Primer Interludio


1.500 años atrás

El Bifröst se activó iluminando el cielo de Asgard y con él, el portal que comunicaba al reino dorado con el resto del universo, se abrió. Los primeros en cruzar fueron el Rey, hijo de Bor, su rostro sangraba desde aquella cuenca donde alguna vez habitó su ojo derecho; su armadura desgastada por la batalla, comenzó a repararse al entrar en contacto con el sol de sus tierras.

Luego de él, los soldados sobrevivientes hicieron su entrada triunfal, siendo recibidos entre vítores y aplausos de quienes anhelaban su regreso, y abrazos de aflicción por parte de quienes nunca verían a sus hijos y hermanos caídos en batalla.

Odín pronunció un breve discurso a su pueblo, la historia de cómo las fuerzas Asgardianas una vez más, habían salvado a Midgard y a todo Yggdrasil de la terrible y mortal amenaza de Laufey y los gigantes de escarcha. Narró como los honorables hombres y mujeres, habían dado sus vidas por ese bien mayor.

A su lado estaba Frigga, la reina de excelsa belleza, quien admiraba con profundo amor a su esposo, lágrimas en sus ojos por el esperado retorno. Sujetando su otra mano, el primogénito del reino, con solo 8 años de edad, sonreía y daba brincos por la emoción de aquella victoria, murmurando añoranzas de batallas futuras, de defender por sí mismo a Asgard y a su gente.

A lo lejos, Heimdall no despegaba la mirada de su Rey, a sabiendas que esté ya le había notado. No bastaron palabras, Odín era consiente que Heimdall le había visto en el palacio de Jotunheim; No obstante, tenía claro lo que pasaría.

El guardián no diría nada a nadie, ni al mismo Odín. Aquel tema quedaría zanjado entre los dos, ya que si había un súbdito suyo, con la mayor devoción y respeto como para mantenerse firme en su lugar, ese era el vigía.

Minutos más tarde solo estaban los tres: Odín, Frigga y el pequeño Thor. Acomodados plácidamente en la recamara matrimonial, el príncipe hizo miles de preguntas a su padre sobre la batalla, el enfrentamiento contra Laufey y finalmente, muchas replicas ingenuas sobre por qué no había dado fin a la existencia del Rey Jotun.

—Les hemos privado de su mayor arma, ellos no tienen a donde ir, su rey ha caído en la derrota y desgracia. Como padre de todo, es mi deber evitar más sangre y guerra, Jotunheim ya no tiene la potencia para oponerse; una tregua es la decisión más sabia, un día lo comprenderás, Thor.

—Pero padre¡, ese monstruo va volver a atacarnos, lo sé, tú lo sabes también¡. Es parte de su naturaleza, es lo que los gigantes de hielo hacen, tú siempre has dicho que ellos nacieron de un pecado original por culpa de Ymir, y ese es su castigo¡.

—Estas agravando mis palabras nuevamente, hijo—Murmuró Odín abrazando al rubio, a sabiendas que era él mismo, quien había alimentado esas ideas en la mente de su primogénito—Recuerda: Un rey sabio jamás busca la guerra, pero...

—Debe estar listo para ella, siempre ¡—Exclamó con entusiasmo Thor—Esta bien padre, si crees que es lo correcto—El crio se acostó boca arriba en la cama, con una gran sonrisa adornando su angelical rostro—Pero nunca dejaré de prepararme; cuando sea el rey, pelearé y me aseguraré que los gigantes nunca dejen de temer a Asgard¡.

—Cuando seas Rey...aún faltan varios miles de años para eso, cariño—Le susurró su madre al oído, mientras le acicalaba el cabello—Confió en que cuando llegué el día, tendrás la firmeza y sapiencia para hacer lo correcto, hijo.

—Sí, madre, padre¡—Gritó Thor, para luego reír como loco, por las cosquillas de la reina.

Las horas pasaron y el menor cayó en un hondo y apacible sueño, uno que no había podido conciliar con plenitud, desde la partida de su padre.

—Luces exhausto, querido—Frigga le abrazó y depositó un beso en la mejilla lastimada—No quiero que nadie nos interrumpa ahora, así que deja que te prepararé un baño caliente y luego me haga cargo de esa herida.

