Vida en el desierto
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Vida en el desierto.
"La mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiar en él."
Ernest Hemingway.
—¿Qué sucede, padre?
—Tenemos una respuesta.
Kal-El miró hacia el este, igual que lo hizo Jor-El. Se habían separado de sus jinetes en la frontera con Ciudad Madre, ahora estaban en la frontera del Gran Desierto y el Desierto Marciano. La zona más hostil de todas. Un águila se divisó en el cielo raso, volando muy en lo alto acercándose a los Krytonianos. Era el guardián de Jor-El, quien extendió su brazo para recibirle, mirando los ojos predadores de su águila fijamente por unos instantes. El líder de aquel pueblo de guerreros jinetes asintió, impulsando el ave para ayudarle a retomar su vuelo una vez más.
—El plan va tal como se ha previsto, nosotros habremos de continuar.
El joven mago asintió, acariciando el lomo de Krypto mientras su lobo bebía agua fresca en el oasis que habían encontrado y donde se habían detenido para descansar en tanto recibían aquel mensaje. Una vez que los caballos también se refrescaron, les pusieron sus monturas y retomaron su marcha, atravesando el Desierto Marciano. Su camino tuvo otra parada por una razón diferente, algo que hasta sus caballos percibieron en sus patas. Las dunas vibraron, como si algo desde su interior estuviera a punto de estallar hacia la superficie, una erupción de una de las tantas monstruosidades que habitaban ese desierto. Padre e hijo intercambiaron una mirada, tomando sus escudos y preparando sus espadas al bajar de sus caballos. Se plantaron en la arena seca con Krypto erizando su lomo en la dirección en la que se aproximó la bestia.
Con una columna de arena elevándose varios metros al cielo, brotó un monstruo enorme con un cuerpo macizo como si fuese un gigante de piedra. Solo que este no tenía su piel grisácea o marrón, era de un inusual color verde esmeralda. Portando una armadura hecha de los caparazones, escamas y piel dura de sus desafortunadas víctimas, el gigante verde rugió al caer frente a ellos luego de un enorme salto. Su mano derecha portaba un mazo que alzó en contra de ambos guerreros que desaparecieron a su vista. Los buscó alrededor, no esperando un movimiento tan brusco. El gigante mostró sus gruesos dientes ligeramente filosos al encontrarlos flotando sobre él, ignorando el gran lobo blanco que se estrelló contra él, demostrando que no era un lobo ordinario.
La bestia hizo un gran arco en el aire y se estrelló pesadamente en las dunas con el golpe de Krypto, sin tiempo a reaccionar cuando Kal-El fue quien le atacó, cayendo en picada sobre el pecho del gigante, dando un empellón con su escudo contra el mentón de aquel monstruo antes de evadir el golpe de su mazo, tomando esa muñeca para lanzarlo una vez más contra las arenas que hicieron una ola en el cielo por la fuerza de aquel impacto. Jor-El entrecerró sus ojos al notar la rabia inundando la fuerza de la bestia, como si fuese su motor, siempre tratando de aplastar a su hijo o su lobo que se movían como uno solo. Preparó su espada, lanzándola con fuerza contra el yelmo del gigante. Lo partió, desequilibrando a esa mole verde y dando ventaja a Kal-El para cortarle un hombro, Krypto empujándolo lejos una vez más.
—Hijo mío —llamó Jor-El con calma— Algo no anda bien con esta criatura.
—Es un ser creado por magia impura, padre.
—No. Por más que una mente enferma haya infectado la magia que creó este ser, no pudo darle esas características, esa rabia indómita ni esos rasgos.
—¿Qué es, entonces? —Kal-El se preparó para el siguiente encuentro.
—Una maldición.
—¿Un mago que ha sido maldito?
Jor-El levantó su escudo, sin dejar de mirar al gigante verde saltar con fuerza para caerles encima.
—No, un humano que se maldijo a sí mismo.
Aquellas palabras confundieron su hijo, golpeando la fuerte mandíbula del monstruo sin querer usar ya su espada. Los humanos eran inferiores en fuerza, y aunque estuviera maldito teniendo esa forma, se consideraba algo deshonroso vencer o matar un ser vivo que no estaba en igualdad de condiciones.
—¡¿Qué hacemos?!
—Tratar de calmarlo.
