La Guerra Santa (V)

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.



***


La Guerra Santa.

Segunda parte: la Batalla de los Ríos Carmesí.




Una de las cosas que más amaba Erik de Charles era su manera de entregarse, como si unir sus cuerpos fuese algo tan vital para él que no dudaba en darlo todo en cada momento en que estaban entrelazados, sudando entre pesados jadeos con besos lánguidos y llenos de pasión. Adoraba pasar sus dedos por esos cabellos húmedos que se pegaban a su frente que luego besaba con ternura, diciendo palabras de amor a veces algo ridículas más las sentía genuinas. Dormir sobre el pecho de Charles, escuchando el latir tan rítmico de su corazón despejaba todo agobio de su mente, nada importaba cuando estaba en los brazos de su amante. El mundo quedaba fuera y Erik apreciaba que Charles tuviera ese don con él, además de su promesa de nunca usar sus poderes en él.

Verlo dormir así, tan agotado boca abajo con las marcas de sus dientes en su cuello o las impresiones que sus manos habían dejado al sujetarle con fuerza en sus caderas hizo sonreír a Erik, recorriendo esa piel brillante por el sudor con la yema de sus dedos, admirando como brillaba a la luz de las velas que los rodeaban. Era perfecto, todo en él era perfecto. A veces, sabiendo que la madre de Charles había sido una sirena, le daba por imaginar que le hubiera obsequiado ese don que los seres mágicos marinos tenían para mantener su población, la posibilidad de dar vida. Paseando su mano sobre aquella cadera, Erik sonrió antes de negar lentamente en silencio. Sería todo un milagro por el cual, haría lo que fuese. De momento, tan solo verlo dormir tan tranquilo fue suficiente para sentirse dichoso y dejar a un lado lo que estaba sucediendo afuera con las criaturas mágicas y los elfos.

—Fisgonear es de simples humanos, Logan —dijo Erik, arqueando una ceja cuando salió de la habitación envuelto en una bata, buscando un poco más de vino.

—Solo me aseguro que no haya espías o asesinos cerca.

—¿Crees que se acercarían tanto, aquí en el Cónclave?

—Proclaman que estos son sus territorios, no me extrañaría que supieran como llegar a ustedes.

Erik bufó, tomando una jarra de vino. —Gracias por tu preocupación, pero estamos bien. Realmente compadezco al alma que intentara hacerle daño a Charles.

—No olvides que prometiste ir a ver los avances de la escuela de magia.

—No te conocía ser tan responsable.

—Me vale un cuerno —gruñó Logan— Fue Mystique quien me pidió que te recordara eso.

—Buenas noches, Logan.

Charles estaba muy cansado que no despertó cuando él se levantó. Erik le dejó dormir, besando sus cabellos y deseando que tuviera sueños plácidos. Su día comenzaba, con la promesa de que pronto tendría que tomar las armas con la negativa de los elfos de hacer una tregua, un concilio para hablar y entenderse como se lo había pedido Charles. Eran seres altivos que nunca entenderían razones.

—Mi señor, su té de la mañana.

—Gracias, ¿dónde está Dientes de Sable?

—Le llamaré, mi señor.

Fue a supervisar las obras de su escuela de magia, casi completa con esas torres de piedra amarilla y la cúpula blanca. Erik tomó también a los estudiantes que Charles ya tenía igual que él. Necesitaba acostumbrarlos a la presión del conflicto si es que continuaba por más tiempo, como prometía ser. Quiso decirle a Charles, considerando volver. Al final no lo hizo, tomarían los portales mágicos y estarían de vuelta antes de que él despertara y se diera cuenta que se había quedado solo con los viejos magos del Cónclave. Lo quería descansado si es que iban a continuar con las negociaciones en cartas. Una manera que Erik desechó cuando intentaron regresar y fueron emboscados por los elfos del Bosque Susurrante. Suerte que Logan y otros los rechazaron sin más pérdidas que el tiempo que les tomó volver.

