Un trono maldito
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Un trono maldito.
"Por la ignorancia nos equivocamos, y por las equivocaciones aprendemos."
Proverbio romano.
Logan no podía creer lo que estaba atestiguando, se talló sus ojos para asegurarse de que no se había quedado dormido luego de beber tanto vino. Ese pequeño grupo de unicornios siendo protegido por nada menos que un Meta Humano. Había olfateado a lo lejos la presencia de un Inquisidor, el Templo había soltado a todos sus perros bajo el pretexto de la Cornucopia y la emigración de criaturas mágicas se hizo todo un caos para evadirlos. Logan había llevado a los asustados unicornios rumbo al Bosque Rojo, un lugar donde esos sabuesos no entraban, y de ahí peregrinar hasta la frontera con Namoria Atlantis para torcer hacia el Bosque de la Dríadas. Casi lo habían logrado de no ser por otro estúpido Inquisidor a quien el llamado Wolverine tuvo que matar, obteniendo unas dolorosas heridas a cambio de su victoria.
Fue justo cuando apareció aquel mago, había escuchado de él por rumores que decían que tenía un romance con su rey. Algo nada raro entre ellos solamente para ganar más poder, la diferencia estaba en que aparentemente esos dos estaban uniendo fuerzas para rebelarse contra el Templo, al menos eso se lo había comentado Charles en uno de sus encuentros. El otro Meta Humano se acercó a él, tendiéndolo una bota de agua para que bebiera mientras los unicornios descansaban protegidos por un escudo de invisibilidad. Tomó la bota porque realmente tenía sed, su anterior combate lo había dejado deshidratado y eso lo tenía de mal humor. Miró esa máscara que cubría la mitad superior del mago con unos pequeños cuernos.
—¿Qué es lo que quieres a cambio de tu ayuda?
—Puedo curarte, sé hacerlo.
—No necesito que el jodido Diablo Sin Miedo me atienda, mi piel sana por sí misma.
—Y duele mientras tanto. Déjame...
—No.
—El encanto del Edén sin duda es de leyenda.
—¿No estás demasiado lejos de tu terruño?
—Creo que no has escuchado las últimas noticias, Latveria ha invitado a todo el mundo a su Cornucopia.
—Pues a mi no me llegó la invitación.
—Seguro se acercó a ti y lo asaste en el fuego con todo e invitación.
—El humor no es lo tuyo, Murdock.
El mago del Reino Santo de Manhattan se puso en cuclillas para verle -eso era un decir, pues era ciego- con una sonrisa calmada.
—Los unicornios están demasiado asustados, no podrás llevarlos tan lejos a menos que tengas un transporte más veloz que tus cortas piernas.
—¿Tú quieres que te arranque la lengua, cierto?
—Creo que el Inquisidor que mataste llamó antes a otros hombres. No estoy del todo seguro, pero me parece que no son del tipo que hemos visto.
—¿Qué? ¿Los ves en tu mente?
—Los escucho —rio Matthew— Son extremadamente sigilosos, más para la tierra es como si anduvieran con mil bardos cantando delante de ellos.
—Me las arreglaré, puedes largarte.
—Voy a escoltarte, o habré faltado a la palabra de mi rey.
—¿Tu amante?
Murdock negó con una risa ahogada. —Lo que mejor le plazca a tu mente, Logan.
Gruñendo por esa mano que intentó buscarle para darle apoyo y que rechazó caminando aprisa, el mago del Edén fue con los inquietos caballos en dirección Oeste, buscando uno de los portales élficos que los transportara rápidamente hacia el Bosque de las Dríadas, el cual pronto dejaría de gozar de su inmunidad una vez que detectaran que ahí estaban concentrándose las últimas criaturas mágicas. Tal como se lo dijo a Matthew, Logan sanó para cuando alcanzaron un pequeño bosque de tronos delgados, aunque altos. Ambos impusieron sus manos a los unicornios para levantar un escudo de invisibilidad al percibir, uno por el olfato y otro por el oído que algo muy veloz se acercaba.