Los dos Kryptonianos tuvieron sus problemas para conseguirlo, la ira habitando ese enorme cuerpo verde era tal que solamente aumentaba con cada ataque en lugar de agotarlo. Con ayuda del lobo blanco, consiguieron agotarlo al punto de tenerlo caído de rodillas con su armadura hecha de restos de animales en pedazos que casi se le caían del cuerpo. Estaban pensando en un encantamiento para la mente dentro de esa mole rabiosa cuando una enorme serpiente de roca saltó de la nada, mordiendo un tobillo del gigante. Luego fue una de esas mantas de desierto con rostro humano. Ambos seres terminados con sus cuerpos hechos trizas por la nueva oleada de furia, que tuvo por siguientes víctimas a los guerreros jinetes. Ellos se entrenaban para cualquier condición, el calor no podía mermarlos tanto. Frenarse para no lastimar al monstruo sí lo hacía.
—¡Padre! ¡Sobre aquellas dunas!
Dos figuras humanas les observaban, consternados. Kal-El recibió un puñetazo en su rostro por mirar a los dos nuevos testigos de su pelea. Su padre se abalanzó contra el gigante, empujando su escudo contra el cuello en busca de cortarle el aire. La mordida de la serpiente había puesto demasiado rabioso al monstruo para calmarse pese a recibir los golpes de los Kryptonianos. Cuando por un empujón del lobo, aquella mole se fijó en las dos figuras distantes, ambos guerreros se dieron cuenta que iban a morir si no los protegían. Jor-El les gritó que se resguardaran, usando la lengua Común, pero fue ignorado. Kal fue tras el gigante cuando saltó hacia esas figuras dispuesto a romperles el cráneo.
—¡LARGO DE AQUÍ!
Uno de esos humanos, un muchacho casi de la edad de Kal-El miró a la mole cuya sombra les cubrió. Se veía temeroso y el guerrero no supo si por ello no se movió, notando que de pronto sacaba de su pecho un medallón que desarmó y armó a una velocidad que solamente el apuro puede dar. Ese medallón brilló con una energía verde, cegando tanto al gigante como a Kal-El, quien gritó al sentir como si de pronto toda su magia fuese absorbida por aquel resplandor. Tanto él como el monstruo cayeron de bruces contra la arena, a pocos metros de esas dos figuras. El joven mago buscó su espada, no lejos de su mano. Una pequeña araña saltó a su dorso, mirándole con sus enormes y tiernos ojos.
—¡No! ¡No! ¡Ya no!
Ese muchacho con el medallón, selló de nuevo la luz verde mientras el polvo y la arena caían suavemente de vuelta a la duna, limpiando aquel escenario de lucha. Krypto les gruñó, mostrando sus colmillos, lo que hizo que la arañita saltara gritando de vuelta al hombro del joven. Jor-El se acercó, con espada en su funda y el escudo tras su espalda, observando a esos dos extraños personajes mientras ayudaba a su hijo a ponerse de pie, con su magia volviendo de nuevo.
—Debería dar gracias por detener a este gigante, pero ese truco me hace ser receloso —dijo Jor-El, volviendo sus ojos al segundo humano— Guardián de los Bosques.
Kal-El parpadeó sorprendido, mirando ese hombre delgado de facciones finas y serenas que hizo una ligera reverencia.
—¿Qué no tenían la piel de corteza y manos de raíces?
—Los guardianes adoptan la forma más conveniente. Cuando estuvieron cuidando de las familias reales élficas eran como los árboles, ahora que los rostros humanos son lo que predomina en el mundo, tienen la forma de Comunes.
—Acertadas palabras, mi señor. Mi Nombre es Al-Freth, y mi protegido es Anthony Xavier.
—¡Y yo soy Pet! —exclamó la arañita, alzando una de sus patas peludas.
—¿Xavier? ¿Acaso eres hijo del Maestre Charles Xavier? —preguntó Jor-El, mirando al muchacho— No tienes sangre Meta Humana.
—Eres un mestizo —concluyó Kal.
Esas últimas palabras hicieron que Anthony se refugiara detrás de Al-Freth, quien mantuvo la calma, mirando a los dos guerreros jinetes.
—Así es, vamos rumbo al Puerto de Xandar.
—Un guardián y un mestizo caminando por el Desierto Marciano, tendrían que haber sido bendecidos por Rao como para no haber sufrido ningún ataque —observó Jor-El.
—¡Me tienen a mí! Soy un monstruo, hablo monstruos y los monstruos me entienden. Entonces les digo que no nos ataquen, entonces no nos atacan si caminamos rápido rápido —explicó Pet.
—¿Puedes hablar con este gigante?
—No, porque no es un monstruo.
—Tal como dijiste padre.
—¿Cómo supiste abrir el mecanismo del medallón? —el padre de Kal no quitaba su vista de encima de aquel joven mestizo.
