Cambio de piel
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Cambio de piel.
"El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad."
Ludwing Van Beethoven.
Dzor miró hacia las dunas con una expresión cansada, un poco enfadada. Había escuchado las historias sobre Tierra de Arenas Infinitas, un continente salvaje lleno de magos que practicaban las artes oscuras en ciudades espantosas. No le había parecido que fuese así, no al menos la parte que había visitado a hurtadillas en busca de alimento no solo para él sino para el Naga que mantenía en un pozo improvisado que había hecho con su martillo dentro de una caverna entre los recovecos de un cañón de roca rojiza. Esperaba que la humedad y una luz tenue ayudaran a la criatura a sobrevivir. Sabía que despertaba de su inconsciencia de vez en cuando porque ya había encontrado los huesos de la carne dejaba con anterioridad, sus preferidos eran los peces. Dzor incluso había pescado algo para aquella criatura mágica, con tal de que no muriera.
Todo había comenzado cuando subió al barco de Black Manta y las velas de pronto cambiaron de orientación con un contraviento y regresaron a la normalidad. Un presagio al que nadie más que él prestó atención, viéndolo hacerse realidad cuando el océano enfureció, las olas se volvieron gigantescas con una tormenta nacida de la nada antes de que seres marinos saltaran a los barcos para destruirlos. Dzor los conocía solamente por haberlos visto en los libros del Templo. Atlanteanos. La pelea fue feroz como breve, con ventaja para ellos al tener al océano de su lado. Apenas si lograron abrir portales para salvarse antes de que enormes tentáculos estrujaran lo que había quedado de las naves. El Inquisidor terminó del otro lado del continente, atrapando una manta raya para usarla como salvavidas y posterior transporte a una playa desértica con la mente preguntándose por qué los Atlanteanos se habían mostrado.
Ahora estaba observando al interior del pozo, donde reposaba el Naga. Todavía quedaban algunos rastros de su grandeza como criatura mágica, entre tantas heridas, llagas, cicatrices viejas que hablaban de torturas que ni siquiera él podía imaginar. El tatuaje que traía no era ningún hechizo ni tampoco había sido impuesto por sus captores, era parte de su cuerpo desde nacimiento y Dzor quería saber su relación con sus sueños en el hielo. Hubiera querido enviar un mensaje a sus dos buenos amigos, más eso delataría su posición y con ello la existencia de ese pozo. Cosa graciosa haber aniquilado monstruos en el pasado y ahora tener que vivir como ermitaño por cuidar de uno de ellos. Uno bastante peligroso, esas garras, esos colmillos y la magia que poseyera seguramente eran temibles.
El Naga se agitó en sueños, enroscándose al punto de ser solamente un ovillo de escamas, temblando. Dzor suspiró, lanzándose dentro del amplio pozo. Dejó a un lado su martillo de doble cabeza para tomar la parte superior de la criatura y acurrucarla contra su pecho, acariciando sus cabellos. También mostraba pesadillas donde murmuraba en su lengua algo muy parecido al terror, incluso lloraba como en esos momentos, arañándose o al pecho del rubio, quien imaginaba que estaba suplicando por algo que le estaba siendo arrebatado en esos malos sueños. Luego de un rato de arrullarlo y acariciar sus cabellos, el Naga se quedaba plácidamente dormido, su cola ya no se tensaba tanto, manteniendo una postura más relajada alrededor de su cuerpo.
—¿Qué clase de horrores te impuso este mundo? —le preguntaba en susurros, sabiendo que no obtendría respuestas.
Fue en el tercer día que escuchó unos arañazos en el pozo, asomándose para ver aun fúrico Naga tratando de escalar las paredes resbalosas con ese propósito. Dzor iba a hablar, pero tuvo que esquivar unas dagas de hielo que pasaron rozando su cabeza.
—No tratas así a tu salvador.
—¡TE ORDENO ME LIBERES, MALDITO ASESINO!
Ese par de ojos verde esmeralda le miraron con odio que el Inquisidor no pudo negar. Para todas las criaturas mágicas ellos eran sus verdugos, la muerte segura. Aunque tenía una voz elegante, melódica.
—Yo he sido quien te ha traído alimento.
—Acércate para tu recompensa.
—No puedes salir del pozo, tanto porque quienes te dejaron tal como estás pueden encontrarte y por tu estado... no sobrevivirías.
—¿Y eso a ti que te importa?
—Esa marca, en tu brazo... ¿por qué la tienes?