Logan sacó sus garras, cortando un trozo de rama firme y verde lo suficientemente flexible para dar unos buenos azotes al corredor que se aproximó en un parpadeo a donde estaban ellos. Murdock chasqueó su lengua, como esperando algo antes de saltar alto y lanzar el par de bastones que usaba como armas mágicas, lanzándolos hacia la nada aparentemente. Una brisa evadió el primero igual que el segundo, más no pudo con el fuetazo que fue a parar a su cara por un buen Wolverine agazapado. Las garras de Logan rasgaron las telas del cuello de la camisa de Pietro Magnus al tumbarlo al suelo, gruñéndole en señal de que no tendría más oportunidades de moverse si no quería rasgarse el cuello. Matthew volvió luego de recuperar sus bastones. Una patada bien dada de Pietro en la cabeza de Logan lo desequilibró lo suficiente para zafarse y entrar en un combate de dos magos contra uno.
—¡Ustedes...! ¡Esperen!
Pietro no fue escuchado, rodeado por un par de diestros Meta Humanos quienes no solo sabían dominar sus mejores hechizos sino también eran buenos en combate cuerpo a cuerpo. Pasto y hojas se levantaron entre las carreras del joven rey con los ataques de ambos.
—¡Tregua! —jadeó el joven de cabellos blancos— Esto no tiene que ser así.
—Tienes razón —Logan entrecerró sus ojos con una sonrisa— Será mejor.
—No voy a atacarte más.
—De eso no me cabe duda alguna.
Tanto Matthew como Logan saltaron lejos de Pietro, quien desplegó un escudo mágico para protegerse y que poco le valió porque de nada sirvió cuando un mazo con picos llegó en picada hacia él, rompiéndolo antes de estrellarse en el pecho del muchacho, lanzándolo lejos entre árboles rotos por el choque.
—Gracias —Logan miró de arriba abajo a la recién aparecida, silbando— Había olvidado lo imponentes que son los Thanagarianos.
—Mi señora, gracias por auxiliarnos —Murdock hizo una reverencia educada.
Shayera los miró, volviéndose hacia donde Pietro había desaparecido. —Sobrevivirá, no lo golpee tan fuerte.
—¿Podemos saber mejor qué hace una guerrera de élite en Tierra Santa? —quiso saber el mago de Manhattan.
—Tiempos oscuros vienen, todas las criaturas necesitan estar en el Edén, o al menos en el Bosque de las Dríadas. He venido a apresurarlos.
—Son noticias funestas, tomando en cuenta lo sucedido con las Amazonas y la esposa del Gran Maestre.
—Creí que los halcones de Tierra de Arenas Infinitas servían fielmente al Jerife —Logan se cruzó de brazos.
—No —replicó Shayera— ¿Qué más han escuchado recientemente sobre mi pueblo?
—¿Qué aun no se ha movido de sus montañas para ir a detener a las Amazonas? —insistió Logan.
—¿Sólo eso?
—¿Debe pasar algo más? —preguntó Murdock.
La chica halcón le miró largo y en silencio con una expresión neutral sin decir mucho, o bien no quiso decirlo, mirando su mazo antes que a los unicornios. —Llevaré estas criaturas sagradas a mejor resguardo. Ustedes pueden seguir buscando más seres del mundo antiguo.
—Sí, bueno pues tú...
—Lo haremos —sonrió Matthew, cortando el alegato de Logan— Entonces me despido, tengo que prevenir además a mi rey.
—Tú —Shayera apuntó al otro mago con su mazo— Atiende al polluelo.
—¿Qué? ¿Pues no es enemigo común?
—A mí no me ha hecho algo, ¿a ti?
—...
—Entonces no lo dejes así. No somos peores que ellos.
—Olvidaba lo mandones que son ustedes los Thanagarianos.
—Y los del Edén tan orgullosos.
—...
—Te veré en el Bosque de las Dríadas.
—Sí, claro, no hay de qué, yo traje a los... —Logan dio un manotazo al aire, la chica halcón ya había desaparecido con los unicornios— Maldita sea.
