Cuenta la historia que hace 1500 años, brilló la luna roja sobre la muerta fortaleza de jotunheim, en donde Loki Laufeyson fue abandonado con apenas 1 mes de nacido, sin madre, sin hermanos, solo el ser vil que lo engendró y posteriormente lo privó no solo de su derecho de nacimiento, Laufey le robó su vida entera, cualquier derecho a pertenecer a un hogar. 

Los pocos manuscritos aún existentes del país de hielo, narran en sosas palabras como el primogénito del reino falleció de inanición, deshidratación, abandono, y en el más piadoso de los casos, a manos de los Asgardianos.

Pero la gente no debería creer todo lo que oye, Laufey lo hizo, y desde el momento en que lo vio como un débil y vergonzoso intento de gigante, que solo traería odio, desprecio y debilidad a su linaje, para después darlo por muerto; su destino quedo escrito.

Loki sobrevivió días, incluso semanas, consumiendo su propia esencia vital, llevando al límite de lo impensable la energía mágica con la que nació bendecido, por algo que nadie pudo arrebatarle jamás: Las ganas de vivir. Sin conciencia de nada, el infante se aferró a lo que ardía en su interior.

Fue esa misma noche cuando despertó en él su verdadera determinación, fue allí en ese montículo de piedras, mientras las heladas lagrimas descendían por sus azuladas mejillas, que el que sería su glorioso propósito, brotó por primera vez.

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—Un pequeño consejo, Padre: Cuando des por muerto a alguien, asegúrate que de verdad este muerto— Canturreó Loki con una sonrisa endemoniadamente atractiva, y por demás atemorizante; de esas que solo el dios de las mentiras poseía.