Los invitados a la fiesta
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Los invitados a la fiesta.
"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio."
Cicerón.
—¿Estás bien, Charles?
—Sí, Alteza.
—Desde que regresaste has estado más pensativo de lo usual.
—Haber visto ese elfo herido... trajo recuerdos no muy gratos a mi memoria.
—Puedo comprender, aunque no lo parezca. Será mi tiempo de marcharme, no sin antes asegurarme que esta isla a salvo de lo que vendrá.
—Gracias por su apoyo, princesa Diana.
Charles se despidió de la Amazona, quien le ayudaba con sus estudiantes y magos para dispersarlos por Tierra Santa en busca de criaturas mágicas que incluían a los elfos. Tenían que cubrir el mayor territorio posible antes de que Latveria tuviera el ingenio de invitarlos a su Cornucopia. El Maestre Xavier estaba seguro de que serían parte de la fiesta, una celebración que sabía iba a ser inolvidable no solo por la cantidad de invitados, también por el tipo de invitados. De momento, quiso olvidar esa playa con todos esos elfos muertos por su culpa, caminando hacia su recámara. Tuvo un ardor en la piel que supo reconocer, teniendo que controlarse. Logan no estaba y era lo mejor, ya no podía seguir dependiendo de sus encuentros para evadir lo que tanto le perseguía.
El mago se quedó dormido pronto, en sueños confusos donde vio a Erik cuando eran estudiantes, su sonrisa amplia mientras le llamaba. Todas esas veces que tomó su mano y la besó por el dorso diciéndole cuanto le amaba antes de atraerlo a sus brazos para hacerle el amor. El calor de su piel, las marcas que tenía producto de sus entrenamientos en la magia que él curó con cariño. Sus cabellos, sus ojos o esas manos que moldeaban los metales como si del agua se tratara. Se soñó caminando por los hermosos jardines del Cónclave del brazo de Erik Magnus con una corona en su cabeza igual que él, mientras se acercaban a un altar que hadas habían construido para ellos y donde los esperaban los hechiceros para bendecir su cariño, convertirse en una pareja frente a todos.
Despertó de un sobresalto, sintiendo húmedo su rostro. Charles llevó una mano a su mejilla, limpiando las lágrimas que había derramado durante esos sueños. Se recostó de lado, abrazando una almohada buscando dormir de nuevo, soñando con otras cosas que no fuesen deseos imposibles. No consiguió volver a conciliar el sueño, levantándose para buscar una copa que llenar con vino y ayudarse un poco. De estar Logan él se encargaría de agotar sus energías. No, ya no más de eso. Charles regresó a la cama donde solamente dio más vueltas, pensando en algún hechizo para inducirse el sueño. El temblor del castillo terminó por robarle las ganas de hacerlo, sentándose en la cama para entender qué estaba pasando, detectando una magia inestable.
—Dawid —susurró, levantándose de un salto para ir a buscarle.
Lo encontró en la habitación de Janett, arrojando las cosas de ella con rabia. Ya había destrozado buena parte de la habitación. No era que estuviera buscando algún objeto como Charles se dio cuenta, era que estaba desesperado por la sílfide quien siempre le había calmado cuando se encontraba en crisis.
—Hijo...
—¿Dónde está? ¿Dónde?
—Dawid, ya te había dicho que Janett se fue a...
—¡No ha regresado! ¡No está!
—Apenas si ha pasado un día.
—¡Ordénale que regrese! ¡Dile que regrese! ¡Diles a todos que regresen!
—Dawid...
—¡DILES!
—Esto no se trata de ordenar, hijo. Sabes que tenemos una misión.
—¡ELLOS TIENEN UNA MISIÓN! ¡YO NO! ¡TÚ HAS ENVIADO INCLUSO A ESTUDIANTES AL CONTINENTE! ¡PERMITISTE QUE ANTHONY SE MARCHARA! ¡PERO A MÍ NO! ¡A MÍ NO ME QUIERES!