—Baja, es un secreto que solo puede ser susurrado.
Dzor rio divertido. —¿Al menos puedo saber tu nombre?
—No.
—Bueno, "No", iré a pescar algo, no te rompas una garra queriendo escalar.
El Inquisidor escuchó lo que eran equivalente a maldiciones en lengua Naga, riendo para así entre silbidos canturreando una melodía. Buscó un pez realmente gordo y grande que llevó al pozo para la tarde, luego de tomar siempre precauciones. Esas tierras no las conocía como Tierra Santa y estaba seguro que había ojos hasta debajo de las dunas.
—"No", te he traído la cena.
—Idiota.
—Ignoro si el pesado fue idiota en vida, perdonarás que no le pregunté.
Loki siseó, lanzando arañazos al aire con su cola agitándose, movimiento por el cual luego se arrepintió porque varias heridas se abrieron, haciéndolo aullar de dolor. Se encogió abrazando su cola, temblando por el ardor de su piel abierta. Dzor apretó sus labios, observándole. Cerró sus ojos y dejando su martillo arriba bajó a donde el Naga con el pescado que abrió, buscando entre sus órganos algo que le ayudara a la criatura con esas heridas. Loki no podía creer lo que veía. O el Inquisidor era un perfecto imbécil o se sentía muy seguro de vencerle en caso de atacarlo. Sacó sus garras, dispuesto a lanzársele una vez más, pero al arrastrarse una herida cerca de su cadera se abrió más.
—¡Espera!
El rubio fue a él, sin mirar sus garras y poniendo unas tripas desgarradas sobre las heridas, especialmente la mayor en su cadera, con algunas escamas encima como un extraño ungüento. Loki frunció su ceño, notando que el dolor iba menguando lentamente igual que el ardor. Aun temblaba, más se sintió mejor, ligeramente mareado, peor mejor. Cuando levantó su vista, Dzor le sonreía.
—Funcionó ¿cierto?
Con un par de manotazos, Loki retiró las manos gruesas del Inquisidor de su cuerpo, terminando de acomodar esas vísceras sobre sus heridas en silencio.
—¿Qué es lo que buscas, Inquisidor? ¿Llevarme vivo ante el Jerife Luthor?
—Bien, "No", la respuesta es no.
El Naga rodó sus ojos. —Mi nombre es Loki. Loki Laufeyson.
Hubo un raro silencio porque Dzor se quedó atónito, mirando fijamente a la criatura frente a sí, sin poderlo creer porque era como haber sido tragado dentro de un cuento de los viejos papiros. Loki arrugó su frente al notarlo, pegándose a una pared para descansar.
—¿Qué?
—Tú... eres...
—Toma tu martillo y destrúyeme, te dará gloria. Ya me da igual —el Naga miró hacia la salida del pozo— Nada tiene sentido para mí. Ni la vida.
—¿Por qué me atacaste, entonces?
—Quería que terminaras conmigo.
—¿Por qué?
—¡Porque sí! ¡Deja de hacer preguntas idiotas!
—Loki... —los ojos de Dzor recorrieron su figura— Las historias no te hacen justicia.
—Puede que no tenga fuerzas, pero aún puedo romperte varios huesos por insolente. No te burles de mí, yo no... —una mano del Naga señaló su cuerpo maltrecho— No te burles.
—Te recuperas rápido, sin embargo, debemos movernos. Hay muchos ojos aquí. Demasiados.
—No entiendo tu necesidad de salvarme, Inquisidor.
—Tampoco yo la comprendo, Loki. Pero aquí —Dzor se golpeó su pecho— Aquí sé que esto es correcto, que esto es lo que he venido a hacer en estas tierras.
—Dudo que haya sido eso, te despertaron por algo.
El rubio suspiró. —Sí, tomar la cabeza de la reina Hipólita.
Loki le miró con ojos bien abiertos y luego se carcajeó al punto de que le dolieron sus heridas, apagando esas risas que incluso le dejaron lágrimas.
—Los creía imbéciles, superaron mis expectativas.
—¿Dudas de mi poder?
—Dudo de tus conocimientos sobre las Amazonas. ¿Por qué el Templo quiere la cabeza de Hipólita?
—Atacaron a la esposa del Gran Maestre.
—Muy oportunamente.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Nada —el Naga se encogió de hombros, queriendo acomodarse y siseando al hacerlo.
Dzor se quedó observándole largo tiempo en silencio antes de arremangarse un brazo, ofreciéndole su muñeca a Loki.