—Me enseñó... —la mirada de Anthony se ensombreció, encogiéndose.
—Hemos pasado por una trágica experiencia, gran Jor-El, nuestros corazones todavía lloran la pérdida de quienes eran nuestra familia más cercana. Puedo decirle que ese gigante despertará tranquilo y atenderá palabras si quieren esperar a que vuelva en sí. Eso le ofrezco a cambio de dejarnos ir.
—¿Quién fue el que te enseñó eso? —insistió Jor-El.
Anthony miró al guardián, quien respondió en su lugar con una calma que siempre sorprendería al más joven.
—El príncipe del reino de élfico, T'om'a.
Pet se juró a sí mismo que iban a morir en ese momento por la expresión que hicieron los dos Kryptonianos al escuchar aquel nombre, hasta que Al-Freth continuó.
—Antes de morir a manos de Ra's Al Ghul junto con su esposa Mahra. El Emir se llevó a su único hijo, Bruce de Wayne.
De nuevo Pet sintió que Al-Freth quería poner a prueba su suerte como sobrevivientes a un ataque de la Legión de Asesinos y un gigante verde que había querido molerlos con sus puños. Jor-El tomó aire, mirando hacia donde Ciudad Oscura que no era ya visible, luego volviéndose a ellos como si estuviera considerando algo. Al final se giró a su hijo, poniendo una mano en su hombro.
—Ahora los planes cambian, Kal, hijo mío.
—¿Qué sucede, padre?
—Habremos de dividirnos, tú iras con ellos, que lleguen sanos y salvos a Xandar. Asegúrate de que nadie los siga. Yo iré a seguir un rastro.
—Iré con usted, mi señor —intervino el guardián— Tengo que cumplir mi promesa.
—Todos deben cumplirla —musitó el mayor de los Kryptonianos, mirando a los tres delante de él— Si es tu deseo, guardián, entonces vendrás conmigo. Hemos de intercambiar palabras urgentes.
—¿V-Vamos a ir con él? —tartamudeó Pet, señalando con su patita a Kal-El.
—No temas, pequeño, son muy pocos los que se atreverían a cuestionar los pasos de un Kryptoniano. Solo unos cuantos valientes enfrentarían al hijo de Jor-El —sonrió Al-Freth antes de girarse hacia un aturdido Anthony, tomando sus manos. —Mi joven amo, no debe temer. Vaya con el guerrero, no debe temer por su vida ni por la de Pet.
—¿Cómo puedes confiar en ellos solo así de verlos?
—Porque si hay un pueblo al que el mundo antiguo puede depositar su confianza, esos son los Kryptonianos. Ellos nunca derramarán sangre inocente ni tocarán una criatura mágica.
—Al-Freth...
—Es de suma importancia llegar a Xandar, joven amo. Tiene que reunirse con Jarv, yo debo volver al lado del amo Bruce. ¿Puede hacerlo por mí?
Anthony tomó aire, mirando a esos dos magos por encima del hombro del guardián antes de asentir.
—Que sea como tú dices.
—Pet, ahora debes cuidar al joven amo por mí.
—¡¿Y-Yo?! —chilló la araña, respingando— P-Pero... no supe cuidar a los petirrojos.
—Ellos viven en estos momentos gracias a ti. Y serán libres gracias a ti. No puedo dejar en mejores manos al amo Anthony.
—¡Lo cuidaré! ¡Hm!
El guardián tocó la frente de Anthony murmurando una oración de protección en élfico, abrazándole después antes de marcharse con Jor-El, quien ya había llamado a los dos caballos.
—Te enviaré mis mensajes con Vander —dijo Jor-El antes de azuzar a su caballo, siempre mira atento al cielo.
—Así lo haré padre. Rao cuida tu camino.
—Rao nos bendice, hijo mío.
Kal miró a su padre y el guardián marcharse a todo galope en el caballo, quedándose con Anthony, Pet y aquel gigante inconsciente que Krypto olfateó curioso.
—Soy Anthony —repitió el joven mestizo con una ligera sonrisa— ¿Cómo viajaremos?
—Tú iras en mi caballo junto con tu nuevo guardián, yo los vigilaré desde las alturas, Krypto irá detrás.
—¿Y el gigante? —preguntó Pet.
—Se quedará donde está, él...
—¡No! —la araña chilló— Aquí se lo comerán, aquí es donde ha estado siempre enojado.
—Este desierto es el basurero del Príncipe de la Eterna Sonrisa —intervino Anthony— Pet tiene razón, si he conseguido calmar su furia, eso significa que tiene una posibilidad. ¿No hay manera de llevarlo con nosotros? Sé que tu caballo es fuerte, pero...
