Los Niños del Cometa (un recuerdo)

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.


***


Los Niños del Cometa.



Howald adoraba la figura imponente de su abuelo, el rey Agamemno, por sobre todas las cosas. Incluso cuando su mente comenzó a desvariar sin explicación alguna pues no estaba tan viejo como para que su cuerpo ya no resistiera más, Howald siempre escuchó todo lo que su abuelo tenía para decirle. Era de los pocos que se acercaba así al famoso rey del Bosque Blanco. O el segundo, hubiese sido una mejor descripción. El otro que se acercaba igual era su primo, T'om'a, quien siempre le preguntaba cómo era que dominaba el miedo que a otros guerreros hacía temblar. Los dos nietos favoritos de Agamemno siempre sentados en cada lado de su trono, escribiendo sus memorias, así los pintarían varios artistas, los esculpirían varios escultores. Piezas que luego serían destruidas.

—Majestad, mi señor y abuelo, dime algo que no le hayas dicho nunca a nadie.

Agamemno le miró, recostado en su trono, la luz de sus ojos comenzaba a apagarse más le sonrió, acariciando una de sus mejillas.

—¿Quieres saber algo, mi pequeño?

—Sí, algo especial.

—Ah, ¿no lo compartirás con nadie?

—Bueno... puede ser que lo comparta con T'om'a, pero nada más con él.

El rey elfo rio cansado. —Existe algo más fuerte que nuestra magia, más fuerte que todas las magias del mundo si pudieras unirlas en una sola esfera de poder.

—¿Sí?

—Oh, sí. Y en ella vive un ser que es eterno.

—Nosotros somos inmortales.

—No como él, mi pequeño, no como él.

—Dime más, abuelo.

—Te lo puedo mostrar, pero no puedes decírselo a nadie más. Quizá solo a T'om'a pero los dos nunca deben mencionarlo. Es un secreto de la luz.

—¡Lo prometo, mi señor!

Howald abrió sus ojos muy emocionado al ver que su abuelo levantó un fino dedo con el que comenzó a dibujar un círculo en su pecho, luego otro más pequeño y otro más aún más pequeño como un centro del que hizo líneas que salían como rayos.

—Todos los corazones tienen dos fuerzas, la oscuridad y la luz. La primera es egoísta, vanidosa. La segunda es compasiva, amorosa. Ambas tienen una magia que es imposible superar, a menos que la combatas con su contrario. Si la oscuridad llegara, tendríamos que llamar a la luz. Tendríamos que llamar al ser eterno que vive en ella, para que su poder salve nuestro mundo. Para eso tenemos que abrirle un portal que se abre a través de un gran arco que forma un círculo dentro de otro círculo que hace brillar una estrella en su centro. Se necesita mucho valor, controlar el miedo porque hay que ver hacia el infinito. Ahí lo encontrarás, Howald. Él te escuchará.

Agamemno tosió, llamando la atención de los sirvientes que entraron para atenderle. El pequeño príncipe elfo se quedó pensativo, con esas palabras que nunca olvidaría. Tal como lo prometió a su abuelo, solo le diría aquel secreto a su primo hermano T'om'a, con quien hizo un juramento de sangre de jamás revelar aquello a menos que fuese realmente necesario. Cuando Howald creció y la Guerra Santa estalló, dibujó en un burdo papel aquel símbolo que su ya fallecido rey hiciera sobre su pecho, recordando sus palabras. Quería llamar a la luz, pero nunca supo cómo hacerlo, aunque T'om'a le dio una idea, solo que había que buscar los componentes: un trozo del corazón de una estrella y un trozo del corazón de Gama.

—¿Cómo encontraremos ambas cosas?

—En realidad no hay que buscar mucho —dijo T'om'a, sacando de un medallón suyo un trozo de Kryptonita— El corazón de Gama.

—¿Y la estrella?

—Deben tener alguna en el Cónclave.

T'om'a a su vez, le dijo otro secreto. Para él, la madre de los dragones había caído del cielo con su corazón herido por un fragmento de estrella que alguien había lanzado con alevosía, aprovechando que ella miraba hacia el firmamento. Howald no lo creía, pero su primo afirmaba con toda contundencia la existencia de la oscuridad que andaba escondida en la forma de un gran búho blanco. Nunca pudieron confirmar tal cosa, porque debieron huir por sus vidas, y más tarde, huir para salvar a sus hijos que habían nacido en el Reino Santo de Latveria. T'om'a fue hecho prisionero sin que Howald pudiera hacer algo para salvarle, buscando a su esposa que había ido tras él sin tampoco lograr rescatarla.

Anthony había nacido bajo el tiempo del Cometa, y si Marth no había muerto, había dado a luz a otro niño del Cometa. Los dos círculos de su dibujo. Su disfraz ya no funcionó más, así que tuvieron que tomar una decisión que los llevó al Edén, dejando a su único hijo en las manos del único Meta Humano en el que confiaban. Tanto María como Howald huyeron hacia el Oeste, como si buscaran llegar a la Garra de Hielo. En realidad, no tenían ningún destino, sabían que el Gran Maestre los asesinaría apenas los tuviera prisioneros. Con lo que no contó el príncipe elfo fue con las torturas para averiguar sobre sus profecías, los Niños del Cometa. El Niño Profecía. Ninguno de los dos dijo nada.

Howald vio morir frente a sus ojos a su esposa.

Lamentó no haberle dejado una carta a su hijo.

"—Cuando escuches a la luz, las palabras sobrarán." Había dicho el rey Agamemno.

Inclinó su cabeza para hacerle más fácil el trabajo a su verdugo.


Ellos lo completarían, llamarían a la Luz.


A la Fuente.


Al Inmortal.

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