Del otro lado del océano
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Del otro lado del océano.
"La unión nos hace tan fuertes como débiles la desunión."
Esopo.
Jan había terminado de cortar frutas que llevaba a la cocina para que fueran cortadas en trocitos que llevaría a Dawid cuando escuchó un rumor en el aire que le hizo dejar la canasta y volar a lo alto del castillo para mirar hacia el Este. La Señora del Aire enviaba un mensaje, que ella recibió, tomando entre sus manos una hoja translúcida que brillaba como plata, escuchando la petición de ayuda. Un elfo estaba muriendo en un cañón, herido por magia de Meta Humanos. Guardián de la frontera Oeste del Bosque de las Dríadas. Las alas de Jan se agitaron con fuerza al escucharlo, bajando a toda velocidad para buscar a Charles, quien estaba terminando de sellar salvoconductos para sus embajadores que aun continuaban buscando criaturas mágicas.
—¡Charles! ¡CHARLES!
—¿Jan? ¿Qué sucede?
—¡ESCUCHA! —ella le pasó el mensaje por aquella hoja de plata, con sus ojos húmedos— ¡Hay que hacer algo!
—No tengo a nadie tan cerca... apenas saldrán los siguientes.
—¡Charles! ¡Tiene que ser ahora!
—Jan, los que pueden ayudarle no están ya —el Maestre suspiró, mirándole— Iré contigo.
La sílfide le miró sorprendida. —¿E-Estás seguro?
—Vamos.
Charles jamás había salido del Edén desde que llegara con Dawid en brazos, primero había sido por su condición tan débil. Luego fue el pretexto de que su espalda no resistía viajes así de largos ni pesados, necesitando siempre estar cerca del castillo. Janett se dijo que debía estar muy asustada para que hubiera convencido a su amigo de dejar todo por ir a acompañarla, abriendo un portal mágico por el que pasaron ahí mismo, pues el mensaje había perdido tiempo al viajar. Fueron hasta donde provenía el rastro de magia de aquella hoja de plata, apareciendo en el cañón, era ya el atardecer y las sombras comenzaban a ocultar el paisaje.
—¡Ahí! —ella señaló a lo lejos, un delta de río en que iba al sur.
El Maestre invocó un nuevo portal por el que desaparecieron, quedando en ese delta junto a unas cuevas formadas por la erosión del agua. La sílfide voló aprisa, buscando con el brillo de sus alas iluminando esos huecos al mirar dentro.
—¡Charles!
Lo encontraron, era un elfo, un arquero. Sus heridas eran más graves de lo que Charles imaginó. Los magos del Templo no conocían la compasión.
—Esto va más allá de mis capacidades, Jan.
—¡Y de las mías! —Janett tomó el rostro pálido del elfo que limpió— ¿Qué vamos a hacer? No podemos dejarlo morir aquí. ¡Lo hirieron, Charles!
—Hay que sacarlo de aquí.
Aunque en el Edén tenían una medicina excelente, para el tipo de heridas que aquel arquero elfo había recibido, sus remedios no eran tan buenos. Janett gimió mirando a todos lados y luego encogiéndose para esconderse cuando sintió que alguien se acercaba. Charles de inmediato creó un escudo que los hizo invisibles, con el elfo tendido en la orilla del río sosteniendo él su cabeza contra su pecho. Lo que apareció fueron dos criaturas, un extraño ser de piel verde con ojos rojos y una Viuda Negra. El ser con piel verde se detuvo justo frente a ellos, negando lentamente antes de hablar.
—No tienen por qué temernos. También hemos venido a ayudar.
—¿C-Charles?
Este retiró el escudo, observando a los dos con extrañeza. —¿Quiénes son?
—Eso no importa —dijo la pelirroja, inclinándose para ver al aquero— Morirá si no se purifica su herida.
—Fueron ataques hechos con magia poderosa y solo otra magia poderosa puede sanarlo.
—Yo no tengo esa capacidad.
—No hablo de ti —J'onn se giró al Sur, señalándolo con su mentón— Es allá.
—Vamos en esa dirección, podemos llevarlo por ustedes.
—¿No estaban buscando el Edén? —Janett salió de su escondite para verlos.
—El Edén dejará de ser seguro muy pronto, sino es que ya no lo es —J'onn se inclinó mirando a Charles— El tiempo apremia, Maestre.
