Aves de vuelo nocturno

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.



***


Aves de vuelo nocturno.

"Para toda clase de males hay dos remedios; el tiempo y el silencio."

Alejandro Dumas.



—Jörmundgander crece hermosa.

—Gracias.

—No dejes que salga de las montañas, dicen que hay magos buscando a nuestro pueblo.

—¿Qué desean esas criaturas?

—Lo ignoro, se rumora que es por el asunto de los dragones.



Siempre lamentaba no haber prestado atención a esos rumores.

Todo hubiera sido tan diferente.



Loki miró el suelo de mosaicos de colores chillones mientras esperaba en aquella sala privada del Príncipe de la Eterna Sonrisa. Aquel día no estaba con su humor usual, altivo y sarcástico. Comenzaba a tener más días así, cabizbajo y meditativo. Estaba cansado. Apenas si movió sus manos que pesaban tanto con esos grilletes de hierro negro que mantenían su poder restringido, como ese collar que impedía que lanzara sus hechizos sobre todos esos sicarios, guerreros y magos a quienes despreciaba con todas las fuerzas que podía tener en su espíritu. Las carcajadas huecas provenientes del pasillo hicieron que levantara la mirada de sus ojos verdes hacia la entrada por donde apareció el príncipe, despidiendo a sus lacayos para quedarse a solas con él. Era un Común, de raza humana, pero tenía una mente desquiciada como ese corazón que no se tentaba para infligir dolor. Sobre todo, a él.

—¿Cómo está mi Naga favorito? —saludó ese príncipe bromista, riendo al tiempo que se servía una copa de vino— Has estado muy calladito estos días.

—No tengo nada qué decir, mi señor.

—Mm, estás igual que mis mensajeros. Nada qué decir. ¡Qué aburrido! Pero la culpa la tiene ese maldito de Ra's, o quizá es el mago de Ciudad Oa. ¡Cómo sea! Mi espíritu está desesperado por diversión, Loki.

—Las nuevas mascotas ya no le satisfacen.

—Es que... —el hombre de cabellos verdes con una piel demasiado pálida y su boca deforme que le hacía ver siempre sonriendo se volvió a él— Luego de un tiempo hasta la sorpresa más maravillosa se torna una patética rutina. Excepto tú, claro.

—Gracias, mi señor.

—¡Oh, vamos! Mi serpiente consentida tiene que decirme algo, ¿qué te cuenta el aire? ¿Has escuchado algo de la lluvia? Bueno, apenas si llueve...

—Un rumor desde la Tundra Kryptoniana. Sus guerreros nómadas se mueven.

—¿Otra vez? Argh, si el idiota del Jerife me escuchara cuando le digo que esos maguitos van a darle un dolor de cabeza muy feo no tendría que estar moviéndome para indagar qué jodidos les pasó ahora.

—Debe ser el avance de las huestes de Thanagar.

—¿Lo ves, Loki? Por eso eres mi Naga favorito... espera, ¡eres el único de tu especie ya!

El príncipe se carcajeó, derramando el vino de su copa contra los mosaicos que hacían juego con sus mantos. Al regente de Ciudad Oscura le encantaba el color morado y verde, amarillo también, así que el rojo del vino parecía más una mancha de sangre en el suelo. Justo como le encantaba dejar las calles de su ciudad con su Bufones.

—Oh, lo siento, esa broma sigue siendo buena.

—El ingenio de mi señor es admirable.

—Hm, como mis recursos, Loki. Ven, ven, ven.

Loki siguió al hombre que lo hizo pasar a otra habitación más amplia con el techo descubierto, en el medio estaba un artefacto que conocía. Un mira estrellas.

—¿Mi señor?

—Tengo uno de esos locos, ¿cómo se llaman? Astro... astro...

—Astrólogo.

—¡Eso! Pff, no es muy bueno que digamos, siento que me miente tres cuartas partes del día. Me ha dicho que se avecina un augurio nuevo. Mira, mi lindo Naga, dime si es verdad. Eres mi catador de las mentiras, una de las razones por la que te mantengo con vida.

El monstruo suspiró, arrastrando su larga cola que enroscó alrededor del círculo donde reposaba ese largo y pesado mira estrellas. Se inclinó para asomarse por la mirilla donde el espejo reflejó el oscuro firmamento, escuchando a lo lejos gritos y llantos provenientes de la ciudad. Los Bufones ya habían salido de caza, dejando a su paso más desgracia en una ciudad que parecía una cloaca viviente. Mientras el príncipe canturreaba paseándose al alrededor del Naga, este frunció su ceño con su corazón latiendo aprisa al mirar una conjunción nueva. Se mordió su lengua bífida para no reaccionar, manteniendo su expresión aburrida casi dormida al erguirse para hablar con aquel demente.

