangre.

Mi madre había vuelto a casarse con su padre, por lo que nos vimos en la necesidad de mudarnos de California hacia un lugar de Indiana llamado Hawkins en un intento de huir del "pasado", lo que no representaba el más mínimo entusiasmo para ninguno de los tres, mas nos veíamos obligados a seguir a la familia en la gran aventura de nuestras vidas —palabras de mi madre, no mías, pues creo que ya comprenden un poco mi sentir respecto a la situación, por lo que me ahorraré cualquier pensamiento que pueda ofender a mi inteligente progenitora—.

Realmente no creía que las cosas podrían ponerse peor, es decir, hacía poco tiempo había logrado resolver mis diferencias con mi hermano y éste trataba un poco mejor a Max, al menos en mi presencia, además de que ya no me encontraba tan sola, pues había decidido no alejarme de mi familia, pues lo eran todo para mí, así que no me veía en la necesidad de estar constantemente con la guardia levantada por el temor a que mis habilidades se saliesen de control y pudiesen dañar a quien se cruzase en mi camino. Eran definitivamente peligrosas, ya que brillantemente todos asociamos al fuego con el riesgo de la muerte, por lo que fácilmente podemos dilucidar que podrían acabar con la vida de todos a mi alrededor si éstos se salen de control.

Así que, sólo pedía por un poco de paz y tranquilidad en este jodido lugar. Lo necesitaba demasiado puesto que el descontrol hacia mis habilidades estaba ligado con mis emociones, así que debía evitar dentro de lo posible cualquier situación que me sacase de mis casillas para mantener el control sobre ellos, evitando así que me descubran o, en el peor de los casos, que termine asesinando a alguien, cosa que afortunadamente aún no había sucedido.

Por supuesto que la palabra clave es aún.

Aunque herido de gravedad, bueno, eso ya es otra cosa.

—Bienvenidos a Hawkins— hablé irónica hacia ambos, quienes bufaron con hastío. Subimos al auto y Billy condujo a toda velocidad a la escuela, ignorando las señales de tránsito y, por mi parte, esperando que ninguna pobre alma en desgracia se atravesase en su camino.

—Pura mierda— murmuró el conductor.

—El mundo lo es— dije convencida. Y, ¿cómo no podía aseverarlo? Si nosotros éramos la prueba perfecta de lo disfuncional que éste puede ser.  Una fenómeno que, para rematar, es pirómana; un tipo con complejo de macho alfa y violentado por su propio padre; y una hermosa chica que muchos podrían considerar como fuera de lo común al distar de los gustos típicos y aburridos impuestos por la estúpida sociedad en la que las mujeres son reprimidas porque aparentemente no pueden ser independientes. Perfecto, ¿no es así? Somos el claro ejemplo de una típica familia americana llena de amor y unidad.

Llegamos al estacionamiento y observé a unos niños que rondaban la edad de Max viendo directo hacia acá. Uno de ellos, en particular, me resultó familiar, como si le hubiese visto en algún otro lugar, cosa que resultaba imposible, pues recién habíamos llegado a este estúpido lugar y ésta era la primera vez que salía de nuestra nueva casa.

—¿Le conoces?— me preguntó Billy una vez que Max salió del auto, azotando la puerta gracias a otra de sus amables y tranquilas discusiones poco recurrentes—. No deja de mirarte, ¿quieres que lo golpee?

—Olvídalo, que llegamos tarde— mascullé sin apartar la vista de aquellos ojos.

Los susurros en mi cabeza no se hicieron esperar, ansiosos por acercarse al pequeño y dispuestos a vanagloriarse en sus cenizas. Algo extraño, considerando que nunca habían respondido de una manera tan agresiva y negativa en presencia de un completo desconocido.

Tendría que evitar acercarme a él si no quería chamuscarle.

Mi hermano estacionó el vehículo y nos observamos en silencio, sin mediar palabra alguna, pero diciéndolo todo a través de los ojos. Me prometía que estaría conmigo en todo momento y que no permitiría que nadie se acercase más de lo debido a mí, cosa que agradecía, pues era su forma de apoyarme en esta nueva etapa de nuestras vidas.

Salimos a paso lento, caminando al lado del otro y sin la intención de observar a nadie —claro que, esto último no aplicaba en él, pues estaba segura de que ya había repasado con la mirada a toda la población femenina que se hallaba en el estacionamiento—. Colocó su brazo derecho en mis hombros luego de lanzar al suelo el cigarro que había encendido no hace mucho, y desfilamos por el infierno, desinteresados del mundo que nos rodeaba a sabiendas del espectáculo que debíamos estar dando.

Ah, al menos podría divertirme un poco sin la necesidad de entablar algún tipo de relación innecesaria.

—¿Quiénes son esos?— murmuró una chica que se hallaba cerca de nosotros, a quien pasamos sin siquiera echarle un vistazo.

—No tengo idea— habló otra en un tono que reflejaba lo asombrada que estaba.

—Fíjense en ese trasero— mencionó la primera en hablar, sin darse cuenta de que lo había dicho en varios tonos más altos de lo que podría considerarse como la frecuencia normal de las vibraciones de sus cuerdas vocales— Miren cómo lo lleva.

—Ame ahora, pague después— susurré divertida, a lo que Billy me guiñó el ojo antes de carcajearse. El muy maldito sabía que tenía razón.