—Pueden llevarlo.
—¡Charles!
—Jan, ellos son criaturas mágicas como tú, saben...
—¡Son desconocidos! No ofensa.
—Es natural, pero él tiene razón —Natty ladeó su rostro— Si hemos llegado aquí sin llamar la atención, podemos seguir con un elfo herido.
—Iré con ustedes, no sea que se lo quieran comer —la sílfide infló sus mejillas, girándose a Charles— Debes volver, si te quedas solo estás vulnerable.
—¿Qué tan al Sur pretenden ir? —preguntó el Maestre.
—Cruzando el océano.
—¿Qué? ¿Y con qué barco? —chilló Janett.
Fue el turno del mago de sacar de entre sus ropas una pequeña caracola. —Nunca la ocupé, no sé si alguien vaya a responder.
—No perdamos más tiempo. Gracias, Maestre. Si no volvemos a vernos recuerde nuestros nombres, yo soy Natty y él es J'onn.
—Por favor, sálvenlo. Jan, ten mucho cuidado.
—¡Soy una sílfide! Tendré cuidado —ella besó su mejilla— Nos vemos pronto.
J'onn tomó al arquero entre sus brazos, caminando igual que la Viuda Negra. Janett suspiró hondo y voló tras ellos, encaminándose al Sur mientras Charles desaparecía por un portal orando porque pudieran salvar a ese elfo. El Marciano conocía los portales antiguos, así que saltaron pronto por todo el reino de Wakanda hasta llegar a sus costas, mirando el mar ya con una noche sobre ellos. La sílfide le había puestos unos remedios sobre las heridas al arquero, pero la vida se le iba. Natty sacó la pequeña caracola, arqueando una ceja y luego soplando ligeramente. Ninguno escuchó nada salir de aquel objeto, mirándose entre sí porque no estuvieron seguros de que hubiera servido tal como Charles se los había advertido.
—¿Qué es eso? —de nuevo, fue J'onn quien se dio cuenta.
Primero lo confundieron con un oleaje, pero conforme aquella figura fue emergiendo del mar, notaron que no era agua salada moviéndose con el aire sino un ser marino. De cabellos rubios, ojos azules y su cuerpo envuelto en una armadura de escamas fue como ver un momento en el pasado. Cuando mares y océanos fueron gobernados por Atlanteanos, los seres que Black Manta exterminara con ayuda del Rey Thakorr. Janett se quedó boquiabierta, sin poder creerle a sus ojos pues estaban ante nada menos uno de esos reyes de lo profundo. Alguien a quien creían muerto, nada menos que Arthur de Atlantis, la verdadera ciudad marina. Ella jadeó sorprendida, comprendiendo. La madre de Charles debió pertenecer a ese reino, dejando a su hijo la caracola por si llegaba a necesitar ayuda de sus pares.
—Tres criaturas del mundo antiguo y un elfo herido. ¿Por qué me han llamado?
—Necesitamos llegar a un lugar que está en el medio del océano frío —respondió J'onn— Donde este arquero puede ser salvado. Solo tenemos antes del amanecer.
—Usaron la caracola de una princesa sirena. ¿Quién se las dio?
—El Maestre Charles Xavier —fue el turno de Janett para hablar— Hijo de sirena.
Arthur le observó fijamente, como evaluando si sus palabras eran o no mentiras. Al final, levantó un brazo y un tridente brotó del oleaje, junto con lo que parecía una barca multicolor y translúcida.
—Sujétense.
La sílfide se aferró a Natty, asombrada de cómo las aguas obedecían a Arthur con una facilidad que ni siquiera los Namorianos tenían. Tan natural, se dijo.
—Huimos a lo profundo —dijo el Atlanteano— Cuando esos magos nos buscaron como si fuésemos atún o una sardina que pescar. Nos quedamos para siempre escondidos en las entrañas de los océanos, donde ninguna magia pudo alcanzarnos. Algunos quisieron ver la tierra de vez en cuando, pese a los peligros. Hicimos una promesa, responder a su llamado cuando sonaran la caracola del Señor del Agua. Esta ha sido la única vez que la escuchamos.
—Y tiene una buena razón, mi señor —J'onn miró al elfo— Solo entre nosotros podemos salvarnos.
—Nunca fue de otra manera. Dime, Marciano, ¿a dónde pretendes ir?