—Son dos augurios, una tormenta de arena que cubrirá todo el sur del continente por varios días. Y el otro es una batalla.

—Los malditos orgullosos Kryptonianos. Apuesto estas sandalias a que Jor-El quiere festejar el cumpleaños de su primogénito con cabezas Thanagarianas —el príncipe pateó en el aire, tirando luego de sus cabellos— ¡Los odio! Pero... has dicho dos augurios, lo cual es interesante. ¿Por qué mi astroloco no me hablaría de la tormenta de arena?

—Porque no son buenos en eso.

—Cierto que sí. Ah, mi Loki. Ya puedes ir a descansar. ¡Sirvientes! ¡Lleven a mi Naga a sus aposentos! Hablaremos mañana, lindo escamoso.

Loki hizo una reverencia, forzando una sonrisa antes de salir escoltado por un grupo de Bufones que picaron su cuerpo con sus lanzas filosas. Se mantuvo sereno hasta llegar hasta a la parte baja del palacio donde comenzaban los calabozos, en un salón con un enorme hueco en el centro al cual entró, deslizándose por la pared circular, mohosa y húmeda hasta el fondo. Un prisionero con el lujo de poder salir cuando el Príncipe de la Eterna Sonrisa quería divertirse con él, que revelara las mentiras que sus embajadores le decían o simplemente pasar el rato hablando estupideces provocadas por el vino. Era una suerte que sufría desde que la Guerra Santa había terminado y él llevado a esas tierras tan secas que lastimaban su piel, además de otras penurias.

Cuando los carceleros pusieron de vuelta su pesada puerta circular de acero hechizado, el Naga se arrastró veloz hacia un boquete que le servía de madriguera para enroscarse ahí y al fin liberar el temblor que le hizo estremecer hasta la punta de su cola. Dos Niños del Cometa estaban juntos, justo como la profecía que ellos habían visto tiempo atrás. Derecha e izquierda, golpeando el centro, a un Niño Profecía. Loki casi lloró negando. No deseaba aferrarse a semejante augurio, ya había visto otros hacerse añicos por los puños de los magos. El monstruo levantó su rostro hacia un hueco que sus garras habían rascado, quitando la piedra que ocultaba un nido que tomó para acunarlo contra su pecho, tumbado en el suelo sobre su enroscada y larga cola. La mirada de Loki se suavizó, humedeciéndose al pasar sus manos delgadas con garras escamadas sobre los tres polluelos que piaron alegres para él.

—Lo sé, lamento haberme ausentado tanto, me hicieron esperar mucho.

Recién llegado a Ciudad Oscura, de sus primeros alimentos que le dieron como prisionero del príncipe, fueron tres recién nacidos humanos. Primero fue Dik, luego Jason y por último Timoth, como les llamó al encontrarlo entre los desperdicios que eran su comida. Loki despreciaba a los humanos -si no era que los odiaba como a los magos- pero no pudo devorar esos bebés. Inocentes arrancados de los brazos de sus madres por los Bufones para servirle de alimento. Tampoco podía salvarlos, siendo víctimas como él, así que los hechizó, convirtiéndolos en pajarillos que escondió en aquel recoveco y que alimentaba con la ayuda de una criatura tan inocente como esquiva.

—¡Señor Loki! ¡Señor Loki! ¡Ya llegué! ¡Y mire lo que traje!

Loki se volvió a Pet, un joven monstruo araña peluda que un día se coló en su pozo por entre los huecos desgastados de la roca que le encerraba. Era tan pequeño que cabía en su mano, huérfano y solitario como los verdaderos monstruos del mundo donde ahora los magos reinaban. Pet, como sus tres petirrojos, eran lo que mantenían al Naga cuerdo.

—Conseguí lombrices frescas para las avecillas.

—Gracias, Pet. ¿Tuviste cuidado?

—Sí, sí, nada de que alguien me viera, aunque soy muy pequeñito para que me noten de todas maneras —rio el chiquillo, dejando un rollito de seda donde venían envueltas las lombrices sobre la palma de Loki— Um, ¿está triste, Señor Loki?

—Cansado, nada más, pequeño Pet.

—¡Oh! Sé de algo que lo va a alegrar —Pet bailó sobre sus patas peludas, alzando un par delantero con sus ocho ojos grandes y tiernos mirando al Naga— ¡Ya sé balancearme en el aire!

