Cambio de piel
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Cambio de piel.
"En la venganza el más débil es siempre más feroz."
Honoré de Balzac.
Una de las cosas que más le gustaba a Loki, era recordar a su padre hablando sobre su madre.
Toda una historia digna de leyenda, si los Meta Humanos no hubieran destruido todo compendio de mitos sobre el mundo antiguo. Su padre había sido un troll de las nieves, o como fueron llamados, los Gigantes de Hielo. Los más altos entre su raza, que habían aceptado el vivir en la parte Norte del mundo. Ahí, donde jamás llegaban los pastos verdes ni las flores de primavera. Los gigantes habían adquirido mayor tamaño de tanto trabajar en los hielos, con una piel azul claro con cabellos blancos. Incluso algunos tenían marcas hechas por los rasguños sufridos al moldear el hielo. Así era Laufey, líder de la tribu de Jotun, los más apartados de todos y que solo bajaban en verano a la tundra.
Fue en un verano donde conoció a un grupo de Nagas perdidos cuando una tormenta arrasó su isla. Entre todas esas imponentes serpientes estaba Farbauti, hermosa de ojos grises y exuberantes cabellos negros. Laufey era conocido por ser muy rígido e inflexible, pero la Naga lo transformaba en un amoroso troll que cortó enormes bloques de hielo para llenar los huecos de tierra y convertirlos en lagos que Farbauti necesitaba para vivir. Otro verano, Laufey se arrodilló ante ella, cortó su palma derecha y ofreció su sangre como muestra de su amor a Farbauti. Décadas más adelante, un hermoso huevo prometía la felicidad de ambos, bien cuidado en una cueva en el Noreste, que miraba al mar bravío.
Loki siempre escuchó de su padre las historias de cómo Farbauti decoraba su nido para que estuviera lo más cómodo posible, cantando como solo las Nagas sabían hacerlo. Un canto que podía rivalizar con el de las sirenas. Laufey le contaba muy orgulloso que el canto de su madre incluso había enamorado al dragón Bor, y ella lo había rechazado con todo y que el dragón le había ofrecido el mejor de sus tesoros, el corazón de una estrella hecho martillo. Farbauti había elegido a Laufey, era lo único -además de él- que lo hacía sonreír al recordarlo. Tienes la sangre más noble y poderosa de las criaturas mágicas, hijo mío, solía decirle el trol cuando estaba vivo. Siempre lo cuidó como si fuese un príncipe. De cierta manera lo era, porque la tribu Jotun le daba un título similar a rey.
—Aw, la serpiente todavía está enojada —Harley se asomó por entre las rendijas de los barrotes, haciendo un puchero— Quizá necesite que mis bebés le animen o, que use esto.
La maga mostró un sello mágico, el mismo que tenían sus grilletes y collar. El Naga levantó su rostro cansado, ojeroso y pálido con sus cabellos descompuestos.
—El sol...
—Ah, demasiada luz te lastima, ¿cierto? Puedo hacer que cierren de nuevo las compuertas, siempre y cuando me prometas que vas a portarte MUY bien.
—Lo haré, por favor...
—¡Ayudantes! ¡Cierren las compuertas! ¡Necesitamos más sombras!
—Gracias —murmuró Loki, abrazándose a sí mismo con su cola enroscándose apenas. Con los rayos del sol quemando sus escamas adoloridas por el fuego helado y las salvajes mordidas de las hienas, era una agonía el moverse.
—Ya sabes cómo agradecer a tu amo, escamosito.
Unos pergaminos en blanco cayeron a su lado. Tendría que escribir en ellos usando gotas de su sangre los hechizos antiguos que fuesen valiosos, como derrotar a un elfo o matar a un gorila. No solo usaban sus escamas, pedazos de piel o sangre para los experimentos de necromancia, también le exigían compartir los conocimientos que como Naga poseía. Loki cerró sus ojos, quedándose dormido casi de inmediato cuando la luz se marchó, dejándolo en penumbras como era su hábitat. Ese fuego helado no debería hacerle daño, tenía un elemento más que era la causa de tanto dolor. Ignoraba qué era, más se juró descubrirlo para ya no ser herido de esa manera. Su gran consuelo es que sus petirrojos estaban lejos, fuera del alcance de ese perverso príncipe, Pet estaba a salvo de terminar como él.
