11. Hold me tight, stay by my side
Termino de ponerse una camisa blanca con botones y se miro al espejo varias veces, llevaba puesto un pantalón de mezclilla negra, pegado a sus piernas pero con una tela suave y holgada que cubría la parte de su vientre, y la camisa blanca de botones, que usaba para ocasiones formales, le quedaba perfecta… excepto porque a causa de su estómago crecido los botones apenas y alcanzaban a cerrar. En su humilde opinión… ¡lucía genial! ¿Quién diría que la ropa de embarazo podría ser genial? Aunque aún era prematuro el usar las camisas que habían comprado
Desde aquel fatídico día, cuando un dolor le atacó al intentar tener un poco de intimidad con Bert, habían decidido no correr ningún riesgo y mucho menos llegar a lastimar a su bebé, por lo que ambos (si, había obligado a Bert a acompañarlo) fueron de compras al día siguiente. En un principio no le convencía la idea de comprar ropa más holgada, pero todo era por el bien de su bebé, así que pronto se vio encantado al encontrar ropa no tan colorida y de embarazo.
Fue hasta el armario por sus converse para por fin salir de su hogar e ir donde Bert, a pasar una agradable cena y… quien sabe, tal vez después podrían pasar un romántico(y pasional) momento. La última vez que habían estado juntos de esa manera había sido hacia tres semanas y después de lo que ocurrido no habían vuelto a intentar nada, y, sinceramente, se estaba cansando de la situación. Necesitaba a su esposo ¡YA!
Se agachó para tomar su calzado, encontrándose con un impedimento… ¡su barriguita no le dejaba agacharse!
– ¡No puede ser! – se irguió lentamente, sintiendo su espalda quejarse – Intentémoslo de nuevo – retuvo un momento el aire para después soltarlo sonoramente y volver a agacharse, tratando de alcanzar de una buena vez sus converse… fallando de nuevo – ¡Maldición! – se quejo al sentir su espalda doler – No escuches eso amor… pero sería genial que cooperaras – acaricio su vientre mientras le hablaba a su bebé – Una vez más… – volvió a agacharse con un poco más de empeño en lograr su objetivo, consiguiéndolo a duras penas.
Regresó a sentarse a la cama para poder ponerse los converse y por fin salir a ver a su esposo. Cuando estuvo completamente listo regreso al espejo, últimamente se había hecho una costumbre el contemplar su perfil por varios minutos, al igual que acariciar a cada rato su vientre. Por último fue a buscar algo para el frio, el invierno ese año era demasiado duro como para no salir sin, al menos, varias prendas encima. Buscaba alguna chamarra cálida quelos cubriera del frio, decidiéndose al final por la misma que llevó a la cena aquel día, pero solo la sacó del armario, no se la puso pues el departamento, a diferencia del exterior, se encontraba cálido gracias a la calefacción.
Todo estaba en orden cuando el teléfono comenzó a sonar
– ¿Hola?
– ¡Hola gee! – sin duda alguna era Bert, de inmediato una enorme sonrisa adornó su rostro – ¿Cómo están mis dos grandes amores? – soltó una risita y después un suspiro
– Estamos bien… muy bien ahora que llamas – sonrió bobamente mientras jugaba con el cable del teléfono – ¿Y tu? ¿Cómo esta el amor de nuestras vidas? Pensábamos en ir a visitarte…
– Muy bien ahora que escucho tu voz – susurraba al teléfono, haciendo estremecer el cuerpo de su pareja y sonrojarse cual tomate – Pero lamento decirte que eso no podrá ser…
– ¿Qué? – todo rastro de tranquilidad quedo en el olvido – ¡¿Por qué?!