De mala gana, caminó hasta el hueco donde yacía inconsciente Pietro, con su pecho abierto sangrando. Si aquello no había sido un golpe en serio, no quiso pensar qué haría ese mazo cuando realmente deseaba asesinar a su víctima. Logan se puso en cuclillas, meditando seriamente en dejarlo ahí desangrándose. Sería un enemigo menos. Las palabras de Shayera vinieron a su mente, haciéndole gruñir porque en su interior, pese a que odiaba a todos los magos del Templo con su Ley, era cierto que no podía dejarlo morir solo en ese bosque. Ellos no eran así. Rodó sus ojos, poniéndose de pie para tomar al muchacho como un costal de papas que echó sobre su hombro y hacer un portal que lo llevara directo al palacio de Genosha.
Ya esperaba la reacción, de guardias rodeándole en cuanto apareció frente a las puertas del palacio de piedra amarillenta. Una corte de magos con menos talentos apareciendo dispuestos a atacarle primero, y luego dejándole pasar cuando vieron lo que llevaba en un hombro. Puso a Pietro en su cama, caminando un largo trecho escoltado siempre por todo ese grupo de miedosos Meta Humanos. Luego de llamar a alguien para que atendiera al joven rey, se dio la media vuelta para salir y marcharse, pero una mujer ya más madura le detuvo. Fue la primera en ofrecerle una sonrisa cordial que era sincera, sin miedo en sus ojos o esa malicia que todos los magos del Templo solían tener en sus miradas.
—Espera, al menos hasta que él esté despierto.
—¿Y eso para qué? ¿Para que les diga que yo fui quien lo atacó y puedan matarme sin remordimiento?
La maga negó. —Tan solo espera, mi señor. Es un favor que humildemente te pido.
Con un gruñido de desesperación y resignación combinados, Logan aceptó, siguiendo a la mujer quien le dio la sensación conocía a Pietro lo suficiente para hablar así. Fue a una sala donde lo dejaron en paz con todo y sus ropas maltrechas, ofreciéndole una jarra de vino con algo de frutas en una charola que ignoró por completo, dedicándose a la bebida. Se quedó dormido por un corto tiempo, despertando cuando la mano de aquella mujer le sacudió con otra de esas sonrisas a las que le era imposible corresponderle con alguna grosería.
—Mi señor quiere verte.
—¿A mí?
—A ti.
Aquella mujer no mintió. Pietro estaba recostado en su amplia cama con sus cuatro postes cubiertos por telares que abrió para verle, tomando asiento en la orilla sin preguntarle cuando el muchacho abrió sus ojos para verle, torciendo una sonrisa a su gesto descarado.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó Logan.
—Darte las gracias, no tenías que traerme y lo hiciste.
—Bueno, eso se lo debes a alguien más. ¿Ya puedo irme?
—Logan... no soy lo que piensas, cuando fui a verlos, era para advertirles que se movieran porque hay alguien más entre las sombras. No he podido identificarlos del todo, son... muy buenos escondiéndose.
—Qué buen truco, Pietro Magnus, rey del Reino Santo de Genosha.
—Que muera yo si te miento.
Logan rodó sus ojos, suspirando hondo. —Tal vez confundiste otros magos del Edén con...
—No, estos no eran magos del Edén, eran algo más. Solo que... —Pietro desvió su mirada hacia el ventanal, apretando las finas sábanas que le cubrían— Siempre he admirado a mi padre y eso no es ninguna sorpresa, me parece un hombre formidable que erigió una nueva era. Con métodos cuestionables, por supuesto, pero lo hizo. Hubo paz en Tierra Santa luego de tantos siglos de guerra que parecieron solo meses, quizá por ello todos lo toman a la ligera. Tristemente, no soy como mi padre, ni como mi madre. En un principio llegué a pensar en que mi padre me envió a Genosha para deshacerse de mí porque era incontrolable a sus órdenes. Después me pareció que todo era una treta de mi madre. Como sea, nunca fue una decisión mía y cada que me sentaba en ese trono de piedra mirando el balcón abierto del gran salón, al sentir el aire gélido de la Garra de Hielo, me decía que este no era mi lugar.
—¿Cómo no va a suceder eso si pones el trasero sobre los restos de los dragones? —espetó Logan, señalando hacia afuera— Genosha se levantó del cementerio de dragones que tu lindo padre creó luego de enviar a cazarlos todos. Claro que sus espíritus y sus esencias te dicen que este no es tu lugar, llevas la sangre de quien causó su destrucción. No es ninguna de tus divagaciones filosóficas, es el rechazo de la tierra que no te ganaste con el sudor de tu frente.