—Al fin.

—Hice lo que me dijo, le pedí permiso a la Señora del Aire. Como que no me hizo caso las primeras veces, ¡pero no me di por vencido! Luego ella como que suspiró y dijo que sí. Ahora ya puedo volar colgadito de mi red. Por eso conseguí buenas lombricitas para Dik, Jason y Timoth.

—Ellos dicen gracias —sonrió Loki, mirando a sus petirrojos pelearse por las lombrices.

—¿Cuándo aprenderé yo el idioma de los animales?

—Cuando seas mayor. Aun eres pequeño, Pet.

—¡Pero ya mudé de piel!

—Tienes que mudar cientos de veces más.

—Uf, y con lo que me cuesta salir.

—Es hora de que los lleves a pasear, recuerda...

—Siempre lejos de los Bufones, jamás a la vista de los magos. Que los halcones no nos vean. Sí, Señor Loki lo sé. Promesa de patita.

—Anda.

Loki cargó a todos para llevarlos a un lado de su hueco, quitando una piedra que ocultaba un pequeño túnel que Pet rascó mientras los petirrojos mudaban plumas y eran capaces de volar. Jamás salían de día, porque era cuando los magos sacaban a pasear a sus mascotas. Siempre era de noche, mientras los Bufones estaban ocupado saqueando y nadie tomaba en cuenta a tres avecillas volando entre murciélagos con una pequeña araña en sus espaldas como aya. Al Naga le dolía que fuese así, como el pensar que un día tendría que retirar el hechizo, pues esos bebés ahora eran niños y como niños tenían que crecer entre los suyos, los humanos.

—Que la noche los abrigue y proteja, vuelvan antes del amanecer.

—¡Sí, Señor Loki! ¡Vamos, niños!

El monstruo cubrió de vuelta ese pasadizo hecho para sus niños, volviendo a su hueco donde se tumbó de vuelta pensando en los Niños del Cometa. ¿Dónde estaban? ¿En qué lugar había sucedido la reunión? Tenía que ser ahí en la Tierra de Arenas Infinitas o las estrellas no se lo hubieran mostrado. Una suerte que el Astrólogo no supiera leer constelaciones élficas. La paz momentánea en la que se encontraba se vio interrumpida por un rumor proveniente de lo alto. Su puerta fue abierta de nuevo, entre las risas no humanas de un par de hienas acompañadas por la de su dueña, la consorte del príncipe quien descendió ayudada por una escalerilla hasta el fondo del pozo.

—¡Holaaaaa!

Loki cerró sus ojos, conteniendo su aliento y preparándose para lo que venía. Si el Príncipe de la Eterna Sonrisa le mantenía con vida, no solo era por ser un regalo.

—¡Vamos, amores!

Con un rugido, las hienas se abalanzaron contra el Naga, mordiendo su cola una y otra vez mientras el monstruo solo se abrazó a sí mismo, soportando aquel ataque en silencio.



—Por favor, haré lo que sea, lo que sea...

—¡Mamá! ¡Mamá!

—Sé que lo harás, Loki.

—¡NO! ¡PIEDAD! ¡ELLOS NO! ¡NOOOOO!



Harley de Quinn, la consorte del príncipe tan demente como él, era experta en necromancia y maldiciones. Usaba las escamas y sangre de Loki como materia prima para sus pruebas. Los nuevos monstruos que salían de aquellos experimentos se usaban en las escaramuzas nocturnas o en las fiestas del príncipe donde asesinaba a sus enemigos potenciales. Cuando las hienas tuvieron sus hocicos llenos con los trozos de piel de la cola del Naga, la mujer les llamó besando sus cabezas antes de subir de nuevo, dejando solo al monstruo para llorar a gusto por el dolor de esas heridas que tardaban en sanar. Tenía algunas partes de su cola que donde las escamas ya no crecieron más por falta de buen alimento y del ambiente mágico natural donde las Nagas vivían. Pero ese hogar ya no existía más, Lord Magnus lo había destruido junto con todos los de su especie, la suerte de casi todos los monstruos.

Todo porque eran monstruos como los dragones.

Porque nunca abandonaron a los elfos que siempre los respetaron.

Porque sabían cosas que los magos desearon ocultar.

El dolor de aquellas mordidas recientes hizo dormir a Loki, despertando hasta que escuchó unos golpecitos cerca. Se levantó aprisa, notando por entre las rendijas de la puerta cubriendo su pozo que ya había amanecido. Casi con histeria removió la puerta para dejar pasar a los tres petirrojos que trinaron alegres a su alrededor, quedándose sobre sus hombros marcados con cicatrices por los latigazos y sus cabellos negros maltratados.

