Reencuentros

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.


***


Reencuentros.


"El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura cuando el peligro sobrepuja a la esperanza."

Miguel de Cervantes.


Bruce no pudo evitar sonreír ante el pequeño pero hermoso truco de magia que Loki le mostró en la mañana que zarparon rumbo a Latveria. El Naga había tomado un poco de agua de mar entre sus manos y había soplado con un hechizo que convirtió el líquido en un gracioso perro que brincoteó sobre las manos de Bruce antes de volver al agua. Al-Freth rio a su lado, los tres sentados cerca de la proa mientras los Devastadores ajustaban las velas con un excelente viento para ir más aprisa.

—¿Te ha gustado?

—Mucho, tu magia es... natural.

—Así es cuando dejas que fluya —Loki le guiñó un ojo a Bruce.

—Ya me has dado muchas cosas: los petirrojos, tu compañía como la de Fenrir. No sé cómo voy a...

—Sshh, no, no digas nada de eso, mi niño. Es un placer para mí. Al-Freth debe entenderlo.

—Para nosotros la dicha no está en la recompensa sino en el obsequio, Amo Bruce.

—Todavía es algo extraño para mí.

—Ya te acostumbrarás.

—Como al Kryptoniano.

Eso hizo gruñir a Loki, haciendo que Bruce bufara divertido. Kal-El estaba frente a ellos, hablando con su padre quien se les había unido en el barco con otros guerreros. La reina Amazona iba en otro navío a su lado. Bruce ya estaba al tanto de la actitud del Naga hacia Kal-El, esa posesividad que impedía que alguien se le acercara salvo Al-Freth o los petirrojos, algo que agradecía si bien a veces le parecía exagerado. Su guardián le explicó que Loki había perdido seres amados y su hogar con una vida muy amarga, tales experiencias ahora lo hacían tan aprehensivo con él. Y eso estaba en claro conflicto con la determinación de acero que poseía el hijo de Jor-El, nada intimidado ante las sutiles amenazas del Naga.

Ya enterado por el líder de los Kryptonianos sobre el Primus Mirum que hiciera su padre, Bruce estaba consciente de que Kal-El podía pedirle cualquier cosa pese a la promesa de aquel guerrero de no forzarlo en nada porque no eran los principios de su pueblo. Bruce le pertenecía, aunque Jor-El dijera que eso solamente era una forma de expresar el Primus Mirum, lo cierto es que ninguno podía romper aquel derecho o más desgracias iban a caer sobre ellos. El joven guerrero le daba su espacio, atento a lo que pudiera necesitar o vigilando sus alrededores luego de la experiencia que tuvieron en Ciudad Gorila. Navegando con las Amazonas estaban mejor protegidos, eso sin mencionar a los Devastadores, quienes también eran de temer, por algo eran el dolor de cabeza de Black Manta.

—Me siento muy raro usando estas ropas —comentó Bartholomew, mirándose.

—Te ves bien, como si fueses uno de nosotros —le dijo Hal con una media sonrisa— ¿Estás seguro de que naciste en Tierra Santa?

—Claro.

Se habían llevado los mejores mantos y joyas que encontraron en la fortaleza del Emir Ra's Al Ghul. Hal-reld había tenido razón al decir que eso lejos de ofenderlo, lo llenaría de orgullo porque si algo tenía era que gustaba de presumir que tanto él como su Legión de Asesinos tenían vestimentas dignas de su rango. Bruce estuvo de acuerdo, pues en el poco tiempo que estuvo con el Emir, todas sus ropas siempre fueron mantos de la mejor calidad igual que la comida. De cierta manera, serían como los invitados de Ra's Al Ghul, lo que los protegía la promesa de la Cornucopia de Latveria.

—¿Está emocionado de conocer Tierra Santa, joven amo?

—Creo que no, Al-Freth, no al menos de esta forma —se sinceró el muchacho, mirando a sus petirrojos limpiar sus plumas. Jason estaba sobre un barril, más alejado. Desde que despertara en el pozo era más huraño, pero nunca se alejaba.

—Sé que los tiempos no son los mejores, pero aún puede disfrutar de la fiesta.