El castillo se cimbró con mayor fuerza, los ojos de Dawid se iluminaron igual que sus puños donde aparecieron dos esferas de energía. Charles se pegó a una pared en un gesto innato de cubrirse. Diana apareció, también buscando la fuente de aquella perturbación. En cuando vio a Dawid así, tomó el lazo que cargaba en su mano para enredarlo con él, haciendo aullar al chico como si algo lo torturara en cuanto el lazo brilló por el poder que tenía.
—Calma tu magia, joven Dawid, o yo la calmaré.
—¡NO...!
—¿Qué es lo que te sucede?
—Estoy harto de ser un prisionero.
Diana se quedó tan sorprendida como Charles de escuchar aquella voz que no parecía ser la de ese joven tímido y sensible que se le conocía. Parecía otra persona, otro ser. La Amazona tiró del lazo, haciéndolo brillar por completo. Dawid aulló, cayendo de rodillas en dolor.
—¡Espera! —Charles reaccionó, corriendo a su hijo para liberarlo, abrazándolo y mirando a Diana— Solo necesita tranquilizarse.
—Charles, él...
—No ha pasado nada. Déjamelo a mí. Por favor.
Diana los observó no muy convencida, girándose lentamente para dejarlos a solas, cerrando la puerta tras de sí. El Maestre cerró sus ojos, besando los cabellos de Dawid que se escondía en su pecho, abrazándole con fuerza.
—Hijo, debes calmarte.
—Todos se van, todos me abandonan... hago que se marchen.
—No, Dawid, sabes que no es así.
—Sí... —el muchacho sollozó— Madre se marchó, Anthony se marchó... ahora Jan. ¿También tú me dejarás solo en esta isla?
—Dawid, las cosas no son así.
—Tengo miedo, padre, algo no está bien en mí. Hay... voces.
Charles contuvo su aliento, apretándole contra su pecho. —¿Sabes? Tu abuela solía cantarme una canción cuando me daban miedo los relámpagos. ¿Quieres escucharla?
—Sí.
Su hijo se quedaría dormido en la cama de Janett luego de esa canción de cuna que le relajara. El hechizo ya no iba a contenerlo, estaba fragmentando su mente cuyo poder buscaba ya una salida, en el peor de los momentos. Charles no sabía qué hacer, no quería poner esa carga una vez más en los hombros de Lilandra, ni tampoco Janett tenía por qué lidiar con Dawid. Regresó a su habitación, dando de vueltas en su cama buscando la solución. Temía que fuese el retirar el hechizo, revelando con ellos no solo al Edén sino a todos los demás el poder que su hijo tenía y que lo haría el blanco de muchos porque lo relacionarían con el Niño Profecía. El Maestre podía soportar otra guerra, pero no el ver que intentaran asesinar a Dawid solamente por su origen. No podía con la sola idea de perderlo, de que lo lastimaran.
A la mañana siguiente, tendría una desagradable sorpresa. Nadie encontró a su hijo cuando le buscó para desayunar. Dejó todos sus pendientes para buscarlo en sus escondites favoritos, sin hallarlo, probando en otros sitios donde pudiera esconderse. No había muchos en el Edén. Incluso Diana le ayudó con la búsqueda, notando que faltaba una de las barcas cuando fueron a inspeccionar cerca de los acantilados. Charles sintió que su corazón dejó de latir porque ya no podía sentir a Dawid, estaba demasiado lejos ya para rastrearlo. La princesa Amazona miró hacia el Oeste, volviéndose a él con una expresión seria.
—Se ha perdido en Tierra Santa, eso es seguro.
—Dawid...
—Puedo traerlo de vuelta, si me lo pides.
—No, esta vez yo tengo que ir. Necesitamos de ti, Alteza, si alguno de los nuestros se ve envuelto en una pelea que le supere.
—¿Estarás bien?