—Tú sabes a dónde, para el océano no hay secretos, aunque lo hayan ocultado a los ojos de todos.
—Lord Magnus tiene por corazón una piedra.
Natty y Jannet intercambiaron una mirada sin comprender, sus cabellos agitándose cuando las olas fueron más altas pero su barca parecía flotar más que ser arrastrada por su fuerza. Pronto vieron una isla, más pequeña que el Edén, pero que nunca había aparecido en los mapas. Estaba rodeada de un hechizo que la ocultaba, y solo pudieron entreverla cuando Arthur levantó su tridente y golpeó ese escudo, atravesándolo con la barca para ir directo a esa isla que no tenía casi montañas, pero sí un gigantesco muro que casi parecía tocar el cielo, corriendo por todo lo largo de la isla.
—Esto es por los Niños del Cometa, ¿cierto? —preguntó el Atlanteano.
—Y el Niño Profecía —asintió J'onn— Tal vez sea tiempo de salir a la superficie, mi señor.
Tocaron las costas, aquella imponente muralla hecha de piedra grisácea no estaba lejos, sin que mostrara lo que había detrás. Janett se volvió hacia J'onn.
—¿Tenemos que atravesar o...?
—No, ya saben que estamos aquí. Gracias, Rey Arthur, tenemos una deuda con usted.
—Sangre de elfo fue derramada para salvar a mi pueblo, no hay tal deuda. Tal vez tengas razón, Marciano, tal vez debamos salir. Mientras tanto, si necesitan atravesar el océano de forma segura, usen la caracola.
—Creo que hay una buena historia que escuchar del rey —comentó Natty cuando se quedaron solos, viendo a la playa— Ojalá tengamos tiempo y vida para ello.
—¡Alguien viene!
No supieron de qué forma o qué usó la mujer que se les acercó para aparecerse tan de pronto, con sus larguísimos cabellos rojos que parecían moverse por sí solos, en esos mantos púrpura. Se dieron cuenta que no era una criatura mágica, era de hecho muy humana y al mismo tiempo no. La mujer les examinó y luego al elfo que señaló.
—Pronto, síganme.
La siguieron a la muralla que tocó. Esos pesadísimos bloques de roca se movieron como si fuesen una cortina, dejándolos pasar hacia un camino de piedra iluminado por farolas hasta un nuevo portal que los llevó de inmediato a lo que parecía una fortaleza muy larga de piedra gris. Otros humanos extraños aparecieron, rodeándolos y observándoles. Natty estuvo a punto de cambiar de forma, conteniéndose solamente por un gesto de J'onn, quien entregó al elfo a una de esas personas con toda seguridad. Janett jadeó, siguiendo al arquero con los otros dos siguiéndole con pasos recelosos. La cantidad de humanos viviendo ahí era enorme. Pero tenían algo que la Viuda Negra no podía determinar, J'onn por otro lado, no pareció darle importancia.
Hablando en su idioma, esos humanos tomaron sus medicinas y pociones para atender al elfo. La mujer de los largos cabellos al fin se presentó.
—Mi nombre es Medusa. Bienvenidos a la Isla Attilan.
—¿Qué es este lugar?
—Una cárcel, el olvido, la vanidad y la decepción —fue la respuesta de la mujer— La vergüenza del Templo. Pero dejemos esas charlas para luego, ya está aquí quien ha de salvar a su amigo. Justo a tiempo.
Janett fue la primera en gritar, haciendo reír entre sí a esos humanos extraños cuando ella vio frente a frente a nada menos que un Hechicero Supremo, Stephen Strange. Con un par de mechones blancos en los costados de su cabeza, barba alrededor de su mentón, canosa igual que sus cejas y esa sonrisa bondadosa que siempre se le conociera.
—¡EXCELENCIA! ¡ESTÁ VIVO!
—Pequeños, me alegra ver que hay todavía uno de su raza. Quisiera hablar, más tenemos un herido al que debemos llamar del valle de la muerte.
Natty estaba boquiabierta, mirando a Medusa quien los llamó a los tres para dejar que el hechicero hiciera su labor con tranquilidad, llevándolos a una sala pequeña que era un comedor. Ahí les ofreció un poco de té caliente y cuencos con bebidas para ellos.
—Deben preguntarse muchas cosas.
—¡Y que lo diga, señora!