—¿Estará Anthony ahí?

—Debe estarlo esperando muy ansioso.

Bruce sonrió, acariciando la cabecita de Timoth. —¿Qué se supone haré con Kal-El?

—Lo que usted quiera hacer, Amo Bruce. Es imposible romper el Primus Mirum a menos que desee la perdición de nosotros y el pueblo Kryptoniano, pero Jor-El le ha dado la libertad de elegir qué puede darle a su hijo.

—No sé si tengo algo para dar.

—Eso debe dejarlo al tiempo, mi joven amo.

—¿Y a Loki?

Al-Freth rio. —Yo no me confiaría mucho. Ese Inquisidor es un buen distractor.

Los dos miraron a Dzor, charlando en confidencia con el Naga, quien parecía no prestarle atención, sin embargo, sus gestos decían otra cosa. Fenrir estaba encantado con el Inquisidor, como si lo conociera de toda la vida, así que casi siempre estaba a su lado salvo cuando Loki lo llamaba. Bruce ya había notado esos roces de manos entre Dzor y Loki, sus miradas y tal vez uno que otro beso a escondidas porque su protector era diez veces más orgulloso que él para aceptar que el rubio estuviera ganando terreno en el corazón del Naga. Y no eran los únicos así. Algo comenzaba a suceder entre Hal-reld y Barthy, la seriedad del primero estaba cediendo ante las excentricidades del segundo. También los había visto quedarse callados, mirándose unos instantes antes de irse cada quien por su lado.

Mitad curiosidad, mitad envidia, Bruce quería saber qué se sentía todas esas miradas, toques y momentos así y tenía a nada menos que un fiero guerrero para ello. Kal-El era amable, incluso dulce para alguien que podía hacerle frente al Príncipe de la Eterna Sonrisa sin siquiera despeinarse. No estaba muy acostumbrado a esas maneras tan atentas de la misma forma que le estaba costando no rechazar la protección casi demente de Loki. La verdad era que, entre todas esas atenciones, no sentía tanto ese vacío que había dejado la muerte de sus padres. Ya se había acostumbrado a despertar con el canto de sus petirrojos, perseguir a Jason por el barco cuando no quería volver a su caja e incluso había echado mucho de menos la presencia de Al-Freth, su forma de estar pendiente de sus necesidades y sus consejos.

—¿Qué tanto piensas, Bruce? —le preguntó Bartholomew, comiendo un trozo de ave que seguro había hurtado de nuevo de la cocina.

—En la fiesta.

—Pues será una fiesta como todas, solo que más grande con mucha gente y ojos viendo todo. Ya debes saberlo.

—¿Qué debo saber?

—Sobre las fiestas —Barthy arqueó una ceja— ¿Fiestas?

Bruce negó. —Nunca he estado en una.

—Por los ancestros de Charles Xavier, no estés bromeando.

—Es verdad.

—¿Nunca has estado...? ¿Qué hay con tus cumpleaños?

El joven se encogió de hombros, solamente habían sido regalos y una cena preparada con mucha dedicación.

—Que me jodan.

—Barthy.

—Lo siento, ¡no puedo creerlo! Eso explica muchas cosas.

—¿Qué?

—Mmmm, veamos... ¡hey, Kal-El! Ven aquí.

Fue un momento de suerte, porque Al-Freth le había pedido ayuda a Loki con la comida para todos los tripulantes, así que el Kryptoniano tuvo camino libre para estar con él. Fenrir era el sustituto, pero estaba demasiado distraído jugando con Dzor. Kal-El sonrió, caminando a ellos en esa banca pegada a la pared en el cuarto donde estaban, una suerte de sala de descanso. Bruce le miró acercarse, a paso seguro, tomando lugar a su lado, quedando entre Bartholomew y él.

—¿En qué puedo ayudarlos?

—¿Tú sí has estado en fiestas?

—Hemos tenido algunas en la tundra.

—Oh, qué bien. Bruce no sabe lo que es una fiesta.

—¿Eso es cierto?

—No estoy mintiendo —respondió el muchacho.

—Que desafortunado, son momentos de dicha que sirven para arreglar malos entendidos o bien olvidar las amarguras por unas horas.

