Susurros al rey loco (Interludio)

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.



***


Susurros al rey loco.



Los hombres eran muy fáciles de manipular.

Él lo sabía porque había sido uno.



Susurrarle las palabras adecuadas a ese nuevo rey en el tiempo y lugar preciso no fue tan difícil, como tampoco debía estar detrás de aquel monarca que con el paso de los años estaría listo para el final, cuando sus súbditos hicieran el trabajo final. Finalmente, ahí estaba, escribiendo a toda prisa y era cierto porque la vida estaba escapándosele tan rápido como la cera de las velas que le rodeaban en su pequeño castillo. La última voluntad del rey de Latveria para las futuras generaciones de la Casa Doom. Ellos tenían una excelente adoración a la magia, la aceptaban sin problemas y eran capaces de hacer todo lo posible por no perder su contacto ni el poder que les otorgaba.

Los pliegos de papel caían, enroscándose para volver a su forma inicial antes de que esa mano huesuda y temblorosa los hubiera sacado de su contenedor a un lado de la larga mesa sucia entre tinta, restos de comida olvidada y varios Grimorium abiertos. El rey susurraba cosas para sí mismo, deteniéndose solamente para verle, como pidiendo su autorización para esa idea nueva que ese frenesí inducido por magia le hacía pensar. Asintió, con una sonrisa, sus manos detrás de la espalda observando por la ventana algo roída por el tiempo y las polillas. Afuera, los lacayos y magos inferiores al servicio del rey loco murmuraban entre sí preocupados de que su señor llevara días encerrado, hablando con alguien que no existía sin dejar de pedir más y más papel.

—¡Cera! ¡Traedme cera! —gritó el rey, azotando su anillo contra ese pequeño chorro de cera caliente que cerraba uno de los pliegos escritos.

Unos relámpagos formaron un círculo, dejando pasar a Eobard Thawne, quien se detuvo a observar al hombre con su corona mal puesta, sus cabellos canosos revueltos como su larga barba y ese camisón manchado que le cubría hasta las rodillas temblorosas.

—Se ha tomado en serio su labor —dijo Eobard luego de su inspección.

—No esperaba menos, ¿le has mostrado al Naga lo que te pedí?

—Hecho está.

El rey jadeó, buscando otros papeles, más finos, pero más gruesos para escribir. Volvió a levantar su mirada hacia él. No pudo evitar sonreírle, acercándose.

—Este Sello de Latveria es especial. Es para la Cornucopia.

—La Cornucopia —repitió febril el hombre, escribiendo.

—Cuando el cumpleaños de la reina madre coincida con el de Latveria, y la coronación del joven rey, entonces habrá una Cornucopia como ninguna otra.

—Como ninguna otra.

—Latveria invitará a todos, amigos, enemigos, magos, monstruos, enanos, elfos...

—Todos.

—Tres días de fiesta, por tres celebraciones. Sin guerras, sin sangre derramada, no injurias ni daños.

—Ni daños.

—Nadie sabe cuántos hay ni qué se espera de esos tiempos, por eso, será un Primus Mirum.

—Primus Mirum.

—Que la muerte vaya a todo aquel invitado que rompa la promesa.

—Muerte. Promesa.

—Es la voluntad del rey de Latveria.

—Sí, sí...

Thawne bufó despectivo, observando cómo el rey terminaba de escribir su aparente voluntad en el pergamino especial. Se giró a él, arqueando una ceja.

—¿Ya has pedido la protección de Latveria?

—Por supuesto.

—Entonces debemos proceder —Eobard pareció girarse y desapareció entre estelas multicolor y rayos, una ilusión de un instante, apareciendo de nuevo con una figura a su lado.

—Talon —llamó él a ese rostro de búho blanco— Deberán erradicar toda amenaza a los elfos en este territorio, que ninguna magia ajena a Latveria toque esta tierra. Necesito su pureza como la sangre derramada de los Meta Humanos.

El asesino hizo una reverencia con un puño en su pecho y desapareció con Eobard quien regresó tan veloz como se había desaparecido.

—Pensaría que no deseabas el nacimiento de los Niños del Cometa.

—Claro que lo deseo, evitar esa suerte me volverá a llevar al sueño largo. No tenemos por qué nadar contra corriente.

—Mejor controlarla —sonrió el Sembrador del Miedo.

—No podemos arriesgar nuestro poder en el futuro, el Inmortal nacerá por ellos dos.

—Y por eso hay que despertar al Niño de la Profecía.

—Cada pieza en su lugar. Él los asesinará cuando ellos no puedan atacarlo.

—Y si falla... nosotros estaremos ahí para corregir el error.

—Exterminando a los Niños del Cometa, el Inmortal desaparecerá de todo tiempo. Nosotros seremos libres para gobernar.

—Y adoro hacerlo —Eobard miró al rey, agotado casi desmayado sobre la mesa. Sus dedos estaban sangrando de tanto escribir— Adoro el futuro.

—Las mentiras serán descubiertas, las traiciones y culpas reveladas.

—Son tan patéticamente predecibles, sus miedos tan dolorosamente manipulables.

—Debes asegurarte que el velocista no vaya a sospechar. Es esencial su participación en todo esto.

—Tengo listo su disparador.

—¿Jordan?

Thawne asintió, retirando unos mechones blancos del rostro sudoroso del rey semi dormido.

—¿Estarás en la fiesta?

—No, es esencial que sigan sin saber de mí.

—¿Ni siquiera por curiosidad?

—Te tengo a ti para eso. Lo que me recuerda que aún tienes trabajo qué hacer.

—Siempre hay tiempo —Eobard Thawne sonrió, sacando de su cinturón un frasco de Gotas Sacras— Siempre hay tiempo.

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