Charles iba a responder, hasta que vio un halcón aproximarse hacia ellos. Fue Diana quien levantó un brazo para recibirle, tomando de su lomo un pliego de papel fino que abrió al romper un sello que el Maestre reconoció provenía de Latveria.
—Es una invitación.
—La Cornucopia.
—¿Lo sabías ya?
—Nos habían pedido ayuda con el registro de los Sellos de Latveria.
—Entonces no necesito leerte lo que dice.
El Maestre negó. —Todos estamos invitados.
—Tres días y tres noches sin espadas ni guerras, ni sangre derramada ni venganzas ejecutadas. El Primus Mirum de la Cornucopia exige la tregua de todos sus invitados que reciben este pliego, extendiéndose a quienes habitan en el mismo techo, en la misma tierra. Esto no puede ser en serio.
—Lo es.
—¿Por eso es que hay tantos viajes hacia el Reino de Latveria?
—¿Qué le parece ir a una fiesta como ninguna, Alteza?
Diana torció una sonrisa. —Maestre Xavier, ¿sería mi acompañante?
***
Reino Santo de Genosha
Logan bufó, olfateando alrededor, desde que había salido del Edén se percató de algo extraño. Primero creyó que era alguna ave espía del Templo, lo cual no era tan descabellado considerando que el Gran Maestre los veía como una amenaza que no podía erradicar abiertamente. Conforme Logan iba adentrándose en Tierra Santa, se dio cuenta de que no era un ave lo que lo seguía, tampoco supo determinar qué era. Demasiado escurridizo para sus sentidos mágicos. Eso le hizo pensar que quizá alguien más estaba interesado en lo que sucedía con ellos. ¿Quién podría ser? Desafortunadamente, sin poder atrapar a su espía, tuvo que seguir los planes de Charles, buscando esas criaturas mágicas bien escondidas -o disfrazadas- para sacarlas de uno de los reinos más vigilados de todos.
Genosha ya no poseía rey o reina, todas las familias reales habían desaparecido fuese por el tiempo o por curiosos accidentes. Sin un regente, esa tierra que no era tan agraciada por la cantidad de rocas dispersas por todo el reino, podía convertirse en un nuevo refugio para los enemigos del Templo. Así que Lord Margnus envió a su hijo, Pietro, a gobernar esas tierras. Un movimiento que tenía mucha intención detrás. Demostrar que un mago no solo podía ser un consejero del rey sino también un gobernante iba a permitir a esos Meta Humanos hacerse de todos los Reinos Santos, de toda Tierra Santa con el paso del tiempo y no habría nadie quien los pudiera detener una vez que se hicieran con semejante poder. Siempre y cuando el hijo de
Charles no perdiera la cabeza y los matara a todos.
—Señor, ¿a dónde vamos? —le preguntó una cierva con temor, escondida en una cueva.
—A un lugar donde no tengas que esconderte por ser lo que eres.
Podía estar enojado con Charles por haberse atrevido a lanzar semejante hechizo de olvido sobre todos ellos en el Edén para que no recordaran que él había sido la madre de Dawid y así no vincularlo con algo tan terrible como era el Niño Profecía, pero Logan lo perdonó un tanto porque entendía el pavor dentro del Maestre Xavier y un tanto ese cariño nacido de su amistad. De sus encuentros furtivos. Sabía que era una metedura de pata el tratar de engañar a todos con que ese crío era hijo de Lilandra, las mentiras no eran su fuerte. Ese error más temprano que tarde iba a pagarse, y quien más iba a sufrir sería precisamente Charles.
—Vayan por esa vereda, no se detengan por nada, llegarán al Bosque de las Dríadas.
—Pero estamos muy lejos de ese lugar...
—¡No se detengan, he dicho!
Un Meta Humano se acercó, Logan se aseguró que esa pequeña caravana de elfos y criaturas pasara por el portal élfico antes de perderse en un páramo, desviando la atención del mago que estaba siguiéndoles para darle tiempo a los otros de escapar sin delatar la posición de ese portal. Esperó paciente a que apareciera ese joven de cabellos de plata con su sonrisa descarada, corriendo tan veloz como el viento, deteniéndose justo frente a Logan a quien barrió con su mirada, buscando luego alrededor.
