Capítulo 7: El Arca
"No¡...Por favor, No¡"
Recobró el conocimiento abruptamente y emergió de las profundidades del manantial. Loki miró en todas las direcciones con una paranoia difícil de ocultar, buscando con la mirada algo que ni siquiera sabía a ciencia cierta lo que era.
No había despertado inmediatamente abandonó aquel ancestral recuerdo; todo se volvió negro por largos minutos en que pudo sentir un nudo de agua y angustia atragantarlo. Sin poder moverse u hablar, solo ese lamentable eco en su cabeza, tuvo el impacto suficiente como para devolverlo a la realidad.
—¿Todo bien, Pequeño Jotun?—Indagó el primer gigante.
El hechicero tardó en responder, tragó saliva y se dispuso a regular su respiración. La mueca de incomodidad y el vago sentimiento de hundirse en ese profundo abismo, aun le cortejaban; No obstante, estos fueron mutando a molestia hacia sí mismo, por permitirse distracciones superfluas.
Todo había salido mejor de lo previsto. Tenía a su disposición un poder incluso superior al que requería. En razón a esto, repudiaba su reacción ante ese breve e inesperado incidente perpetrado por su subconsciente, de por si le bastaba ya con las recurrentes pesadillas que le remontaban a sus tiempos pasados.
Escupió a un lado con fastidio y avanzó cerca de la orilla, quedando solo sus piernas por debajo de las gélidas aguas. Con un elegante movimiento de sus dedos, peinó su cabello liberándose de cualquier erróneo pensamiento.
—Nunca antes mejor—Contestó Loki, con la sonrisa suspicaz que le representaba.
Importándole muy poco, Ymir decidió pasar la página—Y ahora, ¿Cuál es el siguiente paso de tu elaborado plan?.
El Jotun guardó silencio, limitándose a romper el colmillo por la mitad con un seco crujido. Ante la mirada de incertidumbre del primer gigante, ambas partes levitaron comenzando a moldearse, con tanta facilidad que parecía tratarse de plastilina.
Luego de todo lo experimentado y adquirido, sus habilidades para manipular y controlar el hielo, no parecían tener límites. Algo era cierto, incluso si una pequeña parte de él no lo creyera por completo, justo ahora no existía en todo el universo, un solo ser vivo que pudiese superar sus poderes congelantes.
Pero de algo sí estaba seguro: Él era sin lugar a dudas, el único con el derecho a reclamar el título de "Rey de los Gigantes de Escarcha", legítimo sucesor del trono de Jotunheim.
Habiéndoles dado la forma deseada, Loki arrojó ambos objetos al agua y observó satisfecho, como estos comenzaron a brillar, siendo bañados por las intensas olas que los envolvían y atiborraban
—Todos hablan de él como si lo conocieran, pero la gran mayoría ignoran como fue creado en primer lugar—Murmuró el azabache, agachándose para recoger el primero de los artefactos.
—"El ataúd de los antiguos inviernos"—Pronunció Ymir sin perder de vista la pieza añil.
Su apariencia variaba en algunos aspectos del primero creado; de un tamaño menor, sus esquinas cobraban una forma puntiaguda, casi como cornamentas; Contorneado y decorado por fuertes capas de elegante hielo, la esencia en su interior se agitaba como si contuviese vida propia.
—Disociación Mágica—Canturreó Loki, palpando con tanta admiración su nueva obra, tal como si se tratase de su propio hijo, y en cierto sentido así era—Así lo creaste en primer lugar; con uno de tus cuernos, no es así?.
—Has leído bien—Confirmó el dios—Algo tan poderoso e imparable como la herencia de los primeros gigantes, no puede ser apresada fácilmente dentro de cualquier objeto; solo por uno de su misma naturaleza mística, tan idóneo como nuestros origines mismos...Algo como un colmillo de Wyverno de hielo—Ymir gruñó por lo bajo—Ya lo tenías todo planeado...destruirlo luego de conseguir lo que viniste a buscar...
—No he destruido nada. La trasmutación no es más que la misma evolución: Convertir un diente fosilizado en nuestra nueva esperanza—Se defendió con sinceridad—Sabía que con tu herencia podría crear uno nuevo, sí; sin embargo solo podría hacerlo una vez, ya que de lo contrario perdería parte considerable de mi poder en el proceso—Loki guardó el objeto y recogió el segundo—Por eso solo hasta que el dragón me entregó la energía extra del aliento congelante, se me ocurrió darle al diente un uso más.