—Bebe de mi sangre, las Nagas se recuperan mejor con sangre.
—Serás un imbécil, la sangre de los Inquisidor mata.
—No la mía, bebe, Loki.
Este se tensó, mirando esa muñeca gruesa donde resaltaban algunas venas. Luego de debatirse internamente, al fin se decidió, pescando con sus garras esa mano que mordió aprisa. Bebió con avidez la sangre que le supo dulce, tibia. Casi olvidó que estaba tomando la vida de un Inquisidor, soltando de golpe aquella muñeca y limpiándose con el dorso de la mano sus labios pintados de carmesí. Dzor le sonrió de nuevo, con esas sonrisas de tonto que poseía.
—¿Lo ves? No estás muerto. Mi sangre es la única entre todos los Inquisidores que puede matar, pero también da la vida.
—Interesante.
—No más que tus palabras sobre que soy el hijo de un dragón.
—... —Loki desvió su mirada, había creído que solo fue un sueño. Un desliz imperdonable.
—¿Loki? ¿Cómo sabes que tengo sangre de dragón?
—Hueles. Hueles a ella. Conocí a Odín.
—Pero él murió antes que yo naciera.
—Conservar sangre de dragón es muy simple. Hasta tú podrías hacerlo.
—¿Y entonces...? —el rubio se acercó— ¿Ha sido mentira que nacimos de esferas de magia pura?
Loki bufó a punto de hacer una burla, pero su cuerpo se tensó, comenzando a temblar. Su frente se llenó de sudor frío, agitando su cola. Dzor le abrazó pese a su forcejeo hasta que no pudo más, quedando atrapando contra ese ancho pecho.
—Sshh, es el efecto de la sangre.
—L-Lo sé... i-idiota... —replicó la criatura, castañeando sus dientes.
—Cierra los ojos, te tengo.
El Naga hubiera querido decir algo sobre ello, cosa que no pudo cuando un sopor se apoderó de su ser, comenzando a sentir los párpados pesados y luego, quedándose dormido.
—Mucho mejor —el Inquisidor sonrió, apartando mechones de su cabello negro del rostro.
Ambos se quedarían dormidos contra la pared, hasta que Loki fue despertado por Dzor cuando este notó que no podía moverse. Estaba atrapado en una especie de telaraña que provenía del cuerpo de la criatura. No había hilos, más bien como una baba espesa que al tirar de ella arrancaba pedazos de piel del Naga. Loki jadeó, empujando con fuerza al rubio. Muda de piel. Usando sus garras, fue quitándose todo ese estorbo, revelando su nueva forma, mucho más sana. Todavía había rastros en su cola de zonas sin escamas, más la piel lucía sana igual que la superior pálida, tersa. Tendría cicatrices por siempre, que quedarían camufladas por el mismo tono de su piel. Incluso sus cabellos habían crecido, dejando atrás esos resecos, desnutridos mechones mutilados por mordidas o arañazos.
—Por todos los dragones —Dzor quedó boquiabierto viendo como salía del cascarón de piel— Eres... hermoso.
—Ya no había tenido una muda... desde que fui prisionero —musitó el Naga, luego mirándole— ¡Deja de verme así!
—Tú no eres como las criaturas que cacé. Esas eran feas, deformes, salvajes. Inferiores. En cambio, tú... pareces un ensueño.
Loki le dio con la punta de su cola en su cabeza a modo de coscorrón, con un traicionero sonrojo en sus mejillas.
—¡Te ordené no verme más!
—Imposible. El pozo es demasiado feo para entretenerme con él.
—Eres tan exasperante.
—Sangre de dragón —volvió a insistir el rubio, notando como el Naga se encogía— No te haré daño, si no quieres decirme sobre mí, lo averiguaré yo mismo.
—Como si fueses tan inteligente.
—Mi martillo es convincente.
—Ahora puedo moverme mejor, dijiste que hay ojos por doquier. Debemos hallar una mejor guarida y mejores disfraces. Llamas mucho la atención con tu armadura.
—Eso me parece un buen plan. ¿Te hará bien salir del pozo?
—Sí.
—Bien, sujétate de mí, sin ahorcarme.
—Hubiera sido tan interesante.
