El secreto de un halcón

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.



***


El secreto de un halcón.

"Es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca."

Francis Scott Fitzgerald.



Star-Tsar había sido encontrado muerto en su habitación, durmiendo sobre su amplia cama con el cuello abierto por un filo de arma que no se encontró por ningún lado. Su gente también había sido encontrada muerta en sus respectivas habitaciones o haciendo guardia en las puertas de los aposentos de quien fuera el gobernante de la Ciudad Thanagar por decreto del Jerife Luthor. Los habitantes de Thanagar, bien conocidos por ser una raza de monstruos libres, seres alados con cuerpos similares a los humanos, pero rostros de halcón, habían despertado sin regente ni esa dictadura que Star-Tsar había impuesto usando su magia oscura. Y no era que tal hallazgo no fuese causa de celebración, todo lo contrario, debían mantener las apariencias porque si algo sabían con certeza los Thanagarianos era que siempre estaban siendo vigilados. Cualquier movimiento que se considerara amenazante para los Injustos y serían borrados del mundo igual que sus pares en Tierra Santa.

Shayera Hol intercambió una mirada con uno de sus hombres que entendió el gesto haciendo una reverencia antes de salir de la recámara de Star-Tsar. Debían continuar con la farsa de que el mago sultán estaba vivo y gobernando Thanagar hasta que pudieran reunir todas las huestes dispersas por edicto. Por el momento debían fingir. La chica halcón, en su armadura de los Wingmen, salió de ahí a paso vivo dando órdenes para distraer al resto de aquel cuerpo de seguridad del sultán. Recorrió el resto del palacio como siempre lo hacía luego de visitar a su regente en sus aposentos para escuchar sus órdenes diarias que llevaba a cabo con celosa minuciosidad. Por dentro, Shayera estaba angustiada, muy lejos de sentirse feliz por su pueblo o libre del yugo que habían soportado en silencio con la fuerza que les daban las altas montañas donde vivían, ocultos entre densas nubes frías que provenían de la Garra de Hielo.

—Salve, Shayja Hol —saludó uno de los guardias alados— ¿Cuáles son las órdenes del sultán?

—Quiere un informe de las fronteras, en particular de la frontera Este. Ha escuchado que ha sido descuidada y eso no le complace.

—Escuchamos y obedecemos, Shayja.

La noticia pudo contenerse, sellar los labios de los enterados para el mediodía. Shayera dejó a sus halcones de confianza a cargo del palacio para volar hacia el Norte, donde los vientos eran peligrosos para cualquier ser que no tuviera alas o fuese un poderoso mago. Se detuvo en una torre vigía en lo alto de una cadena montañosa que corría hasta perderse más allá de la vista, en dirección hacia la Garra de Hielo que no estaba lejos. Era con mucho, la única zona helada de la Tierra de Arenas Infinitas. Ahí espero paciente hasta que escuchó el batir de otras fuertes alas, sonriendo al ver llegar a su esposo Katar Hol, Shayj del palacio y uno de los mejores cazadores de los Wingmen. Dos pares de alas se entrelazaron en su saludo con sus picos tocándose junto con una sonrisa.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó Katar.

—Está muerto. Star-Tsar está muerto.

—Los Meta Humanos no mueren tan pronto.

—Fue asesinado, pareciera que se abrió el mismo el cuello como en un arranque de ira, pero no es así. Fue un cuchillo.

—Nadie puede acercarse a un mago tan viejo como él y asesinarlo de esa manera.

—Había rastros de plumas de búhos. Estoy segura que pasaron desapercibidas para los demás, pero no para mí.

—Plumas de búhos —el hombre halcón chasqueó su lengua— Tienen miedo, no quieren que suceda algo y van a despertar la rabia del Jerife.

—¿Qué es lo que no quieren que suceda?

—Lo ignoro, Shayera, más puedo decirte que es algo que comienza a despertar a todos. Justo ahora vengo de espiar la Tundra Kryptoniana. Jor-El ha movido a sus huestes de guerreros jinetes hacia el Sur para celebrar el cumpleaños de su primogénito Kal-El y su ascenso como jinete adulto.

—¿Por qué mover a sus hombres por ello? No es la costumbre Kryptoniana.

—Es lo extraño, parece que tomarán el camino que lleva a Ciudad Madre. Si Jor-El decide ir con el Jerife, solo puede tener dos razones: el reclamo de alguna falta o el cumplimiento de un trato.

