Parte IV



Media píldora para dormir no fue suficiente esa noche, pero con el abuso que había hecho la anterior para lograr conciliar el sueño luego de todo el shock del incidente quería intentar compensarlo de algún modo. En serio me esforzaba por dejarlas. Se suponía que el insomnio y las pesadillas recurrentes eran una secuela post-traumática básica, no se suponía que durasen años. ¿Pero cómo superarlo cuando la sociedad era un eterno recordatorio de aquello que me había pasado y el por qué?

Baudelaire me entendía. Él siempre lo hacía. Escribiría sobre muerte y dolor y como el ser humano siempre juzgaba lo extraño como un mal, algo que atacar, y en su miseria de poeta deprimido explayaría cómo se sentía la víctima entonces. Pero Baudelaire no estaba aquí, y tampoco el dueño real del libro o algún otro similar que pudiera ayudarme. Las mutaciones genéticas nunca afectaban a una gran cantidad de individuos. Y la única película que había encontrado que tratara el tema, había sido una basura de terror en donde básicamente yo estaba marcado para morir. Genial, simplemente esperanzador.

Aproveché el insomnio para examinar los videos, si no podía dormir al menos debía usar mi hiperactividad en algo más. Me tomó siete horas analizarlos todos por completos y detectar algo inusual. Otras dos conseguir que el MI6 me diera una mano y me compartiera el archivo correspondiente a la fotografía del civil que les pasé. Harry Jernigan. Cuarenta y tres años. Galés. Casado. Padre. Simple civil radicalizado en Londres hacía dos años, actual miembro de las fuerzas policiales.

Nada sospechoso a primera vista, pero cuanto más normal pareciera el sujeto más razones daba para sospechar. ¿No? Bastaba con ver los casos de tiroteos en Estados Unidos, la mayoría por no decir la totalidad correspondían al hombre caucásico promedio del que nadie sospecharía y en televisión alguna dulce ancianita diría que había sido un buen vecino y no imaginaba cómo había ocurrido eso. A veces las personas se esforzaban tanto en una cubierta lo más normal posible, que resultaba sospechoso. O a veces simplemente el sujeto más promedio que conocieras era un maldito loco por dentro que en cualquier momento explotaría.

Por supuesto, cuando busqué a Truman en su oficina para mostrarle el archivo de mi principal sospechoso ni siquiera le dio un vistazo antes de articular muy claramente la palabra PRUEBAS y echarme de su despacho. ¿Qué más pruebas necesitaba? ¡El sujeto había pedido licencia médica el día siguiente al incidente! ¿No era eso suficientemente sospechoso como para involucrarse? ¿Ahora los hombres de traje salían con el beneficio de la duda cuando siempre habían desconfiado hasta de la más mínima estupidez? Truman era cruel.

¿Qué hacer entonces? Un peinado prolijo, una cara de niño bueno, una mochila escolar improvisada junto a una libreta y allí estaba el estudiante de preparatoria Nicholas Lauk entusiasmado por entrevistar a un policía local como parte de una tarea escolar. Porque Nicholas Lauk estaba obsesionado con los héroes del día a día, y el oficial Jernigan contaba con varios reconocimientos. Una sencilla mentira sobre que la estación local me había derivado con él al yo necesitar cuanto antes la tarea hecha y Jernigan encontrarse fuera de servicio. Una cubierta inventada en una hora, e improvisada casi sin nada. Esto tenía que sumar puntos al final.

Truman me había pedido que fuera observador. Para ser las cinco de la tarde, su casa estaba sorprendentemente silenciosa si contaba con dos hijos, y tampoco había rastro de presencia de su esposa. Jernigan lucía cansado, oscuros arcos debajo de sus ojos, y los justificó diciendo que era por pasar la noche en vela por haber estado vigilando la manifestación pero sabía del insomnio mejor que cualquiera y el cansancio en su rostro era prueba de semanas sin dormir, no un día. Conclusión rápida: era un mal mentiroso.

—¿Por qué pidió licencia médica después de la manifestación? —pregunté mientras anotaba cada uno de sus movimientos en mi libreta, llevábamos minutos de preguntas básicas de mi parte para que no sospechara la verdad detrás.

—Yo solo... A veces estar cerca de algo así te hace retirarte unos días para pensar, te obliga a tomarte un respiro. Tengo hijos. Estar tan cerca de un peligro que podría haber resultado mortal...

—Pero cuando me habló de su deber durante la manifestación mencionó estar lejos del lugar de la explosión.

—Lo estaba, pero luego...

—Y también me ha contado sobre situaciones peores en las que estuvo y no mencionó ningún retiro posterior.

—Es que a mi edad...

—Es solo curiosidad. Sé que varias personas actualmente tienen sus vidas comprometidas por haber estado en posiciones cercanas a la explosión. Podrían morir en cualquier momento.