—¿Dónde estaban? —Charles les alcanzó en la entrada del Cónclave.

—Nos emboscaron —respondió Erik molesto— Esos malditos elfos...

—Erik...

—¡Mystique! Quiero una reunión.

—Sí, mi señor.

La tensión escaló cuando las emboscadas a los magos se multiplicaron por todo el continente. Erik no se pudo creer que los humanos se pusieran de parte de los elfos cuando siempre habían sido menospreciados por estos. De los demás no le sorprendió, quizá los enanos sí cuando se presentaron ante él para jurarle lealtad en lo que sería ya una guerra declarada. Charles no quiso aun atacar, pero él ya no tuvo la paciencia para ello, ordenando a todos los magos que comenzaran una ofensiva abierta en contra de toda criatura mágica y los humanos en cuanto los vieran. Los arrinconarían en sus bosques donde ya no los dejarían salir, era una buena opción que dio por consideración a Charles. Olvidó que si había una criatura que fuese de lo más rencorosa, esos eran los dragones.

—¡MI SEÑOR! ¡HAN ATACADO EL ESTE! ¡EL DRAGÓN BEYONDER!

Más dragones le siguieron, atacando las escuelas de magia que había en todo el territorio. Un episodio que trajo de vuelta la pesadilla de Charles muriendo en las garras de un dragón que ya no era Ego. Eran todos juntos. El Cónclave le apoyó en su noción de moverse de la isla, eran un blanco fácil de esos animales, pero los Hechiceros Supremos no. Fue el roce final para Erik, ya no tendría más compasiones por elfos y menos por esos usurpadores que se hacían pasar por guardianes de un conocimiento que ya era más que rancio. Los dejó a ellos, moviendo a sus magos hacia donde su escuela que era la única de pie y a la que los demás estaban huyendo para refugiarse.

—Vamos a perder —le dijo Hank a Erik— Ellos son más.

—No, no son más, ni los más poderosos.

—Los magos se acaban, Erik.

Este solo sonrió, mirando hacia el Este. Ya había despachado unas cartas hacia el pequeño y largo continente, la Tierra de Arenas Infinitas. Nadie gustaba de nombrar en ninguna escuela de magia a esos practicantes de hechizos prohibidos, peligrosos. Como tampoco aprobaban su forma de vida tan salvaje y poco civilizada. Se decía que eran inmigrantes de la Isla de la Hermandad, una prisión que hiciera el Cónclave para los criminales peligrosos que siempre estaba rodeada por depredadores del mar y del cielo. A Erik no le importó, porque eran numerosos y seguramente sin los prejuicios que los demás tenían por culpa de esos Hechiceros Supremos cuya lealtad siempre estaría del lado de los elfos, su pueblo. En cambio, tener a sus pares iguales si bien sus métodos eran cuestionables, le dijo que sería una estrategia que sus rivales no esperaban.

—¡Erik! —Charles le gritó, entrando a la sala principal donde estaba con todos planeando una nueva estrategia. Estaba furioso y le lanzó una carta a la cara— ¿Has llamado a los Magos Libres?

Se hizo un silencio pesado sin que los demás se movieran, Erik vio la decepción en los ojos de Charles que le hizo rabiar. ¿Por qué no veía lo que estaba pasado?

—¡Perderemos si no lo hacemos!

—¿Qué es lo que quieres ganar?

—¡NO CEDERÉ ANTE LOS ELFOS! ¡NINGÚN MAGO VA A REVERENCIARLOS NUNCA MÁS!

—¡Estás perdiendo la cabeza!

—¡DEJA DE DEFENDERLOS, CHARLES!

—¡TRATO DE SALVARLOS A TODOS! ¡DE SALVARTE A TI...!

—¡NO NECESITO QUE ME SALVES!