—Me gusta como lo has dicho, es lo que trataba de explicarle a Bruce —el mago se levantó, sacudiendo sus mantos— Tengo que ir por algo de comer, creo que iban a preparar unos postres. No tardo.

—Ese Meta Humano tiene por habilidad suprema el comer sin descanso —bromeó Kal, volviéndose a Bruce— Lamento que hayas tenido esas carencias en Ciudad Oscura.

—No importa, no viví infeliz.

—¿Y ahora? ¿Eres feliz?

—¿Por qué haces esa pregunta?

El Kryptoniano ladeó su rostro, alcanzando una de sus manos. —Porque me importas.

—Solo porque soy tu Primus Mirum.

—Es como la razón inicial, pero no la principal —replicó Kal, riendo al ver a Bruce fruncir su ceño— Admito que no hubiéramos cruzado caminos de no ser por la promesa de tu padre al mío, más doy gracias a Rao por ello. En nuestro pueblo sabemos apreciar a la gente desde que podemos verla de frente y yo he notado las muchas cualidades que tienes, ser un Niño del Cometa no están entre ellas por si lo estás pensando.

—Un poco —Bruce apretó sus labios, mirando esa mano fuerte que sujetaba la suya. Esa curiosidad, esa comezón por saber fue mayor. Tenía que hacerlo, podría ser su única oportunidad— ¿Kal?

—¿Qué sucede, Bruce?

—¿Qué esperas de mí... por esa promesa?

—Oh —la sonrisa del guerrero fue gentil, nada burlona— Me sinceraré diciéndote que esperaba algo como una espada de gran poder o algún tesoro que ni el propio Jerife tuviera. Cierto que eres un tesoro, de esa forma que pocas veces puede contemplarse. Al saber que tenía por Primus Mirum a un príncipe elfo, quien además resultaba ser un Niño del Cometa... fue algo que me contrarió. Todavía en estos momentos me pregunto si podré estar a tu altura, y por eso es que te digo lo siguiente: lo que espero de ti es solamente lo que tú desees obsequiarme, Bruce. Mi deber, como Kryptoniano, será siempre protegerte y cuidar de ti. No espero recompensa por ello, es mi decisión hacerlo así. Pero lo que tú quieras darme de buena fe, sin sentirlo como una obligación o una deuda, será para mí como una bendición del propio Rao.

—¿Tú no quieres...?

Kal arqueó ambas cejas. —¿Quiero...?

—No importa.

—Bruce —el Kryptoniano tomó su otra mano, haciendo que le mirara— Eres lindo como eres fiero. No voy a manchar tu persona con peticiones que te hagan sentir sucio, ¿comprendes?

—¿Y si quisiera compartirlo contigo?

—Solamente y solamente si estás del todo seguro. Es de mala suerte entre nosotros dar un regalo que provoque remordimientos.

—Tienen muchas reglas.

—Eso nos ha hecho fuertes, ya lo ves. ¿He borrado la inquietud de tu espíritu?

Bruce torció una pequeña sonrisa. —No sé si pueda lograr lo que esperan de mí, pero quisiera que no te apartaras cuando llegue ese momento.

—Ahí estaré, y habrán de matarme primero para lastimarte.

—Se supone que soy el que los salvará a todos.

—Y lo harás.

—Lamento si Loki es... tan aprehensivo.

El guerrero soltó una ligera risa. —De hecho, me gusta su desafío porque me demuestra que realmente le importas. Y me importa que haya seres dispuestos a ser tu nueva familia, probando mis intenciones.

—Eres muy extraño, Kal-El.

—Lo dice quien puede invocar a murciélagos a voluntad.

—¡Oigan! —Barthy volvió comiendo un pan— Deben ver esto.

Fueron a la proa, como el resto que también ya había notado el extraño fenómeno. Estaban en pleno océano, a punto de girar hacia el Norte y la vista de Tierra Santa aun estaba lejana, lo cual hizo más desconcertante el ver aquellas nubes comenzar a viajar hacia el continente con bandadas de aves en dirección contraria, como si estuvieran huyendo de algo. Bruce se giró a su guardián cuando llegó a su lado, observando aquel fenómeno.