—Me habías asegurado que ya no había nada entre estos magos libres y Luthor.

—Porque es así, estoy pensando en algo más.

Katar tomó la mano de su esposa, guiándola a un risco para que observara en dirección hacia la Garra de Hielo. Apuntando a lo lejos.

—¿Qué miras?

—El hielo... —Shayera abrió sus ojos en sorpresa— Se ha vuelto más oscuro.

—La tierra sabe que no se ha cumplido una promesa, infecta todo para reclamar la justicia.

—Primus Mirum.

—Y por la condición del hielo, es una promesa hecha por alguien del mundo antiguo.

—Katar, quedan muy pocos, todos están capturados por los Meta Humanos.

—Tal vez no, amada mía. Algo me dice que Jor-El es parte de ese Primus Mirum, que a su vez es parte de algo más. Algo por lo que el sultán perdió la vida y nos hace extrañamente libres para rebelarnos.

—Esas palabras esconden secretos que temo escuchar —Shayera sacudió sus alas, estremeciéndose.

—¿Revisaste el taller del sultán?

—Todo estaba en orden.

—¿Incluso la bóveda?

—Su sello estaba intacto, a menos que fuese un señuelo. ¿Qué es lo que piensas, mi halcón?

—El sultán buscaba desde hace tiempo indicios sobre la magia de los elfos, la magia ancestral. Cada noche tomaba el Absorbascon y miraba hacia el Oeste como si pudiera alcanzar Tierra Santa. Sé que encontró algo, pero ignoro que fue. De ello apenas tiene unos cuantos días.

—Y ahora está muerto, confesó su descubrimiento a alguien más y esa fue su ruina.

—Creó un mira estrellas que luego regaló hasta Ciudad Oscura. Trajo enanos que luego asesinó después de años trabajando en las fraguas y nuestras minas. Envió una caravana a Ciudad Madre con un cargamento que nosotros jamás vimos empacar.

—Él había estado ocupado en la vida política de estas tierras —observó Shayera, asintiendo— Pero luego sus esfuerzos se abocaron a tales acciones aparentemente sin sentido. Yo creí que la magia adulterada como Meta Humano le estaba consumiendo al fin.

—Hay algo de razón en ello, pero no del todo. Las plumas de búho nos señalan un camino no pensado.

—La Corte de los Búhos desea que Iskandar Luthor encuentre algo para ellos.

—Pero los halcones de Thanagar son un problema, si nos levantamos en armas en contra de Ciudad Madre, esos búhos nos habrán eliminado sin asomar sus pálidos rostros.

—Son hilos que se enredan y crean nudos, debemos tener cuidado de no morir asfixiados en su caos.

—¿Qué tan fuerte te sientes para hacer un viaje, querida?

—Dime a dónde quieres que vuele, yo llegaré.

—Tierra Santa tiene la respuesta, enviar una parvada llamará la atención de todos los ojos puestos en nosotros. Debe ser discreto pero eficaz.

—Confía en mí, he de traer las respuestas. Parto entonces, que se diga que voy tras un traidor, al sultán le encantaba perseguirlos.

—Que la Señora del Aire te proteja, que el Señor del Agua sea misericordioso contigo —Katar posó una mano sobre la frente de Shayera— Y que mi amor te proteja de la infección que ataca esa tierra, para traerte sana y salva de vuelta a nuestro nido.

—Volveré, ese es mi juramento.

Ambos emprendieron el vuelo al mismo tiempo, batiendo sus alas y elevándose tan alto como pudieron para hacer un cortejo en el aire a modo de despedida antes de que Shayera se separara de él, perdiéndose hacia el Oeste. Katar le miró hasta que no fue más que un punto distante, con una mano en su pecho. Su esposa era una guerrera, cazadora de mente avispada. Con una oración en Thanagariano, descendió a la montaña para volver al palacio a tiempo, reuniéndose con los Wingmen que habían puesto todos los cuerpos en la sala privada donde el sultán había tenido sus fiestas depravadas y muchos halcones terminaron muertos para divertir al cruel mago. Dio aviso de la ausencia de su esposa, cuando le notificaron del avistamiento de otro Meta Humano, un mago que se movía más rápido que los ojos de halcón más certeros.