Su mano se movió sola, abofeteando a Charles tan fuerte que lo hizo caer al suelo. De inmediato se arrepintió, sintiéndose otra persona. No supo en qué momento los dejaron solos, todo lo que le importó en esos momentos fue pedirle perdón una y otra vez entre llantos. Luego fueron sus labios los que pidieron perdón, sus manos. Fue como si de pronto lo único que importara era demostrarle cuanto lo amaba, cuanto lo deseaba. Cuán importante era para él. Erik se tuvo miedo a sí mismo, buscando controlarse ante esos arrebatos cada vez mayores, ante la avanzada del Ejército Blanco que comandaban dos príncipes elfos en dirección a su escuela. Si los atacaban, sería un golpe fatal.

—Vuelve a mí —susurró Charles, gimiendo entrecortado al embestirle, sintiendo como apretaba su miembro al enterrarse en él— Vuelve a mí.

—Estoy contigo.

—Ya no... Erik, Erik...

Le dejó dormir cuando terminaron, buscando esa paz que estaba desvaneciéndose. Logan le llamó, tenían invitados que aparecían justo en el momento indicado. Los Magos Libres de Tierras de Arenas Infinitas estaban ahí por fin, a su lado. Vestidos en sus mantos enredados con sus turbantes y sandalias con joyas y adornos de colores brillantes, hicieron una reverencia ante él.

—Nuestros hermanos nos llaman, nosotros respondemos solícitos. Mi nombre es Iskandar Luthor, y hemos venido a pelear codo a codo con ustedes.

Iskandar trajo consigo no solo a sus magos y aprendices, sino a todos los magos a lo largo del territorio que hicieron a más de uno preguntarle qué tan seguro eran esos Magos Libres. Thanagarianos, esos hombres halcón con sus largas alas y sus peligrosos mazos con picos, las Linternas Verdes, capaces de moldear la magia para crear formas sólidas como gigantescas armas. El Ejército Gorila, hombres con gruesas armaduras en forma de gorila, aguerridos, imparables. Incluso estaban los temidos Kryptonianos, esos míticos magos de sangre pura que solamente casas como la de Charles podían presumir de semejante linaje mágico.

—¿Cómo sé que no me traicionarás como lo hicieron los humanos? —preguntó Erik a Iskandar cuando estuvieron a solas.

—Buena pregunta, en mi tierra somos magos de hechos más que las palabras. Permíteme mostrarte cuán leales podemos ser.

Lo primero que hizo Iskandar fue asesinar a todos los viejos magos del Cónclave, sus cuerpos fueron incinerados para usar ese polvo como hechizos que comenzaron a pudrir los árboles élficos. Todas las huestes de Luthor se dispersaron por el continente, dejando campos llenos de cuerpos detrás. Erik ni siquiera se sorprendió cuando llegó una carta de parte de los elfos pidiendo una tregua cuando se dieron cuenta que ni con los dragones iban a ganar. Iskandar sabía matarlos sin apenas perturbarse. Leyó esa carta que Charles en persona le entregó, mirándole con súplica para que atendiera. Ya no podía hacerlo, estaban en el punto crítico de la guerra, si cedía los elfos ganarían a la larga. Con un grito de reclamo de Charles, arrojó la carta al fuego, mientras que Luthor sonrió complacido.

—Te he traído tu té, Erik.

—Gracias, Mystique.

—Pido permiso para decirte algo.

—No tienes por qué pedirlo.

Ella se sentó a su lado, mirándole seria. —Sé que amas a Charles, no cuestiono eso ni el cariño que él te tiene, pero...

—¿Qué pasa?

—Es de conocimiento público que es hijo de una sirena, Erik. Las sirenas no son precisamente los seres más estables ni fieles.

—Habla claro, Mystique.