—Tú tampoco lo hiciste con el Edén.
—Ah, ¿sí? —las garras aparecieron— Te recuerdo que no habías nacido para entonces, y lo que cuentan en el Templo es básicamente mierda.
Pietro rio un poco, quejándose bajito. —Auch.
—Debes descansar, esta charla ilustrativa...
—Espera —una mano rápida del joven atrapó la de Logan— No he terminado, quiero ayudarlos. A lo que están haciendo.
—Debes estar alucinando por la medicina que te dieron.
—Estoy más lúcido que nunca. Tienes razón en lo de los dragones, por eso sé que simplemente ser el rey de Genosha no cambiará nada. Debo hacer algo más, algo que realmente sea... bueno.
Logan chasqueó su lengua, casi a punto de carcajearse. —¿Sí?
—Voy a emancipar Genosha, y me uniré al Edén.
—¿Qué? Pero tú sí que...
—Con o sin tu ayuda lo haré. Eso me costará hasta la muerte y el desprecio total de mi familia. Bueno, no soy tan genial como Wanda ni fuerte como mi padre. No se me extrañará.
—Tú estás buscando que diga algo lo suficientemente comprometedor para que tu lindo papi destruya nuestra isla.
El muchacho negó, soltándole. —Soy sincero. Logan, mis magos te hubieran matado cuando apareciste, ¿no se te hizo demasiado sencillo el venir a botarme a esta cama?
—Bueno, ahora que lo dices, sí.
—Porque ya les he comunicado mi deseo y están conmigo. No somos los más fuertes y estamos ubicados en la peor posición, más algo haremos de diferencia, ¿no te parece?
—¿Quién más te apoya? Este reino no está solo en eso, ¿verdad?
Pietro se acomodó en la almohada, riendo divertido antes de responderle, mirándole a los ojos para que viera la sinceridad en sus palabras.
—El Reino Santo de Manhattan, aunque el rey es algo... particular. Y el Reino Santo de Azul.
—Los tres más pobres.
—Creí que ese era Asgard.
—Hay algo que sí pueden hacer.
—¿Y eso qué es?
—Prestar barcos.
—¿Entonces si me aceptarás?
Una mano de Logan despeinó al joven rey, poniéndose de pie y acomodándose sus ropas como si fuesen muy finas.
—Veré que eres capaz de hacer. Pietro Magnus, estas garras hacen más que dejar marcas o perforar músculos. Donde vea un solo atisbo de traición, ni el Gran Maestre podrá salvarte.
—Me ganaré tu confianza.
—Ahora sí me largo. Buen vino, algo seco pero estas tierras son secas.
—Extrañamente secas para estar tan al Norte.
—Los dragones, mocoso.
—Gracias, Logan. Gracias por todo.
—Sí, en fin, adiós su Inocente Majestad.
Lo más curioso de todo aquel asunto era que las palabras de aquel tonto habían sido sinceras por más que Logan había usado sus mejores trucos para descubrirlo. Solo quedaba ver si esos tres reinos en verdad iban a rebelarse ante el poder del Templo. Quedaba la Cornucopia de Latveria, como primera parte al momento de desventura que iba a seguir. Logan se llevó una bota de vino en recompensa por haber salvado al rey de Genosha, saliendo a paso firme del palacio en dirección hacia el Bosque de las Dríadas. Ya había pasado demasiado tiempo fuera del Edén y extrañaba estar de vuelta en su hogar. De pronto se dio cuenta que no había pensado ya en Charles, lo cual lo dejo un poco consternado cuando diario escapaba su mente hacia su figura. Encogiéndose de hombros, no le dio importancia, tampoco era que la tuviera mucho. No era alguien que se aferrara a esas situaciones, ni que las deseara para siempre en su vida, tenía ya suficiente salvando traseros mágicos.