—¿Qué es, Al-Freth?

—Un augurio, las aves sienten el peligro que comienza a acechar a Tierra Santa.

—Pero Barthy aún no pisa esas tierras —bromeó Hal-reld, ganándose una mirada de reproche de aquel.

Jor-El rió un poco, cruzando sus manos detrás de su espalda. —Es un signo que también verán todos aquellos que se acerquen a Latveria. Pero no permitan que la oscuridad que pueda traer esta visión se aloje en sus corazones. Sería darles ventaja a nuestros enemigos.

—Pues es que sí da miedo —murmuró Bartholomew.

—Nunca dije que no pudieran tenerlo. Solo que no lo tomen como una derrota de una pelea que aun no sucede. Vamos a presentarnos ante nuestros rivales, a seres que nos detestan. Querrán vernos temerosos, inseguros de nuestros pasos. Eso no debe suceder.

—Serán ellos los que teman, porque de ellos son las mentiras —sentenció Loki.

Miraron por un tiempo más esas nubes en color rojo marrón viajando hacia Tierra Santa antes de volver a sus asuntos. Tal como había dicho Jor-El, no podían darle importancia, no de momento. Pronto llegaría el momento de la confrontación y debían estar lo más unidos posible. A Bruce comenzaba a emocionarle la idea de poder volver a ver a Tony, sin duda ambos tendrían mucho de qué hablar al haber tomado caminos tan distintos. Y quería confirmar si su celoso Naga también sería tan sobreprotector con su amigo. Con el viento bendecido por los Atlanteanos, la ruta fue veloz, alcanzando prácticamente las naves de Black Manta. Para los Devastadores fue todo un deleite poder ver ciertos barcos dañados por los ataques de Arthur y su pueblo, bien merecido lo tenían. Como sucediera en tierra firme, en los océanos también hubo sangre inocente derramada cuando ese Meta Humano persiguió y cazó a las criaturas marinas.

Las playas de Latveria aparecieron de madrugada, trayendo la emoción que todos habían contenido. Como todos los invitados a la Cornucopia, recibieron su llave y registro, guiados hacia el Palacio. En el camino, los habitantes del reino salieron a verlos. Jamás se había sabido de una caravana donde Amazonas, Kryptonianos y Devastadores estuvieran juntos. Una noticia que iba a llegar a los oídos del rey muy pronto. Como la extraña presencia de un Inquisidor entre ellos, o de un mago del Edén... o del amado pupilo de Thaal Sinestro. Para Bruce fue sorprendente. En la Tundra Kryptoniana ya había tenido la oportunidad de admirar un bosque, o las montañas de Thanagar. Latveria sin duda se parecía más a lo que Al-Freth le contara sobre los reinos élficos.

Con los primeros rayos del sol tocando la punta de las cordilleras de Latveria, la enorme caravana llegó a la muralla del palacio. Para entonces, Bruce estaba siendo celosamente escoltado por Loki, Al-Freth, Kal-El y Bartholomew. A los costados iban la reina Hipólita, por un lado, y por el otro Jor-El. Cuando llegaron a los jardines, Bruce notó que de todos los que estaban alcanzándoles para verlos, hubo una figura muy lejana que estaba corriendo hacia ellos. Su rostro se iluminó y contrariando la orden del Naga de no separarse, bajó de un salto de su caballo, echando a correr hacia ese muchacho de ropas tan elegantes como las suyas en una hechura que gritaba Devastadores.

—¡BRUCEEEE!

—¡Tony!

Fue un abrazo que por nada los tumba a los dos al suelo, entre risas de júbilo antes de separarse para verse mutuamente.

—Lindas ropas —dijo Anthony.

—Tú no estás tan mal.

—Bruce... perdóname.

—¿Por qué?

Tony bajó su mirada. —Si yo no hubiera...

—No —le detuvo con una mano— Tú no eres culpable de eso, Tony.

—Me alegra tanto volver a verte.

—Y a mí.

Se dieron otro abrazo, riendo. Hipólita se acercó a Jor-El, susurrándole discretamente.

—¿Puedes sentirlo?