—Si vuelve a atacar, se quedará atrás con todo lo que ello implique.
—Bien, supongo que es natural hacer algo así —bufó apenas Anthony mirando la armadura del gigante— Creo saber cómo nos las arreglaremos.
Su jornada continuó con un caballo tirando de una camilla donde iba dormido un gigante verde, Anthony montándolo y Pet en su hombro, quedándose dormido a ratos o hasta que sentía la presencia de otro monstruo escondido en las dunas, momento en el que saltaba para adelantarse, hablar con la criatura y así tener otro tramo de desierto despejado. Kal- El iba en las alturas, preguntándose por qué su padre consideraba tan importante que ese chico de sangre mestiza alcanzara su destino, y qué había ido a hacer con el guardián de los bosques. Todavía le quedaba por reclamar su Primus Mirum, más era paciente porque todo siempre se aclaraba.
—¿No beberás agua? —preguntó Anthony a Kal en su siguiente parada en un oasis donde horribles lagartos con cara de infantes se movían alrededor.
—Puedo resistir, ya beberé en el puerto.
—¿Estás seguro...?
—Los Kryptonianos tenemos gran resistencia.
—Si, ya me di cuenta. Como una magia muy curiosa, muy orgánica.
—¿Sabes de magia?
—Sé de muchas cosas —sonrió Anthony, mordiendo un pan de viajero— Mi padre me hizo aprenderlas todas porque siempre fui inquieto. ¿Ustedes que andaban haciendo por aquí? Tengo entendido que este lugar es lo menos parecido a su hogar.
—Vine por mi Primus Mirum.
—¿Tú qué...? Oh, ¿qué es?
—Por eso se llama regalo de la sorpresa, tampoco lo sé.
—¿Viajaron desde allá hasta acá por algo que ni sabes qué es?
—Sí.
—No me creo ese cuento, suena bien para despistar, pero es malísimo como razón para que estén aquí.
—¿Qué buscas en Xandar?
Anthony chasqueó su lengua. —Por las estrellas muertas, de acuerdo, no haré preguntas si no quiero que me preguntes cosas que tampoco puedo responder. Y no las respondo porque igual que tu Primus Mirum, desconozco lo que busco. Solo sé que debo seguir las indicaciones.
—Tu araña está agotado. No nos moveremos hasta que despierte.
—¿Puedo hacerte una última pregunta?
—Puedes hacerla.
—Y que la respondas.
Kal rió. —La responderé.
—¿Por qué tu pueblo respeta a las criaturas mágicas?
El joven guerrero apoyó sus brazos sobre sus rodillas separadas, jugando con una delgada vara haciendo dibujos en la arena bajo la sombra de las palmeras que hacían de valla.
—La Kryptonita que llevas en tu medallón proviene del corazón de Gamma. ¿Sabes la historia?
—¿Esa dragona gigantesca que murió creando El Brazo y este continente?
—Así es. Su corazón se quedó prensado en las rocas que atravesaron su pecho, ese corazón se convertiría en el cristal que dio nombre a mi pueblo cuando Rao lo tocó, alterando su sangre para convertirse en el primer gran mago del cual desciendo.
—No entiendo —Anthony se deslizó por la arena, pegándose a Kal quien le miró arqueando una ceja ante el gesto de confianza— ¿Cómo es que un cristal que claramente absorbe su energía mágica los hizo tan... nómadas y poderosos?
—Cuando Rao se dio cuenta que ya no era el mismo, se encerró en la Garra de Hielo dentro de una fortaleza que llamamos la Fortaleza de la Soledad. Ahí entrenó casi congelado hasta que su cuerpo tomó su forma final, naciendo como el primer Kryptoniano. Pudo haber destruido el corazón de Gamma y hacernos completamente invulnerables, pero, así como era de fuerte, Rao también era sabio. Dejó el cristal en su lugar para que fuese usado cuando su pueblo rompiera sus tradiciones. No se puede tener demasiado poder, porque el poder corrompe.
—Tengo una lista de nombres que estarían en desacuerdo contigo.
—¿Estás en esa lista?
—No, soy un mestizo... no sirvo para mucho.
—Fuiste capaz de activar un mecanismo con tal solo haber tenido una explicación. Dudo que seas lo que crees que eres.
—Ah, basta, hablas como Al-Freth y eso no es justo. Siempre reprobé retórica.
—Se dice que tu padre fue un cobarde en la Guerra Santa, mi padre dice que fue el único que recordó lo que todos olvidaron.
—Empiezo a notar que adoras a tu padre.