– No te alteres Gee… no es nada malo – le tranquilizó al notar el error que cometió… no debía preocupar por nada del mundo a su ojiverde – Tranquilo… es solo que ya voy de regreso… pero si quieres aún podemos salir a algún lado
Soltó un suspiro de tranquilidad al escucharle, últimamente se preocupaba con mucha facilidad y eso, le había dicho la doctora, no era bueno para el bebé – Sería genial… estaba a punto de salir para allá
– ¿¡Pensabas viajar en autobús en tu estado!? – separó la bocina de su oído para que no quedara sordo
– No es para tanto… quería verte y pasar un rato lindo contigo – estaba a punto de soltarse a llorar a pensar que Bert podría estar molesto con él, un efecto secundario de estar embarazado y muuuy sensible – Lo siento… – Bert de inmediato reconoció la tristeza en el tono de su amado
– No te pongas triste Gee, no estoy enojado ni nada… pero prefiero ir por ti para que no te pase nada en el transporte – cambio rápidamente de tema – Espérame… pasaré por ustedes en unos minutos… nos vemos pronto
– ¿A dónde me llevaras? – comentó alegre… si, malditas hormonas locas que jugaban con su humor
– Es sorpresa… bien, nos vemos en… – hizo una pausa,“de seguro mira el reloj”pensó Gee – Media hora
– Te esperamos… adiós
– Nos vemos… te amo, los amo
– Y nosotros a ti – suspiro contra la bocina del teléfono – Cuídate
Sin nada que hacer, pues ya había hecho todas las tareas de la casa… menos la comida. Fue a recostarse en el sillón, tomando una manta azul para cubrirse mientras esperaba a Bert. Era uno de los inviernos más fríos que recordara… casi igual que hacía cuatro años… Movió la cabeza para olvidar ese tema, era el pasado y ahí se quedaba, no valía la pena recordar y traer al presente viejas tristezas, además no debía estar triste ahora, no tenía porque, tenía todo lo que pudiera desear, un esposo al que amaba con todo el corazón, amigos, la calefacción que le hacía el invierno más llevadero… y tendría un bebé, no podría pedir nada más, era completamente feliz.
Estaba por quedarse dormido cuando el timbre le provocó un brinco de sorpresa. Miró el reloj, solo habían veinte minutos desde la llamada de Bert, “Tal vez no había tráfico” pensó, mas eso no respondía a su duda del porque tocaba el timbre cuando ese era su hogar y debía de llevar sus llaves, “De seguro las olvido… o nos trajo alguna sorpresa” Y con eso en mente se levanto a abrir la puerta, dejando la manta en el suelo. Iba a arrojarse a los brazos de Bert en cuanto abriera la puerta… y estaba a punto de hacerlo cuando la abrió pero la persona en el marco le hizo quedarse estático en su lugar y olvidar toda la felicidad que había sentido el último mes y medio
– ¡Vaya! Ahora no traes el pijama… ¡Que novedad! – el tono que usaba siempre le hacía sentir pequeño – Pero como siempre te olvidas de los modales… ¿no me invitaras a pasar?
– C-claro… pase – se hizo a un lado de la puerta, dejándole pasar. Estaba por cerrarla cuando se dio cuenta que había alguien más ahí – Hola Mark – dijo lo más bajito y esquivando la penetrante mirada
– Hola Gee… – se acercó a él, poniendo una mano sobre su hombro y dejándole un beso en la mejilla. Hubiera sido otra cosa si no hubiera ladeado su rostro para evitarlo – Luces muy bien – susurro en su oído antes de separarse por completo de él, provocándole un escalofrío por el tono usado
– Y veo que tu casa esta en orden – continuo su suegro – ¿¡Que te ha dado!? – exclamo con falsa sorpresa, solo para provocar a su yerno y examinando la casa
– Tomen asiento por favor… ¿quieren algo de tomar?
– ¿Qué me ofreces? – la voz que Mark (hermano mayor de Bert, un poco más alto que este, de iguales ojos azules y cabello rubio) usaba le hacia saber que le hablaba en otro sentido. Aquello solo provocó un aumento en su molestia
– Café, té, chocolate, refresco… agua, es todo lo que puedo ofrecer – dijo lo último entre dientes y mirando mal a Mark, algo a que a este le importó poco
– Te acepto un café… gracias – decía Edward mientras miraba a su alrededor con ojo crítico, debía haber algo mal - ¿Y esta manta? – lo había encontrado – ¡No me digas que estabas durmiendo!