—¿Cómo está mi Naga favorita? —apareció horas después el Príncipe de la Eterna Sonrisa— He extrañado nuestras charlas.
—No sé mucho sobre la conjunción.
—Y adoro cuando sabes darme lo que exactamente busco, sé que te puedes esforzar aún más, Loki.
—Es que... —el Naga se pegó a una pared, levantando su rostro a los barrotes en lo alto de su pozo— De vez en cuando ha aparecido esa conjunción de estrellas. Las primeras veces creí que algo sucedería, pero jamás pasó nada. Por eso es que no hablé sobre ellas, creí que no tenían importancia.
—Todo siempre es importante o no estaría en este mundo —replicó el príncipe, mirándole fijamente— Así que dime, de qué va exactamente el asunto.
Loki bajó su mirada, sus cabellos cayendo al frente ocultando su rostro. Su padre solía peinar siempre su cabellera negra en una trenza, decorándola con joyas hechas de hielo y roca mientras le contaba cuán largo había sido el pelo de Farbauti cuando vivía. Él lo adoraba, lo llamaba su "noche donde podían habitar sus estrellas".
—Las estrellas anuncian cosas, una sequía, un guerrero o un ser especial.
—¿Qué tipo de ser especial, uh?
—Como... —Loki suspiró, agotado— un Niño del Cometa.
—Hm, muy interesante, muy interesante. De acuerdo, voy a quedarme con eso de momento. Cuando tenga más ganas de escucharte, vendré. Por tu buen comportamiento te premiaré con algo que te gustará.
Trozos de carne magra cayeron casi sobre los pergaminos. El hambre le hizo lanzarse sobre ellos, hincando sus colmillos y garras con desesperación. La risa del príncipe se desvaneció por un pasillo cuando se marchó, dejándolo otro poco más a solas, para comer y escribir en ese papel lo que sabía él quería. Una forma de dar con un Niño del Cometa.
—¿Por qué los elfos de los bosques no quieren ayudar a mi padre?
—Tu padre ya no tiene salvación, Loki.
—¡Eso es mentira!
—Lo mejor que puedes hacer, es cuidar de él hasta que...
Angbr apareció cuando al fin tenía su piel de Naga adulto, buscando a los elfos marinos por un remedio que salvara a su padre de la oscuridad que estaba consumiéndolo como a su vida. Fue un Naga extraordinariamente fuerte, decidido que, de solo verlo, enredó su cola con él. Juraron votos de unión y fueron felices, lo suficiente para que Loki no entristeciera cuando Laufey murió, entre los hielos de los que nunca quiso separarse, murmurando el nombre de Farbauti. Con Angbr concibió a sus tres hijos: Jörmungandr, Hela y Fenrir. Tres hermosas Nagas que fueron la felicidad de su padre antes de que estallara la Guerra Santa y se los llevara a todos. Para Loki, apenas era ayer cuando la espada de Iskandar Luthor degolló a su primogénita Jörmungandr frente a sus ojos pese a sus gritos de súplica.
—... ¿supiste lo del incendio?
—¡Ah! Dicen que fueron los hombres del Pájaro que Asusta.
—Yo escuché que fue la Señora Ivy vengándose de un robo de sus flores.
—El fuego quemó casi todo un barrio, pobres tontos.
—Sí, pero, dicen que una bandada de murciélagos se fue esa noche. Como si siguieran algo.
El Naga abrió sus ojos al escuchar eso, prestando más atención a los carceleros.
—Pues si ya no hay tantos jodidos animales, por mí mejor. Ya todas las calles apestan a murciélago.
—¿Cómo sabes que se fueron?
—Porque mi primo me lo dijo, estaba de guardia en uno de los puestos de la muralla, cerca de donde fue el incendio. Me contó que hubo una pelea antes, luego el fuego y luego los murciélagos alejándose de la ciudad.
—Creo que, si eran tan listos los murciélagos, era natural que se marcharan ¿no crees? El suelo quedó caliente y frágil después del incendio, ellos saben que no es bueno ya para vivir. No como tú que te casaste con esa mujer.