—Esta isla fue creada por los Meta Humanos, durante la Guerra Santa. Un campo de experimentos, querían forzar la sangre mágica en humanos y así hacerlos numerosos. Nosotros somos los descendientes de esos primeros padres que sufrieron a manos de Lord Magnus e Iskander Luthor. Incluso nuestro protector, el Hechicero Supremo fue torturado para obligarlo a que nos creara.
—¿Qué son? —la Viuda Negra estaba asombrada.
—Nos llamaron Inhumanos. Luego nos abandonaron aquí, dentro de ese hechizo que no nos permite salir, bueno, mejor dicho, fue creado para destruir todo lo que haya dentro si alguien trata de escapar. Puede ser que la magia no nos haga daño, pero si un fragmento filoso de roca atraviesa nuestro pecho, creo que nos matará. Frágiles como humanos, inmunes a la magia. Con dones de los monstruos. Es así como nos hicieron, nos temieron y nos encerraron cuando no pudieron contenernos.
—¿La muralla...? —Janett hizo un gesto como dibujándola en el aire.
—Fuimos nosotros, no podemos romper el hechizo que nos aprisiona, en cambio creamos otro para impedir que sus ojos puedan vernos. Esperaron a que el hambre nos matara, no contaron con los Atlanteanos.
—¡Ellos han estado aquí! ¡Pero si dijeron que nunca habían salido luego de la guerra!
Medusa rió. —Porque en parte es cierto, solo han venido aquí.
—¿Cómo no pueden activar el hechizo de destrucción al entrar y salir? —quiso saber Natty.
—Lo que es del océano, no puede ser detectado. A nosotros jamás nos hicieron con un don que fuese del agua, astutamente. Todo es de tierra y por ello el mar es nuestro carcelero. Su Excelencia cuidó de cada una de nuestras familias, incluyendo la de mi esposo y la mía.
—¿Esposo?
La mujer asintió, señalando detrás de ellos. Casi brincaron de sus asientos cuando vieron a un hombre en mantos negros con bordes blancos observarlos, no tenía boca.
—Él es Blackbolt. Podrían llamarlo como el rey de esta isla prisión.
—Dijiste que les dieron dones de criaturas mágicas —J'onn miró a uno y otro— ¿Cuáles son los de ustedes?
Medusa cerró sus ojos, de inmediato sus cabellos se movieron, recorriendo la sala al estirarse de una forma que era imposible. Regresaron a su forma normal, detrás de su espalda como una cascada.
—Mi esposo como ven, no puede hablar. Él... grita. Y su grito lo destruye todo. Intentó romper el hechizo, sin éxito. Eso casi hunde la isla.
—El hechizo no es de los Meta Humanos —el Marciano levantó su rostro— No lo es. Es de algo más horrible, más cruel.
—¿De qué? —Janett se estremeció.
—Oscuridad —asintió Medusa— Está mantenido por otro poder en alguna parte del mundo. Pero es el vacío, la nada. Esas tinieblas que están intentando dominarnos desde hace tiempo.
—¿Lord Magnus... ha usado esa magia? —Natty gruñó— Maldito bastardo.
—Fue Iskandar, pero es casi lo mismo. Como dije, se han valido de todas las cosas de las que luego se jactaron que nunca harían para crearnos. Y nos temieron cuando vieron el resultado. Hemos estado tranquilos, más conscientes de que un día vendrán a exterminarnos cuando hayan obtenido el poder de la oscuridad para hacerlo. O bien, cuando el Niño Profecía lo destruya todo.
—No puedo creer que Strange esté vivo —murmuró Janett, bajando sus alas— Que lo hayan mantenido aquí prisionero y usando su poder para... bueno, lo lamento.
—Está bien, sabemos lo que somos.
—Medusa, hemos terminado —anunció un tercer Inhumano al entrar a la sala— Está a salvo.
—¡Sï!
La sílfide voló a toda prisa, tanto para ver al arquero que estaba con mejor color en el rostro, durmiendo al fin con tranquilidad como para abrazar al Hechicero Supremo llorando por él.
—Tranquila, hija mía. No ha pasado nada.
—¡Qué malditos los del Templo! ¡Y nos han acusado a nosotros de ser los malos!
—¿Cómo está? —preguntó J'onn.