Charles había estado visitando a Lilandra, la reina de las Dríadas. Un pueblo que hasta el momento se había manifestado neutral, pero que con la llegada de las fuerzas de Iskandar, tomó partido con los elfos como el resto de sus iguales. Erik sabía que esa reina estaba enamorada de Charles, se lo había dicho a este entre bromas y algo de celos. Quiso justificarlo, porque siempre habían sido amigos, pero no pudo hacer ni decir mucho cuando se enteró que había partido hacia el Bosque de las Dríadas con sus estudiantes sin decirle nada, ni tampoco sin despedirse. Hacía tiempo que ya no se hablaban, ni siquiera dormían juntos.

—Erik, debo hablarte de algo.

—Dime qué quieres, Iskandar.

—Creo que no te has dado cuenta de lo importante que te has vuelto. El cambio que lograste con esta guerra. Ahora nos llaman Meta Humanos, los grandes magos. Y tú puedes ser el líder de todos ellos si das el paso definitivo.

—Y supongo que tú quieres ayudarme a hacerlo.

—Por supuesto, con una condición.

—No me extraña.

—De la misma forma que estoy ayudándote, quiero tu futura ayuda. Tu lealtad, nosotros volveremos a nuestras tierras, pero quiero regresar con más que un botín o una cabeza de dragón. No hemos salido ilesos de este conflicto, ya he perdido amigos y compañeros de armas.

—Te escucho.

—Yo sé que tuviste tus amoríos con el Maestre Xavier, eso y más lo vemos en nuestro continente. También te veo anclado a ello cuando a todas luces su relación está muerta. Seré más claro: si deseas convertirte en el Gran Maestre y posteriormente en el Archimago de este mundo, ya no puedes mantener tus esperanzas en Charles cuando él obviamente no está de tu parte.

—Tú no sabes...

—¿Sabes por qué se marchó así? La reina Lilandra está esperando un hijo suyo.

Erik miró estupefacto a Iskandar, tirando su copa de vino y buscando de donde sostenerse. Todos los metales temblaron, incluso las paredes. Luthor le observó tranquilo, poniéndose de pie para recoger la copa que devolvió a la bandeja con la jarra de vino.

—Guardarle rencor sería como darles importancia a las injurias de un humano. Eres mejor que eso, Erik, te encuentras en un nivel superior. Ahora, te puedo dar el triunfo total a cambio de que hagas algo por mí.

—¿Qué...?

Iskandar sonrió. —Desposa a mi hermana, Lena, y te mostraré lo que es la victoria.

Mystique regresó para decirle que habían ganado la pelea en la playa de la península, aunque la magia usada había dejado estéril esas tierras para siempre, como teñido de rojo las aguas del mar. También le dijo que Charles había huido con Lilandra. No necesitó más, aceptando la oferta de Luthor mientras los Injustos -los Magos Libres- ya eran el terror de las criaturas mágicas. Lena llegó una mañana, hermosa, segura. Una maga también que le sonrió antes de besar su mejilla y susurrarle que sería el hombre más poderoso. Esa tarde, que se celebraría la boda, Erik lloró por Charles pidiendo que apareciera como solía hacerlo cuando lo rescataba de una penosa situación. Solamente apareció uno de los tantos aprendices trayendo su té favorito.

—Mi señor, su té para la boda.

Varios de los magos a su lado también desaparecieron, leales a Charles. Luthor le ofreció cazarlos, pero Erik lo rechazó. Lo único que estorbaba ya para que los Meta Humanos dominaran, era el Rey Agamemno y su familia, el reino élfico más poderoso. Ese rey se rumoreaba estaba invocando la magia más antigua y poderosa para vencerlos, ayudado por las criaturas mágicas. Rumores que se hicieron reales cuando aparecieron los primeros Centinelas. Esos monstruos de un metal que rechazaba la magia y al mismo tiempo era capaz de asesinar magos, persiguiéndolos igual que un sabueso podía olfatear un conejo a la distancia.

—¿Cómo pueden saber cómo rastrear magos? —le preguntó Iskandar.

—Yo sé cómo.