—¡Ja, ja, ja...!
—¡MUCHACHOS! ¡MIREN LO QUE ME DIERON! ¡MIREN LO QUE ME DIERON! —entró otra voz más al calabozo, con un aroma mágico muy débil.
—¿Qué no se supone que ya no hay de estas cosas?
—Están bien escondidas, que es diferente. Me la entregó Su Alteza, dijo que era para nosotros.
—Vaya, vaya. Pues bonita, sí está.
—¿Crees que sea virgen?
—Solo hay una manera de averiguarlo.
Arrastrándose con el menor de los ruidos, Loki se irguió, apoyado en la húmeda pared para olfatear mejor. No hubo necesidad de hacerlo, con un golpe seco, el rostro de una ondina quedó mirándole con una expresión vacía. Esa que dejaban las torturas del Príncipe de la Eterna Sonrisa. Tenía marcas de quemaduras, latigazos y golpes dados con instrumentos hechos para ellos, las criaturas del mundo antiguo. Los ojos de la ondina notaron al Naga en el fondo de aquel pozo desde donde se asomaba al haber sido arrojada por esos humanos que Loki no podía ver, pero sí escuchar. Quiso decirle algo, un consuelo o una palabra de solidaridad cuando se oyó el inconfundible sonido de armaduras retirándose y botas rodeando a la impávida ondina que no hizo nada, ni un gesto o un sonido mientras su cuerpo se movió errático ante las embestidas que comenzaron.
Loki lloró por ella.
A eso era lo que los Meta Humanos los habían reducido, juguetes de los Comunes, mascotas con las cuales experimentar, abusar y luego matar de la forma más cruel. Ya nadie los respetaba como en antaño cuando sus hogares no eran invadidos ni sus palabras despreciadas. Lágrimas silenciosas de la ondina cayeron sobre el rostro del Naga cuando estiró una mano hacia ella queriendo trepar para alcanzar su rostro, al menos hacerle saber que no estaba sola, que un día eso iba a cambiar porque el Niño Profecía los iba a matar a todos por igual. Si ellos tenían que desaparecer del mundo, lo harían llevándose a esos infames magos como a sus sirvientes humanos. Era lo más justo, lo que todos merecían luego de tantos años siendo prisioneros torturados y usados para diversión de criaturas inferiores.
El rostro de la ondina desapareció cuando tiraron de ella, Loki no quiso imaginar para qué. Rogando porque el tiempo pasara rápido, que alguno de esos idiotas que ya estaban ebrios hiciera una tontería y la matara, librándola de semejante humillación. Hicieron pausas, continuaron con sonidos obscenos y un aroma de vino combinado con sangre mágica que provocaron náuseas en Loki. Así los alcanzó la noche, junto con un mago que apareció mientras ellos descansaban una vez más. Ya casi no sentía vida en la ondina, estaba muriendo. El Meta Humano entró caminando despacio, saludándolo aparentemente sin perturbarse de cómo lucían aquellos borrachos pervertidos.
—Caballeros —saludó el mago— Su Alteza me ha dicho que tienen algo para mí que puede entretenerme mejor que una doncella llorosa.
—¡Señor! —saludó uno de los humanos con un hipo— Claro que tenemos, ¿gusta un poco de esta perra? Ya está más floja, pero buena.
—Prefiero a la serpiente.
—¡Vamos a las cuerdas, muchachos... HIC!
Con carcajadas de ebrios, la puerta del pozo fue abierta y sogas con arpones se clavaron en Loki para sacarlo de ahí, arrastrándolo entre patadas hasta una de las celdas comunes porque al ver el estado de la ondina su estómago no pudo más y vomitó. Sus manos fueron tiradas hacia arriba cuando lo dejaron colgando de una viga, a solas con el mago que recorrió su cuerpo maltratado, desnutrido y sin la gloria que un día tuviera. Loki miró la paja en el suelo, seca, pero con manchas de sangre de otras víctimas del príncipe, no se movió cuando las manos del Meta Humano recorrieron su cuerpo, olfateando la excitación en aquel hereje que le tocó de esa manera tan lasciva.
—Naga auténtico... qué belleza. Si fueras mío te cuidaría mejor.
