Capítulo 2: Sin mentiras, sin engaños


Abrió sus ojos escarlatas ante el horizonte congelado, mas que un micro-sueño fue un recuerdo de la inocente criatura que alguna vez fue. El dolor de cientos de años atrás reavivó por efímeros segundos, pues pese al infierno por el que pasó toda su vida por nacer siendo un gigante de hielo anormal, ahora no repudiaba su naturaleza.

Ha medida que fue madurando, el desprecio hacia sí mismo se convirtió en fascinación por la raza a la que pertenecía, especialmente porque aceptó con orgullo el que no era un Jotun más del montón, no, él tenía el poder para reconstruir y devolver la vida a las ruinas olvidadas que eran su reino, Jotunheim. Traer fortuna y prosperidad a un pueblo condenado al exterminio, esa era la razón por la que su primera parada no había sido la sala del trono de su padre.

Cuando su mente dejó de divagar, Loki fue consciente que ya llevaba caminando por más de 8 horas. Entre rezongos casi inentendibles, culpó de su infortunio al inútil mercenario que le había dado un aventón; maldita sea la hora en que se hizo "Amigo" de ese lunático, que no tuvo los huevos para acercar el transbordador a una mejor distancia.

-Payaso con retraso, ¿Cómo se atreve a hacerse llamar "Lord"?, Jah¡-Exclamó en voz alta-La próxima vez le pagaré la mitad. Excusas tontas, no es como si Jotunheim estuviese a menos °100 grados centígrados...Midgardianos.

Divisada la ruta oculta y solitaria que confirmó sus deducciones, liberó un suspiro de alivio. Debía admitir que en retrospectiva no había resultado ser un recorrido del todo desagradable; los paisajes escarchados eran bastante hermosos cuando la luz de la luna se reflejaba en diferentes tonalidades azuladas, la ventisca que acariciaba su fría piel se sentía como un agradable cosquilleo, y por supuesto la docena de soldados random que dejó noqueados a su paso podría considerase un calentamiento.

Luego de un exhaustivo estudio que lo llevó a múltiples bibliotecas y archivos empolvados de diferentes mundos, poseía un amplio conocimiento sobre la topografía, geografía, así como por supuesto de todos los pasajes y secretos de Jotunheim, permitiéndole dar con la existencia y oculta ubicación del "Manantial de los Inviernos Imperecederos".

Se detuvo frente a un inmenso muro de hielo y apoyando la palma de su mano, recitó un hechizo en la lengua antigua de Niflheim. No se sorprendió cuando el cristal se volvió traslucido, permitiendo ver la oscuridad de una cueva bastante grande en comparación a su apariencia exterior; después de tantas cosas que había hecho para llegar ahí, algunas que quisiera no recordar, ya no existían muchas cosas que pudiesen asombrarlo.

Atravesó el muro con completa confianza y ya bañado por la penumbra absoluta, chasqueó los dedos e instantáneamente un gran número de flamas azules comenzaron a levitar a su alrededor. Por fin estaba allí, en esa caverna gélida y olvidada; su importancia, significado y valor se perdió con el paso del tiempo, pues ya a nadie le interesaban los orígenes de los gigantes de escarcha.

El Jotun caminó hasta estar frente a la que fue alguna vez una fluente cascada-Es una verdadera pena...-Sus ojos no veían más que un pozo congelado, rodeado por rocas secas, enredaderas y plantas muertas. Cerró los parpados ahogando la pesadumbre que la imagen le provocó y con decisión, caminó sobre la superficie solidificada.

Lo que hacía tan especial el manantial de los inviernos imperecederos entre todos los sitios ocultos y mágicos de Yggdrasil, era que allí habitaba apresada por toda la eternidad el espíritu de Ymir, al igual que el alma de sus descendientes, los primeros Gigantes de escarcha, la forma materializada del frío infinito interminable inacabable ilimitado de Nifflheim; ningún humano promedio podría tocarla sin ser cristalizado al instante, seres de una fisionomía resistente como los Asgardianos, no soportarían más que un par de tortuosos minutos al sumergirse entre aquella brillantes, e incluso un Jotun sentiría su cuerpo sucumbir luego de estar en contacto por un largo periodo de tiempo.

