Belleza entre las dunas
OUDE MAGIE (Magia Ancestral)
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC/Marvel AU
Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.
Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.
Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.
Gracias por leerme.
***
Belleza entre las dunas.
"Cuando la piedra ha salido de la mano, pertenece al diablo."
Proverbio Suizo.
Existían dos construcciones que eran el orgullo de la Tierra de Arenas Infinitas, la primera, era el Palacio de los Azulejos que le pertenecía al Jerife Iskandar Luthor. Varias naves con pabellones delimitados por sus famosos jardines octogonales en donde flotaban árboles mágicos que daban frutos jugosos y sombra a sus visitantes con pájaros multicolores cantando entre sus ramas. Los salones con entradas sin puertas como era costumbre en aquel continente, múltiples columnas delgadas que se unían a los arcos decorados con azulejos y símbolos mágicos. Nichos donde se erigían las estatuas de los ancestros Luthor entre pebeteros de hierro labrado. El Palacio de los Azulejos era un lugar en constante ajetreo desde que los cientos de sirvientes despertaban al sonido de los cánticos sagrados que sacerdotes entonaban, hasta el toque de los grandes platones que anunciaban la hora nocturna.
La segunda construcción, estaba justo delante del Palacio de los Azulejos. Se trataba de La Mezquita, un edificio cuadrangular en cuyo centro se encontraba un gigantesco bloque hecho de piedra obsidiana en su techo y la mitad de sus paredes que flotaban sobre el piso multicolor de mosaicos que formaban los signos de magia más alta, rodeado por unas altas murallas con Djins de piedra observando a los fieles en su peregrinación alrededor de La Mezquita que nunca tocaban pues solo los magos podían pisar aquel suelo sagrado en sus ceremonias. Todo el patio alrededor siempre estaba lleno de las ofrendas que dejaban como sus peticiones escritas en piedra que iban formando las murallas con el paso del tiempo. La Mezquita solo tenía dos puertas amplias, una era para entrar y otra para salir, la primera recibía a todos los visitantes, ya fuese para visitar ese templo o cruzarlo para dirigirse al Palacio de los Azulejos, donde miraba la segunda puerta.
Todos aquellos que iban al Palacio, siempre salían por sus costados laterales, era ya una tradición que nunca se cruzaba La Mezquita dos veces, ni se caminaba en sentido contrario al grueso de los peregrinos que se movían en el sentido en que caminaba el sol.
Cada habitante de la Tierra de Arenas Infinitas, estaba obligado a hacer una oración en dirección a La Mezquita cuando era la hora vespertina, cantando el salmo de los magos y pidiendo por la paz que ellos traían gracias a La Ley. Se habían hecho la costumbre de hacerlo sobre un corto y angosto tapete, quitándose sus sandalias y descubriendo su cabeza para que la oración purificara sus pensamientos que iban dirigidos al templo santo. Asimismo, todos sus habitantes estaban obligados a usar turbante para no manchar la pureza de la obsidiana mágica con sus pensamientos. Las mujeres solían usar mantos que tocaban sus tobillos, los hombres los largos telares que enredaban en sus cabezas de diferentes formas según la ciudad de la que provenían. Reglas que los Meta Humanos habían impuesto para que la paz y el orden llegaran al continente de las dunas ardientes.
A Lena Luthor esa tradición se le hacía de lo más chocante, siempre rebelde como independiente desde que estuviera en el vientre de su madre. Volver a ver esas caravanas con los camellos cargados de las ofrendas que iban desde frutos secos o flores silvestres hasta joyas exquisitas, hizo que sonriera en añoranza a su tiempo en aquel territorio. Su transporte, que era cargado por esclavos entró por La Mezquita, evadiendo con gracia a los peregrinos antes de salir por la puerta que conectaba con el Palacio de los Azulejos, celosamente vigilada por soldados en sus armaduras blancas típicas de Ciudad Madre. Su corte de recibimiento le alcanzó ahí, con una reverencia antes de tender el largo rollo de alfombra roja que fueron rodando hasta los escalones decorados con plata que iban hacia el salón central.
—Bienvenida, Su Gracia.