Loki había dejado a su padre en su cueva de hielo buscando a los elfos de los bosques para que le dieran una cura que limpiara la mente de Laufey de la oscuridad que lentamente comenzó a invadirle luego de que Farbauti muriera protegiendo a su cría del fuego de Gamma cuando cayó violentamente del cielo, partiendo la tierra única ante la caída tan fuerte. Ese fuego que consumió el cuerpo de la Naga, que hizo la piel azul de Loki tan pálida como la luna y a sus ojos que presenciaron ese resplandor, de un color verde esmeralda en lugar de los rojos de su padre. No hubo cura, su padre murió y Loki sintió un dolor que fue mayor cuando Angbr terminó hecho trizas por los magos, usando sus restos para alimentar a sus perros. El dragón Galactus le encontraría llorando con los huesos que dejaron estrujados contra su pecho.
—Sé como matarlos, pero necesito de tu ayuda. Laufey sabía moldear el hielo, era el único que podía convertirlo en metal. Debió enseñarte.
—¿De qué me sirve eso ahora?
—Para crear los monstruos que acabarán con los magos.
—¿Qué moldearía yo?
—Las escamas de Farbauti.
Cuando Gamma cayó, ese trozo de tierra que separó del continente se convertiría en su último hogar, la Tierra de Arenas Infinitas. Un lugar seco por el fuego verde que eliminó todo rastro de vida, salvo en la parte norte, la más alta. Ahí, la magia de Laufey permanecería perene, cuando levantó columnas de hielo como una tumba para su esposa Farbauti. Los Comunes la llamaron la Garra de Hielo. Una ironía que Loki terminara en la punta sur con una suerte peor a la de su madre, cuyas escamas buscó entre la nieve y el hielo para construir con el fuego de Galactus a los Centinelas en tiempos de la Guerra Santa. Tan solo quiso deshacerse de ellos antes que tocaran a sus hijos, pero quiso el destino que fuese eso y ser testigo de la maldición al Gran Maestre lo que precipitara la muerte de sus pequeños.
—¡Oh, por La Ley...! ¡Sí, esto era lo que pedía!
El aliento del Meta Humano alcanzó su rostro mientras le mancillaba, arañando sus escamas heridas al estar perdido en su asqueroso placer. Las carcajadas afuera alcanzaron los oídos del Naga, con una chispa que se apagó. Por fin la muerte se había apiadado de la ondina. No más sufrimiento. Los Injustos lo atraparon, lo llevaron ante Erik Magnus quien lo latigueó hasta que su mano se cansó, lanzando fuego a sus heridas. Después, cuando volvió en sí, Iskandar Luthor le puso los grilletes y collar escuchando como era obsequiado por el Gran Maestre. Un premio de guerra. Claro que peleó todavía, hasta que Ra's Al Ghul llevó a sus crías frente a Magnus. Suplicó. Suplicó besando los pies de Magnus. Besó los pies de Iskandar Luthor, quien tomó a su primogénita por sus cabellos, haciendo que jurara nunca lastimar otro ser vivo.
Y la degolló pese a que Loki lo juró por la vida de sus hijos.
Ningún elfo lo rescató, los magos siempre hicieron de su vida una miseria. Los humanos se divertían torturándolo. Todos le daban asco... salvo sus petirrojos y su pequeña araña. Ellos todavía guardaban la inocencia que el mundo un día había tenido, como su pequeña Hela y Fenrir que fueron puestos en jaulas y metidos en un líquido verdoso para ahogarlos. Erik estaba feliz, lo miró con un profundo rencor diciéndole que lo peor estaba por comenzar para el Naga. Luego Iskandar lo regaló al Príncipe de la Eterna Sonrisa donde permanecería hasta su muerte, que sería lejana a petición del Gran Maestre del Templo. Su único pecado había sido siempre querer proteger lo que amaba.
Y ser una criatura mágica.
Un Naga.
Los guardianes del conocimiento de la tierra que escondía grandes tesoros.
A veces muy malos.
—¡Aaaggh...!