– No… yo… ahh…
– Déjalo papá… yo también quiero un café, Gee – a pesar de que le había salvado, jamás le había gustado el tono ni como le miraba Mark, ni mucho menos le gustaba a Bert
– Enseguida regreso
Se fue directo a la cocina por el café para sus inoportunos invitados y por un chocolate caliente para él. Por suerte siempre tenía café preparado, antes era él mismo quien lo hacía, pues es… bueno, era y en algunos meses será de nuevo, un adicto al café… pero su mas grande droga (no, más bien la segunda… la primera era Bert) le podía hacer daño a su bebé, por lo que lo dejo de lado… solo por un tiempo
Mientras tanto en la sala Edward y su hijo mayor seguían esperando y observando todo atentamente, hasta que el teléfono de Mark comenzó a sonar y tuvo que levantarse y alejarse rumbo a la salida del hogar de su hermano para poder hablar con mayor comodidad. Después de unos minutos Gerard regresó con dos tazas humeantes, dejándolas en la mesita de la no tan pequeña sala de su casa, le paso una a su suegro y, viendo que su cuñado seguía hablando por teléfono, dejo la otra donde estaba, para regresar a la cocina por su taza de café
– ¿Tu no tomas café? – se intereso Edward
– Tomaba… le podría hacer daño a nuestro bebé – acarició su barriguita una vez más ese día
– ¿Piensas tenerlo? ¿Acaso Bert aun no te ha dejado?
Estaba a punto de contestarle como se merecía a su suegro cuando Mark regresó a la sala, interrumpiéndolos
– Lo siento… me tengo que ir…
– ¿Qué ha pasado? – pregunto de inmediato su padre
– Nada grave, pero debo ir – después de despedirse de su padre se acercó a Gee y beso, de nuevo, su mejilla de esa manera tan… incomoda para el pelinegro – Adiós Gee… cuídense y papá… no los molestes ¿si?
Su padre solo le miro mal. Gerard le acompaño hasta la puerta y cuando Mark estaba a punto de irse, se volvió un poco y acaricio un poco la barriguita a su cuñado, ganándose una sonrisa sincera de parte del pelinegro como agradecimiento. Gerard regresó a la sala, todavía tenía un invitado al cual soportar, aunque al final la visita de Mark le pareció agradable y que hubiese acariciado su vientre fue un lindo Gesto.
– Y dime… ¿Cuántos meses tienes? ¿Siete? – fue lo primero que le dijo su suegro cuando regreso tomo asiento en la sala de su hogar. Por supuesto que le molesto el comentario
– No, acabo de cumplir los cuatro meses – se puso de pie de nuevo para recoger el café de Mark, no le había tomado ni un trago cuando se fue, por tanto lo regresaría a la cocina
– Y supongo que cuando lo tengas le darás en adopción… es escuchado que pagan muy bien y…
– ¡¡POR SUPUESTO QUE NO!! – se alteró, dejando caer la taza al mismo tiempo que la puerta principal se abría
– ¡Gee! ¿Donde están mis amores? – al girarse, después de cerrar la puerta, notó la presencia de alguien más en su hogar… su padre, además de que su esposo lucía algo alterado y una taza estaba rota, con todo su contenido regado por los mosaicos del suelo. Se acercó lentamente a los dos hombres en la sala, abrazando por detrás a su pelinegro y después mirando con un poco de recelo a su padre – Papá…
– ¿Por qué llegas tan temprano? ¿No deberías estar trabajando? – ignoró olímpicamente el saludo de su hijo
– Vine por Gee… iremos a comer – besó la mejilla del susodicho mas este mantenía la mirada en el suelo, ocultándola tras sus largos mechones negros como la noche – ¿Verdad cariño? – le movió un poco para que reaccionara, no sabía exactamente lo que había alterado a su pelinegro, pero sabía que el culpable debía ser su padre
– Si… – contestó bajito – Iré por algo para limpiar esto – quería soltarse del amarre de Bert pero este se lo impedía
– Nada de eso… yo limpio, mientras siéntate
– No es necesario Bertie – seguía con la mirada y un tono bajo
– Si, no es necesario… no fuiste tu quien la dejo caer al suelo – intervino Edward
– Pero Gee tiene un bebé adentro y no puede hacer mucho esfuerzo… y no me cuesta nada hacerlo – contratacó
– ¡Cierto! casi olvido que a los siete meses no debes esforzarte tanto – le sonrió de manera socarrona
– Tengo cuatro meses – repitió entre dientes Gerard, tomando asiento frente a su suegro y sin despegar la mirada de él. No sabía si eran las hormonas o… ¡Si! De seguro eran las hormonas las que le hacían hacerle frente a su suegro, eso combinado con el amor hacía su pequeñito
Mientras tanto Bert fue por algo para limpiar, dejando el piso como si nada hubiese pasado para después tomar asiento junto a su ojiverde, atrayéndolo a sus brazos para brindarle un poco más de calor
– Y bien… ¿a que debemos el honor de tu visita?