Entre sus aguas con vastos poderes ancestrales se había forjado el "Ataúd de los Antiguos Inviernos". Esa magia creó el corazón de su reino, lo hizo el hogar, el refugio de los gigantes de Hielo y por consiguiente era lo único que podía restablecer toda vida y traer un nuevo amanecer al reino de Jotunheim.

Era el momento para el que tanto se había preparado, siglos de investigación, entrenamiento y sacrificio se reducían a ese instante. Tanto así que comenzó a ser víctima de sus inseguridades. ¿Tenía la fuerza necesaria para realizar tal hazaña?, ¿Caería ante su imperfecta tolerancia al frió?, tenía sentido; podía ser un gigante de hielo pero llevaba más de mil años sin pisar sus tierras, criado en el exterior, visitó tantos lugares pero ninguno con una temperatura apenas comparable a aquella...O tal vez hallaría en sus gélidas gotas la respuesta para segundos después morir.

Tantas palabras ensordecedoras, degradaciones, gritos obscenos, ofensas y golpizas, se atumultuaron en su mente arrastrándolo al pánico. Cada una de ellas se agitaba como cuchillas encarnándose en su carne y envolviéndolo en sus más sombríos recuerdos.

Las pupilas carmesís nadaron entre gotas cristalinas, no obstante su sonrisa logró persistir. Sí, porque él podía saborearla, la gloria, la victoria, su sueño imposible de infante, y la posibilidad palpable de finalmente saciar el odio y sed de venganza en su corazón. Cada turbia memoria tenía un sabor agridulce, todas ellas sirvieron de inspiración y habían alimentado, avivado su sanguinaria búsqueda por reclamar lo que era suyo por derecho, lo que le arrebataron cruelmente.

Por supuesto él le agradecía a Laufey¡, sin él y su ejemplar rol como padre, su apoyo incondicional ejercido por siglos con una maestría de admirar, nunca hubiese tenido la fortuna de vagar solo desde los 12 años por todos los 9 reinos y más allá, por aquellos magníficos lugares del bajo mundo; No hubiese sido vendido, traficado, apedreado, y ultrajado de maneras tan placenteras antes de poder darse cuenta de los poderes que residían en él.

Se sentía tan orgulloso de su progenitor por haber arrastrado arrogantemente a su pueblo a una guerra que no podían ganar, sacrificando la existencia de miles de Jotun por sus egoístas deseos de conquista, por enfrentar a un enemigo al que no poseía la fuerza para destruir, apostando el tesoro más valioso que poseían. El mejor gobernante sin lugar a dudas, oculto en su patética y lamentable ciudadela, encerrado, rodeado y protegido por cientos de almas que aún se aferran a su inútil Rey, ¿Por miedo o devoción?, quien sabe, tendrá que preguntarles después.

Pero no podía ser desconsiderado y olvidar a ese otro. Cuanta sincera gratitud sentía por Odín; por su magistral modo de dejar en vía de extinción a los Gigantes de escarcha, sentenciando a muerte el reino de Jotunheim. Porque a ese infeliz de mierda no le bastó con masacrarlos y mancillar el nombre del exótico reino Helado; no, claro que no, él debía robar el Ataúd de los antiguos inviernos, aquella terrible arma de destrucción digna de una raza pútrida como la suya. Si, él debía saquearla, guardarla como su trofeo de guerra, una reliquia inútil, un adorno más para las polvorientas bóvedas de Asgard.

Porque no importaba el hecho de que además de ser un bonito Suvenir, el Ataúd era la fuente de energía de su planeta, el témpano bombeante que daba vida a cada animal, árbol, río y por consiguiente a los mismos Jotun; El padre de todo en los nueve reinos no tuvo más opción que convertirse en el mejor genocida de toda la historia, porque pese a tomar lentamente las vidas de miles de bebes, niños, mujeres, ancianos y adultos, en lugar de reproche y castigo, recibió canticos, alabanzas y ovaciones.

Con una mueca de verdadera cólera apretó ambos puños, a lo que instantáneamente los muros de la gruta crujieron, derribando afiladas estalactitas y escombros a su alrededor. Sus ojos ardieron con furia incalculable, aquella que como digno dios de las mentiras, aprendió a pocas veces exteriorizar.

Sí, tanto Odín como Laufey eran los culpables de tanto dolor y sufrimiento. Pagarían, cada uno de ellos le rendiría cuentas de rodillas; porque sin importar lo ocurrido y los malos recuerdos, alguien una vez le hizo sentir que ese era su hogar y que un día volvería a él, posiblemente el único lugar al que podría alguna vez pertenecer.