Aquel Meta Humano tan huraño realmente esperó a que se hubieran salvado si no todas al menos la gran parte de las criaturas mágicas. Las primeras peregrinaciones hacia Latveria comenzaban, todos querían un lugar privilegiado para atestiguar el encuentro de enemigos. Era inevitable, no se podía negar un Primus Mirum de ese calibre porque sería condenar todo el mundo a la catástrofe. Para Logan era también como la última fiesta donde podía ocurrir un milagro o el perfecto desastre que acabaría con todos. Todo dependía de lo que el resto de los involucrados en el reciente conflicto tuvieran que decirse a la cara. Quizá estaba prohibido el insultarse o agredirse, pero se podían insinuar cosas, sobre todo si se tenía la astucia para ello. Él también estaría en esa fiesta, tenía que proteger a Charles porque el muy idiota no tenía instinto de preservación y no sería justo que Lilandra cargara con eso.
Sus pasos lo llevaron lejos, de nuevo con la frontera con el Bosque Rojo en donde se quedó, pensativo a sus siguientes movimientos. Recordó las palabras de Pietro sobre alguien más siguiéndoles. No había percibido nada realmente extraño, más ahora no se confiaba. Tendría que poner más trampas para asegurarse de que no estaban espiando sus andares. Recapitulando sobre los recursos que poseía en esos momentos para cubrirse, escuchó unos pasos lejanos al bosque, más bien cercanos a la frontera del Reino Santo de Costera donde gobernaba el hermano -o medio hermano- de Charles. Un hombre que era justo lo que Erik esperaba de sus magos. Prestó más atención a quien andaba porque su aroma se le hizo conocido, abriendo sus ojos antes de echar a correr lo más pronto que pudo para alcanzarle.
—¡Dawid!
El muchacho se detuvo, estaba sentado sobre un cúmulo de rocas de un páramo seco cuando Logan al fin le vio, extrañado de encontrarlo ahí. Solo, sin vigilancia.
—¿Y Charles?
Dawid gruñó, girando su rostro hacia el reino al Oeste. —Estoy harto.
Logan pensó sus siguientes palabras, un escalofrío recorrió su espalda y eso solamente había sucedido contadas veces en su larga vida. Dawid no estaba bien, se le veía mucho más serio, peligroso. No era el jovencito educado y cordial que todos conocían en el Edén.
—Es peligro andar solo por estas tierras que no conoces, puedo ayudarte.
—No.
—Dawid...
—¡He dicho que no! —rugió el chico, volviéndose a Logan con ojos rojizos y brillantes. Una onda de choque se expandió por las rocas, dejando el suelo con tierra seca sin un rastro del pasto que había estado ahí. Dawid jadeó, llevándose una mano a la cabeza— Quiero... quiero hacer esto solo, por favor, Logan.
—Hay mucha gente y muchos seres en este continente que no dudarán en asesinarte. Yo no desconfío de ti, Dawid, son ellos los que me preocupan. Charles debe estar buscándote.
—Anthony se marchó, debe estar vivo. Si él pudo, yo también.
Hubo un corto silencio antes de que Logan lanzara una manzana al muchacho, distrayéndolo un poco para subirse a las rocas con él, mirando hacia el reino de Costera.
—Ambos heredaron lo idiotas de su padre.
—Jan también se fue, porque un elfo lo necesitaba. Eso me dijeron, pero ya no volvió.
—Salir del Edén es un riesgo muy alto, Dawid.
—A ti no parece importarte.
—Hace mucho que vivir ya no me importa —concedió Logan, observándole— Así que todo me da igual. No seas como yo.
Dawid rio, mordiendo la manzana. —Suenas como un padre.
—Soy lo suficientemente viejo para serlo, pero lo mío no es cambiar pañales.
—¿En qué eres bueno?
—Hacer lo que nadie espera, ni lo que nadie se atreve.
—No entiendo eso.
—Oh, la manzana tenía un gusano.
Cuando el joven inclinó su cabeza, Logan le dio un golpe certero que lo dejó inconsciente. La manzana rodó hacia abajo, llenándose de polvo mientras el mago tomaba al chico entre sus brazos. Tenía que ir con Lilandra por una bebida de los árboles padres para calmarlo.
Porque una sola idiotez que alguien hiciera, desataría el fin de todos.
—Maldita sea, siempre yo —se quejó Logan, desapareciendo de ahí.
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