Odín no contestó, su mirada decaída no se despegaba de Thor.

—¿Odín?

—Siempre has permanecido a mi lado, amada mía...sin importar lo terrible que se cernieran las tormentas sobre mí, tan incondicional como el sol a al cielo.

—Por supuesto, lo juramos el uno al otro, que mi vida sería tuya y la tuya mía, hasta que nuestras largas vidas cumplan su propósito y nuestro hijo se convierta en el hombre que está destinado a ser—Frigga aprisionó con delicadeza una de las manos del mayor—La post-guerra siempre te ha afectado, pero esta vez percibo algo más...¿Qué ha ocurrido?.

—Vencimos...los derrotamos, suprimimos y aplacamos las fuerzas del hielo y frío...arrebatamos su catastrófica y única arma.

—Era el único modo, Laufey no nos dejó otra opción—Afirmó la reina—Sé lo que el Ataúd de los antiguos inviernos significa para Jotunheim, es mucho más que su reliquia más preciada y ancestral; pero fue él quien quiso usarla para hacer el mal...Era tu deber como padre de todo, hacer lo necesario para salvaguardar el destino de todos los seres vivientes en Yggdrasil.

—¿Es eso lo que realmente piensas, Frigga?

—Odín, yo...

—Soy el rey, por eso nadie se atreve a contradecirme...sin embargo, solo en ti confió ciegamente, sé que tu sinceridad y compasión, vale más que todo el oro de Asgard...es por eso que te ruego, amor mío, que ahora no me hables como tu gobernante, si no como a tu esposo...¿Qué tan correctas consideras que han sido mis acciones?.

Frigga acarició la cabellera rubia de Thor; para ella no existía mayor muestra de vivacidad, candidez y dulzura, que ese ser—Muchas vidas se pierden en la guerra, y es inevitable que otros perezcan luego de ella. No obstante, nadie puede ponerse en tu lugar y decir con certeza absoluta que hubiese obrado de otra manera...es por eso que algunos podrán repudiar tus actos, pero nunca comprender lo que conlleva esa responsabilidad.

La mujer hizo una pausa, teniendo muy claros sus valores y queriendo más que nada, mantener esa promesa de fidelidad y confianza

—Si les hubieses permitido conservar el féretro, nunca existiría paz segura que garantizara el bienestar de Yggdrasil, de Asgard, de tu gente, de nuestro hijo...las elecciones más fundamentales siempre serán las más difíciles de adoptar; es por eso que no está en mi juzgarte, en momentos como estos, solo podemos afrontarlo y aprender a vivir con el peso del camino que hemos escogido seguir.

—Excepto que lo fue.

La hechicera arrugó el entrecejo, confundida.

—Cuando lo acorralé entre la espada y la pared, todo transcurrió en cuestión de segundos...le arrebaté el cofre e impuse la tregua a cambio de perdonarle la vida; solo deseaba alejarme de toda esa sangre, volver junto a nuestros hombres a este hogar que añorábamos. No hubo otro pensamiento, fue sencillo, lo tomé siendo consciente de las consecuencias, dispuesto a irme de Jotunheim cuanto antes...hasta que lo oí.

—¿Qué?—Indagó la mujer, tratando de no pensar de más, lo otro dicho por el rey.

—Un bebe—Antes que Frigga pudiese pronunciar palabra alguna, que derribara ese súbito nudo en su garganta, él retomó el monologo—Con cada paso que me acercaba, su llanto se volvía tan alto que parecía atravesar los muros de hielo.

—Espera...—La reina logró articular por fin—Tu último combate fue en el palacio real, el único niño que tendría permitido estar resguardado allí, seria...

—El hijo de Laufey.

Los delicados dedos de Frigga se alejaron de la mano de su esposo, y fueron a parar contra sus labios; ahogando lo que pareció ser un sollozo.

—Por lo poco que alcancé a oír de un par de Jotuns que huían del lugar, tenían prohibido llevárselo por órdenes del Rey...decían cosas horribles, llamándole monstruo, una abominación, blasfemias y demás que no pronunciaré en tu presencia.

—¿Qué...qué clase de padre abandona a su hijo, para ser asesinado por sus enemigos?—Susurró la reina, con sus pupilas lacrimosas—Su descendencia, su misma sangre—No pudo evitar acariciar inconscientemente, las mejillas del futuro Rey de Asgard.