Incluso su escuela, su incipiente escuela de magia fue derrumbaba por esos monstruos. De no haber sido por el temple y calma de Lena, Erik hubiera perdido los estribos. Salió junto con los más leales a Luthor tras los Hechiceros Supremos. Fueron cazándolos uno a uno, dejando que los magos de Iskandar robaran sus tesoros y magias a cambio de sus cabezas. Erik fue tras uno de ellos en particular.

—Strange.

—¿Qué has hecho, Erik?

—¡Tú qué has hecho! ¡Maldito traidor!

Fue una pelea pareja, y el Hechicero Supremo casi le venció, pero Luthor apareció de la nada, usando uno de los mazos Thanagarianos para destrozar las manos de Strange.

—La era de los elfos ha terminado —dijo el mago, dispuesto a partirle el cráneo.

—No.

—¿Erik?

Este entrecerró sus ojos, mirando con odio al elfo. —La muerte es demasiado buena para ti, no, vamos a usarte, vas a servirme.

—¿Qué tienes en mente, Erik?

—Ya lo sabrás. Es algo que ustedes hacen mucho.

Lord Magnus, así le llamó Iskandar enfrente de todos los magos en las ruinas de su escuela, hincando una rodilla en el suelo. Todos los demás le imitaron. Por uno de los Hechiceros Supremos muertos, se enteraron que había sido el dragón Galactus junto con un Naga de nombre Loki los creadores de los Centinelas. Los mejores hombres de Luthor fueron tras ellos, ocultos en el bosque del rey Agamemno, el último obstáculo para ganar la guerra.

—Hiciste bien en mantener vivo a ese hechicero —comentó Iskandar en una reunión privada— Ahora sabemos que Agamemno ha estado invocando el poder de la Fuente. ¿Has escuchado de ella?

—La magia original, la fuerza de la que emana.

—Bien, pues no podemos permitir que el rey elfo la traiga a este mundo. Debemos ya entrar al Bosque Blanco e ir por su cabeza. Tenemos un buen pretexto, el Naga Loki.

Galactus ya había caído, su cuerpo desmembrado para ser utilizado en los juegos de los Injustos. Erik aceptó marchar al impenetrable bosque élfico cuyas hojas se tiñeron de rojo por la sangre de todas las criaturas que perecieron. Dieron con el Naga como con el Rey que perdió la cordura al verlos entrar a su palacio, asesinarlo no fue tan difícil. Aunque antes de morir, pronunció unas palabras que siempre dejarían inquieto a Lord Magnus, una profecía sobre su caída. O fue lo que interpretó. Cuando la cabeza de Agamemno cayó, todo el continente tembló, nubes con una tormenta cubrieron casi todo el territorio como el augurio que comenzaba con la caída de aquel reino.

—Es hora de que muera esta bestia.

—No, Iskandar —Erik torció una sonrisa viendo al Naga atado con fuerza con varias sogas encantadas— No eres el único que posee buenos magos. Te lo dejaré de mascota, un regalo de buena fe por tu guía y tu apoyo en esta Guerra Santa.

—¿Semejante cosa tan... indomable?

—Tiene crías.

Con el grito del Naga, salieron de ahí. Todavía quedaba una hija del rey como dos de sus nietos, que ya eran perseguidos. La sangre de Agamemno sirvió para ir destruyendo cada uno de los Centinelas, cuyos trozos de metal se convirtieron en musgo. Mystique le dijo a solas que Lilandra ya había parido al hijo de Charles, que habían huido a una isla luego de un ataque de Centinelas en la zona. Esa noche la pasaría en la cama con Lena, entre rabioso y herido. Confundido, abandonado. Odiaba con todo su ser a las criaturas mágicas, los elfos y los Hechiceros Supremos. Todos ellos pagarían, igual que los hipócritas de los humanos. Pronto sería Gran Maestre, la magia sería Ley, y serían sus hijos los que continuarían su labor hasta que el tiempo mismo dejara de existir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top