Loki apretó sus manos en puño, igual que sus colmillos al sentir el ardor en su vientre cuando el mago terminó con un par de empujones más. Los murciélagos se habían marchado siguiendo algo. Siguiendo algo, siguiendo algo. Siendo seres que dormían en el interior de la tierra seguramente habían escuchado de ella uno de sus secretos, que se había ido de Ciudad Oscura. Y sus petirrojos debieron ir con ellos. No estaban a salvo, no con todos esos seres infames y sus malditas perversiones sobre toda criatura del mundo antiguo. Tenía que protegerlos, no había sido buena idea dejarlos ir solos. El solo pensar que Pet fuese muerto o que sus avecillas usadas para entretener enfermos, lo hizo gruñir.
—Oh... ¿te ha gustado, hermoso Naga?
Este levantó su rostro, esbozando una ligera sonrisa antes de asentir para azuzar la excitación del Meta Humano. Miró hacia sus grilletes que lo mantenían colgando y luego la paja. Aquel idiota entendió el mensaje, perdido en su placer como para sospechar lo que vendría. Loki era con mucho, el único Naga que tenía un poder que ninguno de sus pares poseía. Con una creciente y nueva erección, el mago lo bajó del techo, recostándolo en la paja para lamer los rastros de su semen en el vientre de Loki quien le sonrió todavía más, mucho más, dejando ver el profundo odio que ya había acumulado esas décadas prisionero. Todos iban a pagar, no más compasiones. Las garras del monstruo acariciaron la cabeza del mago, y luego la congelaron antes de que pudiera hacer o decir algo.
Se dio el gusto de romperle todos los huesos del cuerpo con la fuerza de su cola, buscando entre sus manos un medallón que todos ellos siempre cargaban. Porque su magia era magia adiestrada, no natural y necesitaban de un amuleto que canalizara la energía que llamaban de la Ley. Loki encontró el medallón, usándolo como llave para romper uno de sus grilletes, luego el otro y por último su collar. Todos los carceleros estaban ocupados profiriendo maldiciones al darse cuenta que la ondina estaba muerta para asomarse a la celda. El Naga estaba muy debilitado, pero esa docena de humanos no eran un obstáculo y menos cuando tenía en mente la salvación de sus pequeños protegidos. Si iba a morir en la misma tierra que su madre lo había hecho, sería llevándose consigo todos aquellos que habían profanado el mundo antiguo.
—¡SE HA LIBERADO, LLAMEN...!
La sangre que pintaba las paredes de esos calabozos, tuvo un nuevo carmesí para decorar cuando mutiló cada uno de esos mortales hasta que paredes y techos quedaron embarrados de vísceras, huesos y trozos de piel. Sus ojos fueron al cuerpo de la ondina, arrastrándose a ella para cepillar los pocos cabellos que le habían dejado, acomodando los trocitos de sus ropas hechas de musgo y alga antes de cargarla en brazos, llevándosela consigo. Lentamente, el suelo que fue pisando se llenó de escarcha moviéndose veloz al ir congelando todo a su paso, incluyendo a los guardias y sicarios. Laufey le había heredado el poder del hielo, que no era magia sino energía elemental, natural, como las cosas buenas del mundo que una voluntad había creado mucho antes que todos los seres vivos.
Un poder superior.
Su madre le había dicho que se llamaba la Fuente.
Loki miró por primera vez en largo tiempo la media luna, con murciélagos que aparecieron volando a su alrededor cuando salió del palacio cuyo pabellón se vino abajo por el hielo fragmentando la dura piedra. Escuchó entonces de los pequeños animales lo que tanto temía. Se habían llevado a sus petirrojos, con un mestizo que los había protegido en su pecho. Ra's Al Ghul, murmuraron los murciélagos, volando en la misma dirección que sus hermanos lo hicieron. El Naga encontró una fuente seca, que tocó para llenarla de hielo y donde puso el cuerpo de la ondina, encerrándola entre cristales azules. Nunca más. Nunca más otro monstruo... no, una criatura mágica iba a volver a sufrir.
Así como una noche el fuego había consumido un barrio, así lo hizo un hielo aparecido de la nada. Una docena de Bufones alimentaron a Loki, lo suficiente para salir de Ciudad Oscura rumbo al escondite de la Liga de Asesinos.
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