Katar salió a buscarle, creyendo que se trataba de algún espía de la Corte de los Búhos, una orden de magos oscuros y asesinos que se decían habían sido los que originalmente pusieron las piezas en juego cuando la Guerra Santa. Peligrosos como anónimos, el hombre halcón solamente los había visto una vez, con la llegada de Star-Tsar a su ciudad entrando cual conquistador. Los bosques de Thanagar no eran como los de la Tundra Kryptoniana aunque eran igual de altos, solo que menos frondosos y más delgados en sus troncos. Katar los vio mecerse al paso de aquel Meta Humano que corría entre ellos, esquivando los puestos de vigía de los Wingmen. Un buen cazador espera el momento más propicio y él era de los mejores. Encaramado sobre unas ramas, se quedó quieto aguardando el encuentro, menguando su respiración y los latidos de su corazón.

Katar sonrió, el mago nunca sabría qué lo golpeó.

Su ataque fue en picada, con su mazo de picos ondeando al viento para estrellarlo contra el pecho de aquel Meta Humano que imitaba al viento para moverse rápido. Un par de ojos azules le miraron atónitos, esquivando el golpe lo suficiente para no terminar con el pecho partido más siendo enviado contra los árboles con los que chocó su espalda, cayendo pesadamente al suelo. Katar no le iba a permitir una oportunidad más, haciendo un arco al brincar con ambas manos en su mazo en alto, invocando la fuerza de Thanagar corriendo por sus venas y alas. El mago sacudió su cabeza, desorientado por el golpe y escupiendo un poco de musgo antes de levantar su vista.

—¡Espera! ¡Espera! ¡No soy enemigo!

El Meta Humano se arrodilló con ambas manos en alto, pidiendo su clemencia. Katar cayó justo frente a él con su mazo abriendo el suelo.

—Los intrusos no son bienvenidos en Ciudad Thanagar.

—Nadie me dijo eso, pero no importa, lo importante es que no me mates, ¿crees que puedas escucharme unos momentos y luego decides si me partes la cabeza en dos?

Aquel joven mago era extraño, en su mirada no había la malicia de los Injustos ni la peste de los Santos, como si fuese tan solo un aprendiz.

—Habla entonces.

—Bien —el muchacho se sentó con la espalda apoyada en un árbol, sacudiéndose sus ropas— Vengo de Tierra Santa...

—¡Tú...!

—¡Dije que esperes! —reclamó el mago, gimiendo de nuevo con sus manos en alto— Sí, soy de Tierra Santa pero no de Tierra Santa exactamente.

—Explícate.

—Verás, es que de donde yo vengo es de Edén, una isla que está JUNTO a Tierra Santa, pero como que somos un reino aparte, ¿sabes? Y estoy buscando a alguien que perdí cuando cruzábamos el mar. ¿Por qué tienen a mercenarios atacando gente inocente en las aguas?

—Black Manta es dueño del Brazo —explicó Katar, barriendo con la mirada al mago— Lo que haga en su territorio no nos incumbe.

—Pues debería, es malo para los visitantes sentirse tan atacados. Todo mundo ataca aquí.

—Mi paciencia es limitada, criatura.

—Bien, bien, ¡ya sé! Resulta que mi tutor me pidió que viniera a ayudar a uno de sus protegidos porque el pobre está bien perdido, pero cuando subo a un barco resulta que unos locos nos atacan y terminé nadando como demente sin saber a dónde dirigirme. Fue horrible, me quedé inconsciente en la playa, con muchísima hambre y algo adolorido. Gracias por agregar otro moretón a mi cuerpo.

—¿Tocaste nuestras playas?

—No sabía que eran tuyas, ¿sí? ¿Escuchaste lo que dije?

El hombre halcón quiso golpear al Meta Humano sin voluntad que le ayudara con ello. Aquel muchacho no mostraba la malicia de todos los magos.

—¿El Edén, has dicho? No conozco ningún reino nombrado así.

—Porque somos diferentes.

—¿En qué son diferentes?

—Oye, estoy cansado de correr porque me atacan por todos lados. ¿No puedes ofrecerme asilo y algo de comida? Perdí mis monedas, pero sé trabajar.

—¿A quién he de ofrecerle techo y alimentos?

—¡Cierto! Perdona mi ofensa, mi nombre es Bartholomew Hendrick de Allen. Aprendiz de mago, experto en el cambio de tiempo en movimiento.

—Sabes correr más aprisa, superior al viento.

—Lo haces sonar tan mundano. ¿Y tú eres...?

—Katar Hol, Shayj de Thanagar y miembro de los Wingmen del sultán Star-Tsar.