—¿Dónde están?
—¿Quiénes?
—Estaban contigo —Pietro Magnus se volvió a él con manos en sus caderas— ¿Tú qué haces en mi reino?
—No es tuyo, te lo regaló tu papi luego de robárselo a alguien más.
—Cuida tus palabras, exiliado.
—¿Así nos llaman ahora? Fascinante.
—Sabes que puedo alcanzarlos.
Logan bufó, sacando de su morral en su espalda un trozo de hoja amarga que comenzó a masticar con toda tranquilidad.
—¿Qué harías si te rompo las piernas?
—Tu precioso Edén ardería en llamas.
—¿Porque papi te defendería? Valiente rey que se escuda tras su padre.
Pietro gruñó, entrecerrando sus ojos. —Puedo defenderme solo.
—Tu hermana no cuenta.
—¿Crees acaso que todo mi valor está depositado en las habilidades de mi familia?
—Sí.
El rey mago desapareció con una estela, levantando algo del pasto al echar a correr mientras Logan buscaba una piedra donde sentarse, terminando de comer su hoja con una sonrisa en el rostro. Para un Meta Humano era casi imposible dar con un portal élfico, escondidos bajo encantamientos que solo respondían a ciertas personas y ellos estaban vetados de tal privilegio.
—¿Ya te cansaste de buscar?
—¡¿Dónde están?! —exclamó airado el joven— Ustedes están sacando a esos monstruos, sé que lo están haciendo.
—¿Por qué no vas corriendo a decirle a tu papi? Deja esas cosas en manos de gente madura.
—¡Tú...!
Un puño con energía se levantó en contra de Logan quien lo cortó, mostrando esas garras que se extendían de sus huesos por magia.
—Te das mucho valor, mocoso, pero nada te ha costado todo lo que tienes. Y eso incluye tener el seso suficiente para no pelear contra un mago del Edén.
—¿Crees que la Ley es inferior a tu hereje Legado?
—¿Quién es el que no puede dar con unos supuestos fugitivos?
Esa pregunta enfureció a Pietro, corriendo alrededor de Logan para atacarlo. Terminó siendo lanzado por los aires con sus preciosas ropas de rey rasgadas por las garras del otro. Cayó pesadamente sobre el pasto, rodando un poco y luego levantándose con una expresión airada que hizo carcajear a Logan al verlo con esos cabellos blancos despeinados, revueltos con pasto seco y hojas.
—Hey, ¿qué sucede? ¿La Ley no está dándote suficiente magia?
Volvieron a pelear, esta vez Logan recibió un golpe en su hombro izquierdo sin inmutarse, dándose el gusto de romperle la nariz al rey mago que cayó sobre su trasero de forma nada elegante.
—Tienes sangre pura mágica, eres de los Meta Humanos superiores. Aparentemente, porque solo veo a un mocoso engreído que se piensa que por tener una corona en sus sienes puede vencer a un mago con años de experiencia como yo, que además te desprecia por todo lo que representas.
—¡¿Cómo te atreves a tocarme?!
—¿Ya irás ahora sí corriendo a donde papá?
—¡Puedo hacerte frente sin problemas, imbécil!
—Ya estás enojado. Espero te hayas puesto el pañal nuevo antes de salir tras de mí porque estás a punto de ensuciarlo.
Logan tiró su morral con Pietro saltando para evadirlo. No era que tuviera muchas ganas de pelear, solamente estaba haciendo tiempo y aquel tonto ni siquiera se había dado cuenta. Eso no quitó la diversión que tuvo cuando pudo pescarlo por su elegante cuello y azotarlo contra el suelo con un rugido, mirándole fijamente.