—Se nota, Majestad. Ve alrededor, las flores se abrieron por completo.

Loki también miraba el jardín, bajando de su caballo para ir hacia los dos jóvenes. Sus ojos de reptil captaron con mayor nitidez la magia desprendiéndose de ambos Niños del Cometa. La bondad innata que la tierra prefería a cualquier magia. Bruce se percató de su presencia cercana, caminando a él con Tony siendo tirado de una mano.

—Anthony, te presento a Loki Laufeyson.

—Señor —Anthony hizo una reverencia, quedándose quieto— Hay...

—Soy un Naga —le sonrió Loki, alzando una mano para tocar sus cabellos que cepilló con una inusual ternura que también emanó de sus verdes ojos— Estoy aquí para protegerlos.

—¿N-Naga...? Creí que ustedes...

—Soy el último.

—Vaya, Bruce, tu comitiva sí que es impresionante. Solo te faltó traer un dragón contigo.

—Puede que lo haya hecho —comentó Loki, mirando a Dzor.

—¿Eh? —Tony arqueó una ceja, tirando ahora de las manos de Bruce— ¡Tienes que conocer a mi padre! Bueno, ya sabes. ¡Ah, tienes que verlo!

—Niños...

El Naga no pudo detenerlos, simplemente corrieron al interior del Palacio, dejando a todos atrás. Al-Freth rió, acomodando sus mantos.

—Están protegidos por el juramento de la Cornucopia, tan solo no hay que perderlos de vista.

—No pensaba hacerlo.

Anthony llamó a voces a Charles, pese a que este ya estaba enterado y que estaba bajando por las escaleras para recibirlos formalmente, acompañado de Dawid. Los brazos del Maestre recibieron a los dos emocionados jóvenes, haciendo una reverencia discreta a Bruce.

—Bienvenido a Tierra Santa, a Latveria. Aunque el recibimiento formal lo hará su rey, yo lo hago a nombre del Edén.

—Gracias, mi señor.

—Dime Charles.

—Él es mi hermano Dawid, mi hermano mayor —presentó Tony.

Bruce se quedó quieto, sonriendo lentamente al inclinar su cabeza hacia Dawid con su corazón inquieto. De alguna manera, en su mente sabía que Charles Xavier no era del todo Meta Humano y ahora, teniendo al hermano mayor de su amigo frente a él, tenía unas enormes ganas de gritar por Kal-El, que le llevara lejos. De que Loki volviera a protegerlo envolviéndolo en su larga cola. No dejó que esos pensamientos se colaran a su rostro, manteniéndose tranquilo, pero evadiendo la mirada penetrante de Charles.

—Es un placer conocer a la familia Xavier.

—El placer es nuestro también —replicó el Maestre— Siento mucho lo de tus padres, Bruce. Pero será un crimen que encontrará justicia.

—Por supuesto —aseguró Tony.

Las trompetas del palacio retumbaron, anunciando una caravana principal que igualmente llegaba. Ellos que estaban en una entrada lateral pudieron ver a lo lejos las puertas abrirse para dejar pasar a los invitados que provenían de Tierra de Arenas Infinitas. Bruce apretó la mano de Tony en acto reflejo cuando vio aparecer a Iskandar Luthor, acompañado de sus Injustos, y estos a su vez de un grupo de élite de magos. Ahí estaba el Emir Ra's Al Ghul, Thaal Sinestro, e incluso el Príncipe de la Eterna Sonrisa tan tranquilo como si no hubiera luchado contra ellos en Ciudad Gorila, cuyo regente iba al lado del príncipe. Por encima de las murallas, aparecieron los Thanagarianos, volando alrededor en perfecta sincronía.

—No van a burlarse de nosotros —murmuró Anthony a Bruce— Te lo prometo.

—Ellos no son los más peligrosos.

Bruce miró por encima de su hombro a Dawid, sintiendo otros ojos sobre él. Loki estaba observándole con aprehensión a pocos metros de ellos. El Naga también lo sabía, no se le hizo extraño puesto que era una criatura ancestral. Algo muy oscuro pasaba con el hermano de Tony, algo tan malo que hizo temer a Bruce por la seguridad de todos ahí. 

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