—¡Pet! ¡Dije antes del amanecer!

—¡Lo siento! —chilló la pequeña araña, cubriéndose con sus patitas— Pero es que tuvimos que esperar a movernos porque encontramos una bandada de búhos. Nos escondimos hasta que desaparecieron. ¡Lo juro!

—¿Búhos?

—Sí. Búhos de rostros pálidos como la luna que se movían todos juntos.

—Esos no son búhos ordinarios.

Pet gimió. —¡Por eso escondí a los petirrojos!

—Lo siento —Loki acarició con una garra el lomo peludo de la araña— Hiciste bien.

—¿Por qué tus ojos están rojitos?

—Ellos deben dormir, están cansados. Y tú también.

—Bueno.

Abrazando a los cuatro, Loki los llevó a su hueco, escondiendo una vez más a sus avecillas y dejando que Pet durmiera sobre su cabeza cuando se recostó sobre su cola, evitando las mordidas frescas que ardían. Un día tendría que liberar a sus petirrojos, pero no quería. El recuerdo de sus hijos perdidos dolía tanto y esos niños humanos hechizados llenaban un hueco que amenazaba al Naga con volverle loco. No quería terminar como el príncipe ni tampoco como muchos monstruos que acababan siendo diversión de cazadores o magos al perder la razón. Ya no quedaban muchos lugares donde su especie pudiera vivir sin ser molestados, ni elfos que protegieran sus territorios porque reconocían el respeto a todas las formas de vida, incluso las más peligrosas.

—Buenas noches días, Señor Loki.

—Que duermas bien, pequeño Pet.

Loki no pudo dormir, recordando esos tiempos cuando estalló la Guerra Santa, cuando luchó junto a los elfos para expulsar a los magos. Quizá todo había comenzado porque los dragones se negaron a decirles más a los magos, pero ellos con su ambición fueron los que hicieron estallar la guerra. Todavía recordaba sus nombres como sus rostros que siempre odiaría. Él había sido el artífice junto con Dragón Galactus de la creación de los Centinelas con el fin de acabar con la amenaza de los Meta Humanos. Y había estado ahí cuando Agamemno perdió la razón al buscar la Fuente, siendo asesinado por Iskandar Luthor cuando hizo la profecía con la que maldijo a Lord Magnus.



Del metal y la mente viene

Tan fuerte en poder tiene

Que la tierra tiembla ante su primer respiro.

Aire, cielo y tierra oscurecidos,

Ante el caos que su conquista ha traído.

Perturbados los mundos se tiñen

Por la luz roja que les baña.

El fin de una era y el inicio de otra.



El ahora Gran Maestre Lord Magnus lo había regalado a Iskandar Luthor como parte del botín cuando los Meta Humanos ganaron la Guerra Santa. Y el Jerife a su vez lo obsequió a uno de sus mejores -o peores- regentes en Ciudad Oscura, al Príncipe de la Eterna Sonrisa, para que lo usara en sus experimentos. Fue Luthor quien le había puesto esos grilletes en sus muñecas que estaban muy lastimadas por el encantamiento que quemaba su piel, haciéndola azulada por las décadas que llevaba siendo prisionero. Esas líneas blancas brotando de su cuello por el collar. Había sido el Jerife quien le había arrancado a sus hijos para hacerlo obedecer, lo último que le quedaba a Loki lo perdió, quedando como una mascota a la que sacarle provecho para las magias prohibidas.

La caída desde lo alto de los desperdicios distrajo al Naga de sus amargos recuerdos, frunciendo la nariz ante el aroma de aquella comida. Un día dejaría de servir a los juegos de Harley o las charlas del príncipe, y ese día lo matarían como lo hicieron con el resto de las Nagas, incluyendo a sus hijos. El monstruo suspiró, elevando una mano para tomar a Pet quien dormía plácidamente sobre su cabeza. Quedaba solo una oportunidad, la última para vencer el mal que Lord Magnus había traído al mundo con la oscuridad que fue consumiéndole por su ambición. Tan solo una sola oportunidad de al fin cobrar venganza a ese Gran Maestre, al Jerife y también contra el Maestre Xavier. Las cabezas de la Guerra Santa donde el mundo antiguo quedó hecho cenizas.

—Pet, Pet, despierta.

—No quiero.

—Pet.

—Señor Loki... —la araña bostezó— ¿Qué pasa? Ew, huele feo.