—Ul-ber, ¿cómo está mi hermano?
—Esperándola en el comedor privado para desayunar con usted, mi señora.
—Gracias.
Varios rollos fueron desplegados hasta que llegó al gran salón lleno de palmeras, fuentes adosadas a las paredes y lámparas de aceite flotando alrededor de una enorme mesa octagonal donde encontró al Jerife, su hermano mayor. Luthor se puso de pie, sonriéndole con brazos abiertos que le recibieron igual que un par de besos en sus mejillas.
—Ciudad Madre brilla porque su más adorada hija ha vuelto.
—Zalamero.
—¿Cómo se encuentra la esposa del Gran Maestre de Tierra Santa?
—Igual que la hermana del Jerife de la Tierra de Arenas Infinitas, aburrida.
—Creí que Erik te mantendría ocupada poniendo orden a su caos.
—Luego de un tiempo, todas las mascotas aprenden patrones. Eso resta novedad a los días que pasan más lento de lo que quisiera.
—Pero algo nuevo ha sucedido o no habrías venido aquí a visitarme solamente por el gusto de saber si mi salud no ha decaído.
Lena rió, paseándose alrededor de la mesa y mirando por una de las largas ventanas del salón que miraba al jardín de flores violetas.
—Mis espías me confirmaron que la reina Lilandra no ha regresado al Edén luego de su visita a su bosque. Parece que se ha instalado definitivamente de vuelta en casa.
—¿Lo sabe Erik?
—¿Quién me crees? Por supuesto que no, está distraído entre los muslos de Mystique —contestó ella, girándose para regresar a la mesa y sentarse sobre el cojín que servía de asiento que su hermano le ofreció— Además del asunto de la sucesión de un mago en el Reino de Manhattan aparentemente no aprobada por el Templo, pero sí por su rey.
—¿A quién eligió el Rey Castle?
—No lo conozco todavía, se hace llamar el Demonio Sin Miedo. Hoy en día cualquier Meta Humano se siente con la dignidad suficiente para tener un título que no le ha costado.
Con una sonrisa divertida, el Jerife hizo llamar a sus sirvientes que les llenaron sus platos, dejándolos solos una vez más.
—Cualquiera que te escuchara, querida hermana, diría que añoras la guerra.
—Una guerra me hizo gobernadora de los Reinos Santos, guardiana de la Ley con una diadema que sabe a corona. Me gustaría tener el título y corona de emperatriz con todos cantando mi nombre, hermano.
—Podría ser en caso de que también hayas venido a decirme que confirmas la identidad de nuestro Niño Profecía.
—Edén es un bastión impenetrable, Iskandar.
—No, si sabes a quién colar por entre sus muros acantilados.
—¿Has estado usando a esos búhos en mi territorio?
Iskandar Luthor le miró malicioso. —Tengo que cuidar de mi hermanita.
—¿A quién podemos colar?
—Ann de Marie tiene el visto bueno del Maestre Xavier, ¿no es así?
—¿Ella? No lo sé, prefiero elegir a alguien más.
—¿Alguno de mis sobrinos?
Lena chasqueó su lengua luego de beber el vino, mordiendo con una sonrisa uno de los famosos panes secos de frutas de Ciudad Madre.
—Si yo les ordenara traerme tu cabeza sobre una bandeja de plata, tardarían más buscando el platón más hermoso que cumpliendo mi deseo. Los tengo bien entrenados para la diplomacia.
—Y las mentiras.
—Erik desespera con Pietro, cree que Wanda es inestable y que Lorna solo causa caos.
—Los hijos siempre distraen a sus padres tanto o más como hacen sus amantes. Brillante, Lena.
—¿Tus búhos también te dijeron sobre los Niños del Cometa?
—No, lo inferí yo mismo. Esa corte tiene sus propios asuntos de los que hay que cuidarse.
—Dame más recursos para armar nuestros soldados. Así dejaremos de depender de ellos, ya lo hiciste con la Liga de Asesinos, solo faltan esas aves de mal agüero.
—Paciencia, querida, recién llegas y exiges tu corona. Este desayuno merece nuestra atención.