Completamente disímil del anterior, este se había convertido en un alargado cetro de hielo, cuyo extremo superior lucía dos largos cuernos, que encorvados protegían y resguardaban una resplandeciente esfera índigo, de la misma idiosincrasia ancestral de su otra mitad.
—Dos...hiciste 2 ataúdes—Hizo una pausa—Tengo que admitir que incluso yo, consideré excesivo dejar en manos de un mortal dos artilugios de una magnitud destructiva semejante...Aunque pensándolo mejor, es algo a esperar de un hombre como tú.
—No hay hombres como yo.
Dejando de lado la magia y escarcha, cuando se trataba de combate con armas, Loki se debatía entre el uso de hojas cortas y de ese inusual tipo de armamiento. Pocos guerreros optaban por el uso de cetros, al no considerarles dignos de un combatiente formidable y temido; no obstante a él le lucía y servía de maravilla, especialmente a la hora de manipular sus encantamientos y contraatacar a contendientes de mayor tamaño y fuerza física.
Maniobraba el báculo con tanta destreza y gracia, que bien pudiese pasar por una cadenciosa coreografía.
—¿Sabes?, nunca me gustó esa palabra—Torció levemente los labios—Se supone que los antiguos inviernos son eternos ¿No?—El primer gigante no contestó, realmente no había deliberado mucho al respecto—Para mí es obvio que 'Ataúd', es un pésimo nombre para nuestra mejor reliquia.
—Si esas son las grandes interrogantes que ocupan la mente del próximo Rey de los gigantes de escarcha, comienzo a tener mis dudas.
—Mi viejo maestro dijo una vez: "Cuando lo fundamental se vuelve irrelevante a los ojos de la mortalidad, ese día comenzará la inexorable decadencia del alma del hombre".
—No soy un mortal—Contestó Ymir indignado—No trates de engatusarme con tus palabras finas llenas de prepotencia.
—Oh claro que no, Dios—Se defendió—Me refería a que entre tanto desperdicio que abunda entre los mortales, algunos pocos debemos marcar la diferencia.
Ymir no respondió y Loki podría jurar que de tener nuevamente una silueta corpórea, le estaría asesinando con la mirada.
—Si una de estas dos mitades va a ser el corazón de Jotunheim...si resplandecerá con existencia propia y eterna, no sería correcto que fuese denominada de una manera tan arcaica y tétrica.
—Tú no tienes respeto alguno por las tradiciones, Laufeyson.
—Gracias.
Con un simple parpadeo su cuerpo fue cubierto por nuevas prendas; piernas, pies, dorso y brazos, por el cuero verde y negro que uso por siglos. Había retornado a su figura humanoide natural, sin los cuernos y garras, no obstante su piel añil y cristales carmín lucían mejor que nunca con su renovada indumentaria.
—No, no es un ataúd...es un arca, es "El Arca de los Inviernos Imperecederos"...forma parte de nuestras raíces y nació de las mismas entrañas que nos dieron la existencia...si, el arca que restituirá la vida de las montañas, vegetación y animalia de este reino.
Loki, ahora se concentró en contemplar cada detalle del afilado artefacto en sus manos.
—Y la segunda mitad me pertenece a mí—Delineó sus ranuras, filosos extremos y rozó con adoración y deseo, la gema azulada—Su único portador será aquel que lleve con honor el título de "Rey de los gigantes de hielo", incluso cuando solo reste mi legado...sí, serán la espada y el escudo de Jotunheim.
—Deberías escribirlo—Habló irónico el primer Gigante—Seguro podrás citarlo más adelante como si fuese el más antiguo de los proverbios.
—Quizás. Probablemente lo sea aun milenios después de mi reinado, y tuviste el placer de presenciarlo.
—Placer es totalmente lo opuesto a lo que siento en este momento—Su franqueza sonaba más ruda que otra cosa—¿Seguro que estás listo?—Centró el tema una vez más—Llevas muy poco tiempo con todo ese poder y ambos vimos lo mal que se te dio la última vez que intentaste la transformación.
—Error de novato. No volverá a suceder—No tenía tiempo, ni paciencia para actuar metódicamente como solía hacerlo siempre. Debería aprender sobre la marcha y que la practica hiciese al maestro.
No era opcional, él necesitaba estar listo.
—Además, para esta ocasión poseo el regalo especial del Wyverno; estoy seguro que ahora será más sencillo.
—Seguirá siendo pequeño y poco intimidante en comparación con el tamaño que ellos tenían en su época; el más grande que existió alguna vez podría tragarte como si fueses un minúsculo aperitivo, aun en tu metamorfosis.