Atravesamos las puertas de la secundaria y nos dirigimos a la dirección para que nos diesen nuestros horarios y el número de nuestros casilleros, los cuales nos otorgó la amable secretaria. Me despedí de Billy en cuanto nos dimos cuenta de que no teníamos la primera hora juntos, y apresuré el paso tratando de ignorar las miradas que me lanzaban sin discreción alguna, harta de ser la comidilla del pueblo.

Sin duda alguna, extraño California.

—¿Así que tú eres la chica nueva?— preguntó una fémina que se atravesó en mi camino, bloqueándome el paso y luciendo como si realmente no le interesase hablar conmigo mientras me repasaba con la mirada como si fuese poca cosa—. ¿Qué eres del chico que estaba contigo hace rato?

—¿Quién eres? ¿Nancy Drew?

—Te he hecho una pregunta, niña— respondió enojada.

Que sensible.

—Oh, lo siento, es sólo que, ya sabes, cuando la gente me hace preguntas tontas, mi obligación legal es darles respuestas sarcásticas.

Y, para darle un realce a mi punto, le sonreí con suma inocencia. Si Billy me viese ahora, se burlaría diciendo que de eso yo no tenía nada y que, si quisiese, podía llegar a ser peor que él.

Ni como negarlo.

—¿¡Me has llamado tonta!?

—Y encima lenta— murmuré disgustada, tratando de rodearla e irme, pero suspirando exasperada una vez me di cuenta de que no me dejaría ir tan fácilmente.

—¿¡Acaso no sabes quién soy!?

—Bueno, no, dah. Que si te lo pregunté debe ser por algo, ¿no crees?

—Como sea, no voy a perder mi tiempo con una perdedora.

—¡Ah, muchísimas gracias! Realmente creí que nunca cerrarías la boca— jadeé dramática a la par que colocaba mi mano izquierda sobre mi pecho, en signo de alivio. La morena hizo una mueca de asco mientras se encargaba de repasarme con la mirada por última vez, y luego procedió a irse a paso rápido, dando zancadas fuertes, queriendo llamar la atención y denotar así el gran enojo que la invadía.

—Eso fue increíble— escuché que murmuraron a mi costado, a lo que me giré sin darle demasiada importancia. Era un chico con unas gafas de sol junto a la que supuse que debía ser su novia.

Continué mi camino hacia el salón de clases que me correspondía, e ingresé antes de que sonase la campana que indicaba el inicio de una larga tortura. Tomé asiento hasta el fondo, sacando mi libreta y un lápiz, dispuesta a entretenerme un rato dibujando, sin llegar a atender las instrucciones del profesor asignado.

Comencé el boceto sin siquiera tener en mente lo que haría, trazando suaves líneas en la hoja que terminaba difuminando un poco con el dedo. Añadí un poco de sombras, dándole forma a la silueta que trazaba, cuya forma desconocía por completo, pero algo dentro mío distaba de aquella opinión, pues parecía reconocerla a la perfección. Una vez que finalicé, me sorprendí y horroricé al ver el resultado.

Era una especie de camino, pues había dibujado la carretera y algunos postes de luz y telefonía junto con sus respectivas conexiones, además de unos arbustos a un costado de ésta. Pero lo extraño era, que había una especie de criatura tenebrosa saliendo de la maleza, de tal forma que parecía que iba directo hacia mí. No tenía rostro, pero no era necesario, pues su simple presencia difundía terror. Un escalofrío me recorrió la espalda y, desesperada, arranqué la hoja del cuaderno y la arrugué hasta formar una bola deforme con ella.

Suspiré nerviosa mientras observaba a mi alrededor, esperando que nadie hubiese notado mi comportamiento. Afortunadamente nadie parecía observarme, así que coloqué la basura a un costado de mi mesa, para tirarla una vez finalizase la clase.

O al menos esa era mi intención, pues cuando estaba recogiendo mis cosas me di cuenta de que el dibujo ya no estaba en donde le había colocado. Probablemente lo habría golpeado en algún momento y cayó al suelo, pero el problema era que no estaba por ninguna parte, cosa que comenzó a desesperarme.

Si alguien lo veía...

No, nadie lo haría, y en caso de que lo hiciesen, probablemente creerían que es ciencia ficción o algo por el estilo, no descubrirían nada, porque ese tipo de cosas no son reales.

Son solo el producto de una imaginación muy grande.

¿Cierto?

Joder, espero que esto no me traiga problemas en el futuro.

O al menos eso deseaba de momento. ¿Qué ilusa, no lo creen? Pues ese dibujo resultaría ser el menor de mis problemas. Y aquello pude comprobarlo esa misma noche, cuando los susurros volvieron, deseosos de propagar la destrucción y el caos que habitaba en mí. Las llamas respondían al llamado de algo más fuerte, algo que con una imperiosa necesidad debían destruir. El viento erizó los vellos de mi nuca y, una vez que salí de casa, me di cuenta de que Hawkins no era lo que parecía.

Definitivamente, ese monstruo era real, pues estaba postrado frente a mí en un espacio que parecía ser una dimensión alterna a la mía.

Y entonces, el caos se desató.

¡La espera ha terminado! Finalmente comenzaré con la publicación de los capítulos de esta historia, espero que sea de su agrado y la disfruten tanto como yo.

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