Loki se lo pensó bien, decidiéndose al fin por sujetarse por la espalda del Inquisidor, enredando su cuerpo alrededor de él cuando saltaron hacia afuera del pozo. Apenas tocaron el suelo, el Naga lanzó al rubio contra la arena con sus garras de hielo listas para matarlo. Para su sorpresa, Dzor no se defendió, dejando sus manos abiertas con el martillo a un lado al soltarlo, esperando por su ataque. Lo tenía bien prensado con su cola alrededor de su torso y piernas, con una mano sujetando ese ancho cuello y otra cerca de su corazón, pero Loki no lo atacó. Deudas. Le debía la vida, faltar a semejante pago era traer más desgracias a su vida y no estaba tan seguro de querer acumular más. Con un bufido, le soltó, arrastrándose hacia la salida de la cueva, mirando las dunas a lo lejos con una mirada dolida.
—Eres fuerte —comentó Dzor, sobándose su cuello.
—¿Cómo piensas sacarnos de aquí si hay espías debajo de las dunas?
—Volando.
—¿Qué?
—Mi martillo puede elevarnos muy alto en el cielo y llevarnos a tal velocidad que no podrían percibirnos. Solo que debemos ir por la costa, noté que había algo raro en el Noroeste de este desierto, ir por ahí realmente sería de tontos.
—Ciudad Gorila, es lo que está más cerca —el Naga se abrazó a sí mismo— Y no es tan buena idea.
—Dime, Loki, ¿puedes cambiar a forma humana?
—¿Qué? Yo jamás...
—¿Puedes?
La criatura le dedicó una mirada ofendida antes de asentir azotando la punta de su cola en claro desaire por tomar una forma tan inferior. El rubio sonrió, haciendo un gesto de las manos para que lo hiciera. Cerrando los ojos, Loki se concentró a regañadientes. Lentamente, su cola se fue encogiendo, comenzando a separarse hasta formar dos piernas largas y torneadas que hicieron juego con el resto de su cuerpo. Solo quedó su pelo negro, lacio y largo que trenzó enseguida, antes de notar la mirada fija del Inquisidor una vez más sobre su persona.
—¿Qué?
—Te hace falta ropa.
Un par de dagas de hielo se clavaron detrás de Dzor quien las esquivó entre risas, quitándose la parte superior de su armadura para darle su camisa con qué cubrirse. Loki se imaginó cien maneras de torturar a ese idiota mientras se ponía su ropa con el pestilente aroma impregnado en ella. Al ser ligeramente más bajo en su forma humana que el Inquisidor, y menos ancho, la camisa le cubrió hasta debajo de sus nalgas que el rubio admiró, riendo para sí ante ciertas ideas que brotaron en su inquieta mente.
—¡Ya deja de mirarme!
—Vamos, pronto anochecerá. Encontremos posada en Ciudad Gorila.
Tomando su armadura que volvió a ponerse y su martillo, Dzor fue hacia el Naga, atrapándole por su cintura con una queja de este mientras giraba su arma hasta que prácticamente desapareció de la vista y luego fueron lanzados fuera a gran velocidad, surcando el cielo hacia la costa que recorrieron en un abrir y cerrar de ojos antes de poner un pie en una de las villas cercanas a la capital de Ciudad Gorila. Nadie los vio descender porque el Inquisidor usó un hechizo de invisibilidad, apareciendo detrás de unas casonas donde había mantos tendidos sacudiéndose a la brisa del mar. Pidiendo perdón por el hurto, los tomó para dárselos a Loki, usando otros para cubrirse él, encontrando una capa sobre un caballo que también jaló de sus riendas caminando a hurtadillas.
—Cosa curiosa saber que a los Inquisidores los entrenan para robar.
—A veces hay que sobrevivir. Sube.
—¿Qué?
—Te has recuperado, pero no aguantarás una peregrinación a la capital.
—Estás loco si...
—Aquí no escucharemos nada, tenemos que saber qué pasa en este continente. Y darte tiempo a sanar por completo. Entre más gente, hay menos posibilidades de que te reconozcan.
—¿Siempre planeas tus misiones así?
—Y jamás me han fallado —le sonrió Dzor.
Quizá el Inquisidor no hubiera pisado nunca esas tierras, pero tenía la información necesaria para moverse sin problemas. No había mentido sobre la distancia a la capital que fue larga. Loki agradeció en silencio el quedarse en el caballo, el sol y las arenas le hubieran robado sus renovadas energías. Se acomodó un manto de modo que cubrió por completo sus cabellos y la mitad inferior de su rostro, a la usanza de ese continente para las mujeres. Podría pasar por una de ellas, una mujer alta, pero su cuerpo esbelto bajo los mantos podía ser engañoso y necesitaba eso. En una pausa que hicieron al llegar a un oasis, le hizo un turbante a Dzor, para hacerlo ver más nativo, y no tan extranjero a los ojos de los celosos guardias de Ciudad Gorila. La capital era como Ciudad Oscura, repleta de callejones, avenidas estrechas y bazares por doquier con tiendas vendiendo desde comida hasta cabellos, pasando por esclavos.