—Debes irte con los niños.

—¡¿Qué?!

Loki sonrió con lágrimas en los ojos. —Es demasiado peligroso que estén aquí un día más. Deben irse.

—P-Pero... ¡¿a dónde?!

—Tienes que encontrar a los Niños del Cometa. Lleva a mis pequeños con ellos. Quédate a su lado y protégelos.

—P-Pero, pero, pero... ¡Señor Loki! ¿Por qué ahora? ¿Qué sucede?

El Naga despertó a los tres petirrojos, dando una bendición a cada uno con un beso en sus plumas que acarició. Las avecillas percibieron algo, trinando con fuerza como si se negaran a su orden.

—No, mis niños. Deben irse, Pet los cuidará.

—¡Solo soy una arañita!

—Eres más fuerte de lo que crees, Pet. Y confío en ti.

—¡Esto no me gusta! ¡Esto no me gusta!

—Váyanse, es hora.

—Señor Loki...

—Gracias por todo, pequeña araña.

Pet sollozó, cubriendo sus ocho ojos con sus patitas cuando Loki lo cargó con los petirrojos y los llevó a ese hueco escondido donde los empujó. Los dedos con garras recibieron los picotazos de sus angustiados emplumados, haciendo que lágrimas rodaran por las mejillas resecas del Naga, quien negó con una sonrisa triste al meterlo por el pasadizo junto con la araña. Las patitas de Pet acariciaron los dedos de Loki en una despedida silenciosa.

—Recuerda, Pet, los Niños del Cometa.

—¡Voy a protegerlos con mi vida! ¡Estará orgulloso de mí!

—Ya lo estoy, adiós, Pet la araña.

—Lo quiero mucho, Señor Loki.

Loki cubrió aquel hueco con el lodo del suelo, sellando aquel pasadizo con la piedra antes de volverse a los desperdicios que golpeó con ira mezclada con llanto. Sus petirrojos encontrarían a esos Niños del Cometa, los ayudarían a cumplir su misión. Lord Magnus e Iskandar Luthor no ganarían.

—Vas a probar lo que es perder un hijo, Lord Magnus —maldijo el Naga.

El rechinido de la puerta del pozo lo hizo retraerse a una pared, observando como la removían para dejar asomarse al Príncipe de la Eterna Sonrisa junto a su consorte y esas malditas hienas que se carcajearon.

—Loki, Loki, ¿qué sucede? Creí que podía confiar en ti —dijo el príncipe, ladeando su rostro— No me hablaste de un tercer augurio.

—¡Mentirosooooo! —canturreó Harley, mostrando un par de enormes cubos cuyo líquido desparramó para que el monstruo lo viera. Fuego helado.

—Creí que la etapa de no cooperación estaba superada. Qué decepción, de cierta manera, porque te había dicho que estaba muy aburrido. Ahora ya no lo estaré. Querida, ¿me haces el honor?

Con una carcajada, la maga vació el fuego helado al fondo del pozo, quemando la piel y escamas de Loki quien aulló de dolor, buscando escalar por la pared y evitar aquel líquido. Las hienas brincaron al interior, hincando sus colmillos en su cola para arrastrarle de vuelta al suelo inundando. El Príncipe rio al verlo retorcerse de agonía, arrastrado por las feroces hienas que Harley azuzó pues sus mascotas eran inmunes al fuego helado que sí lastimó al Naga, nadando entre desperdicios obtenidos en la noche anterior por los Bufones y aquella sustancia mágica creada para lastimar a un monstruo como Loki. Entre sus gritos de dolor y súplicas para que terminara su tortura, su mente se refugió en la memoria de sus petirrojos. Los imaginó volando lejos del palacio, protegidos por la Señora del Aire con Pet dirigiendo su vuelo hacia donde el viento cantara su destino.

Al menos a esos pequeños sí había podido salvarlos.



—¡¿POR QUÉ?! ¡MALDITO SEAS CIEN VECES!

—Sujétenlo.

—¡MIS HIJOS! ¡MIS HIJOS!

—Debiste pensarlo mejor antes de oponerte a nosotros, Loki. Ahora llevarás estos grilletes y este collar hasta el día que mueras y te prometo que ese día tardará mucho en aparecer.

—¡TU CABEZA RODARÁ A MIS PIES, LUTHOR!

—Me alegra ver que tienes fuerzas todavía, las necesitarás ahora que vacíe fuego helado en tu vientre. Serás el último de tu especie, y de eso me voy a asegurar.

—¡AAAAAAHHHHH!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top