—Yo no me preocuparía por eso—Loki se río entre dientes—Luego de 1.500 años, se bien como cargarme a seres de 30 veces mi tamaño, caen con la gracilidad de 500 toneladas de mierda nauseabunda.
—Entonces atacaras ahora.
—¿Por qué aguardar?—Procedió a salir por completo del agua, subiendo por las rocas que rodeaban el manantial, que para esos momentos era completamente visible, sin la oscuridad, espesor y secretismo de la cueva hecha escombros a su alrededor—Ahora si me disculpas, es tiempo de visitar a mi devoto padre. Oh, como quisiera que pudieses contemplar mi alzamiento de cerca, Ymir—Se despidió inclinando ligeramente la cabeza.
El hechicero comenzó a correr lo más rápido que sus piernas se lo permitían. Casi flotando sobre el hielo, avanzó 100 metros antes de crear una rampa glacial de tamaño exorbitante, que finalizaba de frente a un profundo barranco; la recorrió en segundos sin disminuir el impulso y al llegar hasta el borde de esta, saltó sin temor por sobre el vacío.
Apenas sus pies quedaron suspendidos en el aire, juntó las manos sobre su pecho, creando la figura de una flecha, que fue seguida por un susurrado conjuro.
De su interior, emergió el puro frío imperecedero que fue forrando su cuerpo por completo, pero esté ya no era el de un Jotun. A la velocidad misma que la helada le cubría, su fisionomía se trasformó en la de la mítica criatura; las alas fueron lo primero en aparecer y extendiéndose por reflejo, se agitaron velozmente evitando la caída libre.
Su bestial apariencia se alzó sobre el horizonte, torpe al principio, pero con cada bocanada de aire congelado que salía de sus pulmones, el Wyverno fue dominando el vuelo para el que había sido erigido. Su cola se movía ondeante y aerodinámica, dándole el equilibrio adecuado para estar en sincronía con el resto de su anatomía.
La brisa le acariciaba la piel gruesa del rostro, salpicándolo con diminutos fragmentos de escarcha.
Era idílico, se sentía levitar en una surrealista fantasía en la que deseaba fundirse por completo. En aquel lapsus de placer no existió la muerte ni vendetta, solo él siendo uno con el espíritu de dragón , que ahora le pertenecía y definía.
La magia y nieve lo hicieron suyo mientras planeaba con gallardía por los aires; como instinto inherente de la natura del poder enaltecido que acababa de despertar para dominar y someter todo Yggdrasil, torbellinos de niebla y frío inclemente, comenzaron a sacudir y envolver todo a su paso.
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El legendario Vigía de armadura dorada se encontraba atento, observando cada lugar a lo largo y ancho del universo; dedicado sin distracción alguna a su tarea, como solía hacerlo desde milenios atrás. Resguardando el Bifröst, su voluntad y profesión había sido entregada al servicio del padre de todo.
Aquel día solo vislumbraba normalidad; abundaba más serenidad que de costumbre, ya que en esta ocasión, ni siquiera debía patrullar al príncipe en una de sus tantas aventuras.
No era algo malo, por el contrario, Heimdall disfrutaba del aburrimiento y la monotonía de su trabajo; Cuando no había nada en particular que vigilar, esto significaba que los 9 reinos convivían en paz y cada uno de los seres vivientes que les habitaban, se deslizaban por el tiempo y espacio armónicamente, siguiendo el curso natural del destino.
No obstante, el nunca bajaba la guardia, por eso era conocido como el mejor centinela en el universo, bendecido con el don de ser el recipiente y transportador de aquella arte oscura que le permitía la vista más magna alguna vez recordada. Era su labor primordial el percatarse de cualquier amenaza, el primer filtro de Asgard, ninguna anomalía pasaba inadvertida ante sus pupilas doradas
De repente su respiración se cortó, sus labios tambalearon y sus ojos parpadearon rápidamente, repasando con detenimiento y cerciorándose con completa convicción, de que aquel espectáculo alarmante que invadía su visión, fuese tan real como el Valhala mismo.
Era cierto. Lo veía tan claro como el sol resplandeciente de su patria. Su sangre se aceleró y desbordante de adrenalina, recogió la espada que se encontraba incrustada en el pedestal, y sin esperar más, corrió atravesando el puente arcoíris.
Debía avisar a su majestad el Rey, al príncipe Odínson, a la reina, a la armada real, y a toda Asgard.
"Está sucediendo otra vez". Era el imparable cantico que arremetía contra su mente alterada.
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