—¡Lo sé, maldita sea! —gritó él repentinamente, su rostro enrojecido—. ¡No era mi intención!

—No entiendo. ¿Usted lo hizo?

¿Qué era un policía contra un futuro agente? Su mano fue hacia su cintura, allí donde sabía que cargaba su arma consigo. Había cometido un error, lo sabía, y estaba lo suficientemente desesperado y paranoico como para cometer una estupidez también. Mataría al inocente y gentil Nicholas Lauk, solo porque él acababa de descubrir al autor del crimen. Y Noah Wilkes cometió un error igual de estúpido al patear la silla de Jernigan de modo que el hombre cayó hacia atrás y el tiro impactó en el techo. Allí iba mi cubierta.

¡Al fin algo de acción! Me eché al suelo y rodé detrás de un sillón para refugiarme en cuanto Jernigan se incorporó. Quizás debí pensarlo mejor antes de entrometerme en una pelea a solas con un hombre armado. ¿Qué tenía? Nada. Absolutamente nada. Porque era un menor de edad, no estaba en una misión oficial y tampoco estaba autorizado a portar armas. Pero un policía local sin la mitad de mi entrenamiento sí podía. Benditas fueran las leyes inglesas.

—¡Ellos me obligaron! ¡Tienen a mi familia! —gritó Jernigan.

—¿Quiénes?

La bala golpeó el suelo peligrosamente cerca de donde me encontraba. Cierto, entrenamiento policial, tenía buena puntería. ¿Cuáles eran mis posibilidades? Era un hombre inocente manipulado por alguien más, no quería atacarlo. ¿Sería posible negociar? No, claro que no, el sujeto tenía a sus hijos amenazados y sería capaz de hacer cualquier cosa por estos. Incluso matarme. Porque debía estar amenazado para esforzarse por no ser descubierto. ¿Qué se hacía en estos casos? ¿Lo habíamos visto en clase? ¿Había prestado atención esa clase?

Era sencillo mantener la calma. Lo que no era fácil, era encontrar una escapatoria. ¿Saltar sobre Jernigan? Me dispararía en el acto. ¿Empujar el sillón hacia él y huir? La puerta principal estaba cerrada, y me dispararía en el acto. ¿Qué tanto dolía una herida de bala? Más que un puñetazo en el rostro seguro.

—Eres un buen hombre, Harry. No quieres hacer esto. Somos compatriotas.

—¡No lo somos! ¡Eres un inglés y todo esto es por su culpa!

—Oye, yo tampoco estoy de acuerdo con el Brexit. No es mi culpa.

—Ustedes los provocan y luego hay personas gritándome que regrese a mi país y sus hijos burlándose de mis hijos.

El ruido del cristal rompiéndose fue suficiente para saber que la situación definitivamente se había ido fuera de mi control. Me asomé apeas como para poder ver qué estaba sucediendo, porque a esta altura ya cualquier cosa era posible. Truman tenía razón sobre ser observador, un policía había atacado a la misma manifestación que se suponía debía controlar y yo estaba siendo rescatado por un desconocido. Genial, mi expediente sería magnífico.

El joven cogió la mano de Jernigan tan pronto como intentó apuntarle y torció su muñeca hacia atrás, desarmándolo en el acto. Giró sobre sí mismo, obligando al oficial a llevar sus brazos hacia atrás en un ángulo que le quitó un grito de dolor. Una patada en el punto exacto detrás de sus rodillas, y el policía estaba en el suelo. Levantó su pie y lo puso en el hombro de Jernigan logrando que se inclinara hacia adelante y bajara su cabeza. Las esposas resplandecieron en sus manos luego de golpear fuertemente al hombre en la cabeza para aturdirlo. Menos de un minuto, y Jernigan estaba vencido y esposado, de rodillas en el suelo.

—Yo también soy galés y no voy por allí haciendo explotar autos o usando la xenofobia sufrida como excusa —dijo el agente—. ¡Wilkes!

—¡Sí, señor! —dije de manera automática y el joven resopló.

—Truman te está buscando y quiere su reporte —respondió aún dándome la espalda mientras se ocupaba de Jernigan—. Y la próxima vez mantén tu cubierta. ¿Hombre actuando bajo amenaza? Dudará más de atacar a un estudiante inocente, que a un joven que demostró no serlo.

Salvado y regañado en menos de cinco minutos. ¿Cuántos puntos le restaba eso al hecho de haber encontrado al culpable y haber conseguido una confesión? Me puse de pie y partí antes de meterme en algún problema, no quería tener que lidiar con un sujeto que se había cargado a un policia en un parpadeo y ahora estaba llamando a sus contactos. ¡Al menos esta vez sí había observado!

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