—Buen hombre —el rubio detuvo a uno de los comerciantes ambulantes— ¿Podría decirme donde puedo encontrar una posada?
El vendedor miró a Loki en el caballo y luego a Dzor. —¿Está enferma tu mujer?
Loki estuvo a punto de volver a su forma original ante el insulto, pero una mano del Inquisidor apretó su muñeca, conteniéndole con la mejor sonrisa diplomática.
—Sí, ya sabe cómo se ponen cuando están en espera.
—Oh —eso pareció cambiar el humor del hombre, quien sonrió divertido, señalando a un costado— Vaya tres calles adelante y encontrará una buena posada. La ama de llaves es partera, así que podrá ayudarle con las molestias de su mujer.
—¿Cuántas monedas le debo por sus servicios?
—No, señor. Nada. Por la Mezquita que nos protege, bienvenidos a Ciudad Gorila.
—¿Tu mujer? —reclamó Loki cuando siguieron, con un gruñido.
—Sí, cariño. Así que no vayas a ofender a tu esposo, te puedes ganar ser apedreada en público.
—Tú...
—Vamos, Loki.
En aquel extremo de la ciudad, había tanta gente por ser un foco de comercio que nadie les prestó atención al abrirse paso a la posada, una construcción dispareja de piedra blanca con cúpulas que se recorría con escaleras en caracol. Tal como lo dijo aquel comerciante, la ama de llaves de la posada le dio a Loki un té para sus malestares cuando alquilaron una habitación sin que se lo pidieran. La palidez del Naga era el causante.
—No rompas el tazón, cariño. Me lo cobrarán.
—Con mayor razón.
—Iré por comida. Pase lo que pase, no salgas de aquí ni mates a nadie. ¿Crees que puedas hacerlo?
—No prometo nada.
—Tranquilo, Loki.
Lo cierto fue que el ojiverde se quedó profundamente dormido en cuanto se recostó en la cama llena de cojines. Era la primera vez luego de mucho tiempo que descansaba tan bien. Dzor tuvo que despertarle para cenar. Compartir la cama fue otro tema que el Inquisidor resolvió usando los cojines en el suelo como una segunda cama. Loki sintió un ligero remordimiento, aquel tonto le había salvado la vida y posiblemente no había descansado desde que le estuviera cuidando en el pozo. Observó ese rostro duro, sus cabellos dorados como las escamas de Odín, un cuerpo fuerte y ancho que no encajaba con los demás asesinos del Templo.
—Duerme, Loki.
—¡Tú debías estar dormido!
—Lo hago, pero estoy alerta —sonrió Dzor sin abrir sus ojos, tumbado boca arriba— Tengo que protegerte.
—No... no deberías.
—Sé que te hicieron daño, no quiero que eso te pase. Necesito respuestas a misterios que vienen a mi mente, a tu revelación. Todo eso se ha de conjugar en un solo camino, lo sé.
—Te matarán apenas se enteren que los has traicionado —murmuró Loki, mirándole desde la orilla de la cama.
—Quizá ya he vivido demasiado.
—Nunca has vivido, creíste que lo hacías.
—Anda, Loki, duerme.
—¿Y si me escapo mientras duermes tan profundamente?
—Iré a buscarte para protegerte.
Loki gruñó, jugando con la orilla de la sábana. —Mi madre fue quien me puso esa marca.
—¿Eh?
—Mi marca de la que hablas... fue mi madre, Farbauti. Para que nunca me faltara la felicidad.
—¿Qué es lo que buscabas en el desierto?
—A mis petirrojos —confesó el Naga con un murmullo— Son como mis hijos. Pero...
—Los encontraremos.
—No hagas promesas que no puedes cumplir.
—Si te duermes los encontraremos.
Loki gruñó, girándose para darle la espalda. Dzor sonrió, durmiendo también en ese estado de vigilia que eran capaces los Inquisidores. En algún punto de la madrugada sintió una mano fría y delgada buscar una de las suyas, temblando. Pesadillas. No la soltó hasta que amaneció.
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