Una vez que terminaron su desayuno, salieron para ir al pabellón exclusivo del Jerife, alejado del bullicio y los sirvientes que solo podían entrar en horas específicas para la limpieza. Lena supo a dónde se dirigían, conocía el camino perfectamente. Bajando al jardín hundido, quitándose su calzado y metiendo sus pies en el agua fresca y transparente para alcanzar una escultura de pavorreal cuyo pico de cristal tocó, haciendo que la figura hiciera una reverencia, revelando unas escaleras ocultas que una puerta en el suelo descubrió, llevándose con ello el agua que inundaba el jardín. Iskandar sonrió, extendiendo un brazo para ofrecer el paso a su hermana quien levantó sus mantos empapados por las orillas al bajar los gruesos escalones que iban en forma de caracol hasta un altar circular que iluminaron con un aplauso.
—Cuánto extrañaba esto —murmuró Lena observando un mapa del mundo que ocupaba todo aquel altar de piedra circular tan grande como un salón de baile— Todavía recuerdo cuando comenzaste a construir esto, esperando tener las claves de la historia entre tus manos.
—Algo en lo que tú me ayudaste, querida hermana.
El Jerife miró satisfecho los círculos mágicos que flotaban alrededor de aquel mapa, como el gran sello que brillaba por debajo del mapa, iluminando nombres, divisiones... todo ello siempre alimentado por las oraciones que los peregrinos no dejaban de hacer día y noche en la Mezquita, cuya obsidiana enviaba esos diminutos trozos impulsos hechos oración hacia ese salón, convirtiéndolos en magia. Una que permitía a Iskandar el poder deducir lo que hacían sus amigos, sus enemigos y aquellos que ni siquiera lo conocían. Su magia solamente estaba superaba por su intelecto, algo de lo que el amo y señor de la Tierra de Arenas Infinitas estaba orgulloso.
—Es tiempo de liberar al Niño Profecía.
—Sé cómo hacerlo —Lena alzó una mano para mover un pequeño sello que indicaba la posición de la isla Edén— Han salido varios magos de aquí, de forma inusitada. No es nada más intercambio de granos o compra de libros, hermano. Se mueven demasiado aprisa.
—Algo buscan... algo escapó —Luthor arqueó una ceja, cruzando sus brazos de manera que pudiera tocar su mentón con una mano— O algo entre ambas que el Maestre Charles necesita proteger a costa de sus magos, ¿qué puede ser más importante que sus amados protegidos?
—¿Te gustaría algo como un Niño del Cometa?
Iskandar miró a su hermana, serio. —¿Cómo lo sabes?
—Ya te lo he dicho, yo he estado trabajando en nuestro propio ejército. Están ahí, entre los magos de Tierra Santa, pretendiendo lealtad al Templo, pero expandiéndose lentamente de la misma manera que lo hace un pulpo cuando sale de su pequeña madriguera al cazar a su presa. La Corte de los Búhos tiene la vista fija en el Edén, no solo por el Niño Profecía.
—Interesante, porque aquí también han hecho movimientos.
—¿Quién te ha dicho eso?
—Drodd, detectó dos grupos moviéndose al Norte y al Sur, respectivamente.
—Cosa curiosa que Jor-El e Hipólita se acerquen, ¿no te parece?
—También te extrañaba, Lena. No tengo con quién hablar así —sonrió el Jerife.
—Algo me dice que tienes la solución para dos pueblos que desafían tu autoridad.
—Claro, otro pueblo orgulloso.
Lena rió, aplaudiendo un poco. —Sabías que yo vendría, eres tan cruel.
—Para nadie es un secreto que el Rey Doom anhela por sobre todas las cosas el control del Templo, y que el Gran Maestre no es precisamente... estable. Le he devuelto a su madre, como promesa de mi recompensa si detiene a los Kryptonianos y las Amazonas. Demostrarme que es capaz de controlarlos es una de las pruebas de sus capacidades como futuro Gran Maestre.
—Que nunca será. Mi corona, Iskandar.
—El tiempo de vida de su resucitada madre durará lo suficiente hasta que los detenga, como ya debes imaginarlo, cuando tenga ciertos "fallos" me veré en la necesidad de retirar mi obsequio.