—Tampoco lo comprendía hasta que lo ví—Odín soltó una larga respiración—Era pequeño...

—Era un bebe.

—No, era verdaderamente pequeño, demasiado para ser un gigante de hielo...no sería más grande que Thor cuando nació. Sus ojos rojos brillaban como gemas, su piel de un añil no tan oscuro, lucía líneas tan delgadas que parecían dibujadas con una fina pluma; entonces lo entendí, porqué lo había abandonado.

—Vergüenza—Escupió Frigga con desprecio.

—Laufey nunca le heredaría el trono a alguien como él: Incompleto, inferior, defectuoso a sus ojos y los de su raza...Si, siente vergüenza de su propia creación, una deshonra que mantuvo oculta de todos.

—Es un niño¡—Exclamó exaltada la hechicera, con ira en su voz—Solo un bebe inocente y vulnerable—En ese instante, una indeseada y terrible corazonada, comenzó a brotar inevitablemente dentro de su pecho.

—Su llanto no cesaba, así que me atreví a sostenerlo en brazos. Tenía hambre, miedo, y apenas sentí su piel lo supe...también tenía frío—Odín cerró los ojos, recreando esa imagen dentro de sus parpados—Él no congelaba al tacto...era demasiado suave y tibio para alguien de su especie.

—Era una criatura hermosa—Siseó con tristeza y compasión.

—Pero era su hijo—Cortó el Rey—Laufeyson, príncipe de Jotunheim, gigante de escarcha, destinado a crecer inmerso en odio y rencor, como cualquier otro Jotun. Esa mirada de ternura desaparecería y se volvería el reflejo letal, que aborrecería a nuestra casta hasta la muerte...Así que lo dejé ahí, sobre esa roca fría para que muriera.

Frigga nunca pensó que llegaría a oír tales palabras, de la boca del hombre que amaba; empero, tenía la certeza que detrás de ellas, habitaba desasosiego.

—De nada valdría salvar a uno, siendo que condené a su raza entera...Cientos de niños, familias enteras no sobrevivirán al inminente deshielo que ha de sufrir su reino; no podía ser igual que Laufey y diferenciarlo del resto solo por su apariencia...solo un Jotun más—Soltó con sinceridad—Ya había tomado la decisión de anteponer la existencia de los otros 8 reinos, por sobre la de Jotunheim; no me retractaré, no lo hago...pero ahora, cada vez que cierro los ojos, lo veo a él...retorciéndose y gimoteando en mis manos, débil, muerto...muerto por mi culpa.

La reina sin esperar más, estrechó al hombre que forzaba todo en sí mismo, con tal de no dejar a sus emociones salir, en un ceñido abrazo.

—Odín, tú no tienes un alma cruel...no voy a decir que hubiese hecho lo mismo, porque sé que al ver a ese ser desprotegido, una voluntad dentro de mi corazón, hubiese surgido para cobijarlo; es un sentimiento que solo una madre puede comprender. Lo que puedo asegurarte es que ahora y siempre estaré contigo, y ese dolor no será solo tuyo, es nuestro—Frigga mordió su labio con frustración—El único que no merece perdón alguno, es Laufey...ningún padre debería abandonar a su hijo, sin importar nada.

Thor se removió, girando su cuerpo y murmurando incoherencias entre ensueños.

—Nunca podrás salvarlos a todos.

—Frigga...

—Un día, tal vez no mañana, ni en 10 años, despertaras y tanto la vida, como el amor que has protegido hoy, serán más fuertes que esa imagen grabada allí. Thor y yo permaneceremos incondicionales a tu lado, para recordarte que lo que has escogido hoy, por cruel o moralmente incorrecto que pueda ser...ha sido lo acertado en estos terribles momentos de crisis.

Odín entrelazó con dulzura las yemas de sus dedos, entre los rizos impecables de la reina, dejando que su gesto de afecto le calmara. El herido y abrumado Rey de Asgard, recibió la comprensión de la dama que atesoraba, algo que necesitaba forzosamente para continuar inquebrantable, con su suprema labor.

"Lo único que puedo desear...es que cuando llegue el momento, no cometas los mismos errores que yo, Thor".

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