—¡THANAGAR! ¡¿HAS DICHO THANAGAR?! —el joven se tiró de sus cabellos— ¡ME DESVIÉ DEMASIADO, DEMASIADO! ¡ESTOY DEL OTRO LADO!

—¡Deja de graznar como grulla!

—Ya decía yo que el paisaje era demasiado bonito para ser las dunas tan temidas. Bueno, tendré que correr de nuevo para el otro lado. ¿Si me ofrecerás asilo, buen hombre halcón con muchos títulos?

—Sígueme.

Katar sonrió para sí, aquel mago nunca sospechó que terminaría preso en las mazmorras del palacio donde no podría hacer uso de su magia. No necesitaba molestias por el momento. Tenía serios problemas encima, como la lluvia de granizo que cayó por la tarde sin previo aviso con un cielo despejado y aire caliente proveniente del mar. Un signo de un Primus Mirum roto. La ausencia del sultán aun no era percibida como tal, acostumbrados a sus días encerrado en su taller buscando magia en cada rollo o libro que llegaba a sus manos. El hombre halcón fue al taller, observando el sello que Star-Tsar siempre dejaba cuando abandonaba el lugar, para evitar mirones y espías. No parecía adulterado ni que fuese falso, era auténtico.

No le tembló la mano para romperlo.

Pateando las puertas, Katar entró para inspeccionar el lugar, buscando más rastro de la Corte de los Búhos dentro del taller. No encontró el Absorbascon, su nicho estaba vacío, igual que otros más pequeños de los que no recordaba con exactitud lo que el antiguo regente guardaba ahí. Había mapas estelares tirados de una mesa, como quien buscaba algo más y esas viejas guías no sirven. El hombre halcón encontró una pluma de búho entre los papeles, junto con algo más que llamó su atención, pero no al Talon que hurgó las pertenencias del sultán en busca de sus tesoros recién encontrados. Bien pudo haberse robado objetos o información importante, sin embargo, algo más se le escapó de sus manos.

—Por eso siempre serán criaturas de la oscuridad, ignoran las cosas de la luz.

Levantó el mapa estelar, en cuyos trazos reconoció la hechura élfica. Fue extraño encontrar algo así en un mago como Star-Tsar, pero el hombre halcón examinó aquel pliego de cuero con atención, porque parecía recién maltratado. Un par de manos que lo estuvo estrujando continuamente. Katar abrió sus ojos, levantando su mirada para buscar alrededor. Ese taller no tenía ventanas, pero sí la habitación adjunta donde el sultán descansaba a veces. Fue al largo balcón con arcos sostenidos por esculturas de halcones sosteniéndolos, mirando el firmamento. Tuvo una ligera decepción por haber olvidado que en Thanagar los cielos eran muy oscuros con pocas estrellas que las nubes casi siempre ocultaban. Se quedó pensando en cómo el asesinado regente pudo haber encontrado lo que sus ojos también detectaron en el viejo mapa élfico. Entonces recordó el mira estrellas.

—Por eso lo construyó, el bastardo ya los buscaba.

Star-Tsar siento tan astuto, no había explorado el cielo por sí mismo, despertando la curiosidad de sus espías. Había hecho aquel artefacto para enviarlo con la persona que menos despertara sospechas, el Príncipe de la Eterna Sonrisa. Un demente que gustaba ver todo tipo de magia para desecharla al instante. Que tuviera un mira estrellas se unía a su lista de excentricidades. Katar pidió los informes de Ciudad Oscura, todas las cartas que se hubieran enviado entre el sultán y el príncipe. Pasó un par de horas leyendo aprisa cada correspondencia sin hallar nada que hablara sobre las estrellas.

—No, no están porque el Talon se las llevó.

Se levantó, paseándose por los pasillos con el mapa en mano, meditando cómo podría obtener la razón de los augurios que había comenzado a ver alrededor. El hombre halcón recordó a su prisionero, sonriendo para sí al bajar a las mazmorras, buscándole a toda prisa.

—¡Hey! Esto no era parte del trato, ¿por qué me encierras?

—Los magos no son bienvenidos.

—Yo vi varios sueltos por ahí.

—Haremos un trato, te dejaré libre si hablas sin mentiras sobre lo que hay en este mapa.

—¿Cómo sé que no me tiendes una trampa?

—No lo puedes saber, deberás arriesgarte.

—Mi maestro dice que nunca me digan eso porque siempre caigo. De acuerdo, dame ese mapa.