—No te fíes tanto del Príncipe de la Eterna Sonrisa y su necromancia, puede despertar un día algo que no seamos capaces de detener.
—También tengo contemplado eso. Me parece que este continente necesita algo de diversión, como, por ejemplo, un Naga vengativo cobrando venganza. Pero explícame, Lena, ¿qué estás planeando para el Edén?
La hermana del Jerife permanecería tan solo unos días en el Palacio de los Azulejos, porque deseaba visitar a un amigo de la familia, el sultán Star-Tsar de Thanagar, ciudad a la que se dirigió después de agasajarse una vez más con las delicias del Ciudad Madre y que su hermano mayor ofreciera todo el repertorio de sus mejores músicos en el palacio. Con un baile de despedida en su honor, su caravana partió muy temprano por la mañana, dejando a Iskandar a solas con sus pensamientos hasta que recibió otra visita en sus aposentos.
—Nunca me acostumbraré a que se cuelen en mis habitaciones —se quejó el Jerife, observando esa sombra con una máscara de búho.
Había muy pocos seres en el mundo que estuvieran enterados de la existencia de la Corte de los Búhos, una hermandad secreta al servicio de algo muy diferente a la magia. Nadie sabía exactamente qué era lo que protegían o adoraban, Luthor siempre trató de averiguarlo sin mucho éxito. Eran la mano detrás de varios acontecimientos importantes en ambos continentes, acciones que aparentemente no seguían un patrón ni tampoco un plan que pudiese ser revelado por la mente más astuta. Callados, letales y con recursos que parecían ilimitados, entrenaban huérfanos para convertirlos en sus asesinos llamados Talon. Un Talon podían manipular magia además de matar a sus objetivos prácticamente sin esfuerzo. Decir huérfanos era decir que la Corte de los Búhos ubicaba niños Meta Humanos en los rincones menos pensados, asesinaba a sus familias y los adoptaban.
No eran ingenuos para no saber qué alianzas establecer y dónde colocar a sus piezas. Ellos se habían presentado ante Iskandar Luthor antes de que la Guerra Santa estallara, la Corte de los Búhos le prometió el control de la Tierra de Arenas Infinitas si podía exterminar el Cónclave. La extinción de las criaturas del mundo antiguo era un entremés. Para el Jerife, quien había recibido de ellos ese enorme bloque de obsidiana que convirtió en La Mezquita, esos magos ocultos siempre en las sombras buscaban el despertar de algo muy diferente al Niño Profecía o a los Niños del Cometa, sin embargo, estos eran clave en los planos de la hermandad. Si un Niño Profecía era suficiente para hacer temblar al Gran Maestre Erik Magnus, mover los discípulos del Maestre Charles Xavier, lo que quisiera esa corte tendría que ser algo todavía más poderoso. Tanto para armar una Guerra Santa de distracción, Luthor se dio cuenta de eso una vez que fue Jerife, más siempre se cuidó de no dejárselos saber.
—¿Qué es lo que ahora desean de mí?
El Talon extendió su brazo para entregar un pergamino enrollado con un sello negro donde estaba incrustada un trozo de perla blanca tallada a forma de búho. Iskandar tomó el pergamino, abriéndolo para leer en ese lenguaje ancestral que usaba la corte su mensaje.
—¿Ra's Al Ghul tiene un Niño del Cometa? No cabe duda que los asesinos no son de confianza, ¿cierto?
Ya no había nadie en su habitación. Luthor apenas si bufó, arqueando una ceja antes de recostarse entre almohadones, alcanzando una copa de vino que estaba por beber cuando había aparecido el Talon. Su mano sosteniendo el pergamino lo recorrió, delineando esos símbolos tan viejos como la memoria del mundo diciéndole cosas que escaparan de sus espías y magos. En su mente había un plan igualmente secreto, dominar al Niño Profecía una vez que lo tuviera capturado. Antes de que la Corte de los Búhos hiciese algo con él, esta vez los sorprendería. Y que mejor teniendo como resguardo a los dos Niños del Cometa. Su Emir del Gran Desierto ya le había hecho el favor de encontrar a uno, teniéndolo casi a la vuelta de la esquina. Tan solo quedaba el segundo.