—¿Tú no amas al tuyo?
—Sí... —Anthony miró a las palmeras, meciéndose— Es complicado.
—No comprendo.
—Me adoptó, no soy sangre de su sangre. Jamás ha dejado de creer en mí con todo que siempre fui el peor estudiante.
—Yo creo que él también ve lo que yo, que no es por la magia en lo que debes sobresalir.
—¿Por lo temerario? ¿Lo atractivo? —Anthony sonrió ladeando su rostro.
—Por tu mente.
—A mi hermano mayor siempre le dieron miedo mis ideas, los inventos que llegue a crear. Algunos los destruyó... no en mala fe, aclaro. Lo ponían muy nervioso. También a otros habitantes de la isla, solo mi padre me sonreía y decía "sigue así, Tony, puedes hacer aún más".
—¿Tony?
—Es como me llaman de cariño. ¿Tú no tienes un nombre así? ¿Kalito?
—No.
—¡Oh, vamos! Debe ser.
—No.
—Lo que sucede es que sientes vergüenza de decírmelo. No hay por qué. ¿Has visto a mi alrededor? No tengo a quién contárselo.
—Es que en verdad no poseo un nombre así, aunque el tuyo es agradable. Tony.
Anthony rió, mirando a Kal antes de negar apenas. Pet despertó con un bostezo, tomó un poco de agua y comió unos bichos que el Kryptoniano había cazado para él. Una vez que habló con esos lagartos, continuaron arrastrando al gigante con ellos. Realmente estaba noqueado, de hecho, parecía dormir como no lo hubiera hecho antes. Lo dejaron con Krypto una vez que vieron a lo lejos esos largos vigilantes de piedra sosteniendo estrellas sobre su espalda. Los protectores del Puerto de Xandar. Anthony comprobó las palabras de Jor-El cuando su hijo entró con él al muelle. Todos evadían la mirada del Kryptoniano, incluso algunos huían de su camino o lo esquivaban aprisa. Por eso es que dieron pronto con su nuevo guardián, un hombre igual que Al-Freth, delgado, alto, de rasgo finos y una mirada bondadosa como su sonrisa al acercarse.
—Amo Anthony.
—¿Tú eres Jarv?
—Es así como la magia me nombró. Kal-El, supongo que un pago en monedas sería una ofensa a su noble acción.
—Supones bien, Jarv. Mi padre me pidió acompañar a Anthony con su grupo hasta este puerto.
—¿Grupo? Solo veo a esa pequeña araña dormilona.
—Oh, hay un... —Anthony se rascó su turbante— No sé cómo decirlo.
—Un gigante de piel verde que duerme en una camilla que mi caballo arrastra —dijo Kal por él.
—No creo que sea gigante, ni que tenga la piel verde.
—Tienes que verlo, Jarv, en serio —Anthony rió, alzando sus manos— Es...
—¿Cómo él?
Jarv apuntó detrás de ellos, obligándolos a girarse. Un desconcertado hombre de cabellos negros ensortijados miraba a todos lados, sujeto a las riendas del caballo de Kal-El con Krypto a su lado. Usaba la capa gruesa de cuello peludo del joven guerrero como manto porque estaba desnudo y descalzo. Anthony dejó caer su mandíbula, siendo el primero en alcanzarle.
—¡Tú...! ¿Cómo...?
—¿Tú me salvaste?
—Am, bueno con ayuda de aquel muchacho tan fuerte y propio, se llama Kal.
—¿Por qué lo hicieron?
—Eres un humano. ¿Tienes un nombre?
—Mi nombre humano fue... Bryce, de Banner. Era criador de plantas medicinales... siento que fue hace tanto. Lo es. No conozco este sitio.
—Bueno, Bryce de Banner. No sabes cuánto me alegra que estés de vuelta y no seas esa cosa verde que todo aplasta. ¿Te gustaría unirte a mí en un viaje sin sentido a una tierra desconocida para una misión sin un objetivo claro?
El humano rió, en sus ojos se alcanzaba ver un ligero tono verde. —No tengo nada que perder.
—La Milano está por llegar —anunció Jarv, llegando a ellos igual que Kal a quien miró— El ofrecimiento también se extiende a usted, mi señor. Todavía hay peligro y un Kryptoniano sería la diferencia.
—¡Sí! ¡Vamos, Kal! De todos modos, si has esperado por tu Primus Mirum, ¿qué diferencia hace unos cuantos días? Luego puedes regresar... o puede que nosotros te ayudemos ahora.
Kal-El observó a todos, meditándolo. —Rao así lo quiere.
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