—Podrás haber sido nombrado rey, pero no lo eres realmente. Si se me da la gana mearme en tus campos no hay nada que puedas hacer para detenerme. La tierra no es para decirle tuya. Ni las vidas que se nutren de ella. Así que no vuelvas a interponerte en mi camino, mocoso de mierda, o te mostraré lo que la magia del Legado puede hacerle a un idiota como tú —Logan le soltó, mirando sus ropas maltrechas por los ataques recibidos— Y, por cierto, quizá tengas rameras alabando tu velocidad, pero no eres el único ni el mejor.
Con mentón en algo, Logan tomó su morral para marcharse de aquellos campos. No podía ir más al norte de Genosha porque ya eran territorios bien vigilados y dudó que hubiera criaturas mágicas escondidas ahí, como tampoco en la parte Oeste que daba con el Bosque Rojo. El mago tuvo una idea, sacando otra hoja que masticar mientras partía rumbo a ese lugar maldito que nadie pisaba porque realmente era peligroso explorar ahí. Si su espía había visto la pelea entre Pietro y él, algo sucedería. Quiso probar suerte, como también su pellejo al meterse en el Bosque Rojo, solamente para tener una pequeña ventaja contra su espía y poder capturarlo.
—Como apesta a plumas —murmuró, porque era lo único que sabía de aquel ser.
***
Bosque de las Dríadas
Samuel no creía lo que sus ojos veían, tantas criaturas en caravana silenciosa, abrazándose o cubriéndose entre sí mientras caminaban por los árboles del bosque. Temerosos, raquíticos, algunos con miembros mutilados o sumamente enfermos. Los estragos de haber sido perseguidos por los magos del Templo. El muchacho los ayudó lo mejor que pudo, ofreciendo agua, hojas, frutas o lo que debieran comer y que los árboles como los arbustos pudieran proveer. Siempre había escuchado de Klin'on las historias sobre la Guerra Santa o las torturas a las que fueron expuestos todos ellos por los Injustos. Verlos fue algo completamente diferente, su primera reacción fue llorar, casi queriendo arrodillarse para suplicarles perdón por semejantes atrocidades.
—Joven Samuel, hemos traído agua de nuestros árboles padre.
Cuando fueron demasiados para el joven humano, Redwing fue por ayuda, trayendo consigo nada menos que a las Dríadas. Y su reina. Aun ellas, pese a estar recluidas y no ser lastimadas como el resto, mostraban esa tristeza, esa expresión enferma por los abusos de los Meta Humanos. El bosque que fuese tan grande como para abarcar incluso las cercanías del Templo, estaba reducido a una franja atravesando los Reinos Santos en sus fronteras. Y aún más pequeño era el hogar de las últimas Dríadas, en el corazón de ese pequeño territorio donde hacían su mejor esfuerzo por mantener a sus árboles.
—Gracias, Majestad.
Lilandra le sonrió, volviéndose a la caravana. —Hay que acompañarlos en el trayecto, tienen mucho miedo.
—Así me cueste la vida, nada ha de ocurrirles.
—Ojalá más corazones fuesen como el tuyo, Samuel. Veré si Jean necesita ayuda.
El grito de un viejo fauno los hizo volverse hacia su dirección. Algo se acercaba. Samuel corrió de inmediato para llamar a todas las criaturas y esconderlas tras árboles o arbustos, sacando su espada ante la amenaza. Lilandra también fue a su lado, ambos quedando cerca de la frontera del bosque y observando como un halcón se acercaba, custodiado por Redwing. Tanto la reina como el humano se miraron más que confundidos porque era un halcón mensajero. Ella extendió su brazo izquierdo para recibirlo, agradeciendo al ave por su vuelo como su mensaje que tendió a Samuel para que lo leyera.
—¿Quién envía semejante cosa?
—¿Qué dice, Samuel?
—Dice... —el joven jadeó, riendo primero, frunciendo su ceño después cuando releyó el pliego con un sello real de Latveria— Dice que usted está invitada a la Cornucopia de Latveria, Majestad.
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