"Pertenecer...por eso yo..."

Sus manos formaron movimientos circulares y por arte de magia, se reveló el precioso objeto que finalmente consiguió a costas de una incalculable suma de conocimiento y muertes; Removió la tela protectora que lo recubría y posteriormente paseo el dedo índice por la extensión áspera y porosa del inmenso y fosilizado Canino de Wyverno, conocido en la jerga común como "Colmillo de Dragón de hielo".

Fue condenadamente difícil de dar con el último en su clase, solo saqueando los olvidados registros del primer hechicero supremo, logró dar con la ubicación de lo que quedaba de los restos de tan majestuosa y ancestral criatura. No había sido una tarea fácil de concretar, requirió tiempo, paciencia y dedicación incluso luego de saber dónde se hallaba; aunque no negaría como la adrenalina se desbordó de su cuerpo cuando por fin se encaminó a dicho destino, fue una aventura tan tentadora que Quill rogó por acompañarlo antes de siquiera considerar negociar un nuevo contrato.

Por Ymir¡, esa sí que había sido toda una epopeya digna de ser escrita. Parecía mentira que hubiese terminado hace apenas una semana; ahora todo ese entusiasmo había dado un Giro de 180° grados; ya no se oían risas ni canciones de los 80' retumbando dentro de la cabina de mando, solo el frío silencio que lo rodeaba siendo tan melancólica compañía.

Dejó el colmillo sobre el agua y prosiguió a retirar el yelmo dorado sobre su cabeza, arrojándolo lejos sin siquiera inmutarse, a lo que su negra cabellera se deslizó rebeldemente a la altura de sus hombros. Acto seguido, removió toda prenda superior dejando su añil pecho al descubierto, cada línea dibujada sobre sus abdominales resaltaban su esbelta y ejercitada figura. Instantáneamente comenzó a sentir el frió acariciando su piel, así como la escarcha blanca esparciéndose con rapidez.

Había llegado el momento. Con un simple parpadeo hizo el resto de su vestimenta desaparecer, ahora cada musculo era absorbido por la energía gélida que como neblina, comenzó a emanar del hielo bajo sus pies.

-Yo, Loki Laufeyson, heredero al trono de Jotunheim...me ofrezco aquí en el Manantial de los Inviernos Imperecederos, ante la niebla, frío y hielo de Jotunheim, mi hogar y de Niflheim , mi originen; ante mis ancestros, los primeros Gigantes de escarcha... pero sobre todas las cosas me arrodillo ante Ymir, mi único Dios...tal como vine al mundo...sin mentiras, sin engaños...

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Al mismo tiempo, en un lugar tan distante, tan diferente, cálido y soleado, Thor se encaminó al salón del trono; Era de madrugada y la luz comenzaba a filtrarse en cada ventana de la preciosa Asgard, cubriéndolo todo con su armoniosa melodía mañanera.

El dios del trueno se acercó al trono vacío que un día le pertenecería, palpó los bordes dorados y sonrió ante la idea de su coronación tan anhelada. Miró a ambos lados con picardía, y al comprobar que se encontraba solo, se sentó con una deslumbrante expresión en su rostro.

-Yo Thor Odínson, heredero al trono de Asgard...juró solemnemente ante ustedes mis súbditos, familia, amigos y guerreros, que como su Rey protegeré los 9 reinos y destruiré toda amenaza que se atreva a alzar sus armas contra la paz y la vida...sin mentiras, sin engaños...

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Ymir: Gigante de monumental tamaño y el primer ser viviente formado en el caos primitivo conocido como Ginnungagap. Cuando él durmió, un hijo gigante y una hija gigante crecieron de su axila, y sus dos pies procrearon y dieron a luz a un monstruo de seis cabezas. Supuestamente, estos tres seres dieron nacimiento a la raza de Hrímþursar (Gigantes de la o gigantes de hielo), quienes poblaban Niflheim, el mundo de la niebla, frío y hielo.

Wyverno: ( O Dragón Heráldico) Son dragones de fiereza media, con aliento ígneo, espeluznantes colmillos, un aguijón en la cola, y pese a que no vuelan muy alto, poseen poderes mágicos, y tienen la capacidad de lanzar hechizos; se diferencian de los otros dragones en que sólo tienen dos patas traseras.

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