– Solo quería visitar a mi hijo menor… pero si tienes prisa… – se puso de pie
– No es eso… pero cuando llegue te sorprendiste de verme, no entiendo como querías verme cuando supones que no estoy en casa – el argumento de su hijo le dejo sin palabras – Y para serte honesto… si tenemos prisa, te dije que venía por Gee para que fuéramos a comer…
– ¡No me hables así! Te recuerdo que aunque te hayas casado y tengas a tufamilia – miro mal a Gee – Sigo siendo tu padre y me debes respeto
– ¿Respeto? ¡Cuando tu respetes mis decisiones, y más importante, a Gerard y a nuestro bebé, te daré el respeto que esperas! – iba a ponerse de pie para enfrentar a su padre, mas Gerard le detuvo
– Basta Bert…
– ¿¡Como quieres que respete tus decisiones si sé que no son las correctas!? ¡¡Solo míralo!! ¡Se nota que es un interesado!…. ni siquiera debe ser tuyo ese bebé… ¡¡¿Cómo puedes ser tan ingenuo?!!
– ¡¡Claro que es mi hijo!! ¡¡Y aunque no lo fuera yo lo amaría porque es una parte de Gee y a él lo amo más que a nada en este mundo!! – retiró con cuidado la mano de Gerard que le detenía, para levantarse y hacerle frente a su padre – Y ahora que lo recuerdo… ¡¿Quién diablos te crees para golpearlo?!
Su padre se quedo en silencio unos segundos, después dirigió su mirada a Gerard, este estaba sentado en el sofá, acariciando su barriga y con la mirada perdida en una de las paredes – Él me ofendió… lo merecía – dijo entre dientes
– ¡¿MERECER?! Tenía dos meses… ¡pudiste haberles hecho dañado!
– ¿¡Que importa!? Si vas a dar al niño en adopción
– ¡¿QUÉ?! – preguntó la pareja al mismo tiempo
– ¡No quiero que eso sea mi nieto! ¡¡No lo permitiré!!
– Papá… – trató de calmarse Bert – En verdad te quiero… y me gustaría que fueras parte de mi familia – tomó la mano de Gerard, obligándolo a ponerse de pie para poder abrazarlo – Pero si no los aceptas – colocó sus manos sobre el abultado vientre de su pelinegro – Me temo que tendré que prohibirte que vengas… no quiero que te les acerques y les hagas daño… no quiero que regreses a esta casa hasta que les hayas aceptado
– ¿Lo prefieres a él antes que a mi? ¿Tu propia familia? – decía atónito
– Ellos ahora son mi familia… los amo y daría todo por ellos – hizo una pausa, viendo a su padre con tristeza – Las puertas estarán abiertas cuando aprendas a valorarlos… por favor… vete
Soltó un largo suspiro en señal de molestia, acomodo el saco que traía puesto y con paso firme y la cabeza en alto fue hasta la salida, Bert y Gerard permanecieron inmóviles, solo viendo las acciones del hombre mayor. Cuando este estaba por salir soltó un suspiro más, antes de salir para siempre de la vida de su hijo, se giro para decir unas últimas palabras
– Algún día me las pagaras Way… – y sin más salió de sus vidas
Pasaron unos segundos en silencio, aún abrazados
– No debiste decirle eso – fue Gerard quien rompió el hielo, girándose aún atrapado en los brazos de su esposo
– No podía dejar que te dijera esas cosas… ni mucho menos que despreciara de esa forma a nuestro hijo
– Pero es tu padre…
– Pero eres mi familia… y mientras viva nadie te volverá a hacer daño
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