—Mi amo, hay un mensajero que desea verlo con urgencia —murmuró un sirviente, arrodillado con su frente tocando el suelo al hablar, quedándose bajo el arco de entrada.
—¿Urgencia?
—Dice ser Har-eld de Jordan, enviado del Emir Thaal Sinestro de Ciudad Oa. Trae consigo el cadáver de un Thanagariano como muestra de su premura para verle, amo.
—Iré a verlo, llévenlo a mi sala de juntas.
—Sí, mi soberano.
El Jerife sonrió, riendo luego con un ligero canturreo. Ahí estaba, la distracción que la corte hacía para que no prestara atención a sus movimientos. Con la copa en mano, se encaminó descalzo hacia su salón privado donde recibía visitas muy especiales, como podía serlo el pupilo de uno de sus amigos. Aquel joven mago puso una rodilla en el suelo apenas entró, con aquel cadáver sobre un tapete que sus sirvientes ofrecieron para que no manchara los mosaicos.
—Los tiempos en que los cuerpos eran trofeos de intercambio han pasado, joven Har-eld.
—Mi señor, no me pertenece. La reina Hipólita lo envía para usted, ella se dirige hacia Thanagar en estos momentos con un ejército de Amazonas.
—¿Por qué me lo envía?
—Lo encontraron volando sobre la isla, Majestad.
—Estas cosas no pasarían si los Thanagarianos no fueran tan orgullosos y rebeldes. Nada como los Linternas Verdes, ¿no es así, joven Har-Eld?
—Sí, mi señor.
—Tendré que tomar cartas en el asunto, y al mismo tiempo, me permito preguntar cómo es que has podido encontrarte con la reina Hipólita. Oa está lejos de Themyscira.
—Mi maestro me envió al Gran Desierto, quiere que el Emir Ra's Al Ghul bendiga con su magia las joyas que he de obsequiarle a mi prometida, la princesa Karol de Ferris.
Luthor le examinó mientras daba lo rodeaba, entregando su copa a un sirviente que regresó a su posición escondida tras unas columnas.
—Debió ser una ruta algo curiosa para que se diera este evento tan preocupante.
Hal tragó saliva. —Estaba practicando mi vuelo y me desvié, Majestad.
—Ah, siendo así, tiene sentido. El que hayas venido personalmente a entregarme este cadáver me demuestra lo bien que Sinestro entrena a sus estudiantes. Sigue tu camino, joven Har-eld, no te detengo más. Los enlaces entre magos es una cosa importante, deja que tu soberano se encargue de no manchar tan festividad con riñas fugaces.
—Como usted lo ordene, me retiro, mi señor.
—Solo una pregunta más, joven mago.
—Soy su más fiel sirviente.
—¿La princesa acompañaba a su madre?
—Yo... —el castaño parpadeó algo extrañado por el tipo de pregunta— No me lo pareció, no la vi junto a ella, más no presté atención a todo el contingente. Lamento mi torpeza, Majestad.
—Está bien, no hay nada que disculpar. Puedes retirarte.
Iskandar se quedó a solas con el cadáver, observando las alas rotas del hombre halcón igual que su cráneo fracturado por una sien y la coraza de su pecho con las marcas de varias flechas bien dirigidas a órganos importantes. El Jerife tomó de un cofre previamente solicitado una piedra azul, proveniente del Reino Santo de Azul, conocido por sus acantilados llenos de esas rocas que eran idóneas para ser contenedoras de encantamientos y hechizos por varios siglos sin sufrir daños. Su mano estrujó la joya, dejando caer el polvo sobre el Thanagariano, revelando su verdadera identidad. Tan solo un Común usado como cebo para hechizarlo y cambiar su apariencia, haciéndolo parecer uno de los hombres halcón y levantar la furia de la reina Hipólita. Nadie pisaba Themyscira sin consecuencias, particularmente los hombres.
—Sería toda una lástima que alerte a Erik Magnus sobre la agresión hacia su esposa por parte de las Amazonas. Espero que Lena me disculpe el agravio que estoy por cometer.
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