—Vivirá, recuperará fuerzas. Sin embargo, hay que atenderlo constantemente. La clase de magia que lo atacó fue extremadamente fuerte. Y perversa. Supongo que desean ahora continuar su camino, noto que tienen una misión que hacer. No se preocupen, velaremos por este arquero.
—¿Podremos salir?
—Creo que mi magia aun puede ayudarles, después de todo, tienen una caracola mágica.
—¿Cómo...? —Natty jadeó, luego riendo— Sí, la tenemos.
Strange sonrió como si recordara algo con ello, algo de tiempos más amables con menos amarguras. Janett miró al elfo y luego a los demás, mordiéndose un labio.
—Yo escuché a la Señora del Aire pidiendo ayuda, dándome el mensaje. Me siento responsable por cumplir a cabalidad la petición.
—¿Vas a quedarte?
—Sí, Natty, o no estaré en paz. Además, este lugar necesita verse más lindo y tengo ideas.
El Hechicero Supremo rió, mirando a J'onn y Natty. —¿A dónde irán ahora?
—Debo visitar mi hogar —respondió el Marciano— Siento que todo cambia, es un signo de que debemos prepararnos.
—Te acompañaré.
—Gracias, Natty.
—Fue un placer esta pequeña aventura, Lady Janett —sonrió J'onn— Aquí nuestros caminos se separan de nuevo, pero mi corazón me dice que volveremos a vernos. Cuide bien del arquero. Tiene una herida que no sana más que con cariño.
—Oh, oh, lo tendré presente. También me gustó estar con ustedes... no es igual al Edén.
Los tres se abrazaron, despidiéndose del elfo que dormía apaciblemente y marchando de vuelta a la playa, llamando de nuevo al Rey Arthur, quien esta vez se mostró más sonriente pues ya todos estaban enterados de sus visitas a la isla para ayudar a los Inhumanos. Strange usó un pequeño hechizo para hacerlos parecer Atlanteanos, para diversión de Natty. El Hechicero Supremo les despidió con una sonrisa, preguntándose si la madre de Charles estaría feliz de saber que su pequeña herencia a su hijo había ayudado tanto en un caso tan curioso de tiempos complicados. Volvió a la fortaleza, mirando a la sílfide estar en la cabecera del arquero, limpiando su frente o acomodando sus cabellos como sus sábanas.
—Parece que tienes experiencia con esto.
—Oh, um, es que cuidé de los hijos de Charles. Especialmente de Dawid.
—¿Los hijos de Charles?
—¡Ah! —ella agitó sus alas, emocionada— No lo supiste, Charles se casó con Lilandra, tuvieron dos hijos. Bueno... en realidad uno. Pero igual fue como si tuvieran a Anthony. Dawid y Anthony.
—Charles... —Strange frunció su ceño— ¿Y Lilandra?
—Lo sé, me contó lo de Erik. Horrible. Fue algo... que pesó mucho en su matrimonio. Lilandra se fue, regresó a su bosque.
—Los hijos de Charles, deben ser poderosos magos entonces.
—Am... un poquito, solo Dawid. Ese niño, tiene un carácter, en broma siempre le decía que un día parecía una persona y al otro, una completamente diferente. Pero su magia no ha sido... fuerte, si a eso te refieres. Y bueno, Anthony, mi pequeño. Nada de magia. Ah, ah, ah, pero es increíblemente brillante. Antes de marcharse nos hizo pequeños mecanos. Oh, Excelencia, era como si en su mente cayeran ideas que jamás habían existido y él pudiera crearlas así nada más.
—¿A dónde marchó Anthony?
—La verdad no lo tengo claro. Es que... cuando Lilandra se fue, ellos dos sintieron que era su culpa por no ser tan fuertes como debieran, ni tan mágicos. Así que un día mi Anthony salió a recorrer mundo para poner en alto el nombre de sus padres, pero con estos tiempos...
Strange apretó sus manos llenas de cicatrices, que temblaron debajo de su capa. El corazón le latió aprisa, escuchando como un eco lejano las siguientes palabras de la sílfide. Algo no estaba bien con la historia de Janett, y esos dos muchachos eran la clave. También se había dado cuenta que ella tenía un hechizo, sin embargo, habían sucedido demasiadas cosas para romperlo en esos momentos. Se lo había advertido a Erik, de buena fe, estaban jugando con un poder que no entendían de una manera equivocada. Habían sido ellos sus propios verdugos e iban a destruir el mundo junto con ellos.
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