Bartholomew recibió el mapa estelar, de solo tocarlo se quedó quieto, mirando a Katar quien señaló el mapa con su mentón. El joven mago suspiró, desenrollando el cuero que examinó serio por un tiempo que al Shayj se le antojó eterno.

—¿Cómo... cómo pudieron tener esto?

—¿Es verdad?

—Bueno... —el Meta Humano asintió lentamente— Es una de las razones por las que estoy en estas tierras, perdido y prisionero, por cierto.

—¿Cuál es tu misión?

—Ya la dije.

—No con claridad, recuerda, de eso depende tu libertad.

El mago rodó sus ojos, enrollando el mapa y sentándose en el camastro en el interior de su celda.

—Los Niños del Cometa existen, ya no son tan niños, pero existen.

—¿Qué hay del Niño Profecía?

—Nadie sabe dónde está, pero debemos tener a los otros niños a salvo para cuando aparezca. Todos dependemos de ellos.

—¿Qué pasa si acaban con los Niños Cometa?

—¿Estás demente? Solamente un augurio puede terminar con otro. Si esos chicos mueren no habrá nada que detenga al niño maldito. Nuestro mundo perecerá.

—¿Qué tiene que ver un Primus Mirum con ellos?

Bartholomew parpadeó. —¿Un Primus Mirum? No tengo ni la menor idea, espero que no hayan prometido a uno de los niños porque yo en serio me regreso a Edén... ¿qué? ¿Qué dije?

Katar sacó las llaves maestras de su cinturón, abriendo la celda y jalando al mago consigo sin preguntarle siquiera, aunque el muchacho sonrió feliz de verse libre y luego preocupado porque no subieron. Al contrario, fueron bajando más niveles de las mazmorras.

—Oye...

—¿A dónde te envió tu maestro?

—Dijo que era al sur, que buscara la señal en el cielo. La reconocería.

—¿Qué tipo de señal?

—Pues no me fue especificada, pero mira que cuando es algo así, es porque si "alguien" quiere torturarme para sacarme información, yo no sepa decir algo.

—Te conocen.

—¿Eso fue una crítica a mi persona? Por cierto, ¿a dónde vamos?

Katar le soltó, tomando dos antorchas que encendió de un pebetero, dando una a Bartholomew.

—Este palacio le perteneció a la familia real Thanagariana, que fue asesinada por Star-Tsar. Mi familia les sirvió siempre con honor. Y conocían sus pasadizos secretos.

—¿Es mala hora para decir que le temo a la oscuridad?

Descendieron por las antiguas minas en donde hubieran encontrado el metal Nth que el espantoso Meta Humano robó. Los llevaría por camino seguro e indetectable a la magia hasta los campos nublados que tocaban la frontera con la Tundra Kryptoniana. Katar miró al cielo, más despejado, pero aun imposible de leer por su ubicación.

—Corre, joven mago. Encuéntralos.

—¿Estás seguro? —el muchacho se le acercó, extrañado.

—Yo no puedo ir contigo, levantaría demasiadas preguntas que llevarían a conclusiones inoportunas. Y mi pueblo va a necesitarme. Encuentra a tus protegidos, aléjalos del Jerife —el hombre halcón sacó de su pecho un collar del que arrancó un objeto similar a una moneda, solo que estaba hueca por el centro— Toma esto.

—¿Qué es, un amuleto de la suerte Thanagariana?

—Cuando debas cruzar una vez más el Brazo, solo hay un tipo de nave que puede burlar los navíos de Black Manta: un barco pirata. Ve a la Isla de la Hermandad de los Devastadores y presenta este objeto, te llevará con un amigo que me debe un favor.

—... gracias, Katar Hol. No olvidaré tu ayuda.

—No es porque comulgue con los magos, no te confundas. Es porque en este mundo tengo algo preciado que no puedo perder y ese Niño de la Profecía me la puede arrebatar.

—Los encontraré y resguardaré, a eso he venido.

—Una cosa más, debes tener cuidado en estas tierras, no eres el único que manipula así la magia.

—Tampoco en Tierra Santa, ¿sabes? —Bartholomew le guiñó un ojo al hombre halcón quien gruñó— Gracias de todas maneras por la advertencia, he de marcharme. Espero que podamos vernos y quizá, pelear juntos.

—Vete ya, que la noche oculte tu partida.

—Hasta pronto, Thanagariano.

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